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Confidencial Noticias 2025

Etiqueta: León Sandoval

Colombia según Ripley

LeRoy Robert Ripley (1890-1949) fue un célebre comunicador social estadounidense que se hizo mundialmente reconocido por su original columna escrita, luego programa radial y televisivo: Ripley, ¡Aunque Usted no lo crea!, espacios en los que documentó hechos curiosos y extraños de todo el mundo. Si Ripley viviese estaría desternillado con la noticia publicada en el tradicional periódico bogotano El Tiempo, en su edición digital del 22 de junio de 2022, en la que se narra que un ciudadano se defendió de un atraco con un arma fabricada en la Alemania Nazi, avaluada entre treinta y cincuenta millones de pesos.

La nota periodística se centra en las características del arma, Pistola Walther P39 calibre 9 milímetros, que los hechos ocurrieron en el barrio Villa Mayor de la localidad de Antonio Nariño de Bogotá, y que el ilustre atracador de autopartes como el ciudadano que se defendió fueron capturados por las autoridades.

El primero por delito de hurto y el segundo por delito de porte ilegal de armas, dado que no tenía documentación legal que amparase el arma en cuestión, no obstante, aducir que tenía la pistola hace 20 años en su poder y que se vio obligado a emplearla para defender su propiedad. (Ver nota periodística, https://www.eltiempo.com/bogota/ciudadano-se-defendio-de-atraco-con-arma-de-la-segunda-guerra-mundial-682004)

El ciudadano que impidió su atraco es la verdadera víctima de esta historia, terminó judicializado y victimizado por las autoridades, por no tener documentos que amparasen la tenencia del arma. Por su parte, el atracador, avezado delincuente, probablemente salió libre a las pocas horas. Le imputarían hurto en grado de tentativa, e iría a la calle con descarada sonrisa para continuar la labor que dejo pendiente. El ciudadano que se defendió será detenido y expuesto a la gravedad con la que se tipifica y se investiga el porte ilegal de armas en Colombia. Otrosí, deberá también contratar los servicios de un abogado, asumir costes propios del proceso judicial y le será decomisada el arma; y probablemente será denunciado por tentativa de homicidio. Por lo visto, Colombia es un país donde son los pájaros los que les tiran a las escopetas, y los victimarios son tratados como víctimas.

La legítima defensa de la vida y de la propiedad tanto ajena como privada es un derecho fundamental y correlativo que forma parte del derecho natural a la vida, a la libertad y a la propiedad privada, cimientos del estado democrático liberal de derecho. El exceso de garantismo jurídico ha llevado a la existencia de casos que rayan con lo absurdo, como el aquí referido. ¿Qué hubiese sucedido si el ciudadano no usa su arma en defensa de su vida y de sus bienes? ¿Se hubiera cometido el crimen? ¿Sería otra cifra más de criminalidad? ¿En Colombia es tal la normalización del delito que, lo importante es “que lo roben pero que no lo maten”? ¿Cuáles son las teorías jurídicas predominantes detrás del sistema judicial colombiano? ¿Dónde quedan los eximentes de antijuridicidad y de responsabilidad penal?

No hay derecho para que un ciudadano que ha sido víctima de atraco sea judicializado por tener un arma clásica para su defensa personal. Se ha construido un relato falaz y hasta mojigato sobre el porte de armas, achacando la criminalidad a éstas como si fuesen las armas las que delinquiesen. Las armas son vistas con escrupulosa vigilancia como males mayores de la sociedad, y se cree que los índices de criminalidad descenderán desarmando a los buenos ciudadanos, empero, son los delincuentes los que siempre están armados; hasta una perversa industria criminal existe: alquilar armas por horas para la comisión de delitos.

El porte y tenencia de armas cortas de defensa personal debería ser un derecho de todo ciudadano apto para usarlas, y no estigmatizar a quienes defienden el uso de éstas. Las Patria y las civilizaciones se construyen y se defienden sobre uso natural de las armas que, sirven a su vez, de fundamento para el cabal respeto de la ley. Si el Estado es incapaz de proporcionar orden y seguridad a sus ciudadanos, deben éstos recurrir al uso de las armas para su defensa y protección. El sistema judicial no puede seguir judicializando al ciudadano que usa las armas para defensa de su vida y propiedad.

León Sandoval

Respetar lo acordado

Si tuviese que dar una característica muy frecuente entre la población colombiana sería la falta de valor de la palabra dada y empeñada. El colombiano puede cambiar de opinión, de parecer y de gusto como por arte de magia, esa es quizá la razón por la cual, pese a doscientos años de historia republicana Colombia no ha podido consolidarse como una nación pujante y trascendente en temas diferentes a violencia y narcotráfico. La moda en Colombia es un tema que va más allá de la vestimenta y el glamour, forma parte del modo de ser del colombiano promedio. No en vano, es el ejemplo que viene desde las cabezas dirigenciales del País en todos los escenarios. Encontrar colombianos de palabra, así cueste decirlo, no es frecuente.

Justamente, las disputas de la primera república que conllevaron al debate entre Bolívar y Santander, tuvo como escenario la falta de valor de las palabras y el irrespeto por los acuerdos, que condujeron finalmente a la muerte miserable y carente de gloria que tuvo que afrontar el libertador de cinco estados, y degeneró con la disolución de lo que los historiadores llamaron La Gran Colombia.

He tenido la oportunidad de visitar otros países y por ello puedo comparar, aspecto que resulta maluco y hasta malevo, hablar de comparaciones, pero es necesario hacerlo. El no respeto por los acuerdos es una constante colombiana, contratar para incumplir o modificar lo acordado pareciera estar en la agenda tácita. No en vano, Colombia tiene uno de los mayores índices de corrupción administrativa, empero todo servidor público al posesionarse en el cargo jura defender la constitución y la ley, constitución y ley que paradójicamente terminarán desacatando de manera repetida. Colombia también posee uno de los mayores índices de infidelidad entre parejas o los famosos “cachos” que llaman los colombianos, que hacen de los colombianos unos de los más infieles del orbe. No obstante, haberse jurado solemnemente la fidelidad conyugal y en otros casos, con menos formalismos, la fidelidad entre la pareja. Igual, hay quien pudiese argumentar que la fidelidad es antinatura, aspecto que no se discute aquí, porque lo que se discute es la firmeza de la palabra dada.

Alguien puede argumentar que la falta de valor de la palabra es un mal generalizado a lo largo y ancho de las fronteras nacionales de otros hemisferios, lo que no es del todo cierto. Aún subsisten sociedades donde la palabra pesa más que el texto escrito y se honran los acuerdos verbales. Colombia es un País donde la palabra vale lo que valen tres tiras de caucho quemado. Empezando por los políticos cuya palabra carece de credibilidad, y dicen unas cosas en campaña, y luego otras en el gobierno, y por supuesto, también cambian de parecer de lo antedicho, y como el célebre candidato presidencial van cambiando de opinión, porque sólo los imbéciles no cambian de opinión cuando cambian las circunstancias, lo que sucede en Colombia: Son los mismos políticos los que primero cambian de opinión para luego pretender cambiar las circunstancias.

