"Doghunters": ¿verdugos o remedio?

Miles de perros mueren anualmente en Rusia y Ucrania a manos de los llamados “doghunters” (cazadores de perros, en inglés), activistas radicales que en su cruzada contra los animales vagabundos también quitan la vida a perros domésticos al dejar en la calle carne envenenada.

Los cazadores de perros nunca se identifican, cubren sus rostros por miedo a la policía y en pocas ocasiones se deciden a conceder entrevistas, sólo bajo estrictas condiciones de anonimato.

“El pasado 3 de octubre nos llamó una mujer muy asustada que contó que dos perros, uno de ella y otro de su vecino, sufrían ataques y espasmos musculares muy raros y que no podían levantarse”, recuerda Alexéi Shiógolev, veterinario de la clínica Biosfera en la ciudad de Koroliov, en las afueras de Moscú.

Uno de los perros que se había encontrado una comida en el césped, murió de camino a la clínica, mientras que el otro dejó de dar señales de vida tras una hora y media de fuerte agonía pese a los esfuerzos de reanimarlo.

Mientras los “doghunters” afirman que sus métodos no son crueles y que el animal se duerme hasta “morirse tranquilamente”, algunos dueños, “hombres aparentemente fuertes, no son capaces de soportar los gritos de dolor de sus animales en la clínica y tienen que abandonar la sala de operaciones”, afirma Shiógolev.

CON NOCTURNIDAD.

Los “doghunters” prefieren actuar de noche cuando son pocas las posibilidades de caer en manos de la policía o, aún peor, ser cogidos “in fraganti” por los dueños de perros que ofrecen considerables recompensas por las cabezas de los cazadores de canes.

“En lo que va de año ya unos 1.500 perros domésticos murieron solo en Moscú por culpa de los “doghunters”. En lo que se refiere a los perros callejeros ni siquiera tenemos los datos, pero sin duda son muchos”, afirmó Natalia Yunítsina, directora del fondo “Regalando

Esperanza”, que junto con centenares de dueños de perros llegó el pasado 28 de octubre a la plaza Pushkin de Moscú, pese al clima desapacible en la capital rusa, para exigir a las autoridades que castiguen a los asesinos de los animales.

Muchos famosos rusos se sumaron a las exigencias de los defensores de los derechos de animales, entre ellos, el actor Leonid Yarmólnik y el cantautor Andréi Makarévich.

Los manifestantes denuncian que las autoridades rusas están haciendo la vista gorda con la matanza de mascotas, alegando que en condiciones de violación de los derechos humanos no les queda tiempo para encargarse de los problemas de animales.

Mientras los defensores de los derechos de los animales han dado la voz alarma, hay quienes apoyan a estos cazadores diciendo que no son suficientes las medidas que toman las autoridades para proteger a la sociedad de los perros callejeros.

“Me gustaría ver a uno de esos protectores de animales leyendo un libro en pleno día en un patio de recreo y mirando a su niño cuando, de repente, éste se encuentre rodeado por una horda de perros callejeros”, escribe el usuario Beorn en un blog donde se debate el problema.

Quienes simpatizan con los “doghunters” argumentan que son muy frecuentes los ataques de perros domésticos que andan sueltos contra los niños, algo que representan en sus blogs con atroces fotos de pequeños atacados por canes.

Además, en Rusia es un gran problema castigar a un dueño de perro irresponsable porquelo máximo que podría recibir es una multa.

Según distintas estimaciones, difíciles de comprobar ya que no hay un sistema unificado para sacar este tipo de cálculos, el número de ataques de perros contra transeúntes en Moscú varía entre 20.000 y 30.000 episodios anuales.

MANADAS Y PELIGROS.

Un animal que nunca ha sido debidamente vacunado representa una amenaza para salud pública al ser portador de numerosas enfermedades, entre las que a menudo figura la rabia.

Aún es más grave si se trata de un perro callejero que pasa hambre en una incesante lucha por sobrevivir y no piensa dos veces en defender con uñas y dientes lo que considera su hábitat, aunque éste sea un espacio compartido por el ser humano.

Los animales que se agrupan en manadas son una verdadera amenaza para las personas en ciertos barrios ya que se sienten más protegidos por el grupo y, por ello, son más atrevidos.

