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Etiqueta: opiinión

La confiabilidad: Un pilar Clave para la competitividad en Estados Unidos

En el mundo actual, donde la eficiencia y la sostenibilidad son esenciales para la competitividad global, la confiabilidad ha emergido como un factor crítico. Específicamente en Estados Unidos, poder contar con un enfoque más robusto en confiabilidad ofrecería no solo una ventaja estratégica, sino también una oportunidad para abordar los retos inherentes a un mercado industrial en constante crecimiento y evolución.

La confiabilidad, definida como la capacidad de un sistema de desempeñarse sin fallos durante un periodo de tiempo definido, es más que una característica técnica; es una notable ventaja competitiva. En sectores como la manufactura, la energía y el transporte, garantizar el buen funcionamiento de equipos críticos no solo permite reducir costos generados normalmente por mantenimientos no planificados y tiempos muertos, sino que también genera confianza en los clientes, socios comerciales e inversionistas.

 

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Es por eso que, en el contexto estadounidense, donde la competencia en el mercado global es bastante fuerte, la adopción de principios de confiabilidad permitiría a las empresas optimizar sus recursos y alinearse con las demandas de sostenibilidad. Por ejemplo, las soluciones de mantenimiento predictivo, basadas en datos generados por sensores y analítica avanzada, permiten predecir y prevenir fallos antes de que ocurran. Este enfoque no solo reduce el impacto ambiental, sino que también mejora la productividad, una prioridad clave para la industria local.

A pesar de sus beneficios, implementar sistemas de confiabilidad presenta retos significativos. Uno de los principales es la resistencia al cambio por parte de algunas empresas estadounidenses, especialmente las pequeñas y medianas ya que continúan dependiendo de modelos reactivos de mantenimiento. Cambiar a un enfoque proactivo requiere inversiones iniciales significativas en tecnología, capacitación y tiempo.  Otro obstáculo es la falta de personal calificado, debido a que el manejo de herramientas modernas, como el Internet de las Cosas o los sistemas de gestión de activos, requiere habilidades específicas que muchas organizaciones todavía no han desarrollado. Esto resalta la necesidad de programas educativos y colaboraciones entre la industria y las instituciones académicas para cerrar la brecha de habilidades.

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Sin embargo, las oportunidades para implementar proyectos de confiabilidad en Estados Unidos son inmensas. La digitalización se encuentra en auge, y las empresas que adopten sistemas avanzados de confiabilidad podrán integrar datos en tiempo real para mejorar la toma de decisiones al interior de diversas industrias. Además, las iniciativas gubernamentales y los incentivos fiscales para la innovación tecnológica pueden f

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facilitar las inversiones iniciales, y éstas se recuperan gracias a la reducción de costos operativos y accidentes laborales. Por ejemplo, un caso de éxito relevante es la industria aeronáutica, donde los sistemas de confiabilidad ya son un estándar. Empresas como Boeing han utilizado tecnologías de mantenimiento predictivo para garantizar la seguridad y minimizar interrupciones, logrando así un balance óptimo entre costos y rendimiento.

La confiabilidad redefine la forma en que las industrias operan. Es por eso que, en Estados Unidos, un enfoque más robusto en la confiabilidad podría transformar la competitividad industrial, abordando los retos actuales y capitalizando oportunidades tecnológicas. Para lograrlo, es esencial superar las barreras de implementación mediante la educación, la colaboración y el uso de incentivos que promuevan la transición hacia una industria más eficiente y sostenible.

Adoptar principios de confiabilidad, en cualquier empresa o país, no es solo una decisión técnica; es un compromiso con el futuro de la industria en uno de los mercados más competitivos del mundo.

Fernando Arias Guzmán

El derecho sustancial

Para Daniel. El Artículo 228 de la Constitución Política colombiana dispone que la Administración de justicia es una función pública, actuará de manera pública y permanente, los términos procesales exigen diligencia, habrá desconcentración, autonomía e independencia en la Administración de justicia y en sus actuaciones prevalecerá el derecho sustancial; en consecuencia, entre otros mandatos constitucionales, el derecho sustancial prevalece sobre el derecho procesal.

El derecho sustancial o sustantivo es el creador de derechos para los sujetos, su función es la de crear, declarar, constituir, extinguir y modificar situaciones de contenido jurídico. Se goza de los derechos gracias al derecho sustancial, verbo y gracia, la norma del Código de Comercio que indica las obligaciones del vendedor y del comprador en la compraventa mercantil. Por su parte, el derecho procesal o adjetivo es el encargado de reglar los procedimientos con los que se administra justicia, lo constituye el conjunto de reglas que regulan los procedimientos judiciales, por ejemplo, la norma del Código General del Proceso que fija los elementos de la demanda, o cuánto tiempo tiene el demandado para contestarla. En suma, el derecho sustancial es el Ser del derecho, el derecho procesal es el cómo hacer para que ese Ser se materialice en caso de disputa.

 

El Constituyente en sana lógica privilegió el derecho sustantivo sobre el adjetivo. Jamás las reglas procesales y la técnica jurídica deberían estar por encima de los derechos sustanciales. La expedición del Decreto 2.289 de 1989, antiguo Código de Procedimiento Civil, hoy derogado, abrió el camino para que el rigorismo jurídico y el procesalismo se impusieran sobre lo sustancial, lo que modificó la cultura jurídica. Gracias al celo ritualista, muchos togados han hecho de la acción constitucional de Tutela, que busca la protección de derechos fundamentales, un proceso judicial tedioso y complejo que, al debatir lo procedimental antes que lo sustancial, desdibuja el amparo constitucional.

