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Confidencial Noticias 2025

Etiqueta: León Sandoval

Tiempos difíciles para ser varón

Es deber reconocer que históricamente las mujeres han estado en situación de desventaja frente al hombre en los diferentes ámbitos de la sociedad, como bien lo argumentó el Consejo de Estado en una reciente providencia por medio de la cual negó una acción de tutela que pretendía que en la terna de candidatas a la Fiscalía General de la Nación se incluyese un hombre, entre otras razones la alta corte expresó que, se trata de una afirmación positiva por parte del legislador a favor de las mujeres, en el sentido que, en toda terna con único origen a un cargo público debe haber por lo menos una mujer.

El Siglo XXI ha sido el tiempo de la necesaria y justa reivindicación de los derechos de las mujeres, pero simultáneamente se constituye en uno de los momentos más difíciles de la historia de la humanidad para ser varón. Ser hombre es visto como una distorsión y sinónimo de maldad por parte de algunos grupos de interés. La virilidad como condición del sexo masculino que representa per se la fortaleza, la energía, la protección, la seguridad, el instinto cazador y la supervivencia, es vista como aspecto indebido bajo la luz de la nueva construcción que se erige sobre el concepto de varón. El empleo de discursos ideológicos que, cada vez toman más fuerza desde los centros de pensamiento y las redes sociales, han llevado a que, si antaño nacer varón era un hado gratificante de los dioses, hoy nacer varón es casi una desgracia. La construcción social del nuevo concepto de varón tiene un altísimo componente ideológico que redefine el concepto de virilidad para arrebatarlo al varón y asignarlo a la mujer por vía del argumento central de la reivindicación de los derechos de ésta en atención de su marginación histórica.

Los varones de este tiempo son juzgados y hallados responsables, sin fórmula de juicio, de los vejámenes y abusos que cometieron los hombres del pasado y que aún algunos miserables delincuentes cometen contra las mujeres. Es indiscutible y reprochable la atávica discriminación hacia la mujer por su condición de mujer, aspecto que por fortuna la ley y la sociedad enmiendan. Sin lugar a dudas, hombres y mujeres, varón y varona, son iguales frente a la ley, tiene los mismos derechos, y es obligación de los hombres reconocer a las mujeres como sus semejantes en igualdad de derechos políticos, civiles, económicos, sociales, reproductivos y en general en toda la esfera de libertades, derechos y garantías ciudadanas. Las mujeres tienen el derecho y el deber de gobernar y regir destinos de sociedades, pero no tienen derecho a pretender que por la vía del odio y del resentimiento, la ley y los fallos de los jueces sean usados para erradicar la masculinidad como un atributo masculino y anular al hombre de su condición, como si la masculinidad fuese la causa de la segregación femenina.

Llega a tal punto el discurso ideológico de odio que, por vía legal y jurisprudencial, ha pretendido en algunas latitudes, equiparar biológicamente a mujeres y hombres. Cada día se defenestra más y más de la condición del hombre para exaltar la condición de la mujer, bajo el riesgo de ordenar por vía legal que las mujeres son superiores a los hombres. Es de tal tamaño el nivel de desespero que algunos colectivos de ideología de género abogan para que los hombres se comporten de manera afeminada, asuman ambigüedad sexual e incluso orinen sentados, cuando está comprobado que el hombre al orinar sentado no vacía completamente la vejiga.

La vindicación de los derechos de las mujeres, sin lugar a dudas es necesaria pero no puede convertirse en acto de odio contra los varones, como si los varones de este tiempo fuesen los responsables de la exclusión histórica de las mujeres. Se empieza a acuñar términos como “vulvandalismo” para referirse a los actos violentos y de odio cometidos por grupos de mujeres contra el mobiliario público e incluso contra mujeres policías que en cumplimiento de su deber son agredidas por otras mujeres. La anulación del varón se volvió una práctica habitual; bajo el argumento de la discriminación positiva se sacralizan formas que lo que hacen es relativizar el concepto de lo justo e injusto según las condiciones del individuo y no según la naturaleza del hecho. La discriminación positiva se ha convertido en una forma velada e inmoral de discriminación.

Es innegable que desde campos como la biología, la naturaleza sensorial, la química hormonal y la espiritualidad hay marcadas diferencias entre hombres y mujeres, diferencias que jamás podrán ser redimidas por la ley, la jurisprudencia o por ideologías radicales de odio. Los jueces, aún los más sabios de las altas cortes, también se equivocan, no obstante, es deber acatar y obedecer sus fallos. Al final puede haber muchos géneros o sentires sexuales, pero el dictamen diferenciador desde la fisiología se reducirá al diagnóstico citológico y prostático. Que el sentimiento de odio de algunos grupos de interés, no hagan de las mujeres, vengadoras de su género, llevándolas a cometer los abusos de las que fueron o son víctimas. Nada justifica la violencia, ni la discriminación contra las mujeres o contra cualquier otro ser vivo.

Las nuevas tendencias tienen mucha calle, mucha teoría y poco o nada de sentido común. Las mujeres son inteligentes, capaces, maravillosas, sanadoras, victoriosas, poderosas, hacendosas, bellas, facturadoras, mágicas y cien mil y un adjetivos positivos más. En lugar de pretender que los varones se vuelvan féminas y las mujeres, varones, por qué no valorar la diferencia para que cada quien en su naturaleza continúe en el ejercicio respetuoso de sus derechos y deberes. Se trata de complementos, no de competencias. Son tiempos difíciles para ser varón.

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¿El periodismo, poder o contrapoder?

Durante el Siglo XX el periodismo se catapultó como un agente activo en las transformaciones políticas, sociales y económicas. Los mass media son considerados el cuarto poder con su omnímoda influencia, presente en el destino de los pueblos mediante su vínculo estrecho con los gobiernos. No obstante, valdría la pena analizar si el periodismo es realmente un poder, o si se trata por el contrario de un contrapoder como ampulosamente lo predican los gurúes del periodismo contemporáneo, cuyas expresiones son verdad sabida y buena fe guardada en facultades de comunicación social y en redes sociales.

Para el filósofo francés Louis Althusser (1918-1990) seguidor de la tesis del poder hegemónico del periodista italiano Antonio Gramsci (1891-1937), el periodismo y en general los medios de comunicación eran instrumentos ideológicos del estado por medio de los cuales se podría direccionar la opinión ciudadana y la voluntad popular en favor de quien ostentaba el poder o de quien pretendía hacerse del mismo. Verbo y gracia, el alemán Joseph Goebbles (1897-1945) ministro para la Ilustración Pública y Propaganda durante el Tercer Reich, maestro siniestro en crear falsas noticias para azuzar el terror y lograr el fervor popular de sus conciudadanos durante la Segunda Guerra Mundial.

El sociólogo alemán Max Weber (1864-1920) definió el poder como “Cualquiera oportunidad en una relación social para imponer la voluntad de uno frente a la resistencia de otros, independientemente de qué dé origen a esa oportunidad”; en ese orden de ideas, a la tridivisión tradicional de las ramas del poder público se le podría agregar el poder de los medios periodísticos como instrumentos de control social y debilitamiento de las masas. Razón que sirve para justificar el hecho, que grupos de interés económico y tecnológico se preocupen por adquirir conglomerados de medios, y a su vez, éstos se ocupan en contribuir a mantener, o a buscar el poder político, según el caso.

