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Confidencial Noticias 2025

Etiqueta: León Sandoval

Abandona el resentimiento

Por: León Sandoval

La violencia se ha enquistado como modelo de expresión en las sociedades humanas. No es posible afirmar con precisión que la violencia está presente en los animales no humanos como en los humanos. Los animales no humanos pocas veces acuden a la violencia, la fuerza en ellos es el florecimiento de un instinto de supervivencia que les conduce a atacar en rechazo de una agresión o por la necesidad de alimentarse. En los animales humanos el uso de la fuerza acompañado por la violencia es visceral, como si para el animal humano la violencia fuese necesaria para expresar su rabia, su ira, su crueldad y su maldad. La violencia es el común denominador en diversos lugares, campos, ciudades y también en el universo digital; ciudadanos que hacen de la violencia un vehículo para su rabia, su ira, su crueldad y su maldad, o todo junto quizás. Es como si en muchas personas el sentimiento de humanidad se hubiere resentido.

Para el filósofo inglés Thomas Hobbes (1588-1679) el ser humano era salvaje por naturaleza y necesitaba de un ser superior, el Leviatán que le administrara para que pusiera orden a la violencia emanada de los hombres, de esta forma se colocan las bases de las teorías contractualistas sobre el origen del estado. Por su parte, el polímata ginebrino Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) argumentó que el ser humano es bueno por naturaleza, es un buen salvaje que la sociedad corrompe y le conduce a la violencia. Para el primero la violencia podría ser una condición propia del estado de naturaleza humano, para el segundo era el resultado de un proceso de descomposición social. Debate que aún continúa sin esclarecer y que podría ser explicado desde la psicología, la economía, la ciencia política, el derecho, la bioética y la sociología, incluso desde las ciencias de la nutrición, el hambre como generador de violencia.

En el fondo, la violencia puede explicarse desde el resentimiento, entendido éste como un sentimiento prolongado en el tiempo que entraña rabia, ira, enfado, disgusto hacía alguien o hacía algo, ese alguien puede ser otro sujeto moral, y ese algo puede tener la más diversa connotación una cosa o un conjunto de cosas, como por ejemplo una clase social, una organización o la misma sociedad. El resentido alberga deseos de venganza y de autosatisfacción que van alimentados por el permanente rumiar de odios, envidias y malquerencias. El resentimiento puede ser colectivo por compartir los mismos odios, envidias y malquerencias, o por el sembradío de inquinas en mentes ajenas que terminan cosechando cual océano, borrascas.

En el resentimiento se puede hallar la causa de todas las formas de violencia, entre otras, violencia de género, violencia política, violencia religiosa, violencia deportiva, violencia digital, violencia delincuencial, como si el violento per se no fuese un delincuente, o simplemente la violencia por la violencia, la violencia del que actúa por el simple placer de sentir la adrenalina que fluye mientras infringe dolor a otro.

El cenit de la violencia contemporánea está marcado por altas cifras de individuos resentidos que ven en otros a privilegiados sin merecimientos. El resentido apela a la violencia para convertirse en un superhombre que está dispuesto a todo por el simple prurito de equilibrar el sentimiento o al menos aminorar su enfado para con la injusticia de la que se cree víctima. Lo que ha generado un gran inconveniente en tiempos contemporáneos donde la cifra de seres humanos resentidos aumenta.  A mayor conexión digital, mayor información, pero también mayor resentimiento, lo que se traduce en mayores niveles de violencia. Es importante que padres y maestros desde la tierna infancia presten especial atención al desarrollo socio-afectivo de niños y niñas. Se requiere humanos con mejores sentimientos, que odien menos, que envidien menos, que juzguen menos, para que amen, cuiden y agradezcan más. La tarea para hoy: Abandonar el resentimiento, amar más.

 

 

 

 

Historia oficial del amor

Por: León Sandoval

El título de esta columna corresponde al nombre de un libro editado en marzo de 2016, autoría del escritor Ricardo Silva Romero (Bogotá, 1975). Es la historia de su familia narrada hacia atrás para desenredar la madeja. Una secuencia que inicia el jueves 01 de enero de 2015 hasta el viernes 15 de abril de 1932, para finalizar el viernes 25 de septiembre de 2015. Es la intimidad entre lo real y la ficción, el autor, su esposa, sus padres, abuelos y parentela extensa. Es la crónica de los hechos políticos y de violencia intestina acontecidos en Colombia durante los últimos ochenta años, cosida con hebras del más fino hilo del amor. Es un cruce en el camino de personajes tan humanos y tan colombianos para quienes el amor consciente o inconsciente lo es todo. Historia oficial del amor es una oda al amor. Como se lee a lo largo de la obra “Nunca en la historia del mundo un padre quiso tanto a una hija”, pero también nunca en la historia del mundo, una hija quiso tanto a un padre, un esposo a una esposa y un amigo a otro amigo.

El escritor destaca personas anónimas para la masa, seres humanos notables que dejaron un legado esencial para para quienes los conocieron; al morir se continúa vivo en la memoria de quienes conservan el recuerdo. La vida después de la muerte se proyecta en el recuerdo del otro. La obra es un relato sutil y homenaje sincero a Marcela Romero de Silva, abogada defensora de causas justas, conciencia jurídica del presidente Virgilio Barco; mujer que, con su condición humana y profesional contribuyó con la elaboración de normas que permitieron acciones gubernamentales en esa difícil crisis de los años Ochentas y Noventas del siglo pasado.

Destaca también el padre del autor, profesor y rector universitario, Eduardo Silva Sánchez; educador que consagró su vida desde la Escuela Colombiana de Ingeniería Julio Garavito en la formación de tantos ciudadanos. Físico y humanista que a través de sus artes exotéricas y esotéricas predice parte de ese futuro contado hacía atrás.

La figura de su tío materno Alfonso Romero Buj, abogado laboralista, defensor de derechos humanos y militante del Partido Comunista; asesinado en pleno centro de Bogotá luego de haber renunciado a su activismo político por sus antiguos camaradas, disidentes del comando subversivo Pedro León Arboleda, según algunos estudiosos, germen del Ejército Popular de Liberación.

El abuelo materno es la arteria de la obra, pareciera que con él todo inició. El gran caribeño Alfonso Romero Aguirre, el liberal radical “(…) nítido en lo público pero oscuro en lo privado”, autor de la Historia del Partido Liberal. Ocupó casi todos los cargos públicos de elección popular de su época, sólo le hizo falta la presidencia de la República, y no la logró por su condición de hombre radical. Ajeno a las gabelas del poder, su férrea oposición al Frente Nacional, su admiración por el General Gustavo Rojas Pinilla y su frontal enfrentamiento con la élite liberal del centro del País, cooptada, entre otros, por el presidente de la época, Carlos Lleras Restrepo.

Finalmente, emerge el amor infinito, el silencioso abuelo paterno Antonio Silva Hernández, el linotipista del Diario El Tiempo. Un hombre bueno, decente y laborioso como pocos; víctima del plomo en el intento de vencer al linotipo, como relata el autor.