Respetar lo acordado implica respetar la institucionalidad y sus leyes, otrosí de la palabra dada; caso curioso colombiano que político en el poder quiera cambiar la constitución, las leyes y hasta la manera de caminar de la gente, empero, han jurado defender la Constitución y las leyes que siempre quieren cambiar. ¿Para qué juran por lo que van a cambiar? Signo elevado de colombianidad. Cómo si el problema fuera la constitución y la ley, como si fueran éstas las que empeñan su palabra.
En suma, por arte de birlibirloque, atendiendo al signo elevado de la colombianidad, les da por decir que la solución al problema está en cambiar la constitución, es muy del colombiano buscar aguas arriba, y vender el sillón en caso de infidelidad.

El respeto por lo acordado, al parecer no tiene valor en Colombia. La sociedad colombiana será una mejor sociedad el día que recupere el valor de la palabra y por ende el valor de lo acordado. Donde se respeten, honren y cumplan los acuerdos. Se debe eliminar de tajo la mentalidad marrullera de que los acuerdos como las leyes son para incumplirlos y modificarlos. El problema de la sociedad colombiana no es la Constitución política, ni sus leyes, es más profundo, son los colombianos que deben hacerlas cumplir, ejecutarlas y acatarlas, y los colombianos encargados de elegir a los primeros. Ese es el problema.

León Sandoval – Ferreira

El resentimiento

La violencia se ha enquistado como modelo de expresión en las sociedades humanas. No es posible afirmar con precisión que la violencia está presente en los animales no humanos como en los humanos. Los animales no humanos pocas veces acuden a la violencia, la fuerza en ellos es el florecimiento de un instinto de supervivencia que les conduce a atacar en rechazo de una agresión o por la necesidad de alimentarse. En los animales humanos el uso de la fuerza acompañado por la violencia es visceral, como si para el animal humano la violencia fuese necesaria para expresar su rabia, su ira, su crueldad y su maldad. La violencia es el común denominador en diversos lugares, campos, ciudades y también en el universo digital; ciudadanos que hacen de la violencia un vehículo para su rabia, su ira, su crueldad y su maldad, o todo junto quizás. Es como si en muchas personas el sentimiento de humanidad se hubiere resentido.

Para el filósofo inglés Thomas Hobbes (1588-1679) el ser humano era salvaje por naturaleza y necesitaba de un ser superior, el Leviatán que le administrara para que pusiera orden a la violencia emanada de los hombres, de esta forma se colocan las bases de las teorías contractualistas sobre el origen del estado. Por su parte, el polímata ginebrino Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) argumentó que el ser humano es bueno por naturaleza, es un buen salvaje que la sociedad corrompe y le conduce a la violencia. Para el primero la violencia podría ser una condición propia del estado de naturaleza humano, para el segundo era el resultado de un proceso de descomposición social. Debate que aún continúa sin esclarecer y que podría ser explicado desde la psicología, la economía, la ciencia política, el derecho y la sociología, incluso desde las ciencias de la nutrición, el hambre como generador de violencia.

En el fondo, la violencia puede explicarse desde el resentimiento, entendido éste como un sentimiento prolongado en el tiempo que entraña rabia, ira, enfado, disgusto hacía alguien o hacía algo, ese alguien puede ser otro sujeto moral, y ese algo puede tener la más diversa connotación una cosa o un conjunto de cosas, como por ejemplo una clase social, una organización o la misma sociedad. El resentido alberga deseos de venganza y de autosatisfacción que van alimentados por el permanente rumiar de odios, envidias y malquerencias. El resentimiento puede ser colectivo por compartir los mismos odios, envidias y malquerencias, o por el sembradío de inquinas en mentes ajenas que terminan cosechando cual océano, borrascas.

En el resentimiento se puede hallar la causa de todas las formas de violencia, entre otras, violencia de género, violencia política, violencia religiosa, violencia deportiva, violencia digital, violencia delincuencial, como si el violento per se no fuese un delincuente, o simplemente la violencia por la violencia, la violencia del que actúa por el simple placer de sentir la adrenalina que fluye mientras infringe dolor a otro.

El cenit de la violencia contemporánea está marcado por altas cifras de individuos resentidos que ven en otros a privilegiados sin merecimientos. El resentido apela a la violencia para convertirse en un superhombre que está dispuesto a todo por el simple prurito de equilibrar el sentimiento o al menos aminorar su enfado para con la injusticia de la que se cree víctima. Lo que ha generado un gran inconveniente en tiempos contemporáneos donde la cifra de seres humanos resentidos aumenta. A mayor conexión digital, mayor información, pero también mayor resentimiento, lo que se traduce en mayores niveles de violencia. Es importante que padres y maestros desde la tierna infancia presten especial atención al desarrollo socio-afectivo de niños y niñas. Se requiere humanos con mejores sentimientos, que odien menos, que envidien menos, que juzguen menos, para que amen, cuiden y agradezcan más.

León Sandoval

Con las buenas vibras

En la vida, como en todo, es muy importante tener una actitud positiva. Probablemente mantener una actitud positiva, por sí misma, no resuelva las circunstancias adversas, ni disuelva los problemas, pero no hay duda alguna que, una buena actitud frente a todo, un pensamiento bonito, un buen sentir, contribuirá muy favorablemente para mejorar la vida y tener un buen momento. Aún en los momentos más aciagos, una actitud positiva hará más llevadera la situación por penosa que esta fuere. Hoy día se dice con mayor frecuencia, “Buenas vibras”, “Le deseo buenas vibras”, “Reciba buenas vibras”, lo que en claro sentido no es otra cosa diferente a una buena actitud.

Las buenas vibras tienen que ver con la energía, el buen ambiente y la intención crear y pensar en el bienestar, en la sanidad y en la forma tranquila y esperanzadora de enfrentar la adversidad. Una buena actitud es una carga favorable de energía sanadora, reparadora y recuperadora que constituye en gran medida el inicio del éxito; éxito que se manifiesta en un triunfo que se consigue al superar la adversidad y el inconveniente como quien vadea un obstáculo en el camino. Ya se trate de una decepción amorosa, de enfermedad, de una crisis emocional, la ruina económica, la pérdida de una competencia, la partida de un ser querido, la violencia doméstica, la privación de la libertad, la inseguridad exterior, el terrorismo, o el miedo en todas sus manifestaciones, con una buena vibración seguramente la pena será menos tortuosa.

En tiempos de pesimismo, las buenas vibras son oleadas de fresco en el calor, y abrigo seguro en la tormenta. Como el árbol del Líbano, la buena actitud es como una raíz que debe crecer directamente proporcional al tamaño de la copa, en otras palabras, entre mayor sea el problema del mismo tamaño debería ser la vibración energética positiva, ante mayor dificultad, de igual tamaño la buena vibra. Que la buena vibra enraíce hasta lo más profundo para llegar hasta lo alto del cielo.
Sea cual fuere el problema: adversidad, enfermedad, pobreza, soledad, herida de abandono, dificultad, enfermedad, una buena actitud marcará un sendero para ir hacia adelante, para triunfar y arribar a la meta propuesta, así no haya más camino, siempre será posible imaginarlo, idearlos y soñarlo.

