Egipto se lanza a la carrera nuclear para que su primera planta produzca energía en cinco años. No es el único: Arabia Saudí construirá 16 reactores y EAU, cuatro. En el horizonte, la ‘amenaza’ de Irán.
Si los faraones levantaron las pirámides y el líder panarabista Gamal Abdel Nasser nacionalizó el Canal de Suez de manos británicas y francesas, el actual presidente egipcio, Abdelfatah al Sisi, quiere emular a los grandes nombres de su historia a base de mastodónticos proyectos de ingeniería para “un Egipto más grande”: ha ampliado el Canal de Suez en el tiempo récord de un año, ha presentado los planes de una nueva capital casi futurista, y ahora da el salto hacia la carrera por la energía nuclear.
Egipto firmó el mes pasado un acuerdo con la compañía nuclear de propiedad estatal rusa Rosatom, por el que se construirá su primera planta nuclear en Dabaa, al noroeste y a las orillas del Mediterráneo.
Según declaró el propio Al Sisi en un discurso televisado, la producción de energía nuclear sería posible en tan solo cinco años, aunque ofreció escasos detalles. “Un plazo mucho más que ambicioso”, señala a El Confidencial la experta en Energía del Centro Carnegie para Oriente Medio Carol Nakhle. Pero no es el único: Jordania, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Turquía… prácticamente todos los países de la zona, excepto Irak, han demostrado su interés activo en formar parte del selecto club de la energía nuclear.
Unas aspiraciones que se han visto aceleradas tras la firma de los acuerdos entre Estados Unidos e Irán, que levantaron las sanciones contra el país asiático y parecieron finalizar la era de hostilidad entre ambas naciones… al menos sobre el papel.
Con Irán nuevamente en el mapa económico mundial, el país solo tiene que redirigir su programa nuclear, ya muy avanzado, hacia la obtención de energía, esta vez sin la lacra de las sanciones. En julio de este año, el director de la Organización de Energía Atómica de Irán (AEOI, en inglés) anunció un acuerdo entre Pekín y Teherán para la construcción de dos plantas nucleares al sur del país persa.
Expertos consideran que un Irán poderoso, incluso sin armas nucleares, es visto como una amenaza para el ‘status quo’ de la región. Y los tradicionales rivales suníes del chií Irán han acelerado desde entonces unos programas nucleares que hasta ahora parecían tomarse con calma.
Los planes nucleares de Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos (EAU) parecen mucho más plausibles que los de su contraparte egipcia, con una economía débil y sobre-esforzada en proyecto faraónico tras proyecto faraónico. Una planta nuclear cuesta al menos 5.000 millones, y requiere la creación de toda una infraestructura social, legal, educativa y económica, explica Olaf Pape, ingeniero nuclear alemán de visita en El Cairo.
Nakhle añade que la economía de Egipto no parece ser capaz de soportar semejante inversión, mientras que “Irán, que ya tiene todo a mitad de construcción, o Arabia Saudí, que cuenta todavía con una poderosa economía, pueden permitírselo”, juzga Pape.
Arabia Saudí ha firmado acuerdos con al menos cinco países, ente ellos Rusia, para construir 16 reactores nucleares antes de 2032, mientras que su vecino EAU ya ha comenzado la construcción de cuatro reactores con ayuda surcoreana -actualmente al 61%- y que deberían comenzar a producir energía en 2017.
Jordania espera contar con una planta nuclear en Amra de al menos dos reactores para 2022, en un plazo mucho más razonable, según Susanna Lööf, portavoz de la Agencia Internacional para la Energía Atómica (IAEA).
“El desarrollo de un programa de energía nuclear es una empresa de gran envergadura que involucra muchas actividades complejas e interrelacionadas. Cada planta de energía nuclear implica un compromiso de al menos 100 años, a través de la construcción, operación, desmantelamiento y eliminación de residuos. La experiencia indica que el tiempo de la consideración inicial para la operación de una primera planta de energía nuclear es de unos 10 a 15 años, al menos”, añade Lööf a El Confidencial.
Para ayudar a los países a encajar en los requisitos internacionales de seguridad, la Agencia Internacional para la Energía Atómica (IAEA) organiza misiones a los estados que lo solicitan, como han hecho Jordania y EAU. Sin embargo, Egipto no ha pedido esta ayuda, según confirman desde la organización. “Aunque la IAEA tiene un importante papel en asegurarse que el proceso de implementación de la energía nuclear se hace de manera segura, al final es cada país quien decide o no embarcarse en este proceso”, afirma.
‘Desprecio’ a otras energías
La región de Oriente Medio y el Norte de África consume cada vez más energía, mientras sus poblaciones siguen en aumento -Egipto, por ejemplo, es una bomba demográfica que en 2040 alcanzará los 150 millones de habitantes- y el desplazamiento de la población desde el desierto a las grandes ciudades está cambiando su paradigma de consumo.
