Se comió a cuento al franchute, le empacó un poco de guaros y le hizo firmar un papel más del que debía. El típico tumbe de un colombiano, lleno de malicia indígena, a un europeo blanco, tieso e ingenuo como el pan francés.
Es la escena inicial de la comedia “Pa’l Centro y Pa’ Dentro” con Patrick Delmas interpretándose a sí mismo, perdón en el papel de Charles, y con Fernando Arévalo, en el papel de Gustavo e interpretando a los otros 40 millones de colombianos. La dirección la realiza el ya no tan joven pero por siempre talentoso Manolo Orjuela.
A punta de aguardiente, génovas (en buen costeño, butifarras) y otros bocatos criollos, el pan francés se va desentiezando, volviéndose más moldeable hasta que termina identificándose con este país colombiano que no logra tras dos siglos de independencia encontrarse a si mismo, pero del que uno ni siquiera está seguro que se esté buscando. Lo que no importa al franchute, pues este lo quiere así de perdido como quiere a su Lady Dayana.
A los actores los acompaña un escenario abierto, una maleta transformista y un camioncito volado del paro camionero, del que me informan mis contactos es uno de los líderes. La maleta me recuerda una silla de una bella caricatura de Quino, el padre de Mafalda. La silla era una silla, pero también muchas cosas más. Así es esta maleta, que es maleta, es bar, es mesa, es silla y es edificio de apartamentos donde habitan Lady Dayana, su familia y una vecina que debe ser del Centro Democrático pues trata a todos los demás de marihuaneros.
La preparación para la vida colombiana del personaje de Patrick que realiza, después de muchos ruegos e infortunios, el personaje de Fernando es magistral. Ya quisieran las Alianzas, los Colombos, etc., tener un pensum para extranjeros que incluya clases de manejo de quejas y reclamos; de gastronomía criolla; de salsa y demás ritmos tropicales; de manejo de las autoridades policivas; y, en especial, de cómo pedir perdón a una colombiana que, sin duda, es uno de los artes más complejos de aprender y dominar en el mundo.
Breves pero contundentes apariciones hacen Lady Dayana y su vecina de apartamento, que no tratan nada bien al pobre franchute. Al punto que este último decide retornar a la Galia ante el rechazo, con escupitajo incluido, de su amor. Pero todo se resuelve, en parte, gracias a los buenos oficios del tío de Lady y, en parte, por la transformación del francés en un colombiano más aunque cargado de acento.
En la escena final donde los dos personajes devienen en sendas abuelas, ya no es la colombiana la que se come a cuento y ofrece guaro a la colega francesa, sino que es esta la que se encarga, con drama incluido cuando la otra se niega a tomar una copa, de corromper a la criolla.
Los dos actores, Fernando y Patrick, disfrutan enormidades sobre el escenario y transmiten a los asistentes ese gozo, con lo que todos terminamos ganando. Por eso, y por saber en que terminó el tumbe, vale la pena ver esta comedia que se presenta en el Fanny Mikey del Teatro Nacional.