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Calor de madres en diálogos fríos


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En Colombia existe un grupo de mujeres que por más de veinte años han entregado sus vidas al servicio de la comunidad. Las madres comunitarias, como se conocen, son mujeres que realizan día a día una labor humanística con aquellos niños y mujeres en embarazo que se ven afectados por la situación económica. Dos de ellas hablaron con Confidencial Colombia para contar la noble tarea que llevan con niños del departamento de Antioquia.

En el país se encuentran alrededor de 70 mil madres que ofrecen servicios de pedagogía, alimentación y ayuda psicológica a miles de niños que por algún motivo tienen falencias dentro de su núcleo familiar.

Este gremio se divide en varias modalidades: las madres tradicionales quienes son aquellas que se hacen cargo de diez niños y trabajan ocho horas; las fami que se hacen cargo de mujeres en embarazo y de familias con condiciones económicas difíciles. También están las madres sustitutas, las cuales tienen a cargo niños especiales durante las 24 horas y las madres tutoras, encargadas de los hijos de los reinsertados que por motivos de seguridad están bajo protección y tienen identidad oculta.

La historia de estas mujeres empezó hace 30 años cuando se inició esta labor comunitaria por medio de alianzas con fundaciones, entidades y el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar -ICBF-. Su trabajo para ese entonces no tenía ninguna remuneración. Sin embargo, el dilema empezó este año cuando una madre de Cali decidió imponer una tutela para que su trabajo desempeñado por décadas fuera reconocido. Además, su grave estado de salud la empujó a exigir un derecho ganado durante años.

La tutela la ganó la madre comunitaria cuyo nombre no se reveló. A pesar de salir avante en esta primera pelea, su salud no la dejó disfrutar lo que merecidamente se había ganado. A partir de ese momento el Presidente Juan Manuel Santos estipuló que desde enero se les otorgaría una “bonificación” equivalente al salario establecido pero sin prestaciones y ningún tipo de contratación. El decreto se empezó a cumplir hasta al mes de agosto, cuando tenía que haber sido puesto en marcha desde principios de año, lo que provocó un paro indefinido.

Ahora las madres comunitarias del país quieren que se reconozca su labor para ser merecedoras del salario minino que cualquier otro colombiano puede tener. Mientras estas mujeres esperan repuestas efectivas a su problemática, el Gobierno establece un monto exagerado para las primas de los congresistas, dinero que seguramente podría ser mejor utilizado en manos de miles de mujeres que esperan sacar adelante a niños de diferentes comunidades.

El dilema de dos madres

Era el noveno día en que Denise Salavarrieta y Luz Ester Martínez, ambas madres comunitarias, se encontraban en Bogotá para seguir protestando por sus derechos como mujeres trabajadoras. En el octavo día de octubre, a las cuatro de la tarde, mujeres del todo el país se concentraron en la Plaza de Bolívar, entre las escaleras del Capitolio Nacional, entonando las estrofas de una canción creada por ellas y dirigida al presidente Santos.

Cuatro pancartas y un megáfono eran los elementos para que las voces de estas mujeres se escucharan por toda la plaza. En uno de los escalones, Denise, la única representante de las madres sustitutas, se encontraba sentada muy bien abrigada por el frio que cubría la tarde de la capital. Con el cansancio en su rostro, recordada las tardes que vivía en Medellín con una temperatura cálida diferente a las que por más de una semana había tenido que aguantar en Bogotá.

Con plena serenidad, Denise hablaba de lo importante que son los dos niños que ha tenido por cuatro años, que por circunstancias ajenas fueron abandonados en un hospital al nacer.

Cada uno de ellos tiene problemas de salud. Por un lado la niña tiene parálisis cerebral, sufre de epilepsia y a raíz de una meningitis perdió la vista. Por el otro, el niño de 6 años tiene síndrome de Lennox y Gataut, el cual produce que el menor presente al día alrededor de 50 episodios epilépticos, también tiene retraso psicomotriz y es autista.

Paso a paso la madre contó como es el día a día con los niños. Los ve como si fueran propios. Primero se levanta muy temprano para prepararles el desayuno, ellos con mucha dificultad logran alimentarse. Posteriormente el niño juega y la niña recibe una terapia auditiva con música. Al medio día, Denis prepara el almuerzo y en la tarde comparten todo el tiempo. “De lunes a jueves me voy con los niños al estadio Atanasio Girardot, allí vamos a clases de hidroterapia y los fines de semana estamos siempre en la casa”.

Con lágrimas en sus ojos, expresando la tristeza de tener que estar lejos de sus niños y sin la compañía de su esposo, Denis hablaba de sus experiencias cada vez que alguno sufre alguna recaída, las traumatizantes noches que ha tenido que pasar en el hospital.

Junto a Denis, estaba Luz Ester, madre comunitaria tradicional de Medellín. Llena de energía pero con frío y notablemente enferma debido al cambio de clima, lideraba los cantos y gritos que se escuchaban alrededor de la plaza.

Con cierto nerviosismo pero al mismo tiempo entusiasmo, Luz hablaba del trabajo que por cinco años ha realizado al lado de los trece niños que tiene a cargo con edades entre los dieciocho meses hasta los cinco años. Enseñar las vocales, los números, los colores, actividades didácticas, son las labores que realiza a diario en el barrio Belén. Su casa es el lugar en donde se reúnen a diario desde las seis de la mañana hasta las siete de la noche e incluso los fines de semana. Al estar reclamando una mejor condición laboral, por más de una semana no ha podido ver a los niños. No se ha podido comunicar para saber el estado de cada uno.

Estas madres llevan 10 días en Bogotá viviendo en una casa ubicada en Cuidad Bolívar, junto con otro grupo de mujeres de toda Colombia que luchan por la misma causa. Todos los días se levantan muy temprano y con lo poco que tienen en el bolsillo se dirigen al centro de la cuidad para continuar con las protestas a la afueras del Ministerio de Hacienda o en la Plaza de Bolívar.

Con poco presupuesto pero con mucha energía y con la esperanza de un acuerdo con el Gobierno, las madres comunitarias de Colombia continuarán ‘guerreando’ por una causa justa y un reconocimiento a su labor, sin importar los días que sean necesarios para llegar a una solución. Por ahora, todas ellas seguirán sin poder ver al motivo de su noble protesta: sus niños.

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