Historia oficial del amor, es el amor en potencia, es el amor en familia, el amor que se cuece en los peroles de la sangre y los afectos. El amor bonito, el amor sanador y salvador. Bien vale la pena leer la obra de Ricardo Silva Romero. Gracias por estas líneas “Todo hombre debe haberse divorciado una vez antes de casarse de verdad”. Cada quien tiene derecho a tener su historia oficial del amor.

 

El deseo interior

Los seres humanos somo seres en diferentes dimensiones, somo seres integrados e integrales, integrados por cientos de células que son la representación de la naturaleza misma. Los seres humanos somos infinitamente extensos y también somos el reflejo del exterior lo que nos hace integrales. Sin duda alguna, como el célebre astrónomo Carl Sagan (1934-1996) lo afirmara, somos polvo de estrellas, pero también somos espíritu, alma, mente, razón y corazón. Somos el fuego interior que nos hacer arder el corazón. Ese ardor interno en el corazón, ese fuego interno constituye el deseo interior. El deseo interior es el pegamento de los sueños, de las visiones y las metas.

Los seres humanos en muchas ocasiones desviamos la atención de ese fuego interior, de ese deseo interno, y nos centramos en aquellas cosas o eventos que nos dan una sensación de placer. El problema del placer no es lo efímero, fugaz y pasajero, el problema real es el placer por el placer. En múltiples ocasiones perdemos de vista el verdadero deseo interior por dar prioridad al deseo exterior, a la liberación de dopamina, serotonina, endorfinas y demás sustancias químicas que una vez evacuadas o satisfechas conducen al vació nuevamente, y el ciclo vuelve a empezar, de allí la adicción a sustancias y eventos que pueden ir desde la ingesta de alcohol y de barbitúricos hasta la ludopatía y la pornografía.

La atención que pareciera no ser nada, es fundamental para el deseo interior. Donde esté tu atención ha de estar tu corazón, tu energía, tu fortaleza, tu visión y tú propósito de vida. La atención debe posarse sobre ese deseo interior. Alguna vez te has preguntado ¿Porqué algunas personas son más exitosas que otras en la consecución de propósitos de vida? Muchas veces, no basta con la disciplina, la constancia, el empeño, la dedicación, el tiempo, la buena fortuna para lograr las metas. La atención es definitiva para que los sueños sean realidad, y aviven el deseo interior. Veamos un ejemplo, muchas personas sueñan con tener sus cuentas bancarias a reventar de dinero que les permita la libertad financiera y laboral. ¿Pero alguna vez esas personas se han preguntado si son creadoras de dinero? La respuesta a la pregunta anterior puede definir muchas cosas en el futuro de una persona. ¿No sería preferible ser atento recolector de algo que ya ha sido creado y de esa manera poder disfrutar mejor el viaje?

El deseo interior es lo que te mueve, lo que te da razones de vida, lo que hace que cada mañana sonrías y quieras salir a enfrentar incluso a tus propios demonios y miedos. La vida es la manifestación del deseo interior, que la atención se enfoque en tu deseo interior, en ese fuego que te hace arder el pecho, en aquello que tu ser te señala que debes hacer, aún sin esperar recompensa alguna o reconocimiento, ya sea en el más alto cargo directivo o desde la placidez de un pequeño espacio físico viendo las palomas levantar vuelo.

No se trata de fórmulas mágicas para explotar nuestro deseo interior, pero sí somos conscientes del primer paso a seguir: La atención en nuestro ser interior que, sin lugar a dudas nos llevará a tomar conciencia, una vez detectemos nuestro fuego interior, nuestras vidas jamás volverán a ser las mismas, y por supuesto, no seremos las mismas personas.

El deseo interior nos catapulta hacia la autorrealización y al éxito en todos los campos de la vida, somos hombres y mujeres exitosos en la medida que nuestro fuego interior arda y le avivemos con amor propio, autodisciplina, constancia y por sobre todo con atención. Fue el fuego en el corazón lo que permitió a Geppetto darle vida a un muñeco, las hadas existen, pero ellas miran tu corazón antes de actuar. Que el Dios Todopoderoso nos permita atender y materializar nuestro deseo interior. Bendiciones.

León Sandoval

 

 

 

 

 

 

 

La sociedad impersonal

El sociólogo polaco-británico Zygmunt Bauman (1925-2017) tenía razón al argumentar que la vida social se ha transformado en vida electrónica o cibervida, escenario acentuado con la Pandemia del Sars Cov-2 que sirvió para acelerar el proceso de la ciberactividad. La sociedad humana ha dejado de ser una sociedad de personas para convertirse en una sociedad de sujetos de derechos mediados por los algoritmos que, no son más que un listado de instrucciones que le indican a un dispositivo electrónico qué hacer en una mina de datos bajo el reinado de la Inteligencia Artificial.

Las relaciones interpersonales heridas de muerte, agonizan entre un desenfreno de datos que marcan el compás del devenir social en la manera como las personas se relacionan en la recreación, la educación, los deportes, el gobierno, la banca, la empresa, la salud y hasta en el sexo. Qué épocas aquellas cuando el interlocutor era otra persona y se podía ir a un punto geográfico para dialogar, para quejarse, para divertirse, para aprender, para llorar por el ausente o simplemente por el placer de ver o escuchar al semejante.

Las organizaciones de toda índole han echado mano de la novedosa interacción digital en todas sus presentaciones, bajo el amparo del argumento de la correcta prestación de sus servicios a un menor costo operacional llegan a sus usuarios y a todo aquel que demande de sus servicios. Ya no se trata de una sociedad de personas, sino de sujetos de derechos que establecen relaciones cada vez menos dialógicas frente a una pantalla. Los otrora establecimientos utilizados con el fin de contactar personas para atender inquietudes en la materia que fuere, son utilizados para que las personas asistan a interactuar con dispositivos digitales, raramente se encuentra allí una persona, en su reemplazo hay sujetos de derechos que han sido entrenados para responder según un flujograma de información. Los humanos se hacen cada día más máquinas, las máquinas, más sujetos.

La sociedad humana se desmorona sin ser consciente de ello, es menos colectivo de personas en su sentido ontológico moral. Las personas son reemplazadas por sujetos de derechos y de deberes regidos por la ley; ley que poco a poco será sustituida por algoritmos. Pareciese que nadie lo notase o silentemente se aceptase el mezquino destino de la humanidad. Las organizaciones fracasan en la consideración moral para y con las personas. Los éxitos empresariales van en detrimento de la persona en favor del ciudadano digital. No importa la persona, importa el consumidor que se manifiesta en estadísticas representativas de satisfacción. Pareciera que las empresas, entre ellas, las encargadas de prestar servicios personales fundamentales como la educación, la salud, la religión, la energía, el agua potable no fueran regentadas por personas, en su lugar hubiese humanoides tras los hilos directivos para quienes el éxito se traduce en aparentar con la mediación de dispositivos electrónicos la satisfacción de las necesidades de sus consumidores.