Afirmar que el periodismo no es un poder sino un contrapoder, sería asignarle erróneamente un rol que no le corresponde, en desmedro de la imparcialidad y objetivad que se le exige a la labor periodística. El periodismo no puede ser concebido para controlar el poder, ni para ponerle cortapisas al poder; se correría el riesgo de terminar por ser lo que tanto se pretende contrarrestar: Un instrumento de poder. Informar debería ser una actividad libre, independiente, objetiva e imparcial. Cuando el periodismo se ejerce con fines de control político inmediatamente pierde la objetividad e independencia y se parcializa; deja de informar lo que es, para informar lo que considera que debería ser.

La razón de ser del periodismo es la de informar con imparcialidad, no con agenda justiciera, característica ésta que en el presente se ha vuelto permanente en la labor periodística. Los jueces han sido desplazados por medios de comunicación que en sus micrófonos, impresos y portales digitales actúan como fiscales, jueces y censores de la moral pública y privada, a tal punto que los jueces dejaron de pronunciarse en sentencias para informar el sentido de un fallo en una rueda o en un comunicado de prensa sin aún haber redactado y menos notificado la respectiva sentencia. Pareciera que los jueces aspiraran a ser periodistas y éstos, aquellos.

Ha caído en tal marasmo el ejercicio periodístico que los periodistas sustituyeron la objetividad e independencia por odios y amores. Qué mediocre favor le hacen al periodismo los comunicadores que de cien columnas periodística dedican ciento una a sentenciar a quien los jueces no han logrado condenar, o a absolver a quienes los jueces han sentenciado. Honestamente, ¿Se puede ser objetivo, imparcial e independiente cuando se ostenta la condición de periodista, de presidente de medio periodístico y de empresario de medios y se afirma a los cuatro vientos que el periodismo es contrapoder? Bien valdría la pena reformular la pregunta del expresidente colombiano Darío Echandía (1897-1989)

¿El contrapoder para qué?

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La vida buena

En las sociedades contemporáneas se prioriza la felicidad como un fin sin importar lo que se deba hacer para hallar la felicidad, al punto que, la educación en general fija como meta la felicidad signada por el placer, y el mensaje que a diario se propala por los medios de comunicación, hoy día copados por las redes sociales mediadas por los influenciadores de la opinión pública en sus diferentes apelativos, “instagramers”, “tiktokeros”, “tuiteros” etcétera, es la búsqueda de la felicidad, el asunto de fondo pasa por qué no se sabe a ciencia cierta: 1. Qué es la felicidad, 2. Cómo ser feliz, y 3. Cómo vivir feliz.

A menudo se confunde la felicidad con aspectos como la risa, el ocio, el placer, la acumulación de bienes y servicios, o simplemente con el hecho de tener bienes suntuosos y deseables, bienes cuya necesidad es cuestionable, sin que la mayoría de las veces, por no decirlo, casi siempre, no son necesarios, verbo y gracia, los zapatos de la marca tal, el vehículo de X cilindraje, o el reloj de la marca de zutano. Así las cosas, la felicidad termina siendo una satisfacción de necesidades que muchas veces no son necesarias, entonces, la felicidad termina siendo un símbolo de estatus social mercantilizado susceptible de cuantificación.

Si se pudiese medir la existencia de un ser humano en momentos de felicidad, se notaría que, aquello que se denomina felicidad es fugaz, breve e instantáneo, cual camino cíclico le sigue a menudo la infelicidad, no puede haber felicidad sin infelicidad; negar la existencia de la segunda sería desconocer la primera. La felicidad es algo tan relativo, cuyo concepto depende de la química del cuerpo, endorfinas, oxitocina, serotonina, aunadas a la sumatoria de valores socio culturales, por ejemplo, para un adicto a los juegos de computador la última versión de un juego puede resultarle felicísima, y para alguien que no le interesan los videojuegos le resulta irrelevante un nuevo software.

Se está confundiendo la felicidad, que no es otra cosa que, una consecuencia de la vida buena, con la vida buena en sí misma. La prioridad humana no ha de ser la felicidad, ya que la felicidad es el resultado de la prioridad humana, manifiesta en lo que lo que los antiguos griegos, entre ellos, Aristóteles (384-322 a.C.), denominaron como La vida buena, aquella basada en una ética que conduce a obrar correctamente. De allí el yerro que hoy se comete, en la medida que se quiere ser feliz a como dé lugar sin importar la ética, como si la felicidad pudiese ser justificada en contravía de los estándares éticos.

En este inicio del año de 2024 de la era cristiana, bien vale la pena invitar a reflexionar para que dentro de los propósitos del nuevo año: La vida buena sea uno de ellos. La vida buena entendida como la vida enmarcada en límites establecidos por una ética en la que la prudencia, la justicia, la templanza y la fortaleza al servicio de hacer lo correcto modelen cada uno de los 365 días del año, para lo cual, se requiere empezar por un día a la vez. Sólo por hoy hago lo correcto, y con el nuevo sol me mantendré en ello, sólo por hoy.

La vida buena no obedece a los patrones de consumo comercial y de los ingresos económicos, ni se evalúa por una vida de imágenes y video de redes sociales donde se enmarcan glamour, la apariencia y los lugares de moda, además de los bienes y servicios en furor. La vida buena tiene que ver con una conciencia tranquila al hacer lo correcto en el momento debido, pese a que lo correcto no necesariamente implique lo más popular o lo más atractivo para los semejantes. Muchas veces lo correcto es lo menos apetecido, pero en todo caso, siempre será lo debido.

Uno de mis propósitos para este nuevo año es que mi felicidad sea el resultado de hacer lo correcto, ese es el sentido de la vida buena: Hacer lo correcto. HaShem derrame bendiciones sobre mis queridos lectores y sus Familias.

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Escolios

Nicolás Gómez Dávila, nacido en Bogotá el 18 de mayo de 1913 y fallecido en la misma ciudad el 17 de mayo de 1994, se erige como el pensador colombiano más grande y universal. Su obra, por cierto, bastante desconocida en Colombia, es material de estudio en Universidades de Alemania e Italia. El profesor italiano Franco Volpi (1952-2009) le llamó el Nietzsche colombiano, y el poeta bogotano recientemente fallecido, Juan Gustavo Cobo Borda (1948-2022) refirió sobre la obra de Gómez Dávila: “(…) no sólo pulveriza las mentiras que nos rodean: la izquierda, la derecha, la política, la Iglesia, la educación, la técnica, sino que va más allá, mediante una cura radical de escepticismo, para depararnos la alegría de la inteligencia”, para unos, Gómez Dávila es el buen odioso, y para otros, es la versión colombiana del rumano filósofo Émile Cioran (1911-1995).

Gómez Dávila fue en gran medida un aristócrata bogotano que bien hubiese podido dedicarse a los negocios como lo demandaba su época para los jóvenes de su condición, prefirió el estudio y la lectura de los clásicos en su lengua original; hablaba francés, inglés, alemán, italiano y algo de ruso, además de leer en latín y griego, actividad que conjugó junto al comercio de paños en un céntrico local de Bogotá, además de ser cofundador de la Universidad de los Andes. Se dice que no tuvo educación universitaria y que su formación académica corrió por cuenta de tutores privados y su colegio benedictino en Francia, del cual se desconoce el nombre, país donde vivió desde los seis hasta los 23 años alternando con estancias veraniegas en Inglaterra. El resto de su vida, salvo un periplo semestral por Europa, transcurrió en la cachaca Bogotá.

