Hoy en día, el valor, viabilidad y futuro de la democracia, están siendo puestos a prueba más que nunca en la historia moderna. Mientras las últimas cuatro décadas han visto una expansión sin precedentes de la democracia en todas las regiones del mundo, en los últimos años se han visto retrocesos tanto en democracias jóvenes como en las democracias antiguas.

La erosión de la democracia ocurre en distintos contextos. Por un lado, las democracias jóvenes son frecuentemente frágiles y sufren de debilidad, mientras que las democracias más antiguas encuentran dificultades para garantizar un desarrollo económico y social sostenible. La proporción de democracias de alta calidad está en descenso y muchas de ellas se enfrentan a los retos del populismo. (Informe: El estado de las democracias en el mundo y en las Américas, Institute for Democracy and Electoral Assistance)

De unos años para acá, hemos escuchado a líderes de opinión, académicos y periodistas, afirmando que la democracia está en crisis por el ascenso de populismos y caudillos que cooptan las instituciones, la incapacidad de responder a las demandas de la población, el ataque a los controles democráticos (checks and balances) y la suspensión derechos constitucionales, en algunos casos.

Sin embargo, creo que lo que se comenzó a llamar una crisis de las democracias hace ya un tiempo, no es tal, es la democracia 2.0. Las crisis suenan a algo momentáneo y esto llegó para quedarse. En este nuevo estado, los extremismos son los que mandan, las redes sociales reducen el debate electoral a una cacofonía de acusaciones, y los políticos cambiaron las ideas y propuestas, por hashtags que no explican cómo van a manejar el gobierno, sino que atizan miedos y rabias entre la población.

Las democracias 2.0 conservan elementos de su versión anterior, pero buscan su cimiento entre las causas de la gente, no en los partidos. Toda política pública o discurso se mide por su sintonía, aprobación por parte de la población o aún peor, por likes o retweets, no por su impacto. En algunos casos, esta “política del espectáculo” puede convertirse en el medio para eliminar a la oposición o acabar con organismos de control/otras ramas del poder. De ahí una de las razones de su incapacidad para responder a demandas reales

Como todo en la vida, en algunos países unos matices se ven más y en otro menos. Sin embargo, el mensaje de estas democracias cada vez más se centra más en el manejo de redes sociales y homogeniza su estrategia con 3 elementos del mensaje: simplicidad, miedo y extremismos/odio.

Por ejemplo, el presidente milennial Nayib Bukele, de El Salvador, fue elegido gracias a la innovación en su campaña y la fuerte utilización de redes sociales, mediante mensajes claros, concisos y reduciendo propuestas de gobierno a slogans. Según Noelia Ruiz-Alba de la Universidad de Sevilla, Bukele se ha presentado públicamente como el ‘salvador’ que va a rescatar al país de la difícil realidad social a la que se enfrenta simplicidad de mensaje.

Durante su campaña electoral en 2019, el millennial buscó capitalizar el descontento y la desconfianza social hacia la clase política tradicional. Se presentó entonces como un hombre sin ideología política. Durante su campaña se encargó de difundir su slogan “El dinero alcanza cuando nadie roba” viralizando el hashtag: #DevuelvanLoRobado – extremismos/odio.

Ya en el 2021, sumado al culto a su propia imagen y para cerrar el paquete del caudillista, por medio de las mayorías en la asamblea nacional removió todos los miembros del tribunal supremo de justicia. Siguiendo el manual, Bukele respondió a la comunidad internacional preocupada por sus acciones afirmando: Estamos limpiando nuestra casa… y eso no es de su incumbencia. ¿Acaso él es el dueño de la casa?

También en este año, desde el otro lado del Atlántico aparece la heroína Isabel Diaz Ayuso, que en una meteórica carrera política ha conseguido el cargo más alto en Madrid, con amplias mayorías y representando al PP. Ha sido calificada como la nueva sangre en la política española, y erróneamente algunos periodistas en Colombia la catalogan como heredera de Angela Merkel (¡nada más alejado de la realidad!).

Esta periodista ha sido lo suficientemente hábil para identificar la posibilidad que abren: las redes sociales, el descontento de la gente y la imposibilidad de las instituciones actuales.

Con esa plataforma, Diaz Ayuso supo vincular la libertad con su candidatura (#libertad). En las redes sociales dejo claro que todo lo que no se vincule a ella no es libertad – simplicidad de mensaje. Puso a los votantes a decidir entre libertad vs. comunismo (el rival era Pablo Iglesias de Podemos, partido de izquierda), mostrando a Venezuela como ejemplo en el caso que se votara por Iglesias – miedo (tampoco soy seguidor de Iglesias, para aclarar), y la confrontación con sus adversarios estuvo al orden del día – extremismos/odio. Algunos medios europeos la nombraron la Trump española.

Esa candidatura demuestra que son las barras bravas quienes hoy están ocupando los cargos. Los políticos (que son un producto de la sociedad) ven el mundo en un código binario, donde aquellos que concilian o toman lo mejor de cada posición son reemplazados por los mensajes rabiosos en Twitter, propagación el miedo en WhatsApp o acusaciones en Facebook.

Por su parte, Colombia no ha sido ajena a esa tendencia. Desde el gobierno, partidos de coalición y seguidores dejan claro en las en las redes sociales, el mensaje de vincular las protestas con el ELN, disidencias de las FARC, vándalos y “terrorismo urbano o de leve intensidad” – Simplicidad del mensaje, se conecta las protestas con la izquierda que busca desestabilizar la democracia – miedo, y se personifica las protestas con la extrema izquierda que busca desestabilizar – extremismos/odio (además las protestas van más allá de Petro).

¿Cuáles son las causas de las Democracias 2.0? La erosión del sistema representativo de partidos políticos ha deteriorado gravemente la confianza de los ciudadanos en su efectividad y responsabilidad, hasta el extremo de que nuevos movimientos sociales y políticos propugnen retornar a modelos de democracia directa. Esa democracia directa es la que se beneficia de las redes sociales.

Pero ¿y el rol de las redes sociales? Las redes sociales no son inherentemente buenas ni malas para la democracia: son una herramienta que los actores políticos pueden usar en un juego interminable del gato y el ratón para ver quién puede tomar la delantera, explica a La Tercera Joshua Tucker, profesor de Política en New York University (NYU). Sin embargo, la democracia directa y sus políticos si se benefician de ellas.

Los modelos de negocio de las redes sociales favorecen la difusión de elementos sensacionalistas, que enojan al usuario, y lo hacen hacer más uso de ellas, según Gordon Hull, profesor de Filosofía y director del Centro de Ética Profesional y Aplicada de la Universidad de Carolina del Norte-Charlotte.

En consecuencia, las instituciones y la política deben adaptarse a esta nueva realidad, que llegó para quedarse. No es una crisis momentánea y nos tendremos que adaptar a ella. En el cómo es en lo que estamos fallando.

PD1: a la ideología de género y el castrochavismo se une la revolución molecular disipada, terrorismo urbano (¿hay terrorismo rural?) y el terrorismo de baja intensidad. Otros términos que causan miedo, nadie entiende, y estigmatiza al oponente, volviéndose realidad después de tanto repetir.

PD2: Manifestantes: organícense, creen comités y nombren representantes. Que estas protestas tengan una causa. Si solo salen a marchar, protestar o incluso bloquear, no es suficiente, deben tener un vocero (o voceros) capaz de articular a los distintos grupos y capaz de tener un dialogo con el gobierno. Si no es así, queda como si no tuvieran un norte.

@Myloclamar