Bauman en la Introducción de su libro El Arte de la Vida (2009) sobre la pregunta ¿Qué hay de malo en la felicidad? señalaba que son las etiquetas, logos y marcas los términos del lenguaje de reconocimiento que han dado imagen a la identidad y que las personas huyen de sí mismas para llegar a ser otras personas fabricadas a su medida. Valdría la pena añadir que esas personas hechas a su medida son diseñadas por el digitalismo bajo el imperio de la Inteligencia Artificial. Las personas desaparecen para ser sustituidas por la mejor versión de sujetos de derechos que los “likes” pueden crear. Gran responsabilidad atañe a los dirigentes de lo público y de lo privado frente al ocaso de la sociedad de personas. Se está frente a la sepultura de la sociedad personal, en su lugar, se gesta la sociedad impersonal.

 

 

 

 

Cinco principios

El Reiki es un sistema terapéutico ancestral originada en el lejano este, consistente en el manejo de la energía universal y su canalización por medio de la imposición de manos para llevar salud, armonía y bienestar físico al cuerpo, la mente, y el espíritu. Su impulsor moderno fue el japonés Mikao Usui (1865-1926). Una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, el Reiki se extendió por Occidente de la mano de los estadounidenses que tuvieron la oportunidad de iniciarse en los misterios del Reiki en tierras del Imperio del Sol. En el año de 1995 La Organización Mundial de la Salud lo reconoció como una práctica terapéutica complementaria a la medicina tradicional, pero no su reemplazo, ni substituto.

Mikao Usui empezó a buscar las razones por las cuáles muchas de las personas tratadas con Reiki no lograban reestablecer completamente su salud física, no obstante, experimentar cierta mejoría, para concluir que no bastaba con sanar el cuerpo físico, era necesario sanar en primer lugar el alma y el espíritu. Esta experiencia le sirve al maestro Usui para proponer cinco principios que condensan la filosofía del Reiki, los cuales demandan un día a la vez: “Sólo por hoy”.

Primer principio, sólo por hoy no te enfades. No permitas que la ira, el odio y el desamor tomen el control de tus pensamientos para que no albergues emociones indeseables que, posteriormente podrían desencadenar en acciones reprochables. Sólo por hoy, controla la volatilidad de tu temperamento y no permitas que sentimientos de molestia, incomodidad y de rencor hagan de las suyas.

Segundo principio, sólo por hoy no te preocupes. Por más que te afanes y te cargues, hay circunstancias, dificultades y problemas cuya solución no dependen de ti, o del momento en particular; dependen de otros actores e incluso del paso del tiempo. ¿Qué obtienes preocupándote por cosas que a veces no tienen el efecto nocivo esperado? En lugar de preocuparte: Ocúpate, ponte en acción, actúa según tu leal saber y entender, confía en tu sabiduría interior. Jesucristo, bien lo dijo, por más que lo intentes muchas veces no puedes agregar una medida a tu cabeza, pero sí puedes gestionar la voluntad para obtener acciones que a mediano o largo plazo podrán darte mejores resultados.

Tercer principio, sólo por hoy sé agradecido. Agradecer es el acto más importante, es un acto tan sublime como amar. El agradecimiento es el marco de la vida y a partir de allí empieza la abundancia. Agradecer por todo, por lo mucho, por lo poco, por lo escaso, por lo suficiente y lo insuficiente, por lo bueno y por lo no tan bueno. Todo es aprendizaje. Agradecer forma parte de sí mismo para reconocer qué tanto se avanza en la vida para sortear y aprender de las dificultades diarias. Quien agradece ora, sin lugar a dudas, ora dos veces.

Cuarto principio, sólo por hoy trabaja honrada y diligentemente. El trabajo honrado y diligente es la máxima del reikista. Hacer las cosas de manera honesta, decente y juiciosa. Cada momento es único y merece total atención. Cumplir para con las obligaciones, y especialmente, no sólo las físicas, como el aseo y el cuidado personal, o un trabajo con remuneración económica, también el trabajo espiritual, álmico e interno es supremamente importante en el proceso de reconstrucción y de crecimiento personal. Meditar, reflexionar o simplemente dejarse ir “no pensamiento” es una manera maravillosa de construir un mejor porvenir y una sociedad más amorosa y equitativa.

Quinto principio, sólo por hoy sé amable con todas las personas y con toda la creación. La amabilidad es el acto de aceptar que el otro es un sujeto moral que merece especial consideración, respeto y aceptación. En el otro nos reflejamos y nos proyectamos. Toda persona tiene su propia lucha, su propia batalla y su propio camino que enfrentar. Ser amable para con el otro es un acto de respeto, de valoración superior y de reconocimiento inequívoco de que el otro es un ser inestimable, valiente y digno de admiración y respeto. Cada quien atraviesa su propio campo minado.

Cuando tomes conciencia del sólo por hoy, vivirás un día a la vez, sabrás que cada día tiene su propio afán y circunstancias, entonces, la vida será más llevadera, más soportable, más amorosa y con mayor sentido. Te invito, a que sólo por hoy, te atrevas a mirar el mundo con otros ojos desde la energía universal del amor.

León Sandoval 

 

 

 

 

La lentitud y el rito

El hombre postmoderno desechó el rito porque el rito implica orden. Las sociedades humanas no tiempo para rituales porque los rituales no son rápidos y toman tiempo. El orden ha cedido frente a la eficiencia entendida como hacer lo que se espera para obtener el resultado deseado a la mayor brevedad, de ser posible con eficacia, ésto es, con los menores recursos posibles. Para ser eficientes y eficaces no puede haber pausa. La economía del presente ha de ser circular donde todo debe aprovecharse hasta el más mínimo átomo. Los seres humanos deben “autorreciclarse” si quieren mantenerse en pie. El rito no permite la reutilización del recurso, menos la instrumentalización del ser humano. El deseo por vivir más y mejor para mantener el ritmo de las circunstancias es una constante. No hay cabida para los lentos; la lentitud debería ser una virtud, mas no síntoma de anormalidad.

El hombre no tiene derecho a ser ritualista porque el ritual es sinónimo de anacronismo. La calma y la quietud acompasadas de lentitud no son deseables. Los ciclos vitales consisten en ganar una carrera de corto aliento en la que la obligación es derrotar al tiempo. La razón de la existencia pareciera ser producir para ser feliz. El rito pareciera reñir con la felicidad y con la productividad porque el rito no parte del desear sino del ser y la quietud en la que halla la calma. El rito desconoce la pompa y el boato porque el rito no es igual a la ceremonia. La ceremonia es vacuidad. Lo ceremonioso cae en la superficialidad frente al rito pletórico de profundo significado que desborda la naturaleza humana como lenguaje, a veces indescifrable, que conecta con el Creador.

El tiempo no es para rituales, enseñan los gurúes motivacionales de hoy; en su lugar, predican que el tiempo debe ser empleado para lograr la consecución de fines tangibles susceptibles de reconocimientos mediante bienestar físico y emocional. Reconocimientos loables que jamás suplirán el sentido de estar acorde con el orden. El rito entraña repetición y habitualidad, lo que exige tiempo suficiente para acción lenta y consciente sobre la necesidad de acatar las reglas que conducen al orden. Hoy no hay tiempo para reglas, ni para el orden y menos para la lentitud en los actos. Todo debe ser ágil, rápido e inmediato; ya no hay tiempo de espera para la riqueza y menos por el trecho largo.