Jordania y Egipto, pobres en recursos petroleros o de gas en comparación a sus vecinos del Golfo, se enfrentan a una escasez energética cada vez más patente. El Cairo se ha visto en la necesidad de diversificar sus fuentes de energía para hacer frente a una inminente crisis energética. Los cortes de electricidad son frecuentes, especialmente en verano, y el Gobierno teme el descontento social, similar al que acompañó a la caída del presidente anterior, Mohamed Morsi.
La escasez energética de estos países y la dependencia de los combustibles fósiles de sus vecinos no es nada nuevo. Entonces, ¿por qué ahora se han acelerado los planes nucleares tras la firma de los acuerdos con Irán?
“No es solo que la energía nuclear sea vista como un primer paso hacia la opción de obtener armas nucleares, hay también un factor de prestigio”, señala a ‘Time’ Mark Fitzpatrick, experto nuclear en el programa de no-proliferación en el Instituto de Estudios Estratégicos londinense. La energía nuclear tiene un prestigio que no tienen otras energías renovables, y es vista como el exponente del proceso tecnológico.
El ingeniero nuclear Olaf Pape señala a la energía eólica como una “opción más rentable a corto plazo, y como un primer ‘escalón’ hacia la energía nuclear”. “Es más directo, ahorras costes y los resultados energéticos son más rápidos”, señala.
Sin embargo, las energías renovables como las plantas solares o los parques eólicos no parecen atraer a los egipcios. “Contrariamente a la creencia popular, la energía solar es bastante cara y el costo de uso de la energía nuclear en su lugar será significativamente menor”, señaló tras la publicación del acuerdo un profesor de Química Nuclear de la Universidad cairota de Helwan, Abdel-Hakim Kandeel, quien apoya sin reservas, siguiendo la línea del Gobierno, la construcción de la planta nuclear de Dabaa.
En su opinión, que suma a las de otros expertos locales recogidas por el periódico ‘Al Masry Al Youm’, no existe “ningún riesgo” medioambiental. Nakhle se muestra más comedida: “El problema de los residuos tóxicos sigue siendo uno de los mayores peligros de la energía nuclear”; aunque Aziz insiste: “El uranio, que se usa en las centrales nucleares, es seguro, limpio, abundante y su uso no tiene efectos secundarios nocivos”.
“La energía nuclear no es necesariamente la respuesta”, añade Nakhle al respecto, mientras apuesta por la solar en países como Arabia Saudí o EAU, al ser “más rentable”. Según una estimación recogida por ‘The Economist’, la energía solar podría cubrir 13 veces las necesidades energéticas de Irán y reducir su dependencia rusa, pero la energía solar -en la que durante la última década se ha invertido más que en la nuclear- carece del componente de “prestigio” que requieren estas potencias regionales.
Un apetitoso mercado
La implementación de plantas nucleares en el Norte de África y Oriente Medio no es solo una aspiración de los países de la zona, sino un “bombón económico” para las potencias que les ofrecen financiación y tecnología, o el paquete completo.
Mientras que Estados Unidos ve limitada su entrada en este mercado por el artículo 123 de su ley de Energía Atómica, que obliga a que los países a los que ofrece tecnología nuclear acepten la premisa de la no proliferación, China y Rusia compiten por asegurar su negocio en Oriente Medio, según explica Micha’el Tanchum, experto en Energía Nuclear del centro Atlantic Council.
“Expandir el mercado global ruso de construcción de reactores nucleares es una prioridad en la política exterior moscovita”, señala Tanchum. Turquía ya se ha beneficiado del modelo ruso de reactores nucleares VVER (reactor nuclear de agua presurizada), y el acuerdo entre El Cairo y Moscú sella un vertiginoso salto adelante en el programa nuclear egipcio.
Un mes antes, Rusia firmó un acuerdo por valor de 10.000 millones con Jordania para construir su primera planta nuclear, también con Rosatom como inversor principal. En junio, Rusia selló un convenio con el “archienemigo y rival suní” de Irán -según palabras de Tanchum-, Arabia Saudí, para crear el marco legal necesario para el desarrollo de un programa nuclear civil, con la consecuente promesa saudí de 10.000 millones de dólares para invertir en Rusia.
Con estos acuerdos, Rusia obtiene, si no unos beneficios económicos inmediatos, una relación estratégica y comercial a largo plazo con los países receptores.
Acuerdo tras acuerdo, acción militar tras acción militar, Rusia está expandiendo su influencia en Oriente Medio en general, la única zona del mundo, según la última encuesta del centro Pew Research, donde la opinión favorable hacia Estados Unidos solo supera a la opinión favorable de Rusia en menos de 10 puntos porcentuales, aunque continúa por detrás con un 25% de aceptación en la zona frente al 29% estadounidense.
Expertos en el campo de los intereses nacionales estadounidenses han advertido de esa tendencia y están pidiendo que EEUU participe también en el mercado de la energía nuclear en Oriente Medio y Norte de África.
Según publica Melissa S. Herch, analista en el Truman National Security Project, apoyar a estos países en su carrera nuclear (civil) “mataría tres pájaros de un tiro”: “Coartar la influencia rusa en la zona, aumentar su influencia estratégica tras los acuerdos de Irán para asegurar su relación con el resto de aliados regionales y apoyar a la industria nuclear estadounidense”.