¿Para qué y para quién escribir?
A propósito de la Feria Internacional del libro de Bogotá (La FILBO) que discurre en este momento, con el éxito de siempre, en la que pululan los libros y los autores de los mismos y se atiborran todos los espacios con amantes de la lectura, me permito compartir con los lectores de mis columnas semanales algunas reflexiones propias sobre el arte de escribir, empezando por citar a nuestro laureado con el premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez cuando dijo: “no me explico cómo hay escritores que no se dejan inquietar por algo que afecta y a veces determina la realidad en que viven”.
Una pregunta recurrente que uno se hace a sí mismo, sobre todo en los tiempos que corren, en los que priman la frivolidad y la trivialidad, productos de una gran frigidez intelectual que abruma, es para qué y para quién escribir, sin esperar el acostumbrado y esperado like propio de las redes sociales. En mi caso, me hecho a la idea de que lo que uno no escribe y publica no existe, escribir se me ha vuelto una necesidad imperiosa, tan perentoria como respirar; no me hallo a mí mismo sin escribir.
Cuanto más leo, me informo, aprendo y desaprendo, abrevando en las fuentes del conocimiento, más abrasadora es el ansia de escribir. Tanto más en cuanto que el conocimiento jamás será capaz de agotar la realidad, que siempre está en estado de mutación. Con razón dijo Heráclito que nadie se baña dos veces en las aguas de un mismo río, pues la realidad al igual que el agua fluye permanentemente. A ratos, en mi diario discurrir, leyendo, analizando e investigando siento una sensación que me lleva a evocar al Quijote cuando exclamó “se va anchando Castilla delante de mi caballo!
La necesidad, el deseo y la fascinación por el hábito de escribir se conjugan, para hacer de mis escritos una razón de ser y de existir. En mi obra siempre encuentra el lector una verdadera lluvia de ideas – fuerza, embrionarias unas, en fecundación otras y las más en permanente estado de hibernación. La variedad de la temática, escrito en un lenguaje llano y simple, sin términos abstrusos e ininteligibles, hacen ella textos de consulta para legos y entendidos en distintas disciplinas del saber.
El tono de mis escritos es controvertido y controversial, crítico – al fin y al cabo, como dice Camus, el escritor, y yo no presumo serlo (¡!), no puede estar al servicio de los que hacen la historia, sino de quienes la sufren -, para nada dogmático y tienen por hilo conductor una línea de pensamiento fundada en los principios ideológicos con los que comulgo, imbuidos de una gran sensibilidad social, como buen socialdemócrata que soy. Siempre me he declarado como Churchilleano en política, orteguiano en filosofía y keynesiano en economía. Mis opiniones son mis convicciones!
Entre los años 1979, cuando vio la luz mi primer libro, La crisis energética y el petróleo en Colombia y el 2025, cuando empezó a circular mi más reciente producción, La historia no contada del gas natural en Colombia he escrito y publicado 50 obras. Y entre estas se cuenta una serie de Escritos, de los cuales ya se cuentan 24 volúmenes, en los cuales, a diferencia de los demás que versan sobre temas específicos, compendio columnas, artículos, opúsculos, ponencias, en torno a asuntos muy variados, enfocados fundamentalmente en la economía, la energía, la minería, el medioambiente, la política y las regiones. Me propuse hacerlo porque de otro se perderían y refundirían en el maremágnum de documentos que archivo, de tal modo que ni yo mismo volvería a dar con ellos.
Finalmente, quiero compartir con mis lectores una infidencia: me esmero tanto en lo que escribo, como en el modo, la manera y el estilo con que lo hago, pues al decir de Mario Benedetti “si la forma en que se escribe es torpe, perjudica en primer término al mensaje. Lo primero que hay que cuidar es la forma literaria”. Al fin y al cabo, según la frase que se le atribuye a Georges – Louis Leclerc, conde Buffon, naturalista francés se dice sentenciosamente que el estilo es el hombre!
Coletilla: les comparto la felicidad y la satisfacción que siento al haber sido honrado por parte del Banco de la República su Gerente Leonardo Villar al recibir la donación que le hice a la Biblioteca Luis Ángel Arango de 5.400 volúmenes de mi biblioteca personal, la misma que me ha servido durante tantos años de manantial y abrevadero del conocimiento, para que ahora muchos más tengan la posibilidad de acceder a ellos!