La historia de un hombre que se fue de la casa cuando tenía 14 años, y quien fue encontrado por la Fiscalía de la Unidad Nacional de Desaparición Forzada, para llevarlo nuevamente con su madre. 26 años sin perder la esperanza.
José Roldán Londoño no había sido secuestrado, no lo obligaron a desaparecer, no fue víctima de la guerrilla ni de los grupos paramilitares, simplemente se fue a trabajar, esa es la historia con la que se encontraron los agentes del CTI de la Fiscalía 11 de la Unidad Nacional de Desaparición y Desplazamiento Forzado, seccional Risaralda.
Cuando José desapareció tenía solo 14 años, y pasaron 26 años para reencontrarse con su mamá, doña Flor María Londoño, quien ya tiene 80 años.
“Me fui con don Pedro, el señor con el que trabajaba, a recoger café, a trabajar en las fincas, porque a mi desde muy pequeño me enseñaron las labores de la agricultura. mas yo no me fui de la casa por estar bravo con mi mamá”, aseguró José.
Este hombre de 40 años, permanece soltero y sin hijos. Solo trabaja de jornalero en los cafetales y tiene una persona con quien “conversa” de vez en cuando, pero que no vive con ella. José fue tentado a ingresar a la guerrilla, pero “eso no le sonó”.
“Trabajé unos cinco meses con don Pedro y luego unos amigos me convidaron a andar. Me llevaron para una parte que la verdad yo veía que no iban por buen camino, entonces yo me les alejé. En ese tiempo yo no tenía mucho conocimiento sobre qué era la guerrilla, pero ellos me dijeron que no ibamos a trabajar sino que ibamos a andar en las montañas, entonces a mi no me sonó nada de eso. Muchas veces quise volver, pero siempre se me atravezaba algo en el camino y así dejé pasar mucho tiempo”, sostuvo el campesino.
Mientras José se aventuraba solo y esquivaba esas tentaciones, su madre Flor María lo buscó por varios años en fincas cafeteras de los municipios aledaños a Samaná, Caldas, donde vivían en 1987.
Ella y su hija, María Londoño, nunca perdieron la esperanza y luego de tantos años de búsqueda infructuosa, decidieron acudir a la Fiscalía creyendo que José era una víctima más de la violencia que vive Colombia desde hace 60 años.
Los investigadores del CTI lo ubicaron en una finca del municipio de Garzón, Huila. Después de contactarlo y realizar su plena identificación le informaron que su familia lo estaba buscando desde hacía 26 años.
“La primera llamada fue de un señor John Freddy, pero no nos pudimos comunicar por culpa de la señal, apagué el celular y cuando ya lo volvía a prender me llegó el mensaje de este señor explicándome que era lo que pasaba, y ahí si ya me interesé. Lo primero que me dijo fue que la familia me estaba buscando y necesitaban hacer un reencuentro”, cuenta Roldán.
El pasado martes 4 de junio en Pereira se volvieron a encontrar, se volvieron a abrazar y prometieron no separarse, hasta que Dios lo decida.
“Yo no me fui por ningún rencor con mi mamá ni con ninguno de mi familia, me fui porque eran cosas del destino. La reacción de mi mamá fue que se desplomó, cuando volvió en si, ella me pidió perdón por lo malo que me hubiera hecho y que eso me hubiese obligado a abandonar la casa. Le dije que nada malo me había hecho, en cambio, yo si le pedí perdón por no haber vuelto a buscarlos y haberle ocasionado esa angustia y esa tristeza pensando que me estaban ocurriendo cosas horribles, cuando no era así”.
Ahora José está reorganizando su vida para trasladarse de Garzón hacia Samaná para hacerse cargo de Flor María y así mismo, contarle todas esas historias que vivió desde la adolescencia, mientras ella esperaba en el marco de la puerta de su humilde casa a que su hijo volviera.