El deseo marca el sentido de esta época, obtener lo deseado lentamente parece ser el peor negocio. El filósofo surcoreano de nacionalidad alemana Byung-Chul Han (1959) en su obra La desaparición de los rituales (2020) refiere que el capitalismo se basa en la economía del deseo por lo que es incompatible con la sociedad ritual, ya que el rito no se basa en el en el placer tan prioritario en la sociedad actual. No sólo el capitalismo, el socialismo y el comunismo también son incompatibles con la sociedad ritual transformada en sociedad de afanes sin cabida para el rito, en la que el reloj es su cancerbero.

La sociedad busca la felicidad en el consumo y en el descanso porque sólo allí hay placer; pareciera que la vida placentera es la vida de molicie. El rito se opone a la molicie y a lo rápido porque el rito no demanda consumo. El rito es parte del Ser y de su despertar, de allí su habitualidad y permanencia. El rito requiere tiempo, pausa y lentitud acompasadas, calma, reposo, claridad mental, constancia, permanencia y conciencia, atributos éstos que los hombres de estos tiempos perdieron y otros desconocen. Los adultos deben permitir que los niños recuperen los ritos mediante el juego para las generaciones por venir.

Por: León Sandoval

 

 

 

 

 

 

 

El arte de dar

La educación para la acumulación enseña que en todo acto humano debe haber un beneficio, un “quid pro quo” es decir, dar una cosa por otra, entregar algo a cambio de algo. En la mayoría de ocasiones, se da lo que se tiene en exceso, lo que sobra, lo que abunda en un sentido lógico, generalmente, de lo que no se considera esencial, pocas veces se da lo que es esencial, lo que se aprecia, lo que se valora en grado sumo. Incluso, se da aquello de lo cual se quiere deshacer porque significa “carga”. Dar no debe de ser un acto de sacrificio, dar ha de ser un acto de alegría y felicidad, de saber que dar entraña también compartir y entregar para el beneficio de quien recibe.

Recién termina la Semana Santa, tiempo de reflexión en el cual la Iglesia cristiana en general y la católica en particular conmemora uno de los eventos más significativos de la esencia del cristiano: El acto superior del Dios Todopoderoso que permite que su hijo amado hecho carne y hueso sea entregado, horadado y maltrecho por el amor a la humanidad, por el perdón de quienes, como yo, cometemos yerros en nuestro actuar, por la esperanza de una redención que a veces pareciera imposible.

Dar un hijo a cambio de la redención de la humanidad, no sólo es un acto de amor supremo, es también un arte, es saber que se da a cambio de no recibir nada para sí, consciente que no hay contraprestación mayor que el beneficio de quien recibe. Muchas veces, no sé dar y menos sé recibir, si dar es un arte, recibir también lo es. Dar y recibir son las caras del flujo constante de la energía, el movimiento de las fuerzas de la vida. Una ola en la mar es una caricia para la tierra que da el agua dulce del río que, presuroso irrumpe para continuar con el ciclo energético.

Habría cientos de verbos que permiten conjugar la acción de dar, tales como: entregar, abandonar, renunciar, compartir, transferir, donar, regalar, obsequiar, legar y amar. Dar es quizás el acto más grande y significativo porque no sólo se trata de cosas materiales, también se trata de tiempo, afectos, emociones, sentimientos, palabras, abrazos por el simple hecho de hacerlo a cambio de nada. En muchas ocasiones el ser humano da, y se cuestiona porqué si da tanto no recibe lo mismo, probablemente aún no es consciente de lo mucho que recibe, o simplemente, no ha tenido la paciencia suficiente para saber que la ola que choca contra la tierra, no perece, se transforma.

Dar implica abundancia, sólo quien da es abundante, y no se trata de medir la abundancia por el inventario de cosas, lo cual no es per se negativo, sino por necesitar menos inventarios para ser plenos. Dar consiste en la abundancia del alma, es un pensamiento superior, un estado de riqueza mental, un deber moral que activa los flujos superiores de energía y vitalidad, un imperativo para actuar decente y correctamente en beneficio propio y del otro. No necesariamente, es más generoso el que da mayor cantidad de cosas materiales porque tiene más, si no aquel que teniendo menos da más.

¿Cómo es posible que aquel que carece de algo pueda dar lo que no tiene? Justamente, porque esa es la magia y el milagro del arte de dar, no esperar que la bolsa esté a reventar, el secreto está en dar desde el vacío para que la bolsa pueda estar llena. No resulta fácil entenderlo y menos de explicarlo, pero la física lo resuelve desde el vacío que trata de ser llenado. Dar es un privilegio que embellece la existencia. Dar es el primer acto de agradecimiento y el acto más grande amor. Jamás considere que dar es acción de tontos, muchos intentan imitar al Maestro, pero pocos pueden seguirlo. No se trata de dar para que el otro dé, se trata de dar porque amo, y me amo en primer lugar, doy lo que soy con defectos y virtudes, con vicios y pasiones. Dios le bendiga estimado lector, que a mi ya me bendice en abundancia y felicidad.

León Sandoval 

 

 

 

 

La palabra

Refiere la filóloga española Irene Vallejo (1979) en su maravillo libro El infinito en un junco (2019) que en el siglo V a. C., Gorgias (483-375 a. C.) el sofista, escribió: «la palabra es un poderoso soberano; con un cuerpo pequeñísimo y del todo invisible, ejecuta las obras más divinas: quitar el miedo, desvanecer el dolor, infundir alegría y aumentar la compasión»”.  La Palabra tiene valor y poder pese a lo diminuta que en apariencia es, según los fonemas que la componen; su grandeza está más allá de los fonemas. La palabra es aliento en tiempos de dificultad, llena de vigor y felicidad, e incluso sirve para expresar solidaridad para con el otro que sufre. La palabra construyó el Universo a partir del verbo, que es la palabra en acción.

Se dice que previamente a Gorgias, Pitágoras (569-475 a. C), el célebre filósofo y matemático de la Escuela de Crotona, imponía a quienes serían aceptados en su escuela un rígido régimen de silencio, consistente en callar durante cinco años, con el ánimo de aquietar la mente y abrir la conciencia. En ese escenario la palabra se silencia o al menos no existe en boca del candidato a la iniciación, sólo circula la palabra creadora del maestro. El candidato calla y escucha con atención, ausculta la palabra, medita sobre ella y en ella en el sonido del silencio que le rodea. Probablemente su voz interior también acalla. Esos profanos eran llamados “Acoustici”, que sólo escuchaban y no tenían contacto visual con el maestro. Una vez superada esa ardua prueba del silencio, el candidato pasaba a ser discípulo, en adelante “Mathematici”, momento a partir del cual le era posible ver al maestro. El silencio y la escucha se complementaban con la visión ocular.

Superada la etapa del silencio, el candidato convertido en discípulo se adentraba en el aprendizaje del mundo pitagórico de la mano del maestro, quien, mediante la palabra y los números, hilaba lentamente un proceso de depuración en la vida del aprendiz que ávidamente buscaba la respuesta o quizás la palabra perdida en el marco de la vida. El maestro, fiel a sus discípulos, usaba la palabra para enseñar, pero también para corregir y sentenciar. La palabra en Pitágoras además era preceptora; el precepto cuida, guarda, protege e inculca. Se dice que Pitágoras les indicaba a sus alumnos el aprendizaje de la armonía de los cuerpos celestes antes que en los acordes de la lira. La misma armonía debería existir entre la preparación del alimento y su consumo.

