¿Existe realmente el tren nazi cargado de oro?

Los supuestos descubridores del cargamento insisten en el hallazgo, pero a medida que se investiga, el escepticismo crece entre la comunidad científica.

El mito parecía al alcance de la mano. La leyenda a punto de tornarse realidad. El 20 de agosto, el alemán Andreas Richter y el polaco Piotr Koper, dos historiadores aficionados, anunciaron haber descubierto con un radar terrestre el hasta ahora esquivo y afamado tren del oro de los nazis, un convoy blindado que supuestamente cargaba hasta 300 toneladas de oro en su interior cuando desapareció misteriosamente a finales de la II Guerra Mundial.

Según su relato, la máquina se encontraba escondida en un túnel a 50 metros de profundidad, en una zona montañosa de la Baja Silesia, en el suroeste de Polonia, donde el III Reich trató de levantar un enorme complejo subterráneo.

Pero la historia no ha durado mucho. A mediados de diciembre, son ya varios los expertos que han negado la mayor. “Puede que haya un túnel, pero no hay ningún tren”, aseguró el pasado día 15 en una rueda de prensa Janusz Madej, del Instituto Técnico y Científico de la Universidad de Cracovia, resumiendo los resultados de la investigación que ha desarrollado en las últimas semanas a raíz de las revelaciones.

No obstante, el anuncio ha tenido en vilo durante semanas a la región, a los expertos y a la prensa internacional. Aunque se enhebraba en una larga tradición local de especulaciones sobre la leyenda del tren del oro, esta vez parecía distinto.

Los dos historiadores solo comunicaron su hallazgo a través de un abogado y, desde el primer momento, exigieron un 10% de lo que se encontrarse para revelar su localización exacta. Además, cuando surgieron las primeras dudas, colgaron en su página web una de las imágenes obtenidas por su georradar KS700, en la que se podía intuir una figura alargada que, según su testimonio, era un convoy blindado de entre 120 y 150 metros de largo.

Además, apenas una semana después de las primeras informaciones, Piotr Zuchowski, entonces número dos del Ministerio de Cultura de Polonia, aseguró -tras haberse implicado en el asunto- estar “seguro al 99% de la existencia del tren”, aunque reconoció seguidamente que por el momento no se podía verificar que efectivamente estuviese cargado de oro.

A partir de entonces la historia se descontroló. Decenas de cazatesoros y curiosos empezaron a dejarse caer por la localidad de Walbrzych (conocida como Waldenburg cuando aquella región pertenecía a Alemania), el ayuntamiento local creó una comisión para emitir licencias de exploración del terreno y los presuntos descubridores del tren de los nazis avanzaron su intención de abrir un museo. El ejército polaco se sumó a los rastreos ante el peligro de que en la zona también hubiese material explosivo olvidado de la II Guerra Mundial.

Mientras tanto, comenzaron también a elevar su voz los críticos y los escépticos. Desde el experto polaco Wieslaw Nawrocki, del Instituto de Optimización de Procesos de Cracovia, que tildó de “fotomontaje” barato la imagen difundida por los dos historiadores aficionados, al historiador alemán Ingo Loose, del Instituto de Historia Contemporánea de Múnich, que consideró que el anuncio era “pura especulación”. “Me lo creeré solo cuando esté junto al tren”, aseguró en unas declaraciones a la revista alemana ‘Stern’.

Los túneles gigantes de Hitler

Sin embargo, ningún experto podía descartar de raíz aquellas informaciones. Por dos razones. Desde hace décadas, se habla en esa región polaca de la existencia de un tren nazi cargado de oro que se perdió en el caos de los últimos compases de la II Guerra Mundial y la posterior asignación a Varsovia de Silesia. Además, esa región minera de las Montañas del Búho esconde en su subsuelo los restos del complejo secreto ‘Riese’ (gigante) que el III Reich intentó construir en esa zona, y que contaba con kilómetros de túneles.

La leyenda cuenta que, entre finales de 1944 y principios de 1945, ante los avances del Ejército Rojo, las autoridades nacionalsocialistas de la capital de Silesia, Wroclaw (entonces, Breslau), requisaron todo el oro de la ciudad, lo cargaron en un convoy blindado -junto a piedras preciosas y documentos secretos, según algunos relatos- y lo enviaron rumbo oeste, hacia las zonas aún seguras del III Reich, entonces ya en franco retroceso territorial. La guerra concluyó poco después en Europa, y los Aliados decidieron conceder Silesia a Polonia en compensación por los territorios que había perdido en su región más oriental a costa de la Unión Soviética.

Unos mantienen, dando validez al testimonio del minero polaco Tadeusz Slowikowski, que el tren desapareció cerca del castillo medieval de Ksiaz, a unos tres kilómetros de Walbrzych. Otros recuerdan al empresario Posibirski, que aseguró haber visto un documento que situaba el escondite del convoy en las colinas junto a la ciudad de Piechowice.

La otra razón para no descartar de partida el anuncio era el hecho de que los nazis trataron de construir en la zona un proyecto megalómano que contaba con multitud de amplios túneles fortificados por los que podría caber una locomotora.

Los historiadores no saben con certeza qué trataba de levantar el régimen de Adolf Hitler en aquella región, pues la documentación fue destruida. Se cree que el nacionalsocialismo pretendía convertir el castillo de Ksiaz y unas instalaciones bajo tierra en uno de los cuarteles generales del Führer, levantar refugios y poner en marcha en los alrededores varias fábricas subterráneas de armamento y productos estratégicos.

El proyecto, llamado ‘Riese’, que está parcialmente abierto al turismo, agrupa siete complejos -ninguno de ellos completado- y fue construido, en condiciones extremas y a coste de un gran número de vidas, por prisioneros del cercano campo de concentración de Groß-Rosen y de su red de campos externos menores, situados junto a cada una de las edificaciones en construcción. La fundación que gestiona este campo tiene registradas al menos a 13.587 personas que murieron realizando estos trabajos.

No es la primera vez que resurgen las especulaciones en torno al paradero del mítico tren del oro nazi en esta región. Según la periodista polaca Joanna Lamparska, rumores similares saltan cada poco tiempo. “Cada cinco años parece que estamos cerca, en la entrada del túnel, y que pronto entraremos”, aseguró recientemente en la emisora de radio RMF FM. Y cada vez que esto sucede, diferentes grupos de aventureros, curiosos y cazatesoros se lanzan a la zona a probar fortuna. Dicen los vecinos que en los años noventa, cuando desapareció el yugo soviético, el propio Gobierno polaco organizó una operación de rastreo en la zona.