Gómez Dávila fue un polímata y autodidacta, acérrimo crítico del boom latinoamericano. Su obra literaria no es prolífica en cantidad, pero sí en calidad. Escribió frases geniales como “Un escritor sin talento es un eunuco enamorado”. La obra Gómezdaviliana se hizo más conocida hacia el final de la vida del autor y especialmente en lo que va del Siglo XXI. La obra tiene una peculiaridad: Está edificada a partir del método aforístico, es decir, consiste en la compilación de aforismos cosechados por el autor a lo largo de su vida, en los que lanza profundas reflexiones filosóficas sobre todo lo habido y por haber. Crítico de la industrialización y la tecnología, de las revoluciones, de la política, de la Iglesia, del amor, entre variopintos temas. La obra escrita de Gómez Dávila se compone básicamente de Textos I, Notas (México 1954, obra no destinada a las librerías), Escolios a un texto implícito I, Escolios a un texto implícito II, Nuevos escolios a un texto implícito I, Nuevos escolios a un texto implícito II, y Sucesivos escolios a un texto implícito, obra completa que fuera publicada por Villegas Editores en 2005.

La palabra escolios viene del latín scholium, corresponde a las notas que se colocan al margen de un texto para explicarlo. El escritor payanés Juan Esteban Constaín (1979) en su maravillosa obra sobre Álvaro Gómez Hurtado (1919-1995), menciona que en algún momento éste le propuso a Gómez Dávila ser vicepresidente de Colombia, recibió como respuesta un rotundo No. Sus razones tendrían, “Características del colombiano: imposibilidad de lo concreto; en sus manos todo se vuelve vago; falta de moralidad; la noción del deber es desconocida; la única regla es el miedo del gendarme o del diablo; en su alma ninguna estructura moral, ni intelectual, ni social; ignora toda tradición; sometido pasivamente a cualquier influencia, nada lo marca; nada fructifica, ni dura en ese suelo de contextura informe, movedizo, plástico e inconsistente”. A Gómez Dávila sólo le faltó corregir que, los colombianos ni a la Policía ni al Diablo temen, razón tenía Jorge Luis Borges (1899-1986) cuando escribiera que “(…) ser colombiano es un acto de fe”.

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El sentido común

Por: León Sandoval

Se discute si los humanos sólo tienen cinco sentidos, los tradicionales sensores tacto, vista, oído, olfativo y gustativo, o si hay otros sentidos como la termorrecepción (percibir la temperatura), nocicepción (la percepción del dolor), equilibriocepción (percepción del equilibrio) y propiocepción (sentido del propio cuerpo); los estudiosos de la metafísica agregan muchos más sentidos, incluso popularmente se habla del sexto sentido en las mujeres, que seguramente los hombres también lo deben tener pero sin desarrollar. Cuántos son los sentidos humanos, pocos o muchos, siempre será motivo de debate y seguramente la ciencia lo esclarecerá. En lo que se debería coincidir es en el hecho incontrovertible de que el sentido común, es el menos común de todos los sentidos, y aunque se supone el más común, es el menos frecuente y probablemente se deba a que está asociado con la naturaleza humana, ¡Sí como todos los sentidos!

La naturaleza humana fue propuesta como una nueva ciencia hace más de doscientos años por el filósofo escocés David Hume (1711-1776), en los tres libros que componen el Tratado sobre la naturaleza humana, cuyo propósito era el de postular a la naturaleza humana como base para cualquiera otra rama del saber a partir de la experiencia y la observación, y en el plano de la ética poder medir las consecuencias del acto humano, lo que en el fondo implica la experiencia como tabla rasa para la asunción moral de la responsabilidad.

Probablemente sea por las mismas razones anteriores que el sentido común sea el menos común de los sentidos: Los humanos desconocen el sentido de la experiencia, el sentido de la responsabilidad y de lo que implica ser responsable, verbo y gracia, hacerse a cargo de los resultados de la conducta sin pretender trasladarlos en grado de corresponsabilidad a los semejantes. Cada persona debería atender las consecuencias de sus actos y no pretender hacer a los demás miembros solidarios. A diario en las ciudades colombianas, conductores de vehículos y motocicletas, carentes del más elemental sentido común, realizan maniobras altamente peligrosas en las vías de la Patria, incluso bajo el efecto de sustancias alterantes del estado de conciencia, acciones que ponen en riesgo no sólo sus propias vidas y también la de otros usuarios viales, otrosí de la destrucción de bienes materiales.

¿Qué sentido común puede tener un motociclista que en una vía pública decide levantar en una rueda su motocicleta exponiendo no sólo su integridad si no también la de sus semejantes? El sentido común debería ser suficiente para que nadie se atreviese a poner en riesgo la integridad de las personas de su entorno realizando ese tipo de prácticas. ¿Si el sentido común implica tener la experiencia para prever el potencial daño porqué es tan poco frecuente? ¿El egoísmo priva al humano del sentido común? ¿Qué peso tiene la autoridad y el respeto a la norma en la aplicación del sentido común? ¿Qué tanto influye un precario sistema educativo (Padres + Escuela, que no forma a los ciudadanos para ser responsables y mucho menos para la asunción de la responsabilidad) en la ausencia del sentido común?

Los accidentes de tránsito son indicadores en gran medida de la ausencia de sentido común, podría afirmarse categóricamente que el sentido común cede para ante la inexperiencia y la sinrazón que se pavonean orondas e indiferentes en las sociedades humanas, porque al animal no humano no se le pide sentido común. Particularmente, en sociedades como las latinoamericanas en las que cada vez más el discurso de los derechos va en contravía del discurso de los deberes.

Si el sentido común entraña un ejercicio de experiencia razonada previo a la acción, el sentido común es lo más natural que puede haber para los humanos, por ser un acto exclusivamente humano la capacidad racional, salvo que mañana los científicos que para todo tratan de buscar razonamientos hallen motivos para extenderlo a otras formas de vida no humana, o por qué no, hasta a las rocas. Si los seres humanos hicieran más y mejor uso del sentido común, sufrirían menos, habría sociedades más justas, ciudadanos más sabios y hombres con mayor prudencia al actuar. La desaparición del sentido común sería el primer indicador de la inviabilidad de la especie humana.

Sobre la tolerancia

Por: León Sandoval

François Marie Arouet (1694-1778), más conocido como Voltaire, publicaría su célebre Tratado sobre la Tolerancia (1763) con ocasión de la muerte del hugonote Jean Calas ordenada por un tribunal de Toulouse el 09 de marzo de 1762, quien, en términos de Voltaire, fue impunemente asesinado por mandato de la Justicia como presunto asesino de su hijo Marc Antoine. Jean Calas fue condenado a morir en la rueda, luego fue estrangulado y su cadáver incinerado pese al alegato de inocencia de Calas y sus familiares; su esposa y demás hijos fueron desterrados y sus propiedades confiscadas. Luego un Tribunal judicial en Paris revisaría la sentencia encontrando inocente a Jean Calas, dispuso la rehabilitación de su memoria y el restablecimiento de derechos para su familia. Este caso judicial inspiró a Voltaire para elucidar brillantemente sobre la intolerancia religiosa y colocarle en un punto muy alto del pensamiento. En suma, Voltaire, el polímata francés, invita a ejercer el libre pensamiento y examen de conciencia desde la tolerancia, para rematar su obra: Con el único que no se puede ser tolerante es con el intolerante.

