Hace pocos días una senadora se encendió a madrazos con el micrófono abierto en una sesión virtual en el Congreso de la República de Colombia. Días antes nuestra vicepresidenta de Gobierno subió un video en donde, sin darse cuenta, se escuchaba al Presidente de la República hablando con su esposa y se refería a “la vieja esa”. Semanas atrás una secretaria de cultura de una importante ciudad del país, sesionaba desde el baño de su casa con la cámara prendida y sus pares (al igual que media Colombia), la vieron desnuda en su baño. Hemos sido invitados, sin quererlo, a ver depilaciones de espalda, políticos sesionando mientras corren, alumnos de universidad con el micrófono abierto y desatendiendo una clase para dedicarse a otros asuntos más lujuriosos. Todo esto en medio del mayor consumo digital que se hubiera visto en la historia, con el uso continuo de dispositivos que no solamente están dejando al desnudo nuestra intimidad, sino también nuestra falta de respeto por los demás.
Aunque todos los casos pueden tener “justificación” (y que la mejor sea la de los estudiantes…), la realidad es que se nos están enredando los papeles. Una cosa es que una persona esté en una reunión virtual y el perro ladre o sus hijas (o hijos) entren en escena de manera informal, y otra bien distinta es que la reunión se convierta en la oportunidad para hacer lo que a cada uno se nos da la gana. Sonará ‘escuelero’ y de la mayor vieja guardia posible, pero un poquito de respeto, autorregulación y compromiso están haciendo falta.
La semana pasada, dictando un taller de comunicaciones en tiempos de Covid, un equipo de ejecutivos me preguntaba si la cámara debía estar prendida o apagada. Sin lugar a dudas contesté que la cámara tiene que estar prendida y nosotros totalmente dispuestos a comunicar, esa es nuestra realidad y debemos asumirla o ¿acaso es que, en febrero de este año nos presentábamos a reuniones con bolsas en la cara para que nadie nos viera, pero sí pudieran escucharnos? Suena tonto, pero es real.
Lo que hace falta no es un manual para el manejo de cámaras y micrófonos, que ya se pueden encontrar por todos lados, lo que debemos traer de regreso es una generosa dosis de buenos modales. Tenemos que recordar que no hay nada mejor que tratar a los otros como nos gustaría que nos trataran. Regresar toda nuestra atención y total foco a lo que estamos haciendo. Seguro que cometeremos errores y en algún punto algo se tendrá que salir de control, pero si estamos concentrados en la reunión en la que estamos, menos casos de erráticas reacciones, filtraciones involuntarias, insultos desaforados y algunas que otras grotescas escenas dejarían de recorrer las redes en cuestión de segundos.
Nadie me ha pedido en el pasado que lo entrene en cómo dejar de echarle madrazos a sus contertulios. Tampoco me han pedido que les enseñe a manejar una reunión mientras se pintan las uñas o les depilan la espalda o corren por un parque. Claramente no he hecho el primer entrenamiento a ejecutivos sobre cómo hacer videos para subir a sus redes, sin revelar secretos industriales o conversaciones privadas. Ese departamento de entrenamiento debe ser revisado individualmente por cada vocero(a) en casa, y posiblemente darse una buena sentada con sus padres, hermanos, tíos, abuelos o cualquiera que lo haya criado, porque por ahí puede venir el problemita.
Los equipos de comunicaciones no pueden seguir asumiendo la responsabilidad de los indiscretos voceros. Son ellos los que deben asumir su parte, pues un entrenamiento no cambiará lo que una persona imprudente, irrespetuosa o arbitraria, hace en su vida diaria y justifica con excusas que solamente demuestran que no es consciente de su rol. Tenemos que ser consecuentes y por más mal temperamento que tengamos o el poco tiempo que tengamos para hacer las labores de la casa, y a la vez atender los compromisos del trabajo, una reunión debe partir de nuestro máximo sentido de respeto por el otro.
Prender una cámara y abrir un micrófono son ya una extensión de lo que nuestros ojos ven y nuestra voz dice, en ambos casos los principios básicos continúan siendo los mismos: prudencia y respeto. Esta nueva situación de pantallas y audios continuará más allá de esta coyuntura mundial. Seguramente todos estos casos de desnudos no pedidos, intimidades reveladas y expresiones mentales escuchadas a viva voz, serán cosa del pasado en algunos meses. Entretanto debemos entender que esta es nuestra nueva realidad y tenemos que comportarnos como los mejores nosotros.