Hasta hace poco ser crudivegano causaba curiosidad e incomprensión, pero con la preocupación creciente por la vida sana, comer no solo vegano sino además crudo es una tendencia que gana adeptos cada día y que en el plato no tiene nada de aburrido.
El crudiveganismo, crudivorismo o “raw food” crea tendencia y se extiende en internet, en incontables páginas, foros y blogs, que responden las preguntas, dudas y curiosidades de un creciente número de personas interesadas en esta forma de comida, quizás no para aplicarla de manera integral pero sí para introducirla en sus hábitos.
Más allá de la alimentación vegana (aquella que no admite en el plato ningún alimento de origen animal -ni huevo, leche o derivados-), los crudiveganos no calientan los alimentos por encima de los 41 grados, pues a partir de ese punto se destruye su composición química, nutrientes y enzimas.
Ni que decir tiene que son alimentos sin aditivos artificiales, procedentes de la agricultura biológica, preferiblemente locales y de temporada, a base, según la web Rawfood, de fruta, verdura, hortalizas, algas, nueces, semillas, brotes o germinados y sus derivados, que se pueden consumir crudos o después de procesos naturales como la germinación, fermentación o deshidratación, que no destruye la estructura molecular del alimento.
CRUDO PERO NO ABURRIDO.
Pero ser crudivegano no supone verse obligado a comer en casa o tomar solo ensaladas cuando se va de restaurantes. Poco a poco van surgiendo locales que hacen de esta filosofía de alimentación la base indiscutible de su carta, ya sea para curiosos o para practicantes convencidos.
Entre los chef crudívoros más conocido está Jiuliano Brotman con su restaurante Planet Raw, en Santa Mónica (Estados Unidos) y en el que han comido famosos como Robin Williams, Michael Milken, Bryan Adams, Barbara Streisand, Natalie Portman y Urma Thurman, todos ellos seguidores, en mayor o menor medida, de esta alimentación.
Brotman, que creció en el restaurante italiano de su padre, se hizo vegetariano a los 19 años y vegano a los 23, tras lo que en 1994 abrió su primer restaurante y ahora, además de Planet Raw, tiene una “universidad” en la que enseña este tipo de cocina y participa en programas de televisión.
Pero la ruta de crudiveganismo es cada vez más larga, desde Londres, con Saf o InSpiral Lounge; a Nueva York con Bonobo’s Restaurant, o a Malmo, con “Raw foof house” y hace un año llegó a Madrid con Crucina.
Este local crudivegano tiene claro su lema desde su página web: “ven a saborear la cocina ecogourmet del nuevo siglo” y se define como “cocina sin fogones” que al no calentar la comida (más allá de los 41 grados) logran que los alimentos conserven “intactos todos sus nutrientes y belleza natural, están vivos'”.
Pero Crucina también quiere sorprender al comensal, muchas veces reticente al ser la primera vez que prueba alimentos sin cocinar. Y es que cocina “raw” no es sinónimo de cocina cruda sin más, ni aburrida.
Al someter a los alimentos a procesos como la deshidratación, el marinado, la fermentación, el licuado o el texturizado (con ayuda de batidoras), “se logran texturas muy similares a las cocinadas tradicionalmente. Te sorprenderás con la moussaka o la lasaña”, asegura la web de Crucina.
PASO A PASO.
Irene Bueno, una de las creadoras de la web “Un mundo de brotes”, ofrece principios para aquellos que quieren iniciarse en el crudiveganismo, aunque cree que cada persona debe investigar y guiarse por su instinto para encontrar la combinaciones que le resulten mejores y más apetitosas.
Pero no se trata de lanzarse a comer todos los vegetales y frutas crudos que caigan en nuestras manos pues, como advierte Bueno hay productos que en crudo resultan tóxicos para el organismo, como la patata, el berenjena, la judía verde, la hoja verde de la tomatera y las solanáceas en general.
Ser crudivegano es un proceso que puede llevar meses o incluso años, depende de si ya se es vegano, vegetariano u omnívoro, y hacerlo “mal y rápido” puede hacernos abandonar precipitadamente, agrega Bueno.
Además hay que dar tiempo al cuerpo para que se habitúe pues es posible que al principio se tenga antes sensación de saciedad, ya que los alimentos crudos están llenos de nutrientes.
La comida exclusiva de alimentos sin cocinar implica, en un primer momento, un proceso de desintoxicación del cuerpo que puede traducirse en dolor de cabeza o malestar digestivo.
Frente a aquellos que critican este tipo de alimentación por considerarla no equilibrada, Bueno asegura en su página web que “en el mundo vegetal están todos los nutrientes” necesarios. Así, enumera que el calcio puede venir del sésamo o las almendras; el hierro de la espinaca o la remolacha; las proteínas de la quínua o el aguacate, y los ácidos grasos, como el omega 3, 6 y 9, de las nueces, el lino o la espirulina.
Una alimentación que cada vez gana más adeptos aunque para llevarla a rajatabla supone un cambio de mentalidad y hábitos de vida que, independientemente de todo, seguro que nos acercan más a la naturaleza.