Las conocidas empresas colombianas dedicadas a la fabricación de lápices como Berol e Icolapiz no aguantaron el embate de la apertura económica y mucho menos el del ingreso de producto chino que les puso la lápida encima. Igual suerte corrieron lo colores que ahora son importados.
En el recuerdo quedaron marcas como Recreo, Prismacolor, Magicolor y otras que hacían parte del equipaje escolar con el cual se asistía a las aulas del colegio, el kínder o la escuela para redondear las primeras vocales, ponerle el sombrerito a la “i”, o quizás para colorear paisajes, mascotas y hasta nuestros padres que quedaban largos, angostos anchos, con pelo azul y cachetes rojos, en fin esa industria que abastecía el mercado nacional quedó en la historia y hoy se nutre de marcas extranjeras, unas por suerte reconocidas y con presencia en Colombia desde hace muchos años.
En diálogo con Confidencial Colombia, el gerente de marketing de Faber Castell, Andrés García Zamudio aseguró que con los siglos, después de guerras, tecnologías, computadoras, Internet y las nuevas herramientas de escuela, el lápiz se niega a desaparecer y sigue vigente toda vez que este será útil para despertar la imaginación infantil así como para el trabajador, el obrero y la secretaria que lo requieren, no solo para tomar apuntes, sino para mordisquear el blando y colorado borrador forrado en aluminio.
García Zamudio afirmó que el mercado colombiano es de 100 millones de lápices por año. Las dos empresas nacionales que fabricaban no aguantaron las importaciones y tras su desaparición hoy las remplazan 250 firmas importadoras. En colores el mercado colombiano demanda en promedio 140 millones de unidades, unas 780.000 gruesas o cajas de 12 lápices para pintar.
La empresa Faber Castell tiene 19 plantas en el mundo, pero la más grande está ubicada en Brasil en un área de 10.000 hectáreas sembradas de pino para extraer los lápices de grafito o los de color. En esa planta son fabricados más de seis millones de lápices diarios que luego se distribuyen por todo el mundo.
Esta empresa trabaja con sello ambiental porque no deteriora el medio ambiente al trabajar con sus propios bosques renovables.
“Un lápiz es la suma de grafito más arcilla, mezclados con agua”, explicó Andrés García.
La marca ha logrado consolidarse en Colombia y se mueve en un mercado que anteriormente la miraba como de gama alta, pero que paulatinamente logró precios accesibles para todos los estudiantes y universitarios del país.
Los lápices importados llegan de diferentes puntos de Asia, de Estados Unidos y Brasil que es el caso puntual de Faber Castell. Pelikan con más de 172 años en el mercado llegó a Colombia para entrar en los morrales de los estratos altos.
Sobre la competencia con China, el gerente de marketing de Faber Castell aseguró que esta es dura, pero llevadera por cuanto la firma alemana compite con productos de alta calidad. De todas maneras reconoció que en el país oriental las marcas han mejorado, pero aclaró que en ese mercado se consigue de todo.
En medio de la competencia, la empresa creció 15 por ciento en 2011 y para este año la empresa aspira a crecer por la política de innovación. García Dijo que el segundo trimestre de 2012 fue de total desaceleración, situación que se sorteó con las ventas masivas de la temporada escolar de enero. Confió en un buen cierre de año por la temporada navideña y no fue escéptico en terminar este 2012 con un crecimiento de dos dígitos.
Faber Castell emplea más de 5.000 personas en el mundo de ellas 175 son las de la marca en Colombia. Los productos que fueron de fabricación colombiana fueron absorbidos por multinacionales que no sepultaron las marcas.
En el Congreso del sector papelero de la Federación Nacional de Comerciantes, FENALCO Bogotá, Andrés García dijo que la gran ventaja del lápiz es que va en contra de la gravedad lo que permite escribir hasta acostado, ejercicio que no se experimenta con una pluma o un esfero.
Historia escrita con lápiz
El lápiz lleva con nosotros más de 448 años de historia. Este instrumento, como tal, nace en 1750 cuando al señor, Kaspar Fabell, un artesano de Baviera, mezclo grafito con azufre, antimonio y resinas para darle vida a lo que posteriormente iría evolucionando en forma cilíndrica y con una mina sólida en sus adentros.
Hay que precisar que todo inició en 1564 en Cumberlad (Inglaterra) cuando en medio de una tormenta cayera un árbol dejando al descubierto un yacimiento del grafito, catalogado como el más puro del mundo.
Con ese mineral empezaron a marcarse las ovejas y algunos bienes hasta que empezó el camino de la perfección. En 1795 el inventor francés, Jacques Conté, presionado por Napoleón Bonaparte, produjo un lápiz de mina de grafito rodeado con cedro. Finalmente en 1812, el inventor y ebanista, William Monroe de Massachusetts (Estados Unidos) le dio forma al lápiz que actualmente conocemos.