Frente a la enfermedad que, tanto sufrimiento le acompaña, la buena actitud, es parte de la ganancia y del éxito. Por supuesto que es fácil escribirlo, un poco más difícil leerlo, pero cada quien a su ritmo y sentido de lo bonito que se llene de buenas vibras y se atreva a desafiar a la enfermedad y el dolor que ésta provoca. ¿Y si no se da el resultado deseado?, por lo menos es mejor afrontar la pena con buena actitud, en últimas, ya se sabe que la vida, es el único juego del que no se saldrá vivo, y juego es juego, por ende, disfrutarlo de la mejor manera bajo la bandera que no todo se vale, debería ser siempre la consigna.
Por estos días una persona amiga atraviesa una situación de salud de cuidado especial, y como ella, hay cientos de miles de personas en iguales y peores condiciones, y pese a la congoja que este proceso produce entre sus seres queridos, es admirable la manera tan valerosa, jovial y con buenas vibras como esta persona amiga enfrenta su situación de salud.

No cabe la más mínima duda que, este obstáculo lo superará con creces como su crespa cabellera ondea en el viento. Saldrá airosa de esta situación de vida para recuperar sus fuerzas y brillar como lo ha hecho siempre. Las buenas vibras empiezan con el buen Di-s, el único Di-s. Que la alegría infinita colme la existencia toda.

León Sandoval

La chabacanería

La llamada industria del entretenimiento, por cierto, muy industriosa, mueve billones de dólares alrededor del mundo, se ha convertido en uno de los sectores más importantes de la sociedad; al punto que, la educación ha decaído frente a esta industria. Se estima que en Colombia por cada $100 pesos, los colombianos destinan el 20,8% para entretenimiento y bienestar, muy por encima de la educación, al cual destinan sólo el 4,5%, (Fuente: El Colombiano, 24VI2023). Entretener no es otra cosa diferente a mantener a alguien ocupado mientras pasa el tiempo, sin tener ningún beneficio a cambio. El entretenimiento va de la mano con lo que en esta época de hiperderechos se ha denominado derecho al ocio, en otras palabras, derecho a no hacer nada y a no estar obligado a hacer algo. El individuo se entretiene mientras llega el tiempo para hacer algo necesario o productivo. El entretenimiento, per se es innecesario, pero los actores económicos lo han vuelto necesario.

Si entretenerse es necesario, bien valdría la pena que en ese acto hubiese arte, gusto y mérito estimable. Preocupa el hecho de que hoy por hoy, el entretenimiento ha caído en la chabacanería, término definido por la RAE en su diccionario como “Falta de arte, gusto y mérito estimable”. Ser chabacán vende, factura, como diría la famosa cantante barranquillera, es motivo de halago y de exaltación. Para el caso colombiano, destaca un programa televisivo nacional, si bien es cierto, el emprendimiento privado es libre, al menos debería haber un mínimo de respeto por la inteligencia del televidente. Espectáculo horario triple A, en el que todas las noches desde hace un par de meses, por dos horas diarias, exhiben a un grupo de famosos, según el nombre del programa, mejor aún “famosos” a quienes sólo conocían unas cuantas personas en su parroquia, y su mayor mérito social es ser declarados “famosos” por un canal de televisión.

Estos “famosos” durante 24 horas diarias exhiben lo más chabacán, desde su conducta poco apropiada, sus valores, donde todo se vale, la ordinariez, lo ruin y lo vulgar como regla a expensas de publicidad y rating. Honestamente, ¿Qué responsabilidad ética recae sobre las directivas de la casa productora por la emisión de ese show televisivo? tan parecido a la antigua televisión peruana de antena parabólica de finales de los ochenta.

Alarma no sólo lo chabacán del contenido del programa que nada positivo aporta al televidente, también las decisiones del público que mediante votos define qué participante debe permanecer en el concurso según el nivel del morbo o de escándalo, o por lo menos, eso hacen pensar los realizadores del programa, empero, no se conoce certificado oficial de una firma auditora sobre la veracidad de los resultados de las votaciones que hacen los seguidores. Entre más grosero, vulgar, ordinario, mal hablado y soez sea el participante, tendrá más oportunidades de permanecer en el juego porque la chabacanería se ha malinterpretado como originalidad y autenticidad. No resulta difícil pronosticar quiénes llegarán a la final en ese concurso. Alarma también que ese contenido sea emitido todo el día vía streaming por la teleproductora, lo que permite pensar que hay consumo permanente de ese producto.

La iniciativa privada es un derecho, pero debe haber un límite ético, o al menos, debería exigirse que en la industria del entretenimiento hubiere un estándar mínimo educativo y ético. La ordinariez, el mal gusto y la chabacanería no pueden ser piedras de toque y modelos a seguir en una sociedad ávida de justicia y educación. No existe justificante válido para que personas sin formación para la convivencia pudieran ser referentes de “famosos” y modelo a seguir en la sociedad y, sobre todo, colocar a su servicio los medios de comunicación y hordas de televidentes con limitadas opciones televisivas. Mañana serán los likes que hoy eligen “famosos” los que mal elijan gobernantes y avalen políticas públicas. ¡Que la chabacanería no sea la regla y el patrón social, será mucho pedir, por favor!

León Sandoval

El carácter

Se ha vuelto norma social, mentir sobre lo que se piensa respecto de algún tema, materia o persona, simplemente por el hecho de quedar bien y no resultar molesto para los demás. Lo que conduce a que la hipocresía sea la reina de la sociedad. Hipocresía que se volvió constante en todos los escenarios, el hogar, la escuela, la iglesia, el trabajo y por supuesto, en los medios de comunicación. Se prefiere ser hipócrita con el ánimo de recibir beneficios antes que expresar la opinión real. Lo que ha conducido a la falta de carácter como regla general, en otras palabras, es mejor quedar bien con todo el mundo, a costa de la propia opinión y de la verdad.

Carácter es lo que escasea entre los individuos hoy día, cada vez decir “sí” tiene diversos matices, y decir “no” otros tantos. No se trabaja en construir carácter porque todo está bien y para que nadie se ofenda, se debe ser empático y resiliente, por lo tanto, decir lo que cada quien quiera escuchar es una forma de conducta, así lo que se diga carezca de verdad; como la historia del Traje nuevo del emperador escrita por el danés, Hans Christian Andersen (1805-1875), donde todo el mundo con tal de agradar al emperador mentía sobre su desnudez, hasta que, una niña en su inocencia, expresa “El emperador está desnudo”.

El carácter se demuestra o no se demuestra, no hay términos medios. El carácter no se vende en medicaciones, no se aprende, no se adquiere, se forja. Forjar carácter es un proceso que inicia desde la más tierna infancia acorde al medio y al entorno del sujeto. Forjar carácter es algo por lo que padres, docentes y en general, la sociedad debería preocuparse. La verdad claudica para ante lo políticamente correcto. Decir las cosas de tal manera que, nadie se moleste, es imperativo. La ciudadanía es de cristal y de fácil fractura, por ende, al ladrón no se le puede llamar ladrón, ni al asesino, asesino, o al corrupto, corrupto, ni al mediocre, mediocre, porque es denigrante, es preferible llamarlos presunto apropiador de lo ajeno, presunto arrebatador de la vida, cuestionado administrador de recursos, y sujeto en proceso de crecimiento y búsqueda del estereotipo exitoso, respectivamente.

Pareciera que es más relevante quedar bien con el otro que decir la vedad. La verdad sucumbe para ante lo social, y hoy lo que debe primar, ante todo, “Lo políticamente correcto”. Obrar y actuar de tal forma, que todos queden contentos. Las redes sociales cumplen un importante rol en esta dinámica, donde los “likes” son indicadores de aprobación social y medidas de influencia. Vale más quedar bien con la galería que consume contenidos digitales, así se sacrifique la verdad.

