Jaime Polanco, presidente de Confidencial Colombia se reunió con algunos miembros de la comisión negociadora de las Farc en la Mesa de Diálogos de La Habana. Esta columna refleja sus impresiones de un encuentro pendiente, durante mucho tiempo. Opinión.
Hace casi un año me reuní con las Farc en Cuba y desde entonces he reflexionado sobre ese encuentro. Desde el 2004 tengo ciudadanía colombiana, y quizás ya son veinte años en total hablando de este país en diferentes escenarios internacionales.
Conocer a la guerrilla era una tarea pendiente. Primero porque hace parte de la historia, está en todas las referencias como uno de los principales problemas del país, y segundo, porque desde hace unos años, con el inicio del proceso de paz, ganaron un protagonismo que ha producido la descarnada polarización de la política.
Desde nuestra posición en www.confidencialcolombia.com hemos querido contribuir al entendimiento del proceso de paz, y a su trascendencia, con una mejor información, directamente desde La Habana, pero sobre todo siguiendo el desarrollo noticioso de ese tema en el país.
Para entender ese proceso trascendental quise saber de primera mano, desde ese lado de la mesa, cómo se evaluaban las negociaciones y qué pensaban los responsables de las Farc de los temas más espinosos y sus intenciones reales de concretar lo que el país espera. Consideré que era la piedrecita que había que aportar desde la sociedad civil, para entender de una vez, qué nos estábamos jugando y con quién.
Con el sosiego de estos meses pasados, casi un año, y sin otra pretensión que la de la reflexión y el entendimiento de mi visita, escribo estas líneas para compartir lo que significó para mi este acercamiento desinteresado y espontáneo.
Fue realmente importante haber tenido estas reuniones al máximo nivel y escuchar de boca de sus líderes las razones que argumentan para explicar por qué están sentados negociando su futuro con los representantes del gobierno. Y la reiteración, ellos dicen sincera, de querer llegar a un paz verdadera. Oír sus posturas después de más de cinco décadas de enfrentar al Estado y la necesidad de terminar para siempre esta guerra sin fin. Todo esto en un lenguaje retórico y recargado de ideología antigua.
Sentado frente a las Farc en La Habana, les oí aproximarse a una definición de lo que sería para ellos el cambio del país de hoy por otro en el que se pueda participar en las decisiones por las vías democráticas y no por el equivocado y anacrónico camino de las armas; reconocer los errores y horrores que han cometido en todos estos años; hablar del contexto de los negocios fraudulentos con los que se financian y que no tienen cabida en una sociedad democratizada y transparente.
Pero también les oír hablar de la guerra sucia, de las mafias del Estado y de las complicidades con “los otros”, la preocupación por sus vidas después de la paz, y la legitimidad de un acuerdo de no darse una amplia participación de la sociedad.
Las Farc, les entendí, quieren saber sobre la construcción de un futuro incluyente en los medios de comunicación. De cómo el cambio que sugieren las nuevas tecnologías los afecta, o bien porque ven otra realidad que se la muestran los ciudadanos sin mediadores, o bien porque de igual manera se enteran de lo que piensa el país sobre ellos.
Hablaron del festival de visitas de la sociedad civil que recibieron en otros procesos, como en el Caguán y la ausencia de las mismas en la Habana. Interpreté que sienten necesidad de contar su verdad y que los interlocutores de los medios, los gremios, las empresas y, en general, los ciudadanos tengan esta versión de lo que realmente quieren y desean.
Quizá aún no era el momento, pero los plazos se cumplen. Como empresario de medios de comunicación, quise entender personalmente en este momento histórico para Colombia lo que están pensando los enemigos de la democracia y la convivencia para dar un paso a favor del entendimiento y de abrir la mente para asimilar su llegada a esta sociedad.
Por ello animo a otros empresarios especialmente de medios a que ellos mismos puedan también ser conocedores de primera mano sobre lo que se está pensando en tierras cubanas. No creen y no creemos que éste sea un proyecto de tal o cual presidente si no una vocación de una sociedad cansada del horror y la barbarie de varias décadas.
La comunidad internacional nos apoya. Este proceso de paz interesa más de lo que nosotros pensamos, muchos países están aportando diplomacia de la buena deseosos de unirse al pueblo colombiano porque tienen memoria de sus guerras y entienden los beneficios para la sociedad que traen los cambios que suponen la paz.
* Presidente ConfidencialColombia. com