El texto de Voltaire se hace más relevante cuanto en estos tiempos la intolerancia campea en la sociedad colombiana, verbo y gracia, en las Universidades poco o nada se debaten las ideas con diálogo y argumentos. El debate ha decaído y en su lugar lo que impera es la movilización, la protesta agresiva, el grafiti, las bombas caseras y el escrache, este último, es una nueva modalidad de violencia que consiste en el escarnio público junto a la expresión de odio contra quien se quiere eliminar socialmente y expulsar de un entorno en particular. La violencia, el odio y el resentimiento se han tomado los establecimientos educativos. Algunos docentes y algunos estudiantes simultáneamente son cocreadores y presas de una nueva forma de oscurantismo que termina permeando todo el entorno educativo: El fanatismo ideológico, así como hace más de doscientos años se condenó injustamente a Jean Calas ahora se hace lo propio contra aquel que en el ejercicio de la libertad de pensamiento y de opinión se atreva a criticar cualquiera de los “Ismos” de moda. Pareciera que sólo vale una única línea de pensamiento y para quien piense diferente, el cadalso.

¿Dónde queda la tolerancia cuando se quiere obligar a todas las personas a pensar igual y quien piense diferente debe ser callado e invisibilizado? ¿Desde cuándo la universidad tiene que estar al servicio de una única línea ideológica que debe ser aplaudida? ¿Por qué victimizarse es tan rentable, y cuando no hay argumentos para debatir, se elimina al contradictor por medio del improperio y la autovictimización? ¿Desde cuándo el profesor no tiene derecho a opinar y pensar diferente de la masa estudiantil? ¿Desde cuándo el papel del docente dejo de ser el de formador para convertirse en recreacionista de sus discípulos con la anuencia de las directivas universitarias? Antaño los discentes seguían el pensamiento de los docentes, hoy pareciera que son éstos los que deben ser áulicos de aquellos.

La intolerancia en Colombia pasa por la crisis de la universidad, es también la crisis de la juventud embebida de paz y de tolerancia, pero sus acciones se alejan de lo que dicen defender y representar. La tolerancia es aceptada pero sólo para con el que es par, no para con el otro que es contradictor.

Las libertades de pensamiento y de conciencia no tienen precio y no pueden ser compradas, ni endosadas. Son las preseas más grandes y las únicas y verdaderas libertades. ¿Por qué expresar lo que se piensa debe ser motivo de ataque personal y destrucción intolerante? La masa no piensa por sí misma, es reactiva y amorfa, es hija bisoña de la hiperdemocracia y del exceso de derechos frente al menoscabo de los deberes. Cada vez son menos los tolerantes y cada vez son más los intolerantes, todos dicen tener la razón, menos el contendor.

Epictecto (55-135 d.C) el esclavo avenido en filósofo y modelo del estoicismo, en su célebre Enquiridión, que, por cierto, fue escrito por uno de sus discípulos, señaló en la máxima 35º “Cuando hagas algo, qué según tu mejor criterio, debe ser hecho, nunca tengas vergüenza de que te vean haciéndolo, aun cuando todo el mundo pueda formarse una idea equivocada de lo que haces. Porque, si no has de obrar rectamente, desiste de la acción misma; pero si tu obrar es recto, ¿Por qué habrías de temer a quienes te juzgan de manera equivocada?”. Obrar rectamente es un deber moral, no hay temor, ni miedo para con la galería que es ignorante e inculta, y pese a ser masa, tiene a sus pies a quienes debería subordinarse. El inmortal Manco de Lepanto lo sentenció “Ladran, Sancho, señal que cabalgamos”

Utopía de un hombre que está cansado

Por: León Sandoval

Utopía de un hombre que está cansado es el título de un cuento escrito por el gran escritor argentino Jorge Luis Borges (1899-1986) publicado en su obra el Libro de arena de 1975. Allí el narrador del cuento relata su fantástica historia al encontrarse con un hombre del futuro que le refiere que en el mundo del futuro los Gobiernos cayeron poco a poco en desuso, entre otras cosas porque llamaban a elecciones, declaraban la guerra, lo que pareciera por estos días querer rusos, ucranianos y aliados de la OTAN, e imponían tributos, confiscaban fortunas, ordenaban arrestos y pretendían imponer la censura pero nadie en el Planeta los acataba, la prensa dejó de prestarles atención y por ende los políticos tuvieron que buscar oficios honestos, según el cuento, y se convirtieron en cómicos o en buenos curanderos, en lo que al parecer tuvieron éxito.

Por estos días sin querer hacerlo, dado lo reducido del espacio y mi imposibilidad para abandonarlo, debí escuchar una conversación entre dos jóvenes que a la sazón no creo tuviesen más de 18 años de edad, como algunos de los personajes de Borges. La conversación se centraba sobre la angustia que les provocaba el relacionamiento con la figura masculina representada por sus padres en sus vidas. Un joven le dijo al otro la siguiente frase: “- “-Le dije a mi Papá: Papá no tengo sexualidad definida, me gusta que me den pu’el culo”.

En el cuento Utopía de un hombre que está cansado, el hombre del futuro le comenta al narrador del cuento, representado por el personaje llamado Eudoro Acevedo, que en el futuro no hay conmemoraciones, ni centenarios, ni efigies de hombres muertos, y cada persona debe producir por su cuenta las artes y ciencias que necesita, así mismo, cada persona debe ser su propio Bernard Shaw (1856-1950), su propio Jesucristo y su propio Arquímedes (287 a.C.-212 a.C.), es decir en esa utopía futura que se describe en este cuento de Borges, cada individuo del futuro probablemente dejará de ser una persona para ser un sujeto único eligiendo qué quiere ser, cómo lo quiere ser y cómo se identifica.

Esa narración fantástica de Borges es premonitoria de lo se observa hoy, los nuevos ciudadanos, encarnan las nuevas ciudadanías, la actual generación es la generación probablemente y simultáneamente la generación más comprometida con el Planeta, pero paradójicamente es la generación menos comprometida para con el pasado que no es otra cosa que la memoria que conservamos, y sin esa memoria no hay Planeta. Es una generación que quiere vivir al tope como si sus deseos, caprichos y satisfacción personal fuese lo más importante. Se habla mucho del otro y lo colectivo, pero poco o nada hacen para el otro y el colectivo, y sólo piensan en sí mismos. La individualidad personal como manifestación del libre desarrollo de la personalidad se ha potencializado pero el compromiso para con el otro se ha reducido. Ya no basta con ser único, diferente y original, sino que se quiere tenerlo, hacerlo, expresarlo e imponerlo. La norma pareciera no tener sentido para el hombre del futuro que vive más por la pasión y el deseo personal de tener antes que ser. Para el contexto de la conversación de los jóvenes que reseño no se es un sujeto sexual con definición, sino que no se tiene una sexualidad definida y como no se tiene, se aspira a tenerla.

Lo anterior no es bueno, ni es malo, no es correcto, ni incorrecto, simplemente es, sucede, acontece y cada vez más las generaciones de hoy no se sustentan en el ser, lo han abandonado para tener, tener la sexualidad más indefinida, la belleza más única, la red de amigos más poderosa y la mayor cantidad de derechos frente a la inexistente lista por no decirlo nula de deberes.

