Análisis. El senador, principal contradictor del Presidente Santos, es cuestionado desde diversas instancias por su actitud beligerante contra el Proceso de Paz entre el actual gobierno y las FARC, y sobre su pasado en la Presidencia de la República.
El 13 de octubre de 2007, la Revista Semana publicó una portada que causó polémica. Uribeitor, se titulaba, y en ella aparecía un fotomontaje del entonces presidente simulando al personaje de ficción Terminator, disparando para todos lados. Esta imagen acompañaba el artículo “Uribe contra el mundo”, en el que se describía: “Como buen gallo de pelea, el presidente Álvaro Uribe volvió al ruedo. Y, en dos días, se fue contra la Corte Suprema de Justicia, fustigó al magistrado encargado de la para-política, tuvo un enérgico careo radial con el columnista Daniel Coronell, le lanzó un gancho de izquierda a su vicepresidente y, de salida, le dio un codazo al periódico El Tiempo. Todo, según él, para limpiar su honra y defenderse de críticas que considera injustas”.
El carácter desafiante y su actitud controversial ha llegado hasta el día de hoy, como principal contradictor del Proceso de Paz con las FARC y como crítico, en general, de las gestiones del actual presidente Juan Manuel Santos.
La marcha en Montería, convocada para manifestar esas discrepancias, se realizó al otro día de cuando estaba planeada, el pasado domingo 3 de abril. La plaza central de esa ciudad se llenó de seguidores del expresidente, habiéndose cancelado el día anterior por el temor inducido a la población con un paro armado impuesto por las autodefensas del Clan Úsuga. Genera desconcierto que por un lado, que el paro armado ilegal se dé, en pleno Proceso de Paz; por otro, que una de las consignas de la marcha convocada por un expresidente hayan sido protestar contra el acuerdo de paz con las FARC, que estaría cerca a firmarse.
Ver “Neo paramilitarismo” en pleno Proceso de Paz
Casos polémicos
La multitud de la plaza central de Montería, sumada a la de los seguidores del expresidente, congregados en la marcha del pasado 2 de abril en diversas ciudades de Colombia, aun estando ‘en cuerpo presente’, no pueden desestimar que una cifra similar de personas, más de 500 mil, en solo cuatro días, visualizaron través de las redes sociales, el video realizado por el periodista Pedro Reales Vanegas, cuyo ‘estribillo’ es: ¡Uribe, deja en paz a Colombia!
En medio del maremágnum de superficialidad que abunda en la red, periodistas, politólogos, escritores, expresan argumentadas razones para explicar lo que reconocen como cortinas de humo evidentes, como lo hace el periodista de la costa norte de Colombia, Pedro Reales Vanegas, quien también cuestiona las críticas de Uribe al gobierno de Santos en temas de salud, seguridad, empleo, señalándole con hechos, las falencias de esos temas en su propio gobierno.
Personas que fueron acérrimas seguidoras del expresidente, como la actual Ministra de Educación, Gina Parody, hace años se retiró púbicamente de sus filas, pues criticó que a los paramilitares que estaban en el proceso de Justicia y Paz de su gobierno, se les extraditara a Estados Unidos sin aviso previo a la opinión pública, para pagar por delitos relacionados con el narcotráfico y no por las víctimas de sus intervenciones militares. Entre 2002 y 2010, años en los que estuvo en el poder, se registró el mayor índice de desplazamiento por la violencia que se haya dado en Colombia en 50 años de conflicto.
El periodista Pedro Reales Vanegas, autor del video que se sigue compartiendo por internet, se cuestiona, como muchos colombianos, que a estas alturas, todavía los entes que pueden exponer o juzgar, aborden con tanto pudor o vista gorda, el tema: los medios de comunicación, el Ejecutivo, la Fiscalía. Tantos años después de que algunos de los más cercanos al expresidente Uribe están presos, fugados o siendo investigados, él sigue extrañamente impune. Casos como el de Yidis Medina quien fue juzgada por presionar a varios funcionarios para votar a favor de su reelección de presidencial, fue sentenciada en junio de 2008 por la Corte Suprema de Justicia a pagar 47 meses de detención domiciliaria por el delito de cohecho, término que sin ser expertos en jurisprudencia, alude a un delito de dos, por el cual solo ella pagó. Y Sabas Pretelt, quien también tuvo implicaciones en el hecho, relajado. Y Uribe, estresado con todo el mundo, menos con él. Como si no supiera lo que le corre pierna arriba.
El periodista Rodrigo Silva publicó en abril de 2011, un informe en el que relata que a esa fecha, al senador del Centro Democrático se le estaba investigando solo por tres de los 242 procesos por diversos hechos que se dieron durante sus ocho años de Gobierno como presidente. Si Álvaro Uribe fuera llamado a rendir una versión libre de cada uno de esos casos, analizaba Rodrigo Silva, estimando que se demorara dos horas por cada uno de ellos, se tardarían dos meses escuchándolo de manera continua. 60 días para responder.
Posterior a la emisión de este informe, el periodista Rodrigo Silva, tuvo que solicitar medidas cautelares para él y su núcleo familiar ante el acoso y la intimidación por parte de agentes estatales.
