Existe una expresión para definir aquellas cosas o personas, que desde lejos parecen de una manera, se ven atractivas, deslumbrantes y despiertan el interés, pero que una vez las tienes cerca te hacen abrir los ojos y te obligan a aceptar que eran un espejismo de los sentidos y que la realidad es otra. Creo que a Colombia le pasa eso. Columna de Jaime Polanco, empresario y presidente de Confidencial Colombia.
Llevamos años anunciando a los cuatro vientos la buena marcha de la economía, la situación política, la predisposición para hacer negocios, el incremento de la seguridad, la llegada del proceso de paz, las multimillonarias inversiones en la red de infraestructuras, la mejoras en la salud y la educación, la vuelta a normalidad en cuanto al turismo internacional se refiere. Esto es positivo, pero tiene matices que es bueno no perder de vista.
Pasaremos de una previsión de crecimiento del 4.5 a no más de 3.8 en el 2013. Esto significa que hay algunas cosas en el sistema productivo de la economía colombiana que no terminan de arrancar. Y no porque no se genere empleo, que ha mejorado y mucho. Hoy la cifra de los desempleados está en 10 % y se concentra especialmente en la mano de obra poco cualificada e integrada en el sistema informal, que tan arraigado está en el país. Pero hacen falta más cosas para que esto funcione.
Mejorar la capacidad de producción de las empresas, abrir los mercados para que la inversión extranjera fluya sin miedo y sin regateos legales que puedan poner en alerta a las empresas que de buena fe quieren apostar por el futuro del país. Mejorar la relación banco/cliente ahora totalmente desproporcionada y ventajista a favor de los primeros, con una mañas impensables para una banca moderna, con unos procesos ventajistas siempre a favor del banco, con unas tasas de interés mas acordes a economías del siglo XIX , que las de un país con miras a ser aceptado en el poderoso club de la OCDE.
Es momento de dejar de pensar en crecimientos coyunturales como los que hemos vivido en los últimos años, producto de la inversión de empresas extranjeras en minería, petróleo y agroindustria proveniente principalmente de los países asiáticos. Ellos también están haciendo sus deberes para adaptar sus economías a su realidad doméstica, y prueba de ello es la bajada de casi cinco puntos del PIB en China en los últimos años.
Al comienzo del gobierno del Presidente Juan Manuel Santos, se anunciaron grandes inversiones en la maltrecha y abandonada red de infraestructuras del país, acueductos, carreteras, aeropuertos, electricidad y otros servicios básicos que desgraciadamente no han avanzado lo que se hubiera querido. Muchos de estos proyectos, están enredados en complejísimos procesos administrativos y jurídicos y otros simplemente están en manos de no menos complicados intereses políticos regionales que hacen que las ganas y las ilusiones de cientos de empresarios nacionales y extranjeros empiecen a flaquear y pensar a la misma vez si esto es producto de karmas nacionales o de falta de voluntad y gestión política para sacar al país adelante.
Desde la mirada sosegada y más objetiva de los países occidentales, no se entiende bien como un proceso de paz iniciado valientemente por el gobierno, no se apoya de manera decidida por todas las fuerzas políticas del país. Esta oportunidad de llegar a un acuerdo histórico, de perderse no se volvería a dar en mucho tiempo y este es un país que necesita de la paz para crecer y dar el salto cualitativo y cuantitativo para entrar aunque sea en el furgón de cola de los países del primer mundo.
Claro que hay logros pero algunos matizables. Por ejemplo en materia de reducción de la pobreza, la mejora de la inflación, la balanza de pagos, los acuerdos de libre comercio todavía sin madurar con Estados Unidos y La Unión Europea entre otros, pero todo esto sigue sin ser suficiente. Recientemente se publicó una estadística que visualizaba la facilidad en los procesos para hacer negocios en Colombia, lejos de mejorar ha vuelto a ser negativa por el empeño de los funcionarios públicos de crear cuales miles de sistemas innecesarios, impuestos y requisitos administrativos que rayan en la paranoia que impiden el normal funcionamiento de las empresas.
Sin hablar de los enrevesados procesos fiscales que bombardean todos los días las nuevas iniciativas que de ser viables serian el motor de la creación definitiva del empleo y riqueza para el país.
Los colombianos necesitamos abandonar de una la idea histórica y preconcebida de que el país y sus funcionarios públicos son corruptos. Habrá alguno, pero desde luego la gran mayoría no lo son y desempeñan sus trabajos siguiendo procesos que vigilan estas sospechas permanentemente y hacen que casi todos los trámites administrativos se vuelvan largos, tediosos y a veces insultantes para la inteligencia de las personas de buena fe, pero que cumplen con su trabajo.
Las oportunidades pasan una vez por tu puerta, y Colombia tiene una inmensa oportunidad para deshacerse de cargas que hacen más pesado el diseño de la gestión del Estado y mostrar eficacia y creatividad para reorientar el rumbo y que éste solo sea dar marcha hacia delante.