En ese orden de ideas, no es necesario empecinarse en llamar por su nombre a las cosas, al gato, gato, o al perro, perro, es mejor decirles seres sintientes domesticados de la especie felina o cánida, por ejemplo. Ante la ausencia de carácter cualquiera cosa está bien, porque en aras de los hiperderechos humanos y el libre desarrollo de la personalidad, hasta ser mentiroso y bribón es un valor; le va mejor al victimario que a la víctima, lo reflejan los encapuchados que vandalizan propiedad ajena con total impunidad.

Cuán importante sería que la forja de carácter fuese un asunto fundamental de familias y de la escuela, preocupados hoy por dejar un mejor mundo para las personas que, mejores personas para el mundo. Para aquellos interesados en el carácter, no obstante, leer a los filósofos estoicos, hoy de moda, sería interesante redescubrir un clásico de la literatura suramericana: El hombre mediocre, publicado en 1913 por el italoargentino José Ingenieros (1877-1925), interesante texto para reflexionar sobre la forja de carácter, ajeno al debate sobre las ideas políticas de Ingenieros. El carácter conlleva implícitos objetividad de pensamiento e independencia de criterio, lo demás es ornamento.

León Sandoval

El soldado colombiano

El soldado español de los tercios es un poema del español Pedro Calderón de la Barca (1600-1681), que refiere el talante ético del soldado de los tercios españoles de la época de la Casa de Austria, dinastía de los Habsburgo en los Siglos XVI y XVII, inaugurada por el Emperador del Sacro Imperio Germánico y Rey de España, Nápoles, Sicilia y Cerdeña, Carlos I de España (1500-1558). El tercio era una unidad militar compuesta por tres tipos de soldados de infantería: Los piqueros, los arcabuceros y los mosqueteros. Eran la élite de la soldadesca española, su referente podría ser los espartanos de Leónidas (540-480 a.C.) y las falanges romanas, constituyeron el cuerpo pletórico del arrojo y honor del Imperio Español.

Calderón de la Barca en su poema exalta las virtudes del soldado, donde la sangre excede el lugar que se nace, y sin mirar cómo se nace, se mira cómo se procede. El soldado honrado, pobre y desnudo tiene más cualidad que el más galán y lúcido, canta el poeta. El soldado colombiano encarna al soldado no sólo de los tercios, sino de todos los tiempos: El prehispánico, de la conquista y de la colonia, también al soldado de la independencia que vertió su plasma aún contra las tropas de la Madre Patria. La cortesía, el buen trato, la verdad, la firmeza, la lealtad, el honor, la bizarría, el crédito, la opinión, la constancia, la paciencia, la humildad, la obediencia, la fama, el honor y la vida son créditos del soldado, remata el poeta.

En Colombia, muchos ciudadanos se creen con el derecho de pisotear la Institución Militar, al punto que los soldados colombianos, como el buen Jesús, no sólo deben poner la otra mejilla, sino que los indígenas los desarman, los jueces los condenan, los políticos los crucifican, los académicos los desprecian, y los guerrilleros o exguerrilleros que antes los combatían, ahora desde dan cátedra espuria sobre la moralidad del soldado colombiano, y lo combaten cínicamente en medios de comunicación y tribunales. Las Fuerzas Militares de Colombia son la más preclara institución del País, está conformadas por hombres y mujeres que entregan su vida, su tranquilidad y su honra por el bien de la Patria. Un País que reniega de sus soldados y los desprecia no puede ser un buen País.

En Colombia minusvalorar al soldado está de moda, da votos y buenos réditos. Una de las consecuencias del acuerdo de Paz Santos-Farc fue el desmonte paulatino del pie de fuerza, el desconocimiento de la gloriosa historia del soldado colombiano y su claudicación para ante la Subversión que, cubierta con piel de oveja disimula su fiereza. Sólo quien ha vestido los colores de la Patria sabe lo que significa el espíritu de cuerpo, la lealtad, el honor militar, la entrega, la fatiga, el orden cerrado, las largas vigilias, el padecimiento, en defensa de los bienes, honra y vida de sus conciudadanos. Qué equivocados están los enemigos de las Fuerzas Militares si creen que lograron derrotar y amilanar al soldado colombiano, el primer bastión moral de la Patria.

¿Será que se está vivo y la que ha perecido es la vida? Porque no es el vestido el que adorna el pecho, sino que es el pecho el que adorna el vestido, dice el verso. El honor del soldado colombiano insufla el alma del uniforme. Bien lo dijo Calderón de la Barca, en buena o mala fortuna, la milicia no es más que una religión de hombres honrados. Pese a unos pocos que mancillan el honor militar, hay más de 220.000 hombres y mujeres que con arrojo, pundonor, honradez, compromiso, ética y lealtad derraman cada gota de su sangre y sudor por el sostenimiento de la Patria. Al Soldado Colombiano, ¡Gloria y Honor!, porque una vez soldado, por siempre soldado.

León Sandoval

Padres e hijos

Los adultos, en gran medida, son la obra de sus padres, no es una aseveración inmutable. Los padres juegan un papel decisivo en el desarrollo psicológico, la salud mental y el equilibrio emocional de los hijos. En la interesante película Hillbilly, una elegía rural, (2020), dirigida por Ron Howard (1954), elenco de lujo, encabezado por Amy Adams (1974), Glenn Close (1947) y Gabriel Basso (1994), inspirada en la historia autobiográfica de J.D. Vance es posible analizar esta hipótesis e incluso confirmarla.

La película discurre en la técnica del flasback y narra la historia de J.D. Vance, un brillante estudiante de leyes de la Universidad de Yale, cercano a cumplir sus sueños, debe atender una crisis de su heroinómana madre. Situación que le lleva a confrontar su ciclo vital en una comunidad rural del estado de Ohio en los Estados Unidos y su difícil relación con Bew, madre desde temprana edad, rebelde hacía sus padres y al sistema, promiscua y consumidora habitual de sustancias tóxicas. La película también permite entrever la difícil relación de pareja entre los abuelos del protagonista, que en su juventud huyen de sus casas paternas.

La película muestra los ciclos de la violencia intrafamiliar, las diferentes formas de abuso físico y psicológico de una madre a su hijo. Una madre inestable emocionalmente y drogodependiente que con su toxicidad puede arruinar la vida de su hijo por muy brillante que éste fuere. La película permite arribar a la temprana conclusión que las personas no nacen buenas, ni malas: Simplemente nacen y son las circunstancias bio-psico-socioculturales las que influyen en su desarrollo. Los valores y principios se decantan a partir del entorno.

La Familia, y en particular el papel de los padres viene a ser fundamental en el desarrollo de los hijos. Padres emocionalmente inestables, con problemas de conducta, con dependencia psicoafectiva, difícilmente podrán ser buen ejemplo y garantizarán un espacio benigno para la crianza de los hijos, y éstos a su vez, reproducirán esas maneras maltratadoras sobre sus hijos, no obstante, el amor o la percepción de ese amor insano que les proveen. La película reproduce el ciclo que va de abuelos a hijos, y de hijos a nietos.