Como el personaje de Eudoro Acevedo en el cuento de marras, nos avergüenza nuestra flaqueza, lo que no se sabe es si es nuestra flaqueza moral cada vez se va acrecentando generación tras generación hasta finalmente desaparecer.

Historia oficial del amor

Por: León Sandoval

El título de esta columna corresponde al nombre de un libro editado en marzo de 2016, autoría del escritor Ricardo Silva Romero (Bogotá, 1975). Es la historia de su familia narrada hacia atrás para desenredar la madeja. Una secuencia que inicia el jueves 01 de enero de 2015 hasta el viernes 15 de abril de 1932, para finalizar el viernes 25 de septiembre de 2015. Es la intimidad entre lo real y la ficción, el autor, su esposa, sus padres, abuelos y parentela extensa. Es la crónica de los hechos políticos y de violencia intestina acontecidos en Colombia durante los últimos ochenta años, cosida con hebras del más fino hilo del amor. Es un cruce en el camino de personajes tan humanos y tan colombianos para quienes el amor consciente o inconsciente lo es todo. Historia oficial del amor es una oda al amor. Como se lee a lo largo de la obra “Nunca en la historia del mundo un padre quiso tanto a una hija”, pero también nunca en la historia del mundo, una hija quiso tanto a un padre, un esposo a una esposa y un amigo a otro amigo.

El escritor destaca personas anónimas para la masa, seres humanos notables que dejaron un legado esencial para para quienes los conocieron; al morir se continúa vivo en la memoria de quienes conservan el recuerdo. La vida después de la muerte se proyecta en el recuerdo del otro. La obra es un relato sutil y homenaje sincero a Marcela Romero de Silva, abogada defensora de causas justas, conciencia jurídica del presidente Virgilio Barco; mujer que, con su condición humana y profesional contribuyó con la elaboración de normas que permitieron acciones gubernamentales en esa difícil crisis de los años Ochentas y Noventas del siglo pasado.

Destaca también el padre del autor, profesor y rector universitario, Eduardo Silva Sánchez; educador que consagró su vida desde la Escuela Colombiana de Ingeniería Julio Garavito en la formación de tantos ciudadanos. Físico y humanista que a través de sus artes exotéricas y esotéricas predice parte de ese futuro contado hacía atrás.

La figura de su tío materno Alfonso Romero Buj, abogado laboralista, defensor de derechos humanos y militante del Partido Comunista; asesinado en pleno centro de Bogotá luego de haber renunciado a su activismo político por sus antiguos camaradas, disidentes del comando subversivo Pedro León Arboleda, según algunos estudiosos, germen del Ejército Popular de Liberación.

El abuelo materno es la arteria de la obra, pareciera que con él todo inició. El gran caribeño Alfonso Romero Aguirre, el liberal radical “(…) nítido en lo público pero oscuro en lo privado”, autor de la Historia del Partido Liberal. Ocupó casi todos los cargos públicos de elección popular de su época, sólo le hizo falta la presidencia de la República, y no la logró por su condición de hombre radical. Ajeno a las gabelas del poder, su férrea oposición al Frente Nacional, su admiración por el General Gustavo Rojas Pinilla y su frontal enfrentamiento con la élite liberal del centro del País, cooptada, entre otros, por el presidente de la época, Carlos Lleras Restrepo.

Finalmente, emerge el amor infinito, el silencioso abuelo paterno Antonio Silva Hernández, el linotipista del Diario El Tiempo. Un hombre bueno, decente y laborioso como pocos; víctima del plomo en el intento de vencer al linotipo, como relata el autor.

Historia oficial del amor, es el amor en potencia, es el amor en familia, el amor que se cuece en los peroles de la sangre y los afectos. El amor doloroso, el amor sanador y salvador. Bien vale la pena leer la obra de Ricardo Silva Romero. Gracias por estas líneas “Todo hombre debe haberse divorciado una vez antes de casarse de verdad”. Cada quien tiene derecho a tener su historia oficial del amor.

Trazas culturales

Por: León Sandoval

En mi reciente columna sobre cultura política escribí que la vida humana no debe instrumentalizarse. Las vidas de los hermanos indígenas congregados en minga están siendo instrumentalizadas, así como lo fueron en el siglos pasados, la historia se repite con diversos actores como si se trasase de una traza cultural.

La palabra minga tiene su origen en la palabranquechua Mink’a, cuyo significado es compromiso o convenio para un trabajo entre el trabajador y la persona que necesita sus servicios (Diccionario SIMI TAQUE Academia Mayor de la Lengua Quechua, 2º Edi., Cusco, 2005). La esencia de la Minga es el trabajo comunitario; el esfuerzo personal que no busca una remuneración o dádiva, sino un beneficio común, el beneficio de todos. La minga fue un modelo productivo incaico en el que prevalecía el bien común y la satisfacción de los mingados, presente en muchas de las comunidades nativas de la Cordillera de los Andes, desde Chile hasta el sur colombiano; en términos de economía política el modelo de minga se asemejaría más a un modelo productivo colaboracionista que explotacionista.

La minga del siglo XXI es muy diferente a la figura comunitaria ancestral, ha mutado desde su forma original, abandonó su esencia de organización de trabajo comunitario para convertirse en un modelo de acción política operado por grupos de interés previo a los procesos electorales. Lo que explica la participación de la minga en vías de hecho como bloqueos, paros y el papel parapolicial de la denominada guardia indígena que colocan su cuota de afectación al sistema económico productivo, la libre movilización de los conciudadanos y el daño al patrimonio cultural que no los identifica, cuando lo creen pertinente como medio de presión política y social, avalado por algunos grupos de interés.

¿Todos los mingueros pertenecen originariamente a las comunidades indígenas que dicen representar? Llama la atención que sean algunas personas ajenas a la minga las que toman los micrófonos en los encuentros de los mingueros para elevar arengas reivindicacionistas. Tras de ellos, muchas veces van crédulos que romantizan la minga como un acto cultural de cariz étnico vindicatorio de derechos, y no como lo un instrumento político de movilización ciudadana de minorías étnicas. La minga como institución antropológica agonizaba, según algunos académicos, porque muchos de los miembros de las comunidades indígenas se negaban a aportar al trabajo comunitario sin un jornal de por medio, aspecto documentado en investigaciones como la realizada por el Profesor Óscar López Cortés de la Universidad Libre de Colombia (2018).

La minga se reinventa en instrumento ideológico para ser impuesto como modelo de acción política y económica por parte de los retóricos de las nuevas ciudadanías. En efecto, hay quienes señalan que la minga ya no debe quedarse solo en la movilización indígena, sino que debería ser la minga del pueblo colombiano, este tipo de expresiones lo que logran es instrumentalizar un fenómeno cultural exclusivo de algunas regiones del País. La minga debería conservar el natural devenir de la cultura a la que pertenece, no debe ser instrumentalizada, ni impuesta. La minga no forma parte de la cultura de muchas regiones del país como por ejemplo, para algunas lo es el cooperativismo que ha cimentado profundas raíces en el nororiente andino colombiano. La Insurrección Comunera de 1781 tuvo motivos fiscales, no pretendió derrocar al rey, fue precursora de los hechos iniciados en 1810 que desencadenaron las primeras brasas de lo que sería la independencia. En suma, pensar y opinar diferente no ha de ser inconveniente, feliz día amigo lector.

