Se calcula que a día de hoy hay en Brasil cerca de 56 millones de brasileños que llevan sus cuentas atrasadas entre 90 y 181 días.
“O pago la factura eléctrica, o el gas o el agua. A todo no llego. Eso sí, la factura del móvil es sagrada. No me puedo quedar sin conexión”. Todos los meses, Lúcia tiene que llevar a cabo una delicada operación financiera para que sus cuentas cuadren. Esta enfermera de 47 años vive con su familia en Méier, un barrio popular de la zona norte de Río de Janeiro, en un pequeño apartamento que heredó de su madre. “Por lo menos, estoy a salvo del alquiler”, afirma.
Desde que en Brasil empezó la crisis, acompañada de una tasa de inflación por encima del 9%, le cuesta llegar a fin de mes. Por eso, cada mes se ve obligada a dejar una o dos facturas sin pagar. “Las voy rotando, para que no me corten la luz o la conexión de Internet. Siempre termino pagando la factura que lleva más retraso. Es un poco agobiante, pero qué se le va a hacer”, reconoce.
Lúcia es una de los 56 millones de brasileños que llevan sus cuentas atrasadas. Este dato se recaba de un estudio del instituto SPC Brasil, el único que calcula el número absoluto de morosos. A final de mayo de 2015, 56,5 millones de brasileños tenían por lo menos una cuenta pendiente. Esto significa que cuatro de cada 10 brasileños no están al tanto con sus obligaciones financieras. En la mayoría de los casos, estos morosos acumulan un retraso de entre 90 y 181 días, es decir, contrajeron sus deudas en el periodo de Navidad y no consiguieron pagarlas.
“Ahora mismo tengo tres cuentas atrasadas. En cualquier momento me pueden cortar la luz o el gas. Pero no tengo alternativa. Por muchas horas extra que haga, no me llega el dinero”, asegura Rafael, conductor de autobús de Río de Janeiro. “Mi prioridad es estar al día con el alquiler. No puedo dejar a mi mujer y a mi hija en la calle”, añade.
Junto con la inflación y el paro, la morosidad ha asomado las orejas como el lobo en un panorama económico cada vez más enrarecido. “A medida que la economía sigue sin aliento para crecer, las oportunidades de empleo se reducen y la renta cae. De esta forma, la tendencia es que haya un número cada vez mayor de morosos”, explica a El Confidencial Andre Furtado Braz, investigador del Instituto Brasileño de Economía, adscrito a la Fundación Getulio Vargas
El pasado mes de junio, la tasa del paro alcanzó el 6,9%, el nivel más alto desde 2010. Esto equivale a 1,7 millones de nuevos parados, lo que supone un aumento del 44,9% con respecto al mismo mes del año anterior. “La ausencia de crecimiento económico reduce las oportunidades de empleo y de renta y, como consecuencia, también el consumo. De momento, el remedio para reconducir la inflación a los niveles esperados es subir los tipos de interés. El objetivo es frenar el consumo. Sin embargo, en cuanto la inflación esté controlada, los incentivos a la producción y al consumo retornarán”, asegura Braz.
Mientras tanto, la morosidad se ha convertido en una preocupación generalizada en el país tropical, que conoció altísimos niveles de impagos en la época de Collor de Mello, a principios de los años 90, cuando la economía brasileña colapsó bajo la presión de una inflación del 472%. “No se prevé una inversión de tendencia en el aumento de la morosidad hasta el final de este año. Hasta entonces, la morosidad sólo puede crecer, ya que la perspectiva es que los tipos de interés suban y la inflación continúe alta”, señala el economista Luiz Rabi, de la consultora Serasa Experian.
Los analistas financieros estiman que a lo largo de este año los tipos de interés deben llegar al 14%. La proyección para finales de 2016 es del 12%. Es una medida de contención en un país que durante los Gobiernos de Lula da Silva y Dilma Roussef ha impulsado el consumo como modelo de desarrollo. Los brasileños están acostumbrado a pagar a plazos hasta las bragas, literalmente. Las tiendas populares ofrecen la posibilidad de prorratear incluso importes de 10 reales, equivalentes a unos tres euros.
Ahora la llamada clase C, es decir, la nueva clase media que ha llegado al consumo de masas tras las reformas del PT, enfrenta el reto de reajustar su estilo de vida después de tres lustros. El gran sueño de consumo acabó: es el fin de una era.
Las cuentas de casa no son la única espada de Damocles que pende sobre la cabeza de los consumidores brasileños. El famoso cheque especial, es decir el crédito que ofrecen los bancos para el consumo, ha llegado a su límite y cada vez más instituciones financieras están endureciendo los requisitos y las condiciones por miedo a los impagos.
Por su parte, el desplome del real respecto al dólar sólo contribuye a empeorar el panorama. Hoy el tan deseado iPhone, un verdadero status symbol para muchos brasileños, cuesta casi un 20% más que hace un año.
A pesar de esta coyuntura, el economista de la Fundación Getulio Vargas es optimista. “La contracción actual no durará para siempre. Con la previsión de reducción de la inflación en 2016, el tipo de interés parará de subir y el apetito por la inversión aumentará. Con esto, las ofertas de empleo aumentarán, la renta volverá a crecer y el consumo aumentará”, asegura Andre Furtado Braz.