Nunca se han compartido tantas fotos como ahora, y WhatsApp es en parte responsable. Pero la ‘app’ no nos está haciendo ningún favor: la calidad que permite es demasiado baja y las fotos se ven mal.
Nunca se habían compartido tantas fotos como ahora y WhatsApp tiene mucho que ver en esto. Hace pocos meses la aplicación superó los 800 milllones de usuarios. El año pasado, cuando había 500 millones de personas usándola, estas compartían 700 millones de fotos cada día. Pero este colosal intercambio de imágenes oculta una pequeña tragedia.
Cuando alguien pide que le manden unas fotos por WhatsApp es muy probable que no sepa que éstas poco tienen que ver con las originales, pues la resolución a la que se reciben es de sólo un megapíxel. Más que fotos esas imágenes son fotos fantasma, pues en ellas sólo encontramos un leve halo de la imagen original.
Tan pobres son los ficheros de imagen que recibimos por WhatsApp que no podemos imprimirlos con cierta calidad ni a 10×15 centímetros, uno de los formatos de papel fotográfico más pequeños. De hecho, su resolución se queda corta incluso para las pantallas de muchos móviles. Cada vez hay más modelos que igualan o superan los 1920×1080 píxeles de resolución, mientras que las seudofotos que recibimos con esta aplicación están limitadas a un tamaño de 1280×960.
Todas las ‘apps’ de mensajería maltratan las fotos
La parte medio llena de la botella es que de esta forma se reduce el tiempo y el consumo de datos al enviar los archivos. Además, se evita saturar la memoria del teléfono que las recibe, sobre todo si tenemos activado el almacenamiento automático de imágenes en WhatsApp.
Telegram usa exactamente la misma resolución para transmitir archivos de imagen. Messenger de Facebook las envía a un tamaño incluso inferior
En cualquier caso, aunque esta es con diferencia la aplicación de mensajería más popular, no es la única que está contribuyendo a la difusión de fotos fantasma. Telegram usa exactamente la misma resolución para transmitir archivos de imagen y Messenger de Facebook las envía a un tamaño incluso inferior (960×720 píxeles), mientras que Snapchat ni tan siquiera permite descargar las fotos que nos mandan, aunque en este caso lo que prima es la privacidad sobre otros aspectos.
Por eso, si tenemos fotos que deseamos compartir con un buen nivel de calidad lo mejor es guardarlas en algún servicio de almacenamiento que no reduzca su resolución. Una vez allí podemos enviar un enlace a quién deseamos que las reciba, bien sea por una aplicación de mensajería o por cualquier otro medio.
Cómo preservar tus fotos
El viejo Flickr, que ofrece un terabyte de datos gratuitamente, es a nuestro juicio el mejor lugar para hacer copias de respaldo de imágenes y compartirlas a su resolución original. Aunque también podemos crear nuestra propia nube recurriendo a servicios gratuitos como Younity, que nos permite ver y compartir desde un iPhone los archivos almacenados en un ordenador.
Preservar nuestras fotos correctamente tiene importancia sobre todo si tenemos en cuenta la tendencia a usar teléfonos con cámaras de mucha resolución. Sony por ejemplo acaba de comercializar un modelo de gama media dotado de una cámara principal de 21 megapíxeles y otra para selfis de 13. Aunque en su día vimos que los megapíxeles no son lo realmente importante a la hora de valorar la calidad de una cámara, es importante contar con copias de cierta resolución de nuestras fotos más preciadas. Así que si has invertido en un teléfono con una buena cámara no permitas que ni WhatsApp ni ninguna otra app arruine el resultado.
Las técnicas antiguas son las más perdurables
Antes de que Leica pusiera de moda en los años 30 del siglo XX el formato de 35mm que usan los carretes tradicionales, los fotógrafos solían disparar con cámaras de gran formato que proporcionaban imágenes de más calidad que muchas de las cámaras digitales actuales. Por eso ahora podemos ver con extraordinaria fidelidad imágenes del pasado.
Retrato en ferrotipo tomada en torno a 1870
Aunque parezca increíble algunos siguen empleando los mismos métodos de los viejos fotógrafos. Por ejemplo, el fotógrafo Michael Shindler utiliza una gigantesca cámara con la que capta fotos que tienen un gran nivel de detalle utilizando la técnica decimonónica del ferrotipo. Esta imagendigitalizada en alta resolución aunque tiene mucha menos calidad que el original, permite hacernos una idea del grado de precisión que alcanzan los retratos de Shindler.
Otro fotógrafo estadounidense que utiliza una técnica similar es Ian Ruhter, aunque en su caso emplea el procedimiento del colodión húmedo. También ideado en el siglo XIX. En su proyecto El sueño americano, Ruhter ha recorrido Estados Unidos con un camión transformado en laboratorio fotográfico para realizar un trabajo de antropología visual en el que muestra la realidad del país a través de retratos.
Esta forma de plasmar el mundo y sus gentes va más allá del fetichismo de estos fotógrafos, pues las imágenes que captan con esas técnicas tienen muchas más posibilidades de sobrevivir al paso del tiempo que las almacenadas en la nube, en nuestros teléfonos o en un disco duro. Basta con pensar que algunos de los primeros daguerrotipos han sobrevivido casi dos siglos en excelentes condiciones.
Vuelve a los álbumes de fotos
La desaparición periódica de servicios de almacenamiento de datos y la gran facilidad con la que es posible extraviar algo tan intangible como es un fichero digital, hace que sea más que recomendable no olvidarse del papel cuando queremos salvar una imagen del olvido. Y cuanto mayor calidad tenga el original, mejor recordaremos el momento.
Los álbumes nos ayudan a preservar las fotos que guardamos en ellos, pues nos obligan a seleccionar las más importantes, algo clave para imprimirlas.
Por eso a la hora de conservar fotos nada hay tan efectivo como los viejos álbumes de fotografías. Estos están de capa caída porque pocos son los que imprimen ya sus fotos. Además, en sus páginas apenas cabe una mínima parte de las fotos que hacemos o nos hacen. Pero los álbumes nos ayudan a preservar las fotos que guardamos en ellos, pues nos obligan a seleccionar las más importantes, algo que resulta clave para imprimirlas. Al plasmar una foto en papel comprobamos la verdadera calidad que tienen los archivos en los que almacenamos la huella visual de nuestra vida.
Si esta es insuficiente, como sucede con las imágenes recibidas por WhatsApp, la próxima vez nos esforzaremos en que nos las manden o en guardarlas con mayor calidad. Además, es mucho más difícil que con el tiempo perdamos un álbum de fotos a que perdamos algo intangible como es un fichero informático.