“En Járkov (Ucrania), en el distrito donde yo vivía daba miedo andar por las noches. Unas cinco manadas de animales salvajes y muy agresivos que ladraban y a veces atacaban a la gente. Tuvimos que coordinarnos con mis compañeros. Al principio no tuvimos mucho éxito, pero más tarde logramos dispersar a esas fieras”, recuerda el usuario Ogonek que afirma haberse convertido en cazador de perros como defensa propia y de sus familiares.

Asegura que no es su intención andar buscando canes como diversión, sino que sólo los mata cuando no hay otro remedio, ante la incapacidad de las autoridades de erradicar el problema que se agudizó después de la desintegración de la URSS.

Después de que en los años noventa se observara un brusco incremento de la población de perros vagabundos, las autoridades de Rusia y Ucrania implementaron un programa de esterilización de los animales que suponía su captura, la posterior operación quirúrgica y por último la devolución del animal a la calle.

Aquellas medidas no ayudaron a resolver el problema en grandes urbes como Moscú, donde muchos perros, también de las razas de pelea, son echados a la calle por distintas razones.

Siendo la esterilización uno de los factores que en cierta medida busca retener la exponencial multiplicación de los perros vagabundos, sin embargo, no aplaca de ningún modo sobre la fiereza de los animales.

Por si fuera poco, según los ecologistas los perros callejeros ejercen una dañina influencia sobre los ecosistemas de los forestales parques urbanos donde matan a pequeños animales y hasta pájaros.

SOCIEDAD DIVIDIDA.

La cuestionable eficacia del programa de esterilización y los numerosos ataques de perros contra transeúntes fueron el factor determinante que dio a luz a los “doghunters” en Rusia y la vecina Ucrania.

Desde el inicio, este colectivo se proclamó luchadores contra los perros vagabundos pero, según Ogonek, más tarde fueron desacreditados por aquellos que, creyéndose abanderados del mismo ideario, empezaron a eliminar a los perros domésticos, alegando que las mascotas que llevan puesto un bozal no podrían comer el veneno y las que no, pues, es responsabilidad de sus dueños.

Pese a la prohibición por el Código administrativo de andar con un perro sin bozal, muchos perros domésticos pasean sueltos y libres por voluntad de sus dueños que alegan que un animal debe sentirse libre de vez en cuando y poder practicar ejercicios y correr al aire libre.

“Aquellos chavales que envenenan a mascotas en los parques de Moscú son una especie de corriente. Leyeron nuestro portal y decidieron resolver el problema de manera radical”, afirma Ogonek.

La primera hornada de “doghunters” buscaban áreas de paseo de los animales y por allí tiraban carnaza con isoniacida por dentro, un fármaco antituberculoso en venta libre, fatal para los perros.

Los simpatizantes con los cazadores de perros consideran que, aquel que ante la impotencia de las autoridades de erradicar el problema se decide a resolverlo con sus propios esfuerzos, merece toda clase de halagos.

Sus opositores sostienen que se trata de unos “degenerados” que dan rienda suelta a sus inclinaciones sádicas, lo que justifican bajo el pretexto de proteger a la sociedad de los perros vagabundos.

Dicen que alguien que es capaz de matar a un perro, lo haría fácilmente con un hombre y que el asesinato lo es, independientemente de a quien se le aplique.

“Un asesinato es un asesinato”, “Hoy los perros, mañana los seres humanos”, “Sois animales vosotros mismos”, éstos son los lemas más frecuentes que se pueden leer en los foros de internet donde los activistas de los dos campos llevan una incruenta lucha pasando de acusaciones recíprocas a amenazas directas.

Los foros están inundados de noticias sobre trágicas muertes de mascotas y, como resultado, de los profundos traumas psicológicos que eso causa a niños y ancianos, que sufren un gran dolor tras la pérdida de sus “incondicionales amigos”.

La muerte de una mascota se convierte en una fuente de estrés psicológico para sus dueños, sobre todo para las personas que viven en un ambiente de soledad y no reciben atención por parte de sus familiares.

Los que tuvieron esa mala suerte llaman a castigar a los responsables por la muerte de sus queridos animales, sin embargo, dado que las acciones de los “doghunters” no pueden ser claramente catalogadas desde el punto de vista penal, esos llamamientos se los lleva el viento, razón por la cual los airados dueños deben conformarse con ofrecer generosas recompensas.

Por Vladímir Mkrtchan.

EFE-REPORTAJES.

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