También, se menciona que la palabra pitagórica edificaba, Pitágoras invitaba a encontrar la armonía entre el cuerpo físico y “la psyché” o alma humana, en armonía con la naturaleza y los dioses. Invitaba a edificar casas modestas para no tener que conservar en ella cosas innecesarias, la que debía de ser un lugar de paz, y no desear exclusivamente la paz de la tumba. El maestro Pitágoras desechaba la tiranía e invitaba a ser compasivo frente a la debilidad humana, que era la debilidad del otro y también la propia, y así mantener la confianza en la especie humana por perversa que pudiera ser. En algún momento la humanidad entenderá que no todo se vale y menos la guerra.

El maestro invitaba para que la palabra no fuese sólo látigo de la razón, sino también pebetero del corazón. La divinidad está acompañada de la Palabra que edifica, sana, cura, compone y revive. No en vano, una palabra es suficiente para sanar al hombre, una palabra enhebra Al Corán. Una palabra del Dios vivo. La palabra para Pitágoras es el acto de la divinidad, manifiesto en un círculo que tiene un centro en todo lugar y una circunferencia en ningún sitio. La Palabra es espíritu, vida y materia.

León Sandoval

 

 

El ADN cósmico

De la misma manera como los seres vivos tienen un ADN que está asignado por la naturaleza y la carga genética que reciben de sus ancestros, determinante de los caracteres biológicos y las particularidades únicas de cada individuo, que influye en el desarrollo biológico y cuyos estudios datan desde 1869 con los descubrimientos del biólogo suizo Johan Friedrich Miescher (1844-1895); existe también un ADN, no asociado con la naturaleza biológica y la carga genética de cada individuo, resultante de la ubicación y la influencia de  cada cuerpo celeste al momento del nacimiento de los seres, otros dirán desde el momento de la concepción, que influye en la psiquis humana y en la forma como cada individuo abordará los diferentes eventos de su existencia. Éste es el ADN cósmico, que está supeditado a la astrología y que se constituye en su materia aplicada de estudio.

Para el mundo Occidental y particularmente en las academias racionalistas del Siglo XX y XXI, muchas veces desconectadas de la espiritualidad, la astrología ha sido considerada como la hermana ilegítima de la astronomía; de hecho, se reconoce a la astronomía como una ciencia con todos los ribetes y reconocimientos, mientras que la astrología se estigmatiza como un oficio nada científico, “digno” de “augures” y “adivinos”. Empero, muchos desconocen que la astronomía deviene de la astrología y no al contrario. Si hubo una hermana mayor: Esa fue la astrología. No en vano, grandes astrónomos de la edad media como Tycho Brahe (1546-1601), Galileo Galilei (1564-1642) y Johannes Kepler (1571-1630), entre otros tantos, practicaron la astrología en sus respectivas cortes, y el mismo Nicolás Copérnico (1473-1543) estudió astronomía en la Universidad de Cracovia y luego astrología en la Universidad de Bolonia. En efecto la astrología se aprendía en las universidades de la época a la par de la astronomía, la física, la matemática, la medicina, la teología y el derecho.

La astrología es tan antigua como la misma historia de la humanidad y ha estado presente en todas las civilizaciones. Se dice que el origen de la astrología se remonta a la antigua Mesopotamia. La astrología ha estado presente en todas las culturas: China, himalaya, mongola, india, griega, romana, egipcia, maorí, africana, maya, azteca, muisca e inca. Se atribuye a Alejandro Magno (356-323 a.C.) permitir la propagación de la astrología oriental en Occidente. Desde siempre los seres humanos han mirado a la bóveda celeste para explicar sus vidas y sus orígenes para luego mirar hacia dentro y entender por qué son polvo de estrellas como lo pregonaba el astrónomo escéptico estadounidense Carl Sagan (1934-1996).

La astrología busca desentrañar el ADN cósmico, entendido como la configuración de habilidades psicoemocionales con las que cada individuo está dotado, y sobre cómo, a través de un proceso de toma de conciencia, se pueden gestionar esas habilidades para hacer frente a los desafíos de la existencia personal y colectiva. El llamado destino, toda esa serie de eventos que un individuo deberá enfrentar a lo largo de su existencia terrenal. En otras palabras, cómo por medio de autoconocimiento se puede gestionar ese cúmulo de habilidades, talentos, dones, carencias, zonas grises y sombrías para articularlas desde un ejercicio de la psiquis y desde la espiritualidad en el trinomio pensamiento, emociones y acciones.

Si toda persona fuese consciente de su ADN cósmico y del libreto que le corresponde desempeñar en cada encarnación, habría menos odio, enojo, ignorancia, depresión, envidia, fracaso, crímenes, suicidios, enfermedades e ira. Habría en su lugar seres humanos mejor desarrollados, empáticos, autónomos, emocionalmente inteligentes, autovalidados, exitosos, alegres, plenos y con mayor gusto por la existencia. El ADN cósmico es una realidad, es una manifestación de que lo seres humanos no sólo son seres biológicos y psíquicos, son también seres espirituales conectados con el Todo y con la Nada. Seres cuya existencia no sólo se remota a un plano terrícola, también son hijos de las estrellas. Son lo más maravilloso y perfecto de la creación. Llegará el momento en el que la astrología volverá a ser motivo de enseñanza en las universidades más encopetadas del mundo y será vista como una herramienta transdisciplinaria que unirá lo exterior y lo interior. El ADN también es cósmico.

León Sandoval 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cómo curarse de odio

El problema del odio o la enfermedad del odio, por denominarlo de esa manera, no es del destinatario o receptor de ese sentimiento de aversión o de esa emoción negativa que busca su destrucción, el problema es de quien realmente lo padece, en otras palabras: El problema del odio es de quien supura odio y destila la hiel de destrucción hacia el sujeto u objeto del odio. Quien odia, no sólo odia lo que está fuera, odia finalmente lo que está afuera porque allí recae su propio reflejo. Es decir, quien odia a otro, se odia a sí mismo porque ve reflejado en el otro lo que tanto detesta y le incita a querer autodestruirse por medio de la destrucción del otro. Este breve artículo sin pretender ser un tratado de ciencia psicológica, porque definitivamente no lo es, sí es una reflexión personal desde el holismo sobre como curarse de odio, o al menos, intentar tomar conciencia sobre el padecimiento del odio.