Decálogo de cultura política

León Sandoval

Deseo abordar una serie de ideas que, a título de decálogo de cultura política, aquí se burilan y probablemente no tienen autor en particular, o bien pudieran ser atribuidas a Kant, a Habermas o a cualesquier de los múltiples pensadores que han llenado de luces la historia de la humanidad. Este Decálogo es el resultado del ejercicio personal de compilación de las lecciones recibidas de boca del maestro Guillermo Hoyos Vásquez (1935-2013) en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, en parte, rendirle un pequeño homenaje a uno de los más grandes pensadores sociales latinoamericanos.

Para una mayor y mejor participación ciudadana en política este Decálogo de Cultura Política podría ser un pretexto para discutir sobre los principios capitales que más allá del mármol, merecerían ser grabadas en el ADN de los ciudadanos, no se trata de un ejercicio retórico, es la necesidad de la Ética en nuestra cultura política, en últimas, lo importante no es el mensajero sino el mensaje.

1.No todo se vale, el actuar humano requiere límites establecidos desde la ética. El fin no puede justificar los medios en política. 2. La vida no es un objeto más, es el principio que merece mayor atención y respeto en toda sociedad, nunca el acceso al poder debe vulnerarla. 3.Comprensión de la posición del otro, en los diálogos políticos se ejercita la habilidad para entrar en la dimensión del contradictor, bajo el entendido que las ideas no se combaten, se controvierten. Con el único que se debe ser intolerante es con el intolerante como lo mencionara Voltaire en su famoso Ensayo sobre la tolerancia. 4. La vida humana no debe instrumentalizarse, no propalar la idea que los semejantes son instrumentos para lograr fines y que el valor de la vida humana depende de su utilidad. Todo ser humano por el hecho de serlo tiene una connotación de sujeto moral. 5. Quien pretende jugar a Dios se excluye asimismo de la comunidad moral, los políticos no deben asumir el rol de dioses creadores, deben reconocer que su poder les viene de abajo. Nadie puede arrogarse ser divinidad.

6.Autocomprensión ética de la especie, todo acto debe estar enmarcado dentro de una reflexión ética sobre las consecuencias que genera. 7. Ser moral es un valor, la moral señala valores que deben ser conservados como la vida, la libertad, la propiedad privada, la familia. El ser humano es ser moral homo eticus antes que homo economicus. 8. La naturaleza humana no debe ser un objeto manipulable por la ciencia, el ser humano no es un sujeto para experimentos en tiempos de inteligencia artificial, ni ésta puede ser un medio para lograr votos que conduzcan al poder. La política y la ciencia deben estar al servicio de la sociedad. 9. La libertad es un presupuesto del quehacer político, si el ciudadano no es libre no puede tener responsabilidad moral alguna sobre el resultado de su voto. Sólo se puede exigir responsabilidad de quien es libre para decidir. La moral es la ratio cognoscendi de la libertad. 10. Confianza, la confianza sólo se construye entre quienes a partir de la ética se responsabilizan de sus actos y están dispuestos a rendir las cuentas a los ciudadanos. En suma, el voto como ejercicio político debe ser el más preclaro sinónimo de confianza ciudadana. No puede haber puntos intermedios en la responsabilidad del Gobernante. En últimas es un asunto de carácter, y el carácter se tiene o no se tiene. No hay punto intermedio.

Respeto a la autoridad

Por: León Sandoval

Las sociedades postmodernas son más complejas que las sociedades previas, su complejidad radica en aspectos geográficos, demográficos, desarrollo humano, crecimiento económico, justicia, acceso a necesidades insatisfechas, el inagotable catálogo de derechos humanos, la proliferación de manifestaciones individuales y socioculturales, y el exceso de democracia en un espíritu globalizador. La gobernanza cada vez se torna más difícil pese a que la inteligencia artificial se vislumbra como el elemento que permitirá un mayor control sobre la ciudadanía, para unos, y para otros, una forma de dominación despreciable. La escena social actual denota la crisis de autoridad que se vive en las calles de las ciudades, matizada por el derrumbamiento de valores, principios y tradiciones patrióticas al interior de la familia, de los planteles educativos y de las instituciones públicas y privadas; a penas natural de la era de Acuario, dirán algunos.

Se podría analizar la crisis de autoridad desde las teorías contractualistas del Estado, a partir de la obra del inglés Thomas Hobbes (1588-1679), que se erigen como una explicación a la organización social. El contractualismo parte del estado de naturaleza del individuo dominado por las pasiones, el egoísmo, la precariedad y la violencia, que requiere mediante la suscripción de un contrato social de un agente superior que administre el poder de los individuos en aras de mantener el orden y la paz en un marco de convivencia y armonía social. Ese acuerdo entre individuos y Monarca, luego sería sustituido por los ciudadanos y el Estado. El absolutismo contractualista de Hobbes sería superado por pensadores como el liberal inglés John Locke (1632-1704), el soberanista ginebrino Jean-Jacques Rousseau (1712-1778), los estadounidenses John Rawls (1921-2002) y la teoría de la justicia, Robert Nozick (1938-2002) y el estado mínimo, y James M. Buchanan (1919-2013) con la teoría de la elección pública.

Las teorías contractualistas tienen un sentido lógico: El individuo debe ceder parte de sus libertades para que un ente superior las administre; bajo esta premisa se configura el ideal del Estado de derecho acompañado por el modelo democrático liberal. El contrato social que da origen al Estado permite el desarrollo de sociedades e implica per se el reconocimiento por parte de éstas de la autoridad en cabeza del Estado y sus agentes. Los ciudadanos en virtud de ese pacto social contraen la obligación de acatar la autoridad que la misma ciudadanía delegó en los gobernantes. Autoridad que se respalda y encuentra también sus límites en la Constitución Política y en la ley.

El ausencia de cultura ciudadana constituye una evidencia más del desconocimiento por parte de los ciudadanos de sus deberes surgidos de ese contrato social, y a su vez, consciente acto de desprecio hacia la autoridad y a sus conciudadanos en franca anarquía. Es habitual ver ciudadanos que golpean y retienen a servidores públicos, que intentan por medio del deber funcional hacer cumplir el mandato legal. Anochece para que las autoridades empleen los medios del poder de policía que las leyes le confieren. El uso de la fuerza es una potestad exclusiva del Estado. Los ciudadanos carecen de fuerza legítima, cuando pretenden ejercerla, en su lugar, ejercen violencia.

En las sociedades postmodernas de corte occidental existen más derechos que deberes humanos. Urge que surjan defensores de los deberes humanos. Los defensores de los derechos humanos abundan, aunque pareciera insuficientes, sería bueno equilibrar la balanza, y reconocer que por cada derecho humano hay también uno o más deberes humanos. Lo demás es simple retórica propia de estos tiempos, en los que ser rebelde, revolucionario y contestatario se ve como una virtud y casi una obligación. Resulta importante que padres y maestros encaucen la educación de los más jóvenes sobre las bases del respeto, la disciplina y el orden. El primer paso para una sociedad justa, inclusiva y decente es el respeto a la autoridad.

La vulnerabilidad de la vida

Por: León Sandoval

Las especies entrañan per se la fragilidad de sus individuos, condición que en los humanos los hace más responsables frente a la biodiversidad. La Vida en general bien sea humana, animal, vegetal, ameba, protozoaria o cualquiera otra manifestación, es vulnerable bajo cualquiera circunstancia. La Vida siempre ha estado bajo amenaza desde que la naturaleza es naturaleza, desde que el humano aprendió a usar sus manos como instrumento aprehensible y las piedras como herramientas, modelada por el advenimiento de la techné clásica hasta la implementación de nuevas técnicas y tecnologías de la postmodernidad. La tecnología y la técnica se ciernen como espadas de Damocles sobre la existencia de la Vida. La vulnerabilidad de la Vida tiene que servir para reflexionar profundamente sobre la responsabilidad humana en el uso, implementación y desarrollo de la técnica y la tecnología.

