Hace 30 años la tragedia de Armero no solo demostró que las inclemencias de la naturaleza pueden tener un efecto devastador en las poblaciones humanas. También quedó demostrado que este tipo de situaciones pueden derivar en malos manejos de los fondos destinados para la atención de quienes sufren este tipo de tragedias.
En 1985, una semana después de toma y sangrienta retoma del Palacio de Justicia, Colombia sufrió una tragedia de magnitudes superiores. El volcán nevado del Ruiz tuvo un deshielo que generó una avalancha que bajó por varios ríos, entre ellos el Lagunilla, y arrasó con la ciudad de Armero.
Esta población demostró por su ubicación privilegiada que era uno de los motores productivos del departamento del Tolima. La tragedia dejó 20 mil muertos de los 29 mil que habitaban en ese municipio. Ante semejante situación los gobiernos de varios países y organizaciones no gubernamentales ayudaron al país en la atención de la emergencia y en la reconstrucción de la población.
Para garantizar la atención a los damnificados y la creación de un nuevo asentamiento se estableció un fondo que manejaría y canalizaría los recursos donados para tal fin. El Fondo Resurgir hizo su aparición el 29 de diciembre de 1985 mediante el decreto 3857 firmado por el entonces presidente de la República Belisario Betancourt. el carácter de este fondo era el de centralizar las ayudas y coordinar las actividades de reconstrucción.
Las críticas por su trabajo fueron una constante. Por ejemplo, la carnetización de los damnificados fue caótica y llegó a tenerse en los registros a 32 mil personas inscritas como tales, poco más de 5 mil personas de las estimadas como tales en el momento de la tragedia.
Además, como lo señaló el constructor Pedro Gómez Barrero, quien fue el primer director del fondo, los trámites para acceder a los créditos de esta entidad eran bastante engorrosos.
Resurgir coordinó la construcción de unas cinco mil soluciones habitacionales en Lérida, donde se había proyectado una ciudad regional que recogiera el legado de Armero y estuviera integrada, también por Guayabal. Sumado a esto, se construyeron algunos barrios de armeritas en varias ciudades de Colombia como por ejemplo sucedió en Ibagué, Bogotá o Manizales.
El fondo fue liquidado en 1988, un año antes de la fecha programada para tal fin, mediante el decreto 2663. En los estados contables se da cuenta de que se ejecutaron $ 16.748’469.951. Siendo invertidos $7.448’469.951 en 1986 y $9.300’000.000 en 1987. El gran enigma que aún no ha sido resuelto es qué ha pasado con los más de $35.251’530.049, correspondientes al 67,3 % de los fondos con los que empezó a funcionar Resurgir el primero de enero de 1986 y que no han aparecido hasta ahora.
Además, las acusaciones en contra de la Cruz Roja Colombiana por el destino de muchos equipos donados por los gobiernos que decidieron colaborar, han sido una constante. Ramiro Lozano Neira, exgobernador del Tolima y exdirector de la Cruz Roja del Tolima señala que de 11 ambulancias donadas para la tragedia solo dos llegaron a la zona del desastre. Igualmente, equipos de cirugía microscópica, juguetes, carpas, frazadas y ropa no llegaron al área de la tragedia. Lo que sí llegó fueron prendas de vestir en mal estado y zapatos de un mismo pie. Lozano Neira interpuso una demanda ante el juzgado 43 de Bogotá, pero como lo señala el exgobernador la investigación fue frenada y se archivó el caso.
Así las cosas, 30 años después de la tragedia aún queda mucho por esclarecer sobre los dineros donados para la reconstrucción de un municipio que quedó borrado de la faz de la tierra en solo una noche.