Bew no sólo es una mujer emocionalmente inestable, que requiere del amante de turno para sentirse segura, lo que refuerza con el consumo adictivo de medicinas que sustrae de sus pacientes en el hospital en el que trabaja. Tiene una vida fracturada desde la infancia, que en su adultez repite el patrón para con sus propios hijos, al punto que, termina por ser una hija más y un yunque para sus propios hijos.

La salud mental es fundamental en el proceso de educación de los hijos. Un niño cuyos padres no gocen de buena salud mental, difícilmente podrán tener entornos saludables. El protagonista de la película estaba irredimiblemente condenado a repetir el ciclo vital de su madre y sus abuelos, pero en un acto de grandeza, su abuela, Mammaw, protagonizada por la estelar Glenn Close, hace cuentas retroactivas y enmienda los yerros cometidos para con su hija, al hacerse a cargo del hijo de ésta, su nieto adolescente.

J.D. hace las paces con el pasado, decide ir por su futuro, valorar su propia vida, sin descuidar a su madre en problemas, mas no se entierra con ella, antepone sus estudios y su proyecto de vida. Lo que seguramente debió ser auspicioso, la película no lo exhibe; hoy, James David Vance, es un flamante senador de los Estados Unidos.

No es fácil ser padre, no hay cursos para ello. La mayoría aprende a ser hijo el día que empieza a ser padre. Los padres biológicos no eligen a sus hijos, son los hijos los que los eligen. Esa es una asignatura que cuesta sudor, dinero, trasnochos, lágrimas y hasta sangre. Cuando hay diálogo, equilibrio mental, perdón, reconciliación, disciplina y, sobre todo, mucho amor los niños se convertirán en adultos sanos y equilibrados. Un niño roto, emocionalmente fracturado, será un adulto que, difícilmente se podrá reparar.

León Sandoval

Cómo curarse de odio

En Semana Santa bien vale la pena escribir sobre el odio. En últimas, fue el odio lo que llevó a la crucifixión del Mesías. El problema del odio o la enfermedad del odio, por denominarlo de esa manera, no es de quien es destinatario o receptor de ese sentimiento de aversión o de esa emoción negativa que busca su destrucción, si no de quien realmente lo padece, en otras palabras: El problema del odio es de quien supura odio y destila la hiel de destrucción hacia el sujeto u objeto del odio. Quien odia, no sólo odia lo que está fuera, odia finalmente lo que está afuera porque allí recae su propio reflejo. Es decir, quien odia a otro, se odia a sí mismo porque ve reflejado en el otro lo que tanto detesta y le incita a querer autodestruirse por medio de la destrucción del otro. Este breve artículo sin pretender ser un tratado de ciencia psicológica, porque definitivamente no lo es, sí es una diminuta reflexión personal sobre como curarse de odio, o al menos, intentar tomar conciencia sobre el padecimiento del odio.

El odio es catalogado como un sentimiento de aversión hacía alguien o hacia algo, se dice también que es una emoción negativa que provoca el más profundo rechazo hacia el destinatario de dicha emoción que, muchas veces puede ser la misma persona que la padece. Según algunos diccionarios de psicología definen el odio como una pasión de un sujeto que busca la destrucción de su objetivo, para el psiquiatra de nacionalidad alemana Sigmund Freud (1856-1939) el odio era un hecho clínico esencial que produce serias consecuencias psíquicas y sociales. Para el psiquiatra y psicoanalista francés Jacques Lacan (1901-1981) el odio se manifestaba como el odio celoso y el odio del ser; el primero se dirige hacia aquello que se considera digno de rivalidad, y el segundo, que es más vehemente, es el odio hacía otro por el hecho de saber más o de conocer más o incluso el odio hacía Dios por el hecho de ser Dios, “El odio del ser puede también apuntar al ser de una persona a la que le es supuesto un saber más perfecto y cuyas conductas o proposiciones son entonces execradas”, en términos de Lacan, fueron víctimas de este odio del ser, el astrónomo pisano Galileo Galilei (1564-1642) y el matemático alemán, inventor de la teoría de conjuntos, George Cantor (1845-1918).

El que odia lo hace porque le ha dado la capacidad al destinatario de esa aversión para provocarle ese sentimiento de repulsión. Quien odia lo hace porque sufre, es débil, su inteligencia emocional no le permite gestionar adecuadamente las emociones, entendiendo que el dolor provocado puede ser digerido por medio del diálogo y la introspección. Los seres humanos cargamos con dolor, con resentimiento, con desprecio por el que es diferente ya sea por que se ve diferente, porque vive diferente o simplemente porque piensa o ama diferente. ¿A dónde irá a parar el mundo si todos los seres humanos tuviéramos que concebirnos, vivir, pensar o amar de la misma manera?

Curarse de odio no es fácil, ni consiste en una receta mágica que se toma en dosis de comprimidos cada ocho horas, pero en mi experiencia, más como receptor o recibidor de odios fundados e infundados y menos como odiador, lo que creo trance superado, es posible proponer desde una mirada holística algunos ejercicios terapéuticos a saber: Primero, aceptación y amor propio. Segundo, entender que todos los seres humanos somos diferentes y que la tolerancia es un acto de amor. Tercero, el sentido de la consideración moral para con el otro. Cuarto, tener la capacidad de hacer un ejercicio de alteridad desde el lugar del otro, y luego desde un lugar ajeno al otro y al propio para determinar qué es lo que provoca ese sentimiento aversivo. Quinto, meditar con la mirada hacia dentro, introspección para hallar la causa del odio dentro del propio ser y no fuera. Sexto, perdonar lo odiado, sin perdón no es posible sanarse de odio.

El camino del odio viene de afuera hacia dentro, y no al contrario. Dado el caso, pido perdón a quienes me han odiado y a especialmente a quienes me odian, y a quiénes en algún momento he odiado, no ha sido jamás mi deseo despertar tan vil sentimiento. El odio enceguese. Abandonar el odio es retomar la claridad. Que la Semana Santa haya sido tiempo de refrigerio y reflexión.

León Sandoval

El temor de DI-S

A propósito del inicio de la Semana Santa, semana en la que muchas personas toman un tiempo para descansar de sus actividades diarias y otras conmemoran la tradición cristiana en atención del padecimiento del Mesías en la Cruz y su posterior resurrección, bien vale la pena trazar unas líneas sobre lo que, en mi opinión, fundamenta la relación con el Creador del Universo a partir de las enseñanzas judaicas. El Buen Libro como también se le conoce a La Biblia, se centra en la enseñanza talmúdica y el Torah, que es el libro de la ley del pueblo de Di-s, reproducido en el Pentateuco que, corresponde a los cinco primeros libros de la Biblia, y narran el origen del Universo y la historia del pueblo de Israel. La cosmovisión hebrea, el pueblo de Di-s y en efecto, los personajes más relevantes de esta gran epopeya son judíos, etnia que también se hace presente en el Nuevo Testamento, porque el Mesías y sus discípulos, como también sus ancestros fueron judíos.

Israel es el pueblo elegido por Di-s, al menos así lo siento en mi corazón y en mi ser, y también es una opinión muy personal. Al desentrañar el sentido de las escrituras, siempre me ha llamado la atención particular el temor a Di-s como la base de toda relación con el Creador. En otras palabras, la reverencia y el respeto que se deben profesar a ese ser superior, por el hecho de ser el principio universal y la fuente de todo.