Durante los últimos cincuenta años las condiciones de vida han mejorado para los humanos en detrimento de otras especies, hay mayor acceso a alimentos, a tecnologías de comunicación, a la disposición de recursos desechables, incluso a recreación desbordada; lamentablemente ese avance se revierte directamente en la existencia de la misma Vida y sobre el entorno, se talan bosques para cultivar, se emplean semillas genéticamente modificadas, se ha incrementado los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos como las baterías de teléfonos celulares, de carros eléctricos, los desechos espaciales, se arroja basura en zonas silvestres y se destruye la flora nativa con la presencia humana invasora.

A partir del Siglo XIII inició la separación entre ciencia, moral y arte en contraposición a la Antigüedad en la que estaban unificadas por la religión. Surge entonces una nueva acción de dominancia sobre la naturaleza a través de la racionalidad técnico-científica para servirse de ella, explotándola para el beneficio humano. Se inaugura así el proceso de mercantilización de la naturaleza por parte de la especie humana en el marco de la instrumentalización de la ciencia moderna. Aparecen los conceptos de técnica y tecnología que sustituyen el concepto griego de téchne. La técnica contribuye a hacer del Universo una fuente de suministros que pueden ser calculados, extraídos y almacenados convirtiendo a la naturaleza en general y al hombre en particular en reservas de recursos como si se tratase de registros contables.

Para el filósofo alemán Hans Jonas (1903-1993) la ciencia, la técnica y la economía constituyen amenaza para la existencia, y lo que pretendía generar bienestar trae consecuencias desastrosas para el sostenimiento de la vida. El hombre es el constructor de su camino que le permite profanar la naturaleza y avanzar en lo que denomina civilización. Los hombres juegan a ser dioses. El poder del hombre ha desbordado los límites y las esferas del conocimiento, por lo que la ética de la responsabilidad tiene que estar presente las discusiones humanas. Jonas planteó una ética de la responsabilidad para el individuo actual, en el sentido que se debe obrar de tal manera que las consecuencias del acto sean compatibles con el sostenimiento de la Vida humana actual y de las generaciones futuras.

Jonas en su obra El Principio de la Responsabilidad, Ensayo de una ética para la civilización tecnológica (Herder, 1995), estructuró el concepto de heurística del temor, en donde la misma situación del individuo humano le lleva a ser conservado del peligro, y no basta una supervivencia física, sino que debe ser conservado también en su esencia, ese mal que el hombre imagina sirve para descubrir el bien que debe ser preservado y proyectado hacia el futuro.

En suma, la Vida es defendible más allá de la propia existencia humana y su vulnerabilidad. Siempre deberá preferirse un perfecto equilibrio entre el humano, el medio que le rodea y todas las formas de vida que forman la biodiversidad, pese a que hoy el homo faber se sobrepone al homo sapiens. A mayor grado de vulnerabilidad de cualquiera forma de vida, mayor será el grado de responsabilidad que debe ser asumido. Los humanos son responsables directos para con las generaciones presentes y las generaciones del porvenir de la conservación de la casa común que habitan (Me incluyo).

Bioética y derecho: un objetivo común

Por: León Sandoval

En la Declaración Universal Sobre Bioética y Derecho de la Conferencia General de la UNESCO celebrada en octubre del 2005, sobre la protección de las generaciones futuras en el artículo 16 se señaló que “Se deberían tener debidamente en cuenta las repercusiones de las ciencias de la vida en las generaciones futuras, en particular en su constitución genética”. La Bioética y el Derecho pese a ser disciplinas distintas, autónomas e independientes, en contexto de dicha Declaración tienen un objetivo común y es el atender las diferentes inquietudes derivadas de los avances tecnológicos y científicos que tienen incidencia sobre la vida sin importar la forma de vida que se trate. La Bioética no tiene un objeto de estudio único, particular e individualizado, se encarga de estudiar problemas que por su naturaleza misma pueden ser complejos o simples, lo que conlleva de manera irreversible a relacionarse con diferentes ramos del saber, dentro de los cuales, el Derecho no puede ser la excepción.

El profesor español Manuel Atienza Rodríguez (1951) plantea entre Bioética y Derecho dos conexiones, una de carácter material y otra metodológica. La conexión material es necesaria en países de tradición jurídica romanogermánica en donde el derecho es escrito y parte del consenso del legislador, las leyes se quedan a la zaga para resolver problemas cada vez más complejos que implican juicios morales que se refieren a cambios científicos o tecnológicos que inciden sobre la vida. En la búsqueda de acuerdos deliberativos salen a relucir opiniones sesgadas que terminan en consensos sobre puntos mínimos, consensos que casi siempre son difíciles de lograr cuando está de por medio aspectos científicos o tecnológicos, juicios subjetivos de valor y en otras oportunidades hasta opiniones morales.

La conexión metodológica entre Derecho y Bioética planteada por Atienza hace referencia a la solución jurídica de las controversias previo concepto de los Comités de Bioética, con la interacción de estos dos saberes en forma complementaria; es claro que la norma no se basta a sí misma, no es suficiente realizar interpretaciones textuales o exegéticas de la norma, se requiere también un examen valorativo en contexto desde las razones de la expedición y el espíritu del legislador vertido en la norma. De esta manera el binomio Bioética – Derecho halla reciprocidad porque los jueces en la toma de sus decisiones que afecten la vida deben ir más allá de la interpretación de la norma y realizar un ejercicio bioético, y en sentido contrario, los Comités de Bioética deben tener en cuenta la norma y los precedentes judiciales en los análisis que lleven a cabo.

No se trata de asumir un enfoque reduccionista de la Bioética y por ende, “juridizar” la Bioética, fenómeno paralelo a “juridizar” la sociedad como bien lo plantea el chileno Fernando Lolas Stepke (1948), Director del Centro de Bioética de la Universidad de Chile y Vicepresidente de la Federación Mundial para la Salud Mental, e intentar reducir todas las relaciones sociales a relaciones jurídicas, ya que en el sentir del mismo Lolas “juridizar” la Bioética sería empobrecerla, puesto que, su enriquecimiento proviene del diálogo crítico con apertura disciplinaria. La Bioética como ciencia de frontera debe nutrirse de todas las disciplinas del conocimiento, he allí su riqueza.

La Bioética no se agota a sí misma, requiere del criterio y participación de otros saberes que la nutren y le dan su particular cariz de ciencia de frontera. El Derecho viene a ser modelador y determinador fundamental de este binomio porque recaba mediante la ley principios que sirven para colocar límites a la conducta humana en aspectos como innovación en tecnología y ciencia previa reflexión ética desde la Bioética y dar cumplimiento a la inquietud de la UNESCO en esta materia; especialmente, en temas que aún hoy día suscitan tanta controversia como las técnicas de reproducción humana asistida, eutanasia, interrupción del embarazo, el turismo sanitario, la experimentación científica en seres vivos, transhumanismo, la implementación de la Inteligencia Artificial o la intervención de la naturaleza con fines de aprovechamiento económico, para mencionar algunos campos en los que el profesional del Derecho debe abordar su análisis no sólo desde el campo jurídico sino también con el apoyo de otras ramas del saber como la Bioética.