El odio es catalogado como un sentimiento de aversión hacía alguien o hacia algo, se dice también que es una emoción negativa que provoca el más profundo rechazo hacia el destinatario de dicha emoción que, muchas veces puede ser la misma persona que la padece. Según algunos diccionarios de psicología definen el odio como una pasión de un sujeto que busca la destrucción de su objetivo, para el psiquiatra de nacionalidad alemana Sigmund Freud (1856-1939) el odio era un hecho clínico esencial que produce serias consecuencias psíquicas y sociales. Para el psiquiatra y psicoanalista francés Jacques Lacan (1901-1981) el odio se manifestaba como el odio celoso y el odio del ser; el primero se dirige hacia aquello que se considera digno de rivalidad, y el segundo, que es más vehemente, es el odio hacía otro por el hecho de saber más o de conocer más o incluso el odio hacía Dios por el hecho de ser Dios, “El odio del ser puede también apuntar al ser de una persona a la que le es supuesto un saber más perfecto y cuyas conductas o proposiciones son entonces execradas”, en términos de Lacan, fueron víctimas de este odio del ser, el astrónomo pisano Galileo Galilei (1564-1642) y el matemático de nacionalidad alemana, inventor de la teoría de conjuntos, George Cantor (1845-1918).

El que odia lo hace porque le permite al destinatario de esa aversión provocar ese sentimiento de repulsión. Quien odia lo hace porque sufre, es débil, su inteligencia no le permite gestionar adecuadamente las emociones, empero, el dolor provocado puede ser digerido por medio del diálogo y la introspección. Los seres humanos cargamos con dolor, con resentimiento, con desprecio por el que es diferente, ya sea porque se ve diferente, porque vive diferente o simplemente porque piensa o ama diferente. ¿A dónde irá a parar el mundo si todos los seres humanos tuviéramos que vivir, pensar y amar de la misma manera?

Curarse de odio no es fácil, ni consiste en una receta mágica que se toma en dosis de comprimidos cada ocho horas, pero en mi experiencia, más como receptor o recibidor de odios fundados e infundados y menos como odiador, lo que creo trance superado, es posible proponer desde una mirada holística algunos ejercicios terapéuticos a saber: Primero, aceptación y amor propio. Segundo, entender que todos los seres humanos somos diferentes y que la tolerancia es un acto de amor. Tercero, el sentido de la consideración moral para con el otro. Cuarto, tener la capacidad de hacer un ejercicio de alteridad desde el lugar del otro, luego desde un lugar ajeno al otro y al propio para determinar qué es lo que provoca ese sentimiento aversivo. Quinto, meditar con la mirada hacia dentro, introspección para hallar la causa del odio dentro del propio ser y no fuera. Sexto, perdonar lo odiado, sin perdón no es posible sanarse de odio.

En últimas el camino del odio viene de adentro hacia afuera, y no al contrario. Dado el caso, pido perdón a quienes me han odiado y a especialmente, a quienes me odian, y también a quiénes en algún momento he odiado, no ha sido jamás mi deseo despertar tan vil sentimiento. Hoy estoy sano de odio ¿y Tú?

León Sandoval 

 

 

 

 

 

 

Siempre hay y habrá una oportunidad

La vida es un recorrido en el que se conoce el inicio, pero pocas veces el final. En el trayecto se tiene acceso a diferentes estaciones, medios de movilidad y compañeros de ruta, algunos se quedarán durante varios puertos, otros se bajarán incluso a mitad del camino, pero en general todo es aprendizaje. Aún en los tramos más adversos del recorrido cuando todo parece ir en contra, incluso en tiempos de tempestad, hay oportunidad para el aprendizaje y para retomar el camino creyendo que aún es posible avanzar.  Siempre hay y habrá una oportunidad para enmendar el camino, incluso el mismo camino a la tumba puede ser enmendado, así parezca tarde, nunca será tarde para quien cree.

La siguiente es una de las preguntas permanentes en consultoría de vida ¿Es posible cambiar la ruta de la vida por una menos azarosa? La respuesta contundente es sí; será posible siempre y cuando tomes en cuenta en qué parte de la ruta estás, cómo va el recorrido y qué estás dispuesto a hacer para cambiar el puerto de destino. Estos tres aspectos anteriores pueden ser manifestados de diferentes maneras y circunstancias, no todos emprenden la misma ruta, ni por el mismo medio, pero en común, todos quieren vidas más tranquilas y en calma, libre de exceso de peso y adversidades.

Conocer en qué parte de la ruta se está, implica hacer un alto en el camino y reflexionar con los instrumentos que se tienen a la mano para saber exactamente, qué se ha andado y a dónde se quiere arribar, si se ha navegado contra la corriente o por un precipicio sin más posibilidades adelante. Resulta importante conocer con qué recursos se cuenta y con qué infinita fe se puede avanzar. Es como si se tratara de reorganizar el sistema de GPS o la aplicación de Waze, muchas veces se transita en círculos y se repiten los caminos una y otra vez, con la cabeza clavada en la ruta, sin elevar la mirada al cielo para ver más allá.

Para determinar cómo va el recorrido, es importante hacer un balance de pesos y contrapesos, de viajes cortos y largos, de mercancías transportadas y gestionadas, de logros y aciertos, y a partir de allí, enmendar lo que sea enmendable, mejorar lo que deba ser mejorado y eliminar lo que no aporte o sea una carga que haga lento y pesado el recorrido, incluso angustiante. Cuando se conoce en qué parte del recorrido se va, es importante determinar inteligentemente cómo gestionar las emociones y si esas emociones pueden ser modificadas, trabajadas y tratadas en pro de determinar como el recorrido ha sido afectado por la emocionalidad.

Qué tipo de acciones o movimientos se está dispuesto a hacer para cambiar el recorrido, desde cambiar un hábito, una práctica, una forma de ver el mundo, hasta cambiar de domicilio, de trabajo y de forma de vida. Un simple cambio de imagen muchas veces contribuye de manera significativa sobre la forma como te ves y miras el mundo. Cambiar el recorrido entraña una alta autoestima y una forma de abordar los problemas y las adversidades en el camino de la vida desde el amor propio y no desde la baja estima. Desde la alegría y no desde la aflicción. Desde la abundancia y no desde la carencia. Cuando la alta autoestima llega, el recorrido de la vida se hace menos tedioso, más sincero, empático y de mejor transición. No en vano, el conocerse a sí mismo de los antiguos griegos implicaba también una alta dosis de moral elevada.

No importa la adversidad, ni la dificultad por la que estés transitando, recuerda siempre que mientras haya vida, siempre hay y habrá una oportunidad, una oportunidad para arriar velas, una oportunidad para cambiar el rumbo, una oportunidad para pilotear la nave a un destino. Siempre pero siempre, valórate, ámate, quiérete, mímate porque eres tu mejor compañero, la mejor versión de ti es la que debes cultivar y con la que debes arribar al puerto final. Si lo crees, ¡Hecho está!

León Sandoval 

 

 

Aprende a amar el destino

Una de las grandes preocupaciones humanas a lo largo de los tiempos ha sido conocer el destino, si las personas tienen un destino signado y si ese destino puede ser cambiado. Como escribiera al respecto el célebre maestro de astrólogos, Mauricio Puerta Restrepo (1950), en su libro Astrología aplicada sólo para astrólogos (2004): “(…) a uno las cosas le suceden por destino o por idiota; que puede cambiar las segundas, pero no las primeras. Es más, ¿Cómo las va a cambiar, si usted no sabe cuál es su destino? Y, una vez lo sepa… ¿para qué va a querer cambiarlo si ese es SU (sic) destino?” En la anterior cita hay profunda sabiduría y pragmatismo, cómo realmente se quiere cambiar el destino que no se conoce, o se es tan idiota para querer cambiar lo que indefectiblemente ha de suceder. Los antiguos estoicos hablaron del Amor fati, que hace referencia a una alocución latina que bien podría ser traducida como amor al destino.