Mano dura corazón grande
A unos meses de su posesión, en Medellín, su ciudad natal, durante la madrugada del 16 de octubre de 2002, el entonces presidente Álvaro Uribe ordenó el más potente operativo militar que haya tenido lugar en una zona urbana del país, para eliminar células de guerrilla urbana: La Operación Orión. Después de la apoteósica intervención con Black Hawks (helicópteros militares) la fuerza pública retomó el poder de la comuna pero para los pobladores comenzó a ser evidente la presencia paramilitar y, al general Mario Montoya, quien dirigió la operación, se le cuestionó con base en testimonios de paramilitares reinsertados, por haber recibido apoyo de las autodefensas para poder ingresar a la zona y recobrar su dominio. “Esas fueron acciones de choque que mostraron efecto en un primer momento pero que no mantuvieron resultados a largo plazo”, afirmó Luis Fernando Echavarría, director en 2011, del SICS (Sistema de Información de Seguridad Ciudadana de Medellín).
A la comunidad, que fue carne de cañón en esos enfrentamientos, como los que han sufrido pobladores de toda Colombia, les queda el desconcierto de que Uribe persista después de catorce años, con su eslogan Mano dura, corazón grande, a sabiendas de que ellos solo lograron constatar la primera parte.
En las callejuelas de esa comuna de Medellín, conformada por 26 barrios, los habitantes ya no comen entero. Ni ellos, ni varios reporteros y caricaturistas como Alberto Martínez, Betto, de El Espectador, quien publicó en días pasados una caricatura sobre la marcha convocada por el expresidente, a la que coloquialmente se le fue llamando: “La marcha de Uribe” pero que desde el Centro Democrático, la titularon: “Marcha ciudadana”, que a pesar de la asistencia copiosa en varias ciudades, no puede ocultar algo evidente: Hacer una marcha criticando al gobierno actual a un mes de negociarse un cese bilateral del fuego, muestra el carácter fascista, disociador, que detectan sus contradictores y cuyo sentir fue ilustrado con finura por este artista y periodista gráfico con una esvástica, la cruz de los Nazis, con unas botas, marchando.
El politólogo Francisco Javier Cuadros asistió a la marcha en Bogotá y compartió por redes sociales algunas de sus percepciones: “La injusticia social no movía la gente que estaba en la marcha, sus aspectos, ropa, forma de ser, no daban cuenta de gente humilde, que se ve enfrentada a situaciones de desigualdad social. No vi ni una bandera del orgullo gay, tampoco vi ni un negro, ni un indígena, menos campesinos. Al interior iban personas extrañas, unas iban armadas, lo vi. Entre ellos un grupo de neonazis, iban prestando guardia, estaban en un operativo, sus comportamiento los delataban. Algunos tenían máscaras anti gas, ropa militar, grandes bolsos de campaña, parecían ser grupos de personas dispuestas a la acción violenta”.
“Queremos la paz”
En un país en el que desde múltiples y diversas instancias se está expresando positivismo frente a un cada vez más posible acuerdo con las FARC; (hasta la Feria internacional del Libro de Bogotá basará toda su programación en la literatura y la paz) existen personas, instancias, partidos u organizaciones que están en contra de los acuerdos con este grupo armado, contraponiéndose a lo que opina otra parte de la opinión pública e investigadores como Cornelis Steenken, holandés experto en desarme, desmovilización y reintegración, quien expresó sobre el caso colombiano: ”Cualquier proceso de paz hace menos daño que un conflicto”.
Y no sólo los expertos opinan: “Estoy a favor de los diálogos de paz. La pseudo paz para un pequeño sector del país que creó Uribe en su gobierno, fue basada en violencia absoluta (miles de asesinatos, falsos positivos, persecuciones, etc). Una guerra no se gana. Solo por el hecho de librarla, ya está perdida. Y la guerra contra la guerrilla nunca se ganó. No es cuestión de valentía. Gerry Adams, vocero de los diálogos de paz en Irlanda del norte, cuando católicos y protestantes se asesinaban en masas decía: “Es más fácil matar al que no está de acuerdo contigo, pero es más valiente aceptarlo y vivir aguantándolo y tolerándolo toda la vida”. En otros conflictos como en la Ex Yugoslavia o en la misma Guerra Civil Española, los bandos contrarios se perdonaron mutuamente, lo imperdonable. Solo así, con un acuerdo tal vez con un par de errores, pero que mire más al futuro que al pasado, logremos la paz. Paz que no será el fin de nuestros problemas, pero si una buena base para empezar a resolverlos. Muchos critican el proceso porque haciéndolo apoyarían a Santos. Nada más lejos. El proceso no es una política de este gobierno sino una política de Estado que va más allá. Me cansa escuchar a mis contactos repitiendo esas palabras de odio. Es malo estar tan aferrado a una idea y es peor cuando sólo se tiene una”, escribió en su perfil de Facebook Pablo Rojas, pianista colombiano, profesor de música de la Universidad de Viena.
Lo extraño de todo este panorama, es saber que el expresidente Uribe estudió en Harvard, Negociación de Conflictos.
Por: Elizabeth Jiménez