A propósito de un cuento de Borges

Por: León Sandoval

Utopía de un hombre que está cansado es el título de un cuento escrito por el gran escritor argentino Jorge Luis Borges (1899-1986), publicado en su obra el Libro de arena de 1975. El relato del cuento se hace en primera persona por el personaje de Eudoro Acevedo que refiere un encuentro fantástico con un hombre del futuro. En ese encuentro Acevedo se entera, que en el mundo del futuro los Gobiernos cayeron poco a poco en desuso, entre otras cosas, porque convocaban a elecciones, declaraban guerras (lo que pareciera por estos días querer rusos, ucranianos y aliados de la OTAN), imponían tributos, expropiaban bienes, establecían privaciones a la libertad personal, censuraban, pero los ciudadanos no respetaban sus dictados. La prensa dejó de prestarles atención, por ende, “Los políticos tuvieron que buscar oficios honestos”, según la narración, y algunos se dedicaron a la comedia o la curandería con algún éxito. En suma, pareciera que la desobediencia civil no organizada llevó a la desaparición de los gobiernos.

En la versión borgiana del futuro “No hay conmemoraciones ni centenarios ni efigies de hombres muertos. Cada cual debe producir por su cuenta las ciencias y las artes que necesita”. Cada individuo está en la necesidad de ser su propio Bernard Shaw (1856-1950), su propio Jesucristo, y su propio Arquímedes (287 a.C.-212 a.C.). En esa utopía futura, fruto del ingenio del autor, cada individuo deja su estatus ontológico de ser persona para tener sujeto único, elige qué tipo de sujeto quiere tener, cómo lo quiere tener y cómo identifica ese tener. De hecho, no conviene fomentar el género humano, según el hilo de la trama, con engendrar un único hijo basta.

El texto de Borges es premonitorio. La angustia existencial es frecuente entre los humanos de hoy, muchos carecen de definiciones sobre algo y, sobre todo. La sexualidad no importa definirla como género, sino ejercerla. Su ejercicio no implica un rol definido, para qué definirlo cuando lo que importa es disfrutarla. Los humanos actuales son probablemente los más comprometida con el Planeta, pero paradójicamente son los menos comprometidos para con el pasado que no es otra cosa que la memoria que conservamos, y que hace posible el presente. Son humanos que quieren vivir al tope como si su satisfacción personal fuese lo más importante. Disertan mucho sobre el otro y lo colectivo, pero poco o nada hacen para el otro y el colectivo. Entre ellos la individualidad como manifestación del libre desarrollo de la personalidad se ha potencializado pero el compromiso para con el otro ha mermado. No basta con ser único, diferente y original, se requiere tenerlo, hacerlo, expresarlo e imponerlo. Las reglas y los límites no tienen sentido para los humanos de hoy, especialmente para los más jóvenes; la pasión y el deseo personal de tener antes que ser justifican la existencia.

El hombre del futuro borgiano, como los humanos de hoy, no es bueno ni malo, correcto o incorrecto, simplemente es, sucede, acontece, vive y vida. Ser humano hoy pareciera no sustentarse en el ser que ha sido abandonado por el tener. Tener la sexualidad más indefinida, tener la belleza más única, tener la red de amigos más poderosa y tener la mayor cantidad de derechos frente a la inexistente lista, por no escribir nula, de deberes.

Como el personaje de Eudoro Acevedo en el cuento de marras, avergüenza la flaqueza humana. Lo que no se conoce aún: Si la flaqueza moral cada vez más, se acrecentará con cada generación de humanos hasta finalmente, desaparece.

La depresión

La depresión es un una de las enfermedades más frecuentes en las sociedades contemporáneas, muchas veces es un enemigo oculto que hace de las suyas y pasa silenciosamente arruinando la existencia de quienes la padecen y de paso la calidad de vida de su entorno personal y social. Es tan grave esta enfermedad que es un problema de salud pública en muchos países del mundo, y debe prestársele toda la atención del caso no sólo por parte de padres, educadores, gobiernos, autoridades sanitarias, también de el mismo paciente y su red de apoyo cercana.

La depresión es una enfermedad mental que afecta al paciente porque le coloca en estado de tristeza permanente o transitorio lo que le lleva a un rechazo por la vida, por la vida cotidiana, como en un estado de aislamiento y de incomunicación, donde se sufre demasiado especialmente en lo interno, y la mayoría de las veces quien la padece no encuentra sentido a la vida, ni motivo para sonreír o para tener una vida de provecho y fertilidad. Es tan voraz la enfermedad de la depresión, que el paciente puede terminar aislándose y actuando de maneras poco frecuentes, como con total inactividad, o en otros casos violentamente, o simplemente atentando contra su vida y la de otros, bien sea por conductas suicidas o dejándose morir poco a poco de manera interesada.

La persona con depresión puede caer en estados de desánimo, de incomprensión, de falta de aceptación y sobre todo de total carencia de amor y valoración propios, al punto de sentir que no pertenece a nadie, ni a ningún lugar, lo que le puede llevan a una inactividad y deseo de no vivir, mientras tanto el dolor interno es indescriptible, porque la traza de sufrimiento es muy cruel. Muchas veces se siente incomprendido y en la mayoría de las veces así lo es. La persona con depresión carece de energía, no se esfuerza por mantener sus funciones vitales, vive en el lamento y el reproche propio y de la sociedad.

La depresión esa enfermedad que no respeta sexo, religión, etnia, ni condición social o edad, es muy frecuente entre ancianos, pero también entre niños y adolescentes, muchos de los jóvenes suicidas han padecido cuadros de depresión. Hallar las causas de la depresión tiene diferentes motivos desde el funcionamiento fisiológico hasta el entorno dirán otros sapientes del tema, lo preocupante es que esta enfermedad debe ser un problema de política pública y los gobiernos deben tomar medidas para hacerle frente, como también las instituciones educativas desde las que atienden a la más tierna infancia hasta los más encopetados postgraduados.

De sufrir depresión no se escapa nadie, sobre todo, en un entorno donde la enfermedad mental está a pedir de boca. Factores como la contaminación ambiental, la desunión de las familias, la inseguridad, el miedo a lo desconocido, el estrés laboral y estudiantil, hasta las decepciones amorosas, sumadas al consumo de licor y sustancias psicoactivas pueden ser detonantes para esta enfermedad. Los padres de familia, los cónyuges, los hijos respecto de sus padres, están en la obligación de detectar los síntomas de la enfermedad para auxiliar a quien la padece, y ayudarles a solventar ese eterno dolor que pareciera no extinguirse y conduce al desespero a quien lo padece.

Debe haber más sentido de empatía hacia el depresivo y escucharle pacientemente; no siempre el consumo de medicamentos psiquiátricos para tratar la depresión es lo más favorable, pero es un mecanismo válido que está presente. Con esta columna quiero llamar la atención sobre esta enfermedad e invitar al lector a reflexionar sobre el tema, y antes de juzgar a quien sufre a tu lado, te pido que te detengas un instante para ser compasivo y estar dispuesto a escuchar. Porque el dolor que produce el sufrimiento es silente y no conoce fecha en el calendario. Que todo aquel que padece de depresión pueda superarla es mi palabra hoy.

León Sandoval