El filósofo alemán Federico Nietzsche (1844-1900) en sus textos La gaya ciencia (1882) y Ecce homo (1888) abordó el concepto del Amor fati, definiéndolo como amar las cosas como son, en otras palabras, aceptar los sucesos como suceden y no como se quiere que acontezcan, lo que muchos siglos antes, fue expuesto por Epicteto (55-135) en Enquiridión.  Si los seres humanos aceptasen las cosas como son en lugar de desear lo que no son, probablemente la vida sería más llevadera, habría menos sufrimiento, o al menos éste sería más llevadero.

Se debería como lección de vida de cada uno, aprender a amar el destino, más allá de cambiarlo o querer modificarlo, es preferible y deseable entenderlo para poder conocerse a si mismo y gestionar las emociones, en últimas, son las emociones las que determinan las acciones y son también las emociones las que sin quererlo terminan por modelar el destino. Los estoicos supieron con claridad meridiana que, las emociones son esclavas del pensamiento. Si las emociones preceden a las acciones, las emociones son precedidas por el pensamiento. Gran parte del éxito en la vida depende de la manera como se modela el pensamiento y su peso sobre las emociones. Aprender a amar el destino debería ser una especie de imperativo categórico personal. Aceptar el curso del destino para poder en forma inteligente y racional, controlar las emociones.

Aprender a amar el destino es fundamental para cada persona porque le permitirá conocer el libreto de su alma, y con arrojo decidir si el sufrimiento será permanente, si puede ser evitado, o al menos controlado. No es la idea de la muerte la que ocasiona zozobra y miedo, si no la forma como la muerte se presenta, acompañada de sufrimiento y de insoportable dolor. ¿Cómo conocer el destino? ¿Realmente el destino está signado en las estrellas? ¿Existe el destino como una concepción previa a la vida? ¿Resulta la astrología de utilidad para conocer el destino? ¿Podría ser la astrología una terapia para el alma?

La astrología, pese a que en las sociedades contemporáneas no goza del valor y el reconocimiento científico que tiene su hermana siamesa: La astronomía, es un instrumento que permite conocer el alma humana y reconocerse en ella, en particular, el libreto de la vida sobre el conocimiento propio. Si los seres humanos supieran gestionar sus emociones, probablemente habría menos sufrimiento, mayor aceptación de la realidad sobre el destino que a todos les espera y que cada uno debe recorrer. Aprender a amar el destino es parte de la tarea del héroe, entender que es una misión que cada uno debe descubrir y ejercitar en su proceso vital. Al cabo, en la asignatura de la vida, unos son más aplicados que otros y hacen de buena manera la tarea, pero al final nadie sale vivo.

León Sandoval

 

 

 

 

 

 

El amor incondicional

El amor es la energía más poderosa, el amor permite que lo imposible se haga posible. Por amor se han hecho las gestas más increíbles, pero también las más estúpidas, según Paul Tabori (1908-1975), en Historia de la estupidez humana, el caballero Ulrich Von Liechtenstein (1200-1278) mutilaba su cuerpo para agradar a su amada. Se debate sobre si el amor es un sentimiento o una energía absoluta y universal, si tiene límites o si por el contrario el amor es incondicional; éste es el amor que supera todo, que resiste todo y entrega todo a cambio de nada. Muchas veces el amor incondicional termina siendo una forma de amor idealizado por quien se hace acreedor del amor, o un estereotipo creado por la literatura y la industria audiovisual. Vale la pena preguntarse ¿Existe el amor incondicional? Este artículo trazará algunas reflexiones al respecto.

La muestra más contundente de amor incondicional está en el Evangelio: El amor de Dios, que sacrificó a su único hijo, al hijo amado por el perdón de los pecados y la vida eterna de los creyentes, Juan 3:16. El amor incondicional sí existe, es la energía que fluye en la naturaleza y ha sido revelado a la humanidad. Jiddu Krishnamurti (1895-1986) en su obra A los pies del maestro, sentencia: “Estudia profundamente las leyes de la naturaleza, y cuando las hayas conocido adapta tu vida a ellas, empleando siempre la razón y el sentido común”. Las leyes de la naturaleza expresan el amor como energía vital, y no como un tema de sentimientos, géneros o identidades sexuales. El hombre tiene la capacidad de fecundar y dar vida inseminando el óvulo ansioso de recibirla. La mujer aporta y permite que el óvulo sea fecundado, le corresponde albergar la vida gestante hasta que esa célula fecundada se transforme en un ser humano con su propio ADN y características genéticas en su unidad, identidad e individualidad, por ello, en la naturaleza los hijos son de las madres. En consecuencia, la mujer convertida en madre bien sea por procreación, adopción u otra manera, tiene naturalmente la capacidad de amar de manera incondicional y sin límites a sus hijos. El amor de la madre hacia sus hijos es el amor superior, el amor infinito y sin restricciones. El amor incondicional debería ser recibido por todo hijo desde su madre.

Existe también otra fuente de amor incondicional: El hombre. El hombre sólo ama incondicionalmente a la pareja, porque el hombre en su capacidad de fecundar tiene un rol establecido por la naturaleza, engendrar vida y proteger a su pareja. Albergar la vida es labor de la mujer, no del hombre, en sentido estricto. En otras palabras, el amor incondicional tiene dos fuentes, una, de la mujer hacia los hijos, y la segunda, del hombre hacia su pareja. Por supuesto, esto no quiere decir que toda mujer ame incondicionalmente por el simple hecho de ser madre, y que todo hombre ame incondicionalmente por ser compañero, y que no pueda haber amor incondicional entre otro tipo de relaciones, ni que el amor más grande es el que cada quien debe profesarse a sí mismo y al Creador. La naturaleza en su sabiduría infinita ha puesto a cada uno en un rol especial y definido.

Yerra el hombre que entra en una relación afectiva esperando recibir amor incondicional por parte de su pareja femenina, por el contrario, al hombre le compete nutrir con su amor incondicional a su pareja, para que, a su vez, según el caso, la mujer nutra con su amor incondicional a sus hijas e hijos, que a su vez podrían ser madres que amarán incondicionalmente a sus hijos y, potenciales compañeros que amaran incondicionalmente a sus parejas. La naturaleza no suele equivocarse, Dios no juega a los dados, dicen que dijo el gran físico.  Los actuales son tiempos donde se confunden amor con pasión, respeto con atracción, amar con sexar y biología con derecho. Cuesta reconocer que la naturaleza no se acopla al deseo del humano según sus circunstancias particulares, por el contrario, es al hombre y a la mujer, a los que les corresponde resonar, vibrar y reconocerse en la naturaleza.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

León Sandoval 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A los pies del maestro

A los pies del maestro es un libro poderoso, breve en extensión, profundo en saberes. Su autor fue Jiddu Krishnamurti, (India Británica 1895-California, Estados Unidos 1986), pensador indio que tocó la conciencia humana con sus enseñanzas y acción, fue uno de los líderes espirituales más importantes del siglo XX. Se dice que A los pies del maestro fue escrito cuando Krishnamurti tenía 15 años. El libro contiene las enseñanzas de El Maestro, que lo preparó para su iniciación, le reveló al autor. El propósito del libro es ayudar a las personas en su proceso de evolución. El libro está dedicado a todas aquellas personas que investigan, “De lo irreal condúceme a lo real. De las tinieblas condúceme a la luz. De la muerte condúceme a la inmortalidad”. Las enseñanzas del Maestro parten de la base de que no se trata sólo de apreciar la belleza de las palabras, se requiere que sean vívidas, es decir, puestas en práctica y ejecutadas. Cuatro son los requisitos para el sendero propuesto, a saber: Discernimiento, Ausencia de deseo, Recta conducta y Amor.

