La visión de aquellos cuerpos destrozados, caídos frente al pelotón de fusilamiento, llevó a Kong a tomar una decisión: pasaría al otro lado e intentaría que nadie tuviera que afrontar el mismo destino.
“Cada vez que pasaba por aquel lugar tenía una sensación extraña, una presión que me consumía por dentro. Un día vi los cuerpos, eran hombres jóvenes tirados en el suelo, sin vida, y no pude más… nadie puede vivir mirando de frente a la muerte y no sentir nada”.
Eran los años ochenta, una época en que las sentencias a pena de muerte se contaban por miles en China, y Kong Nin trabajaba como fiscal para la administración local de Manzhouli, una población de unos 200.000 habitantes en la región autónoma china de Mongolia interior. La visión de aquellos cuerpos destrozados, caídos frente al pelotón de fusilamiento, llevó a Kong a tomar una decisión: pasaría al otro lado e intentaría que nadie tuviera que afrontar el mismo destino.
“Aquel día me di cuenta de que no valía para aquel trabajo. Cuando era pequeña, vivía en una zona casi deshabitada, por lo que a menudo pasaba el tiempo viendo a los animales que venían de la cercana frontera con Rusia. En aquel entonces, hasta la muerte de un insecto me afectaba, por lo que años más tarde comprendí que no podía seguir impasible ante la enorme crueldad que es quitar la vida a un ser humano”, asegura Kong a El Confidencial.
‘Aquel día me di cuenta de que no valía para aquel trabajo. No podía seguir impasible ante la enorme crueldad que es quitar la vida a un ser humano’Kong ejerció como abogada defensora durante los siguientes 10 años pero, según cuenta, aquel trabajo “tan opresivo” no la hacía feliz. Necesitaba algo que le permitiera dar rienda suelta a una creatividad que había estado oculta durante años y que, con la muerte de su madre como detonante, decidió sacar a la luz.
“El sistema legal de China aún tiene muchas imperfecciones y el trabajo me dejaba exhausta. La muerte de mi madre, con quien tenía una relación muy estrecha, me llevó a plantearme qué quería hacer con mi vida. Por ese motivo comencé a pintar, a escribir obras de teatro y poesías; quería alejarme de la política, de las nacionalidades y de las razas para, simplemente, ser yo misma”, asegura Kong.
La carrera artística de Kong Nin comenzó en 2006 pero, a pesar de estar alejada del mundo del derecho, nunca ha desperdiciado la ocasión de pronunciarse en contra de la pena de muerte y de pedir una revisión del código penal chino. Es un camino largo, pero no está sola.
El sentimiento de Kong es compartido por una cada vez mayor parte de la población china. A pesar de que la gran mayoría justifica la pena de muerte en delitos tales como el asesinato o la violación, una encuesta realizada en 2008 por Sina.com, uno de los mayores portales de internet del país, aseguraba que el 67% de los chinos se oponía a la abolición completa de la pena capital, datos que demostraban un notable descenso en relación con el 95% que arrojaba otra encuesta llevada por la Academia China de Ciencias Sociales en 1995. Además, en la más reciente, un 22% de los encuestados se pronunció a favor de eliminar la pena de muerte en los delitos considerados no violentos.
Aunque la pena capital se ha convertido en uno de los temas de discusión pública tolerados por el Gobierno, según Kong la gente “no está preparada” y en el plano legal “aún hay un gran trabajo por hacer” para situarse al nivel de las naciones desarrolladas. “China está atravesando un proceso de reforma legal que también reduce, de forma paulatina, los delitos castigados con pena de muerte. Sin embargo, hay muchas personas que no deberían morir y aun así lo hacen. Creo que todo, o casi todo el mundo, tiene un lado positivo, eso es algo que aprendí durante mis años en la fiscalía y es algo que la gente debe saber. La conciencia sobre este tema en China es débil, siguen la corriente, habitual en Asia, que afirma que el grupo está por encima del individuo. Esto no pasa en Occidente, donde la importancia del ser humano como individuo tiene mucho más peso”.
Desde la denominada “campaña de mano dura” que se lanzó en los años ochenta y que, según estimaciones de varias ONG, elevó la cifra de ejecuciones a más de 20.000 por año, el Ejecutivo chino ha ido eliminando elementos de la lista de crímenes penados con la vida. Los últimos en salir de dicha lista, en 2011, fueron delitos tales como el tráfico de reliquias culturales o el contrabando de oro y plata. Ahora, se estudia que otros nueve, entre los que se incluyen la trata de blancas, el tráfico de armas o la propagación de falsos rumores en tiempos de guerra, sigan el mismo camino. En todo caso, aún quedan 55 delitos en el citado listado.
Según Kong, el Gobierno no debería limitarse a llevar a cabo este tipo de reformas sino que debería “abolir completamente la pena de muerte”. Para ella, solo de esta forma se terminaría con algo “peor que ser ejecutado”… ser ejecutado por error.
Ejecuciones de inocentes
El pasado mes de diciembre, el caso de Hugjiltu saltó a los medios por este motivo. En el año 1996, Hugjiltu, un joven de 18 años, fue detenido y acusado de la violación y asesinato de una mujer en Hohhot, capital de la región autónoma de Mongolia interior, la misma de la que Kong Nin procede. A pesar de que todo apuntaba a que la confesión del joven había sido obtenida mediante tortura, su ejecución se produjo solo 61 días después de la muerte de la mujer.
En 2005, otro hombre confesó la autoría del crimen ante las autoridades y, una vez reabierto el caso, se declaró en 2014 la inocencia de Hugjiltu, quien llevaba entonces 18 años enterrado. Este caso generó un gran interés en las redes sociales, donde se pidió desde la revisión de todos los casos considerados “dudosos” hasta la total abolición de la pena capital.
Para Kong, la época de lidiar con el sistema legal chino es ya parte del pasado, y asegura querer centrarse “solo” en su creación artística, la cual ha ido más allá de su lucha contra la pena de muerte y se ha centrado, entre otras campañas, en la lucha contra la polución, otro de los problemas recurrentes del país asiático. “Ahora quiero crear y compartir. No quiero pensar más en lo vivido aunque, por supuesto, espero que algún día todo esto cambie”.
China tiene sobre la mesa el debate de la pena de muerte, una de las manchas en el despegue social y económico del gigante asiático. Kong Nin avisa: “Si un país avanza sin respetar un elemento básico como es la vida, ¿de qué sirve? Estoy segura de que si China mantiene este desarrollo ciego, estará perdida”.