El envase es uno de los motivos que hacen al comprador adquirir un cosmético. Con forma de tiernos cachorros, de helados de múltiples colores o de apetitosos pasteles, así se presentan los nuevos maquillajes y cremas dispuestos a convertirse en “cosméticos gourmet”.
No se trata de cosméticos comestibles, pero su imagen bien puede confundir al comprador. Los hay con estética de inocentes animalitos que hacen de los tocadores y baños un tierno zoológico de cosméticos ante el que rendirse cada momento. Pero también son auténticas tentaciones gastronómicas aquellas firmas que apuestan por darle forma de pasteles, “macarons”, o llamativos helados con cuantas más bolas, mejor.
Por este motivo, advertir de “prohibido comer” es uno de los principales retos que afrontan estas marcas para las que el continente es tan importante como el contenido.
Salvado este escollo, los motivos de cada firma para apostar por el diseño comestible son múltiples y variados, pero el punto en común es sencillo: atraer la atención del consumidor.
INSPIRACIÓN COMESTIBLE.
Para la firma británica Lush, su inspiración nace de las fruterías, queserías, pescaderías y pastelerías y de este modo lo que pretenden es proporcionar al cliente los productos cosméticos más frescos de la misma manera que hacen estos negocios de alimentación.
“Diseñamos nuestras tiendas de esta forma, con bombas y burbujas de baño apiladas como si fueran frutas frescas; el jabón lo vendemos al peso, lo exponemos en bloques que recuerdan a grandes quesos y lo envolvemos en papel antigrasa; las mascarillas frescas llevan su fecha de caducidad y se colocan encima de hielo picado en neveras que nos recuerdan a las pescaderías”, apuntan desde esta firma.
De este modo, no sólo el envase es importante, sino que hacen de los cosméticos algo natural y evitan el uso de conservantes sintéticos para que cada producto goce de una “altísima calidad y sea lo más orgánico posible”.
“Queremos animar a los clientes a comprar sus productos cosméticos de la misma forma que compran sus alimentos frescos, así que en ese sentido sí que nos aporta valor”, han destacado responsables de Lush.
ASIA, DONDE TODO EMPEZÓ.
Los versátiles y originales diseños de envases nunca van reñidos con la calidad del contenido ni tampoco presentarán complicaciones de uso para el cliente. Se trata de botes de sencilla apertura y uso, pese a su excéntrico diseño.
Que una crema de cuerpo esté dentro de una lechera o que un cacao de labios sea un dulce helado de cucurucho se ha convertido en ese plus que muchas marcas intentan buscar.
Y si hay marcas que llevan el diseño por bandera, éstas se encuentran en Asia, sobre todo en Corea del Sur, donde los cosméticos más llamativos son los reyes de los comercios de belleza.
Aquí comenzó esta fiebre por el diseño en cosmética y es donde las mujeres son más fanáticas tanto por la cosmética como por el tipo de envase. Tal es el caso de la marca surcoreana Tony Moly, en la que un aceite corporal con estracto de huevo se convierte en un precioso huevo con un pollito a punto de salir. O el de una crema “peeling” escondida en un envase con forma de lustrosa manzana verde.
Por su parte, para la firma surcoreana Estude House, creada en 1995, el color rosa y modernos vídeos son los principales reclamos para llamar la atención sobre sus productos.
Tiernos búhos amarillos, azules y rosas son portadores de cremas de manos, y engalanadas barras de labios con lazos rojos a modo de regalo hacen las delicias de las mujeres asiáticas.
Con formato de lechera de cristal y desde Francia, la firma Blancreme también apuesta por un “packaging comestible” y ofrece aceites con efecto de calor y relajante que más de una mujer dudará si meter en el frigorífico o dejarlos en el baño.
EL DISEÑO, LA GRAN BAZA.
Con la rapidez que avanzan las investigaciones en materia de belleza, las firmas han visto que al mismo ritmo tiene que avanzar el diseño.
Por este motivo, firmas como Lush, cuando inventan productos, también intentan crearlos en un formato “sólido” para eliminar la necesidad de utilizar conservante y embalajes, lo que al final hace que influya en el aspecto. Es decir, que el propio producto se convierte en contenido y continente, sin necesidad de que lo envuelva nada.
Y esto hace también que, dependiendo de la ocasión, los productos tomen formas diferentes: por ejemplo, corazones en San Valentín o árboles y estrellas en Navidad.
“Para crear la imagen tenemos en cuenta si es para una edición especial, tipo San Valentín, y por eso nuestros productos son muy coloridos e invitan a que se les toque y se pruebe”, destacan desde Lush.
Pilar Martín Valverde
EFE-REPORTAJES.