¿Cómo es posible que acciones de tutela donde están de por medio la protección de los derechos fundamentales a la vida y a la atención integral en salud, derechos sustanciales incontrovertibles, queden sujetos al rigorismo de los jueces que privilegian las formalidades procedimentales, cuando cada día que transcurre para una persona que padece enfermedad catastrófica se reducen las posibilidades de vida? ¿Cómo es posible que los delincuentes queden libres no porque sean inocentes, sino porque no se cumplen los términos para hacer imputaciones o no se lleven a cabo las capturas en debida forma?

Hay dos responsables directos: La sacralización del derecho procesal por el exceso de garantismo jurídico, atribuido a los procesalistas del sistema romanogermánicocontinental que terminaron enseñando, redactando códigos y litigando por la forma, abandonando el fondo; y los mismos jueces, los antiguos porque se dedicaron a privilegiar el derecho procesal en protección de la abogacía antes que los derechos de los ciudadanos, y los jueces de las nuevas generaciones, que fueron formados en las escuelas de Leyes rindiendo culto al derecho procesal y a los procesalistas y, antes de cualquier análisis sustantivo, prefieren examinar lo adjetivo, porque siempre será más fácil descongestionar despachos con autos que decretan vicios procesales que con sentencias.

Es tiempo para que los honorables jueces, las Facultades de derecho, el Ministerio de Justicia y los sabios procesalistas pongan fin a tanto rigorismo. El Código General del Proceso no puede ser más importante que la Constitución o el Código Civil. El CPACA no puede valorar más los medios de control que lo administrativo. El Código de Procedimiento Penal no puede ser más relevante que el Código Penal.

El Derecho procesal o adjetivo desaparecerá en manos de la Inteligencia Artificial y el algoritmo sustituirá a los procesalistas. Cuando un ciudadano acude a la Administración de Justicia, depreca justicia, no busca el egocentrismo de sabios juristas que argumentan sobre la interpretación de normas procedimentales, si el estado se fijó y se desfijó. El derecho procesal no puede ser instrumento nugatorio de justicia ¡Es hora de cumplir la Constitución!.

León Sandoval

¿Y Petro sí es de izquierda?

En política, las palabras izquierda y derecha vienen de la Revolución Francesa, porque en el recinto de la asamblea nacional a la izquierda se sentaban los partidarios de los cambios que se daban y a la derecha, los que se oponían. Desde entonces se usan ambos nombres para diferenciar a los sectores que los asumen como propios. 

En Sin pelos en la lengua explico las diferencias en la izquierda en el movimiento estudiantil de 1971 y en años posteriores. Y en su último capítulo, que titulé como a este artículo.

 

Para ser de izquierda en Colombia hay que defender los derechos democráticos de mujeres, trabajadores, indígenas, afros y LGBTIQ+ y la libertad de organización, opinión y movilización, entre otros. Estos constituyen mínimos necesarios, al igual que el acceso a la educación, la salud, las pensiones y los subsidios en dinero, asuntos en los que se puede coincidir, y se coincide, más o menos, con quienes no se sienten de izquierda, luego estos aspectos son insuficientes para definirse así.

Para ser de izquierda democrática además hay que luchar con coherencia por la soberanía y el auténtico desarrollo de la economía nacional, sin el cual Colombia deja en retórica los derechos mencionados y no enfrenta de verdad las causas del desempleo, la informalidad, la pobreza y el hambre del 70 por ciento de sus habitantes, las cuales reflejan una economía enclenque, de apenas 6.600 dólares por habitante.

Crear, de verdad, más trabajo y más riqueza, y hacerlo en economía de mercado, debe ser la prioridad en un gran acuerdo nacional –de sectores populares, clase medias y empresarios–, objetivo que no asumieron los gobiernos anteriores a 2022 y que Petro tampoco propone. Porque él no centra su política económica en producir más riqueza sino en cómo distribuirla, en impuestos, pensiones, precios de los combustibles… Y, para mal, siguiendo las orientaciones del FMI y sus semejantes, organismos en los que Colombia no decide nada.

En el gobierno de Petro solo se relacionan con producir más riqueza sus promesas sobre tierras rurales. Pero sin coherencia, porque mantiene la apertura y los TLC contra Colombia, que nos pasaron de importar 500 mil a 15 millones de toneladas de productos del agro y han arruinado a tantos, como les ocurrirá a 300 mil lecheros a partir de 2026 y a arroceros y productores de pollo luego de 2030.

Sí, de izquierda dice ser Petro, pero baila al son que le toque el FMI, organismo que ha orientado la economía nacional desde hace 80 años. ¡80! ¡Y miren cómo estamos de mal, en la sin salida productiva y con una deuda externa de 200 mil millones de dólares! Tiempo tan largo y subdesarrollo tan grande que enseñan que su objetivo es mantenernos en el atraso productivo, el desempleo y la pobreza, porque imbéciles no son.

Les sabe a gloria a EEUU y a los demás poderes globales que Petro diga que el principal problema de Colombia y de la humanidad es el cambio climático y no los subdesarrollos de tantos países. Y que además los siga en sus orientaciones económicas, políticas y hasta militares, según también explico en Sin pelos en la lengua, para contribuir con un debate ilustrado en el país.

Jorge Enrique Robledo