El Di-s al que temo no es mi amigo, no es mi hermano, no es mi jefe, no es mi presidente, ni es mi propietario, ni es un ser humanado. Di-s es TODO. Es Principio y Fin. Es Causa inicial y última. Es la Energía Superior que está por encima de Todo y de Todos; es tanto su poder que no es posible estar frente a Él y mucho menos mirarle, so pena de perecer. La Santidad del Creador pocas veces un humano la puede soportar, porque en Di-s está la perfección. Di-s es justo. En Él sólo hay verdad y justicia.

Entender a Di-s es imposible así como explicarlo desde la razón. Lo posible es relacionarse con Él a partir del temor como lo enseña La Torah, porque el temor implica también ser consecuente con las consecuencias del acto. La Biblia está llena de cientos de referencias sobre el Temor a Di-s y la bendición para quienes le temen. El Di-s del Antiguo Testamento es un Dios benigno y sanador, que cuando tuvo que castigar lo hizo porque es su derecho como Padre.

¿Qué demanda Di-s de quienes le reconocen como su Padre? La respuesta está en Deuteronomio 10: 12-13, lo que El Creador pide a su pueblo Israel es en primer lugar, que le tema, que ande en todos sus caminos, que le ame y que le sirva con todo el corazón y el alma, y que guarde todos sus estatutos y mandamientos. Muchos piensan que demandar ésto de sus hijos, es egolatría patriarcal, pero no entienden que en tiempos de vida ligth, el amor no puede ser también light. A Di-s sólo se le puede amar en la obediencia, en la reverencia y en el respeto, eso es el Temor. Los judíos bien lo entienden con el uso de la kipá, mi humanidad tiene un límite por encima de mi cabeza que no puedo superar y por encima está Di-s. ¿Cómo se puede decir que se ama sino se está dispuesto a hacer todo por el amado?

El Di-os del Antiguo Testamento, el Dios del pueblo de Israel, no sólo es el más grande, es también el Único Di-s, y no es una opinión personal, cuando empiezas a temerle es porque le has hallado realmente. Es muy difícil describir con palabras lo que se siente cuando empiezas a vivir en el temor del Creador, en ese momento has percibido su esencia.

León Sandoval

Alimentar Vs nutrir

En los años ochenta del Siglo pasado, la preocupación global giraba en torno a la crisis provocada por el hambre, en muchos países africanos, los niños morían por desnutrición ante la escasez de alimentos que había en ese continente, o por lo menos, así lo informaban los medios de comunicación de la época. Ingenuamente se pensaba que la solución a la hambruna era enviar toneladas de comida; aparentemente, la hambruna desapareció y los niños dejaron de morir por desnutrición, no obstante, África no ha superado los deficientes niveles de atención nutricional de sus habitantes. ¿Sería esa misma la solución para la aguda situación de los niños de las comunidades étnicas de la Guajira afectados por desnutrición? En tiempos donde se produce tanto alimento y comida como jamás antes se ha producido, no debería haber desnutrición o al menos mala nutrición.

La respuesta está en la dicotomía entre alimentar y nutrir: Sobreabunda el alimento, o por lo menos los anuncios publicitaros y las góndolas de los supermercados así lo permiten percibir, alimento entendido como comida hiperprocesada, los famosos paquetes, enlatados, combos, cajita alegres, etcétera que, aparentemente, hacen la vida más fácil, al evitar la preparación de los alimentos y permitir más tiempo para trabajar y otros menesteres como la recreación y el descanso, muy acorde con una sociedad que quiere fórmulas instantáneas e inmediatas para satisfacer las necesidades y ser feliz.

En consonancia, los huevos desyemados y sin cáscara, las papas tajadas, sazonadas y precocidas, el café sin cafeína y el chocolate sin cacao, los vegetales lavados y procesados, el sabor en cajitas de colores, cuya consecuencia es la vida más sencilla y fácil, además de los puestos de trabajo que requiere mano de obra para procesarlos. La gastroquímica hace de las suyas; la magia del sabor ya no está en el alimento ni en la habilidad del cocinero, reposa en la sustancia mágica que se añade a la cacerola. Todo sabe mejor.

¿Realmente, es cierta tanta provisión? Ha crecido la industria de los alimentos mas no en las mismas proporciones la nutrición. Las personas se alimentan más, mientras se nutren menos. Nutrir es el acto de proveer los nutrientes adecuados para cada quien, cede frente al alimento que llena el estómago y calma el hambre. Suprema sabiduría contiene la expresión “Somos lo que comemos”. A mayor acceso a los alimentos y a mayor variedad, la nutrición escasea. La salud alimentaria hoy día es deficiente, al punto que el sobrepeso se ha normalizado, elevados índices de marcadores sanguíneos negativos son la constante, y un variopinto diagnóstico de múltiples enfermedades que tienen origen en lo que las personas llevan a sus bocas.

Es hora de hacer un alto en los procesos nutricionales e invitar a reflexionar a productores como procesadores de alimentos, a los gobiernos y por supuesto a la ciudadanía en general sobre la calidad y beneficios nutricionales de los alimentos y la relación costo-beneficio nutricional. Es increíble como los carbohidratos, las harinas refinadas, los azúcares y las bebidas saborizadas están en la carta de la mayoría de los restaurantes y expendedores de alimentos, sin importar el lugar, bien sea un centro comercial, una institución educativa o un hospital, sin que el consumidor pueda ejercer el derecho a nutrirse en lugar de alimentarse.

No significa que en épocas pretéritas la gente se nutriera mejor y se alimentara peor, simplemente se apelaba a comer lo que había como base de su dieta y lo complementaba con una vida nómada. Es imperativo cambiar los hábitos individuales y colectivos, entender que el modelo del ejecutivo exitoso que consume sanduches, papas fritas y gaseosas porque su tiempo debe priorizarse para producir debe ser modificado. Es un deber humano retomar la comida sana, saludable y sanadora preparada en el hogar con tiempo, amor y dedicación para cuidar a la familia. Se requiere mejor y mayor nutrición. En tiempos donde alimentarse es relativamente fácil nutrirse se torna difícil, fallan la solidaridad y la conciencia.

León Sandoval

Memento moris

El estoicismo es una corriente filosófica que se originó en Atenas (Grecia), hacía el año 300 a. C con el fenicio Zenón de Citio (336-264 a.C.), Citio estaba localizada en la actual Ciudad de Lárnaca en la costa sur de Chipre. Zenón era un próspero mercader que inició un periplo desde Fenicia a El Pireo (Grecia) con un cargamento de púrpura, naufragó y perdió su capital. Arruinado llegó a Atenas y se convirtió en discípulo del filósofo cínico Crates (368-288 a.C.), luego de madurar intelectual y moralmente, Zenón decidió abrir su propia escuela y sus seguidores fueron llamados “estoicos” en razón a que se reunían en la Stoa Pikilé o Pórtico Pintado, un antiguo monumento ubicado al norte del ágora de Atenas.

