Este peculiar mandatario de república bananera ha logrado en pocos meses lo que ninguna causa común ha podido concretar en muchos años: la unión de los Estados Centroamericanos y del Caribe, pero contra las inaceptables pretensiones expansionistas de Ortega.
Después de que la Corte Internacional de La Haya entregara a Nicaragua una buena porción del mar Caribe antes perteneciente a Colombia, el presidente Santos dijo que la estrategia nicaragüense de ganar territorios a punta de demandas no amenazaba sólo a Colombia, sino a otras naciones de la región.
Hay algunos hechos que lo ratifican. La presidenta costarricense Laura Chinchilla denunció públicamente las pretensiones de Ortega de “recuperar” el territorio guanacasteco. El presidente nicaragüense sugirió que podría acudir a la CIJ –donde ya tiene una disputa en curso contra San José– para reclamar soberanía sobre esta región.
Costa Rica ha sido víctima ya de por lo menos tres agresiones en los últimos tiempos. La primera fue en octubre-noviembre de 2010, cuando los nicaragüenses invadieron y ocuparon militarmente una pequeña parte del territorio en Isla Portillos. Ortega mantiene la zona ocupada, y ya lleva más de dos años ignorando las órdenes de la Corte internacional al respecto.
Más recientemente, al igual que Colombia, a falta de un tratado de límites, Nicaragua ha pretendido fijar unilateralmente los límites marítimos y está ofreciendo bloques de territorio marítimo costarricense a compañías multinacionales petroleras para efectos de exploración y explotación. Y recientemente el presidente Daniel Ortega afirmó que la provincia del noroeste de Costa Rica, Guanacaste, que es su un emporio de turismo, le pertenece a Nicaragua.
A los llamados de alerta se han sumado también los gobiernos de Panamá y Jamaica, que también ven en las pretensiones de Ortega una amenaza directa contra la soberanía de sus mares territoriales.
Causa también preocupación y tensión en toda la zona la carrera armamentista que ha empezado Nicaragua, con embarcaciones lanzamisiles y la posible compra de aviones MIG rusos, de la que habla la prensa local. Eso no significa otra cosa que una amenaza en la región y una alteración de los balances tradicionales, sobre todo del lado del Caribe.
Por todo esto el señor Daniel Ortega se merece un estruendoso cacerolazo regional.