La ruptura de una represa minera en la ciudad de Mariana (Minas Gerais), es la mayor tragedia medioambiental en la historia de Brasil. El Gobierno no reacciona, por lo que los ciudadanos han tomado el asunto en sus manos.
Les llaman ‘Humanos del Río Doce’. Son personas anónimas, pescadores, instructores de surf, dueños de pensiones, ancianos aposentados o profesores que lo han perdido todo en la peor catástrofe ambiental de Brasil y de toda América Latina, que algunos expertos no dudan en comparar con la tragedia de Chernóbil.
Un desastre sin precedentes que ha inundado de lodo tóxico el valle del Río Doce, en Minas Gerais, y las costas del estado de Espírito Santo, a pesar de lo cual la reacción del Gobierno brasileño, postrado en la crisis política y económica más importante de los últimos 20 años, está lejos de ser satisfactoria.
Por ello, la movilización ciudadana trata de paliar la falta de atención gubernamental. Desde una página de Facebook, inspirada en la conocidísima ‘Humans of New York’, que ya supera los 12 millones de seguidores en todo el mundo, esos humanos están consiguiendo apoyo y solidaridad del pueblo brasileño. Creada por un grupo de documentalistas y fotógrafos de Río de Janeiro, ‘Humanos do Río Doce’ está consiguiendo movilizar a los ciudadanos ante la falta de atención del Gobierno brasileño.
“Decidimos irnos a Minas Gerais para entender lo que estaba sucediendo con el Río Doce, ya que se estaba informando poco o mal sobre el suceso. Por lo que salía en la televisión, creíamos que la ciudad histórica de Mariana estaba completamente destruida.
En realidad, las zonas más damnificadas son los pequeños municipios de la región, como Bento Rodríguez o Barra Longa, y no se trata de simple destrucción: es una catástrofe ecológica de una magnitud impresionante”, explica Hermano Beaumont, director y guionista de la productora Do Rio Filmes. “Comenzamos este proyecto porque pensamos que es una catástrofe de corto, medio y sobre todo largo plazo”, añade.
El accidente sucedió a principios de noviembre: la ruptura de un dique en una empresa minera en el municipio de Mariana, en el sudeste de Brasil, del que durante siglos salieron toneladas de oro y del que ahora se extrae mineral de hierro, causó una riada que ha acabado con la vida de 12 personas. Todavía hay al menos 28 desaparecidos. El dique contenía 62 millones de metros cúbicos en depósitos de agua y residuos minerales altamente tóxicos.
Se trata de un cóctel mortífero de metales peligrosos muy por encima del límite legalmente permitido, como mercurio, arsénico, cromo, manganeso, cadmio, plomo, níquel y cobre. Hay miles de afectados a ambos lados del río, en unos 230 municipios de Minas Gerais y Espíritu Santo. Sus consecuencias reales son incalculables.
Los expertos estiman que unos 50 millones de toneladas de barro tóxico han destrozado el valle del Río Doce, declarado clínicamente muerto. El principal problema es que esta amalgama contaminante ya ha alcanzado las aguas del océano Atlántico, tras recorrer más de 850 kilómetros a través del río Doce. “Al llegar al mar, se convierte en el mayor desastre ambiental del mundo, solo comparable al accidente nuclear en Fukushima, debido a la extensión de la contaminación marina”, advierte el ambientalista André Ruschi, director de la Estación de Biología Marina Augusto Rischi del estado brasileño de Espírito Santo.
El grupo de fotógrafos de Río de Janeiro ha recorrido los 850 km que separan la ciudad de Mariana del mar, acompañando la bajada de esta riada de fango venenoso. El proyecto consistía en hacer un documental sobre el desastre y, al mismo tiempo, contar a través de las redes sociales historias humanas para conseguir un impacto mediático más inmediato.