El sistema estoicista de filosofía aplicada o práctica para la vida tiene por propósito reconocer las emociones, racionalizarlas y transmutarlas para el bienestar propio. En otras palabras, definir qué está bajo el control personal y qué eventos no pueden ser controlados. El estoicista se concentrará en lo que esté bajo su control y no sobre lo que no puede controlar. Lo exterior no debería generar sufrimiento porque no se puede sufrir por aquellas situaciones que se escapan del control propio y que tienen fuente ajena al sujeto. Sobre lo que sí se puede ejercer control es sobre lo que viene de adentro, lo propio, lo interno. El sufrimiento sería una decisión propia. La condición moral del acto humano está mediada por la capacidad racional de autocontrol de los individuos.

Entre los primeros cultores de esta disciplina filosófica destacan Gayo Musonio Rufo (25-95 d.C.) de quien se dice que no dejó obras escritas; Lucio Anneo Séneca (4 a.C.- 65 d.C.) rico, político y filósofo que fue muy célebre por su influencia en Roma autor de diálogos morales sobre la brevedad de la vida, la ira y la serenidad del alma; el discípulo de Musonio Rufo, Epicteto (55-135 d.C.) sobre quien se afirma que en Roma fue esclavo la mayor parte de su vida, autor del Enquiridión; y el célebre emperador romano Marco Aurelio Antonino (121-180 d.C.) de quien se afirma fue uno de los mejores gobernantes romanos y autor de un diario personal publicado luego bajo el título de Meditaciones en el cual se recoge en gran medida postulados estoicistas que el sabio emperador aplicaba para su vida personal y su gobierno.

Se dice que también fueron estoicistas el filósofo neerlandés Baruch Spinoza (1632-1677), su colega escocés David Hume (1711-1776). Del Siglo XX destacan el psiquiatra austriaco Viktor Frankl (1905-1997) creador de la logoterapia y reconocido por ser autor de uno de los libros más bellos de su tiempo: El hombre en busca de sentido donde refiere su experiencia personal en los campos de concentración nazis y fija las bases de la logoterapia; y los psicoterapeutas cognitivos estadounidenses Albert Ellis (1913-2007) y Aaron T. Beck (1921-2021). Hoy incursionan como autores estoicistas, el italiano, profesor de filosofía, Massimo Pigliucci con su texto Cómo ser un estoico y el coach español Marcos Vázquez, autor de Invicto, logra más, sufre menos.

Para los estoicos el sentido de la vida se relaciona con tomar decisiones correctas y mantener la calma mental a pesar de los problemas, a ésta última la denominaban ataraxia. En suma, el estoicismo plantea que el propósito de la vida es el empleo de la razón para construir mejores vidas y entornos sociales dentro de las mismas limitaciones de los humanos. Para lo cual, caben preguntas como: ¿Dependen las adversidades de mí? ¿Yo puedo cambiar lo externo? ¿Deseo lo que no puedo controlar? ¿Gasto mi tiempo deseando y no agradeciendo lo que tengo? ¿Estoy sobredimensionado los problemas y preocupado por lo que no sucederá?

En el ejercicio estoicista la virtud es un valor fundamental, porque requiere altísimas dosis de sabiduría, disciplina, coraje y justicia. Realmente no se es estoico, se busca ser estoico como propósito de vida. El estoicismo se vive, no se escribe. El estoicismo se hace en el camino, es el disfrute del camino lo que construye al estoicista y no el destino; se trata del carácter para afrontar la existencia, como lo repetían los antiguos romanos y especialmente los estoicos: “Memento moris” (Recuerda, morirás); al fin y al cabo, con justa razón, nadie sale vivo de la Vida.

León Sandoval

El Sentido de la Vida

Desentrañar el sentido de la vida es una de las grandes acciones que un humano puede emprender. Más allá de la existencia humana en general, es la propia existencia la que merece ser vivida y entendida. La vida sencilla y simple que a cada quién corresponde, comprender el sentido de la vida bien puede tomar toda una vida, toda una existencia, incluso, puede tomar varías existencias. El sentido de la vida bien podría consistir en hacer lo correcto y mantener la calma en aquellos momentos de apremio.

El sentido de la vida es algo individual y personal, no es un proceso colectivo de diálogos de saberes, se forja en lo más íntimo de los individuos, en el alma misma donde se cuecen las entretelas de lo interno. No hay un manual para hallar el sentido de la vida, para muchas personas bien puede ser un oficio, un arte, un pasatiempo, una obra benéfica dentro del espíritu inmenso de darlo todo por todos, o simplemente: La nada, entendida como la reflexión profunda que permite la iluminación superior mediante estados alterados de conciencia, o la nada como el reposo constante en el vacío.

Para algunos otros, el sentido de la vida podría ser hallado en lo material, un bien susceptible de precio, o una suma de dinero depositada en una cuenta bancaria, o podría ser su semejante, amado u odiado, los hijos, los padres, la pareja o hasta un animal no humano. Cuando se halla el sentido de la vida, todo fluye, todo es mejor y la vida torna en instantes y dimensiones incalculables de éxtasis. Encontrar el sentido de la vida acerca al Creador y enruta a la misión en la vida.

El sentido de la vida no consiste en el éxito que a tantos les es esquivo, el sentido de la vida se acerca al fuego interno que una vez conocido, es sentido y entendido como la gran materia de la existencia. Gracias al sentido de la vida se conquista lo inconquistable, los obstáculos una vez superados se convierten en experiencia. El sentido de la vida no tiene edad, ni etapa, no se requiere requisito previo de juventud, de madurez o de educación formal para hallarlo, no corresponde a un ahora determinado, es quizá el memento mori, ese también morirás que a todos acecha.

Un día le preguntaron a un hombre por el sentido de la vida, en su sencillez, respondió que es como recomendar un libro para su lectura, se pueden hacer cientos de listados de libros según diferentes criterios, pero siempre, responde el hombre, el libro más importante que debe ser leído, es el libro de la propia existencia que se escribe día a día.  

Hallar el sentido de la vida es encontrar el leitmotiv, la razón recurrente de ser, aquello que cuando se encuentra, se encuentra a sí mismo, bien puede ser el encuentro entre los claroscuros que llenan las almas humanas, el bien y el mal en un mismo continente, el amor que todo lo puede y todo lo soporta, o el desamor que todo olvida y refuta.

El sentido de la vida no tiene nada que ver con los aires de una cabalgadura, la monta se puede disfrutar al paso, al trote o al galope extendido, lo importante es el avance, y aún el reposo podría ser el sentido de la vida para algunos. El sentido de la vida no es un formato que aplica para todos por igual, hay quienes en la adolescencia ya lo han detectado y a otros hacerlo les tomará muchas noches de insomnio, en todo caso, no hay garantía de nada. Se puede dejar la existencia sin encontrarlo.

Cuando se descubre ya sea por serendipia o por ejercicio racional, reflexivo o programado el sentido de la vida, se logra conocerse a sí mismo, ese conocimiento indefectiblemente marcará un hito entre el pasado y el futuro, que no es otra cosa, que el presente eterno. El sentido de la vida dará la eternidad, la inmanencia y la trascendencia.  Entre tanto, hacer lo correcto y mantener la claridad mental son indicios de que la búsqueda va por buen sendero, y probablemente, lo que es buscado, anhelado y querido para la vida, está pasando el siguiente recodo. Que el Todopoderoso permita a cada quien hallar el sentido de la vida.