El discernimiento es la facultad de distinguir entre lo real y lo irreal que, en términos de El Maestro, conduce al practicante a entrar en el sendero, es en el sendero donde pueden ser halladas las cosas que realmente merecen ser logradas. Para El Maestro hay sólo dos clases de hombre: los que conocen y los que no conocen; el conocimiento es lo que prevalece, más allá de la religión, etnia o condición social de las personas. El conocimiento acerca a Dios permite evolucionar. Dios está en lo real, no en lo irreal. Elegir siempre el recto camino para desechar lo erróneo, tomando el control del cuerpo, de la mente y del espíritu. Abstenerse siempre de lo indebido sin detenerse a pensar en lo que piense o diga el ignorante. El estudio de las leyes de la naturaleza es una obligación para adaptar la vida a ellas en el pleno ejercicio de la razón y el sentido común. Ser una roca frente a lo recto o a lo malévolo, cediendo en todo aquello que no tenga importancia con afabilidad, bondad, raciocinio y condescendencia. Pensar por sí mismo es un deber.

La ausencia de deseo, el deseo no es el Ser. Todo deseo egoísta encadena aún por elevado que sea el propósito. Hacer el bien por amor al bien y no por la espera de una recompensa. Aconseja hablar poco o nada, y hacerlo sólo cuando lo que se deba decir sea verdadero, bueno y útil. Callar antes de hablar. Igualmente, se debe evitar la intromisión en los asuntos ajenos porque toda persona tiene derecho a la libertad de palabra, pensamiento y de acción, en tanto no afecte los asuntos de otros. Impone el deber de defender a niños y animales de tratos crueles, denunciar a quien viole las leyes, y educar con dulzura.

La recta conducta requiere la práctica de seis principios: El dominio de la mente, el dominio de la acción, la tolerancia, la alegría, la finalidad única y la confianza. Manteniéndose gozoso y sereno, evitando la aflicción, no hay derecho a estar en depresión. El Maestro invita a ser indulgente y benevolente. Por duro que sea el karma, se debe agradecer que no haya sido peor, estando dispuesto a desprenderse de cualquiera cosa y de todo si es necesario. Hacer todo de corazón con tenacidad como para El Señor y no para los hombres.

El Amor es la cualidad más importante, porque sin Amor no hay existencia. El Amor requiere no dañar a ningún ser viviente y estar siempre atento a cualquiera oportunidad para prestar ayuda. Según El Maestro, las conductas que más daño ocasionan al Amor son hablar mal, la crueldad y la superstición. La crueldad muchas veces es el resultado de falta de reflexión. Ser uno con Dios se logra cuando la persona es canal del Amor hacia los semejantes, para ello, la Sabiduría, la Voluntad y el Amor son tres cualidades que deben ser esparcidas desde el interior de cada individuo hacia el mundo. En suma, Amar es una bendición no un simple verbo, quien ama evoluciona.

León Sandoval

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pensar para el éxito II

Si se parte de la premisa que pensar bien y bonito es el primer paso para lograr el éxito en la vida; el amor es el condimento especial que debería sazonar todo acto humano en la búsqueda de la realización superior. Pensar bien y bonito al igual que el amor son excluyentes con todo pensamiento que apunte hacía el odio, la envidia y el juzgamiento. A mayor calidad del pensamiento, mayor será su fluidez en aras de la materialización de lo que se busca para el éxito en la vida. Para que una idea sea considerada diamante, es decir una idea trascendente e impactante, debe tener la posibilidad de materializarse en algo favorable, tangible, palpable, medible y cuantificable.

Pensar bien y bonito debe implicar la idea de dar, de entregar lo mejor de cada uno siempre sin esperar recompensa. Se debe estar dispuesto para compartir no sólo recursos materiales, también el conocimiento, la generosidad y hasta el alma. Pensar en dar conlleva tener la capacidad de ser una fuente de bendición y provisión permanente para otros seres y mundos. Pensar en dar es reconocerse como manantial que puede regar con acciones las vidas de otros para construir un mundo si no mejor, al menos más justo y armonioso.

El pensamiento de dar es correspondiente con el pensamiento de recibir. Recibir también es un arte que se debe ejercitar, recibir es la consecuencia natural de dar. Muchas veces al recibir el agradecimiento por parte de otra persona se responde con un simple “De nada”, como sí lo que se hubiese dado careciese de valor. Recibir es también un acto de autorrespeto, de amor propio y autoafirmación. Recibir es conectar con el ciclo vital, se recibe la vida y se da la vida. Se recibe alegría y se da alegría. Siempre que se da, le corresponde por ley natural el recibir. Recibir es también el reconocimiento de ser un ser especial que merece. No hay recibo inmerecido, el acto de recibir es la materialización del pensamiento de recibir.

Pensar para el éxito lleva anejo un pensamiento para con el propósito de vida a partir de las siguientes preguntas: ¿Qué se desea hacer? ¿Hasta dónde se quiere llegar? ¿Cuál es la meta deseada? Está demostrado que las personas que tienen propósito de vida generalmente logran vidas de mejor calidad. La vida no es el simple sostenimiento diario de las necesidades básicas, es también la proyección de un propósito a lo largo del tiempo. Del inolvidable Dr. Joseph Murphy (1898-1981) se dice que, (autor entre otros libros, de El poder de la mente subconsciente, un clásico sobre el pensamiento positivo y la ley de la atracción), siendo octogenario le invitaban a dar conferencias, siempre las iniciaba compartiendo con el auditorio su propósito de vida para los próximos años, lo cual, es digno de admiración e imitación en tiempos en los que muchas personas, al llegar a la edad de jubilación creen que sus vidas han perdido sentido, como si jubilarse significare sentarse a esperar la muerte.

Pensar para el éxito es el equivalente a quien abona el terreno para la siembra, con la certeza de que esa tierra algún día permitirá que de sus entrañas brote la cosecha y se expelan los más dulces aromas junto a frutos dignos de selectos paladares. Pensar para el éxito precede a la acción que permitirá que la prosperidad, que la abundancia, que la salud, que el amor y miles de maravillosas cosas se materialicen. El éxito persigue a quien piensa bien y bonito. Sólo resta por preguntar: ¿Estás pensando bien y bonito hoy?