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Confidencial Noticias 2025

Etiqueta: La columna de Jaime Polanco

La trifulca española, la columna de Jaime Polanco

No hace muchos años los españoles nos sentíamos orgullosos de nuestro pasado más reciente.

La bien manejada transición democrática, la modernización del Estado, el buen funcionamiento de nuestro sistema parlamentario nos acercaba a nuestros vecinos europeos y eso nos daba un punto de orgullo.

 

También sacábamos pecho por nuestro deporte: tenistas, la élite del fútbol; cantantes, científicos, escritores, directores de cine. España estaba de moda, más de 83 millones de turistas venían a nuestro país a disfrutar del sol, las playas y una de las mejores ofertas gastronómicas del mundo. ¿Pero qué ha pasado para que toda esta realidad se desvaneciera como si de una estrella fugaz se tratase?

La trifulca (desorden, camorra, desconcierto, pelea entre varias personas, según la Real Academia Española de la Lengua) que existe en España en los últimos años, está creando un sinfín de dudas entre inversores, organismos internacionales y turistas, que ven cómo un paraíso bien administrado hace aguas por la falta de liderazgo y visión de futuro de sus dirigentes.

Trifulca la de los partidos políticos, no sólo hacia adentro sino hacia fuera, están dando el peor de los espectáculos en tiempos de crisis sanitaria y económica. Lejos de mejorar sus propuestas y su capacidad de liderazgo se enzarzan en guerras sin cuartel que no les conducen a nada, ni a ellos, ni a la ciudadanía. La aritmética electoral española hace inviable una gobernanza con sosiego y planificación de futuro. Los sucesivos gobiernos en funciones y la alianza anti natura del actual, que cuenta con más asesores que voluntad de resolver problemas, convierten el diálogo político en un circo mediático que hace un daño irreparable a la imagen del país en términos políticos y económicos.

Trifulca la que tienen las instituciones para renovar profesionalmente y sin acentos políticos las altas Cortes, la Defensoría del Pueblo o incluso algunas de las más importantes empresas públicas que inciden en la vida de millones de ciudadanos. Lejos están las buenas maneras de los añorados políticos de la transición que anteponían intereses personales o partidistas en beneficio de una España más moderna y adaptada a su entorno.

Trifulca sin duda la que están originando algunos políticos populistas que crean dudas sobre idoneidad de las instituciones que tanto han ayudado a consolidar la democracia. Desgraciadamente para ellos, cuanto más arremeten, más apoyo popular reciben éstas en detrimento de las ideas torticeras de iluminados políticos con poco fundamento moral y personal para cuestionar las mismas.

Trifulca entre los que tienen que liderar la recuperación económica. Nunca antes han existido tantas diferencias entre empresarios, sindicatos y Gobierno para elaborar un plan común y de futuro que ayude a paliar la desastrosa crisis que la pandemia ha traído a la ya maltrecha economía española. Mas de 4 millones de desempleados, centenares de miles de empresas y pequeños comercios cerrados, industrias enteras arruinadas por la cortedad de la visión gubernamental y lentitud de los instrumentos en manos del Estado, para remediar así sea momentáneamente, la ruina de la economía.

Trifulca permanente entre el gobierno central y las 17 Comunidades Autónomas y (2 ciudades autónomas) que impide coordinar una política sanitaria capaz de dar una respuesta seria y contundente, a los problemas derivados del Covid-19. La lentitud a la hora de tomar medidas desde el gobierno de la nación, ayudado por la ceguera ideológica de algunos asesores, demostraron lo poco que aportaron ante lo que avecinaba. Lo malo es que no han aprendido y no han comprendido las consecuencias después de lamentar más de 100.000 fallecidos.

Pensaron que la corresponsabilidad con los gobiernos autonómicos ayudaría a pasar por alto la torpeza de sus malas decisiones. Se equivocaron. Crearon un reino de taifas entre esas 17 autonomías españolas llevando las respuestas bien lejos de lo que necesitaban los ciudadanos en cada una de ellas.

Poco o nada han sacado nuestros líderes políticos de la crisis vivida este último año. Más desconfianza entre ellos, más distanciamiento con las instituciones nacionales e internaciones. Nunca antes habían estado más alejados de la realidad de los casi 48 millones de habitantes que clamaron desde sus débiles personalismos, consenso, entendimiento y soluciones a sus problemas, por encimas de rencillas baratas de políticos que demostraron ser de segundo nivel.