León Sandoval

El ego

El ego es el gran opositor de la condición humana y es también su mejor amigo. El ego se nutre de la debilidad humana, se forja y permanece en la psique humana. El ego que viste de gala con su pompa, su vana sabiduría profana, su inteligencia vacua, sus efímeras habilidades atléticas, sus galones, medallas, mandiles y charreteras, y también sus títulos académicos, diplomas y certificados, y en otros casos, fajos de billetes, propiedades, glamur y profana ostentación.

El ego es como ese parasito interno que inconscientemente anida en el anfitrión, empero, el parasito es consciente de su parasitismo y del daño que realiza, mientras el anfitrión es víctima del ego, que cree que todo es perfecto y que todo lo merece. El ego tiene mirada insidiosa y su alma es reemplazada por cientos de méritos artificiales que le acompañan, méritos que no están realmente allí, en el interior, sino en lo que sobra y no importa. No es el ego el que se salva del naufragio sino la simpleza en la destreza para sobrevivir.

El ego debería nacer exacerbado para ir menguando hasta finalmente desaparecer. La mayoría de edad del ego debería ser su muerte, la muerte del ego, y si no logra vencerlo la muerte, al menos sujetarlo, pero la tendencia del ego es ir aumentando peso a medida que pasan los años cual voraz proporción. El ego hace que quien habla, sólo hable de sí y de sus logros, y de cuánto ha acumulado, como si el acumulador de títulos pudiese trastearlos todos en una bolsa, o como si el lector ávido pudiese cargar la biblioteca al hombro por doquier, el ego es los libros que ha tenido o los que ha leído, pero no los que ha logrado atesorar dentro de sí y poner en práctica por pocas sean las líneas que haya leído.

El ego tiene una mirada que no provoca confianza, una mirada que, en lugar de transmitir la tranquilidad del alma, transmite la desconfianza porque sólo piensa en engrandecerse a sí mismo, a costa de la hipocresía y del querer quedar bien con los demás. En la mayoría de los casos el ego es un diplomático mal representado en donde siempre habrá un doble y hasta múltiple cariz.

El ego quiere tener el control de todo y de todos, por ende, es experto en trasladar la responsabilidad y la carga a los demás para evadir las propias. El ego se erige sobre los hombros de los otros. Existe una delgada línea entre el ego y la infracción de la norma. El ego gusta del halago, más del propio que del ajeno, es zalamero porque cree que dar halagos a otro, le será retribuido de la misma manera. El ego no acepta la ausencia de reconocimiento, tampoco acepta, que el más diminuto podría ser el mayor.

El ego cree que nació para mandar y gobernar, no sólo lo expresa, lo siente y engañado cree que eso lo hace superior a los demás. El ego cree que no es ego, pero no tiene necesidad de negarlo o afirmarlo, simplemente es ego que hace la vida miserable de todos aquellos que le rodean, incluidos sus seres queridos, y por supuesto, la de los tampoco queridos.

El ego detesta la imperfección del otro, que no es otra cosa, que un reflejo propio, lo del otro siempre le será despreciable, el ego cree que es armonioso y perfecto. El otro es un espejo en el que el ego se refleja, pero niega reconocerse.

El ego cree que hace todo bien y perfecto, que está llamado a los más altos ministerios y que la cabecera de la mesa es su lugar, porque es indigno de ser segundón, por ello siempre se presentará como lo excelso, lo diferente, lo magnánimo, lo generoso y lo magnífico, pese a ser un rutilante cascarón que encubre podredumbre.

El ego cree será amado e idolatrado, cuando realmente es odiado, tan sólo que sus amadores e idólatras son como el ego: Son también el ego que espera a pararse sobre su propia altura para caer al vacío. No en vano, el ego es el satán interior que espera devorarse a sí mismo porque ha olvidado de dónde ha venido y quién ha sido. Hay dos cosas por hacer con el ego, matarlo o controlarlo, lo demás es perder el sentido de la vida.

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Memoria, amor y existencia

El gran escritor argentino Jorge Luis Borges (1899-1986) en su cuento de 1942, Funes, el memorioso, narra la historia de Ireneo Funes un joven campechano habitante de la localidad de Fray Bento ubicado en la frontera entre Argentina y Uruguay. La principal destreza de Funes era la de tener siempre la hora exacta sin tener reloj, extraña rareza para un joven sencillo, hijo de una planchadora y un padre incierto. Funes acostumbrado a las faenas de la caballada que, un día sufre un accidente al caer de un corcel, queda inconsciente y al volver en sí además de estar tullido, desarrolló una extraña habilidad, una memoria asombrosa que le permitía recordar cientos de datos y palabras, al punto que puede recordar todos los detalles de un día, como si permaneciese en el presente congelado en el pasado. Con esa habilidad Funes aprende idiomas, detalles, formas, contexturas y datos que jamás hubiese logrado retener. Era una especie de algoritmo charrúa. Funes no escribía nada de lo que memorizaba porque tenía la certeza de que nada podría olvidar, por lo tanto, no tenía sentido escribirlo. No obstante, su memoria elefantina, Funes no era capaz de pensar.

Los seres humanos son y existen gracias a su memoria. La memoria en gran medida nos hace ser quienes somos. Una persona que pierde la memoria se despersonaliza, al abandonar su pasado se va el quién fue y olvida de paso quién es. No es posible ser sin memoria. Existe una profusa relación entre la memoria y los sentimientos. Se recuerdan como impronta en los seres humanos los hechos más catastróficos y los hechos más dulces; la memoria, el amor y el odio son relación azarosa. Quien odia no pierde la memoria, por que dejar de odiar implica perder la memoria. Con el amor sucede algo diferente, quien ama conserva la memoria vívida de los hechos que el amor el llevaron a protagonizar. Lamentablemente, cuando el amor se va, se va también con él la memoria. Quien no ama pierde la memoria, o mejor aún, quien pierde la memoria deja de amar. No se sabe cuál es exactamente el orden, si lo primero o lo segundo.

Cuando el amor marcha, la memoria de lo que hubo se esfuma como el humo que se desvanece en el aire. No importan los hechos, el sacrificio del padre por su hijo infante, el esfuerzo de la madre para llevar el pan a sus hijos, la entrega de la amante tras su amado. Nada importa ya. Es como si el pasado jamás hubiese sido presente, porque al irse el amor, la memoria también se va: Sólo queda la Nada acompañada de la impotencia de quien sufre el desamor. Su existencia quedo fulminada porque el amor desapareció y ya no tiene sentido ser, se es y se será Olvido. El Olvido es la ausencia de Todo y, la presencia de la Nada.

El mismo Borges, el argentino universal, en un soneto titulado “Aquí.Hoy” escribió: “Ya somos el olvido que seremos/El polvo elemental que nos ignora (…) /Ya somos en la tumba las dos fechas (…)”.

El ser humano vive en cuanto es memoria y recuerdo en sus semejantes. Se puede morir muchas veces, en este sentido el desamor es una ellas, la otra, al desencarnar.

Así la carne y los huesos desciendan a la tumba más profunda, mientras haya un humano que en su memoria aún albergue recuerdo, habrá existencia. La Inteligencia Artificial servirá para llevar a la eternidad a quien inició su viaje al Oriente Eterno. Ireneo Funes, memorizó todo, pero era incapaz de pensar, porque pensar es olvidar, generalizar, abstraer como lo escribiera Borges. Funes sólo tenía un umundo de detalles, fue la única excepción que dejó de amar y aún conservó la memoria. Funes moriría de congestión pulmonar.

León Sandoval