Cambio Radical se convirtió en el nuevo barón elector en Colombia. Ganó 6 gobernaciones, y llegó en alianzas a 9 más; se hizo a dos de las joyas de la corona: las alcaldías de Bogotá y Barranquilla, entre 7 las alcaldías de capitales que alcanzó.
La jornada electoral de este 25 de octubre, que es donde mejor se representan las maquinarias en las regiones, dejó en claro que la lucha política en el país ya no es entre el santismo y el uribismo; un nuevo elector se abrió paso en la política nacional, Cambio Radical y el vargasllerismo.
El partido que dirige el vicepresidente de la República Germán Vargas Lleras dejó en claro que sus deseos de hacerse con la presidencia del país en 2018 son una posibilidad real y muy cercana.
El hecho de que haya ganado las alcaldías de Bogotá y Barranquilla demuestra dos cosas. La primera de ellas que, como pasó en Bogotá, puede enfrentarse de tú a tú con la coalición de gobierno, de la que ya no es parte electoralmente, y a su vez con fuerzas políticas como el Polo, que detentaron el poder en la capital por más de una década, resistiendo el embate del uribismo en sus mejores épocas. En segundo lugar, demostró, con Barranquilla, que puede alinearse con las grandes dinastías electorales para establecer fortines políticos que demuestren su poder.
Esta situación pone de presente que la apuesta para las elecciones presidenciales de 2018 no es un mano a mano entre quienes apoyan los acuerdos de La Habana con las Farc y sus opositores, sino que una nueva fuerza política se abre camino.
Los pactos con los caciques electorales de las regiones en donde triunfaron los candidatos de Cambio Radical demuestran que más allá del discurso de oposición al gobierno, lo que impera y podría imperar a futuro son los programas de gobierno que privilegian las obras de infraestructura en los planes de desarrollo. Esto se refleja en las dos grandes alcaldías de Cambio Radical, Barranquilla y Bogotá, y es sobre este discurso que se ha ido cimentando la virtual candidatura de Vargas Lleras a las presidenciales de 2018.
Además, demuestra que las alianzas y avales del nuevo gran elector no tienen muchos reparos sobre la idoneidad de algunos candidatos como es el caso de Oneida Pinto quien llegó a la gobernación de la Guajira avalada por Cambio Radical, a pesar de las múltiples denuncias de ser cercana a Kiko Gómez, ex gobernador detenido por homicidio y se le señala por cercanía con grupos paramilitares.
Y mientras crecía Cambio Radical, el Centro Democrático salía apaleado en estas elecciones regionales. Los candidatos del uribismo perdieron en plazas tan simbólicas como la Alcaldía de Medellín y la Gobernación de Antioquia.
Este descalabro podría demostrar que el electorado asume una posición de aceptación del proceso de paz con las Farc, y no asume la oposición cerrada y a ultranza del ex presidente Uribe. Además, el hecho de que el Centro Democrático haya conseguido, nuevamente, las alcaldías de Florencia y de San Vicente del Caguán, confima que uno de los principales activos políticos de esta fuerza electoral es la existencia de unas Farc armadas.
Así las cosas, se reitera en el mapa político colombiano que nunca nada está escrito en materia electoral en el país, y que priman los pactos electorales y las maquinarias sobre la idoneidad de muchos candidatos.