@JaimePolancoS


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El silencio de las sirenas

Siempre nos ha impresionado el sonido de las sirenas de las ambulancias. Oír su sonido agudo a lo lejos y sentir como va en aumento a medida que se acerca a nosotros producía una rara mezcla de angustia y confianza. Angustia sobre la pronta llegada a su destino, y confianza al saber que el enfermo ya estaba en manos de profesionales.

¿Por qué han dejado de sonar las sirenas? ¿Por qué las ambulancias cruzan las ciudades velozmente en silencio? ¿Acaso su mutismo no transmite algún mensaje sobre la gestión que se ha llevado en este año de pandemia?

 

Con más de 107 millones de contagios y 2.3 millones de personas fallecidas alguna reflexión tendremos que hacer después de un año en vilo, tramitando la cercanía de la muerte en paralelo a la impotencia que produce la falta de confianza en la clase política que nos lidera.

Quizás no suenan las sirenas porque la eficacia de los sistemas de salud de los países en general, y los desarrollados en particular, han fracasado. Las millonarias inversiones en hospitales, ambulatorios, centros de salud, han sido insuficientes por la improvisación de sus dirigentes, quienes con criterios políticos han abordado la pandemia sin protocolos que ordenaran las situaciones de una crisis que, aunque llegó de repente, dio plazo para conjurarla.

Quizás no suenen las sirenas por la ceguera que los hizo minusvalorar su capacidad de contagio al pensar que era un problema sólo de los ‘chinos’ y que la distancia geográfica los pondría a salvo. Ha quedado comprobado que en 24 horas cualquier virus viaja a los cinco continentes sin considerar, color, raza o religión.

Quizás no suenen las sirenas para poner de manifiesto la falta de reacción de los organismos mundiales a la hora de determinar la gravedad de la pandemia, su efecto global y la letalidad de su contagio.

La guerra de los mundos ha dejado al descubierto lo peor de la clase política de países emblemáticos, que aconsejaron a la opinión pública que se pasaría al ser una pequeña gripa sin consecuencias para la vida de nadie.

Quizás no suenen las sirenas para denunciar la falta de solidaridad de los países. Ni los más comprometidos como la Unión Europea, ni los insolidarios de siempre han sido capaces de ponerse de acuerdo en cómo tratar la pandemia. Tampoco han sabido dar pasos concertados para que la compra de vacunas ayude a mitigar las tasas de contagios. La falta de conciencia del daño producido, vuelve a poner en evidencia las diferencias entre los países desarrollados y los que no lo son, y la política ‘del sálvese quien pueda’. La insensibilidad de los ricos en no apoyar a los que más lo necesitan.

Quizás no suenen las sirenas, porque los analistas más optimistas pensaron que la economía versus la salud saldría a cuenta en el corto plazo. Mantener la primera en detrimento de la segunda era lo acertado. Se equivocaron. Los países cerraron a medias las economías.

Ante semejante nivel de tibieza sus previsiones de crecimiento se vieron arrastradas a mínimos históricos y la cerrazón de los dirigentes de turno, no ha hecho más que constatar que nada de lo planificado ha sido como ellos creían.

Cada día mueren más personas y el colapso del sistema de salud de cualquier país es la cruda realidad que se encuentran los cientos de miles de enfermos. Las previsiones sobre el crecimiento continúan por el efecto desmedido de contagios.

No sé lo que habrán aprendido los responsables políticos de todo lo acontecido este año, probablemente nada. Los ciudadanos siguen sin entender el criterio en la compra de vacunas, de las medidas absurdas de los confinamientos o simplemente en el cierre de sectores básicos de la actividad del día a día.

Tiemblan pensando en la falta de transparencia en la gestión del COVID-19. No comprenden como con el nivel de contagio actual, se siguen convocando elecciones, mítines, manifestaciones como si nada hubiera ocurrido.

Quizás sea el momento de una conferencia mundial, para analizar el ‘mea culpa’ de lo acontecido y sea posible un acuerdo, para que la falta de respuesta y solidaridad no se vuelva a dar en ningún lugar del mundo.

@JaimePolancoS