“Son historias de personas que sufrieron la pérdida de un familiar o de su casa, o que resolvieron ayudar a los otros. Personas como Nilton, que perdió todos sus animales y se quedó en el centro de donaciones trabajando sin parar”, relata Pedro Serra, periodista y director de fotografía en Do Rio Filmes. “Le acompañamos durante tres días y compartimos el momento en que encontró a su querida perra en medio a la lama. Fue muy emocionante. Su historia me marcó mucho: es una persona que necesita ayuda y que, al mismo tiempo, se ha volcado en los demás”, agrega.
Querían documentarlo todo y, de paso, sacudir la conciencia colectiva de un país que observa con impotencia la destrucción de un riquísimo ecosistema, mientras el país tropical se hunde en los fangos venenoso del ‘impeachment’ contra Dilma Rousseff. Al tiempo que el torrente de lodo tóxico envenena silenciosamente ríos, faldas acuíferas y zonas costeras casi vírgenes, la presidenta de Brasil intenta mantenerse en el poder y luchar contra lo que la izquierda brasileña define como un “intento de golpe”. Eso ha hecho que los ‘humanos’ afectados por el desastre no hayan recibido la atención mediática ni política que se esperaría ante una tragedia medioambiental de estas dimensiones.
El factor ‘humano’
En su primera semana ‘online’, ‘Humanos do Río Doce’ ha conseguido 3.315 seguidores, que descubren las historias personales que estos documentalistas publican todos los días. Historias como las que cuentan Pedro y Mariana: “Estábamos viviendo en Costa Rica y lo dejamos todo para volver a Brasil. Solo trajimos a nuestro hijo y a nuestro perro, al que rescatamos de la calle. Vinimos para invertir todo en una posada, y trabajar con fotos y vídeos de surf”, cuentan en la página. “Hace dos meses no parábamos: limpiando, construyendo, arreglando, haciendo fotos… Estábamos muy felices. Hasta que llegó el fango y acabó con todo. Ahora tendremos que sentarnos, reflexionar, rezar y pensar en lo que vamos a hacer. Puede que las cosas mejoren, si no, tendremos que empezar de cero”, añade esta pareja afincada en la ciudad surfera de Regência.
Algunas de estas historias han sido compartidas miles de veces, y los grandes medios de comunicación empiezan a hacerse eco de una iniciativa nacida de una inquietud personal. “Desde que empezamos con la página en Facebook, no paro de recibir mensajes de personas que quieren ayudar, ya sea donando ropa o agua, o yendo hasta allí. Realmente está causando un impacto sobre esta realidad. También hay muchas personas que están tomando conciencia de lo que está sucediendo y están pidiendo responsabilidades”, revela Pedro. “Me sorprendió que en Mariana hubiera un exceso de donaciones. A diferencia del Gobierno, la población brasileña se ha solidarizado mucho con los afectados. Es bonito comprobar eso”, agrega Hermano.
La presidenta Dilma Rousseff ha sido criticada por sus propios votantes porque ha tardado una semana en visitar la zona y, cuando lo ha hecho, no se ha bajado del helicóptero para hablar con las víctimas. “Vivimos un momento político en el que la presidenta está más preocupada por mantenerse en su cargo que por tomar partido ante el mayor desastre ambiental de Brasil”, añade Hermano.
Incluso la ONU ha censurado la actuación del Gobierno brasileño frente a lo sucedido. “El Gobierno tiene mucho que ver en esta historia porque participa de casi el 50% de la empresa Vale a través de los fondos de pensiones. Tal vez por eso no se haya posicionado con más contundencia sobre el caso”, destaca Pedro.
No hay que olvidar que Vale, dueña de la mitad de la empresa minera responsable del desastre, es una de los mayores financiadoras de las campañas electorales de Brasil. Con una facturación por encima de los 50.000 millones de dólares, es la segunda compañía en la minería del hierro del mundo. Por financiar, Vale financia hasta el trabajo del famosísimo fotógrafo Sebastião Salgado, que creció en la región del Río Doce.
Pocos días después del accidente, el fotógrafo, conocido por trabajos comprometidos con el medioambiente como ‘Génesis’, visitó Brasil para alertar sobre la gravedad de la catástrofe y anunciar la creación de un fondo para recuperar el río. Cuando se popularizó la información sobre su relación con la empresa Vale, muchos internautas le han puesto a caldo en las redes sociales, alegando que es muy contradictorio erigirse en defensor del medioambiente con el dinero de los responsables de este desastre.
Por lo pronto, la empresa minera Samarco, responsable de la ruptura de la represa en la mina de Mariana, tendrá que pagar una multa de 1.000 millones de reales (244 millones de euros) para compensar los daños causados. Es una multa sin precedentes en la historia de la minería en Brasil, que será abonada a partes iguales por los ‘holdings’ propietarios de Samarco, la australiana BHP y la multinacional brasileña Vale.
Cabe destacar que para muchos expertos el desastre podría haberse evitado. “Para comenzar, una represa llena de metales pesados debería ser tratada como se hace con las centrales nucleares”, explica el ingeniero y geólogo Gilson Essenfelder, que también denuncia la falta sistemática de controles. “Veo todos los años represas que se rompen. Esta es la quinta vez, si no me equivoco, que acontece eso en el estado de Minas Gerais. Me preocupa mucho. Tanto la legislación como la fiscalización están fallando”, asegura.
La recuperación llevará años
Ahora, con la llegada de las lluvias, incluso las paradisíacas costas del estado de Bahía están en peligro. El barro está avanzando hacia el mar a gran velocidad y las reservas de tortugas marinas están amenazadas, así como las ballenas de la costa que actualmente están en época de reproducción.
Los expertos no se ponen de acuerdo sobre el tiempo que se necesitará para recuperar esta región. Algunos aseguran que hacen falta por lo menos 30 años para que el río Doce elimine el lodo tóxico. Otros creen que cinco años serán suficientes para que los pescadores puedan volver a faenar y los surfistas a cabalgar sus olas predilectas.
“La gran pregunta es cuántos años serán necesarios para que este río vuelva a tener vida, para recuperar a los animales que fueron contaminados por los metales pesados, si estos animales morirán o serán capaces de expulsar estos metales, si habrá que repoblar los ríos”, señala Pedro Serra, que pretende volver al valle del Río Doce en 2016 junto a su equipo para seguir documentando la evolución del desastre.
Por lo pronto, ya han sido recogidas nueve toneladas de peces muertos en las orillas del río, una cifra que no para de subir. “Por eso es tan importante que personas como nosotros documenten lo que está aconteciendo. Es preciso entender el alcance de este desastre y, sobre todo, no olvidar”, señala Hermano Beaumont, y añade: “También me gustaría saber qué va a pasar con las personas que entraron en el barro lleno de metales pesados para rescatar a personas y animales. ¿Contraerán alguna enfermedad mortal? ¿El Gobierno va a hacer un seguimiento sanitario?”.
Mientras, un equipo del Instituto Chico Mendes de Conservación de la Biodiversidad (ICMBio) está recorriendo el lecho del río Doce desde el 15 de noviembre para recoger ejemplares de especies de peces amenazadas de extinción. Su intención es constituir un banco genético sobre la biodiversidad e iniciar un proceso de reproducción en cautividad para repoblar el río en un futuro próximo.
No hay que olvidar que el pescado de esta región era vendido hasta noviembre en los mercados generales de grandes ciudades como Río de Janeiro o Sao Paulo. “Este desastre puede suponer un grave problema de salud para muchas personas que en el futuro consuman el pescado que llega desde aquí. Realmente nadie sabe cuánto tiempo el ecosistema tardará en eliminar todos los metales pesados. En este sentido, no me parece exagerado hablar de Chernóbil brasileño”, asegura Pedro Serra.
Brasil está sumida en una profunda crisis política con tintes de opereta. Con Dilma reducida a un cadáver político que intenta mantenerse a flote, la labor de documentalistas como Pedro y Hermano es fundamental para que nadie olvide que detrás de desastres como los del río Doce hay, por encima de todo, seres humanos.