El alto el fuego separa al Gobierno y a las FARC en Colombia

El alto el fuego se ha convertido en un nuevo obstáculo entre el Gobierno del presidente colombiano, Juan Manuel Santos, y la guerrilla de la FARC, cuando aún queda un mes para la apertura en Oslo del proceso de paz que consensuaron en Cuba

La discusión, avivada por los insurgentes, fue zanjada hoy de tajo por el mandatario con esta advertencia a los miembros de la guerrilla: “El país está muy bien física y mentalmente para la guerra y para la paz, pero por supuesto que preferimos la paz”.

Santos lo hizo desde Tolemaida, a la que viajó el jueves por la tarde para un encuentro con más de un centenar de oficiales.

El gobernante ratificó allí que el diálogo formal en ciernes no implicará un cese el fuego inmediato en la confrontación, que solo se dará con la firma del “acuerdo final” de paz.

Con ello reiteró la postura con la que ha encarado este naciente proceso con las Farc, guerrilla que el jueves notificó ante la prensa en La Habana que llegará a la mesa de negociaciones en Oslo con la propuesta inmediata de un cese el fuego bilateral.

Lo anunció “Mauricio Jaramillo”, alias del jefe militar de esta guerrilla, que el pasado 26 de agosto firmó con delegados del Ejecutivo el pacto que los comprometió con un nuevo diálogo de paz.

“Lo deseable es un cese de hostilidades, porque disminuye los niveles de violencia en la sociedad y crea un clima favorable de apoyo al proceso de negociación”, dijo a Efe el profesor universitario Alejo Vargas, politólogo que en el pasado ha hecho parte de comisiones facilitadoras de paz con la guerrilla.

Es la opinión también del expresidente costarricense Óscar Arias, nobel de la Paz de 1987, que, en un comunicado difundido hoy en San José, expresó: “creo firmemente que la negociación debe iniciar por el tema más controversial, que es también el más complejo: el cese de todas las hostilidades”.

El mismo sentido tiene la voz de uno de los líderes de los indígenas, la minoría que en Colombia se siente más castigada por el conflicto armado interno, que lleva casi medio siglo, y que exige la salida de sus territorios de todos los “actores armados”.

“Somos partidarios del cese de hostilidades, porque cuando se está conversando para un escenario de paz es mejor evitar más muerte y derramamiento de sangre”, dijo a Efe el líder mayor del Consejo Regional Indígena del Cauca (Cric), Jesús Chávez.

Una vía con riesgos en el terreno político, como lo advierte el politólogo Vargas, para quien la declaración de un cese el fuego puede darles argumentos a sectores como el del expresidente Álvaro Uribe (2002-2010), que se ha posicionado contra este proceso.

Vargas admitió que le preocupa qué puede pasar cuando, en medio del diálogo formal, las Farc realicen un hecho militar de impacto.

Los rebeldes lo hicieron durante el fracasado diálogo que mantuvieron de 1999 a 2002 con el Gobierno del ahora expresidente Andrés Pastrana, en el segundo proceso formal de paz del Estado con las Farc. El primero fue en los años ochenta del siglo pasado.

Los rebeldes no aceptaron llegar a las conversaciones con un alto el fuego bilateral, y cometieron secuestros masivos en grandes centros urbanos o, aun, desviaron un avión comercial en vuelo, hecho este que colmó la paciencia de Pastrana, que terminó por romper el diálogo.

El de las hostilidades es un asunto con “muchas complejidades”, reconoció Vargas, para advertir al mismo tiempo de que “una mesa de conversaciones de paz refleja la correlación de fuerzas militares del conflicto”.

“Es decir, lo que hay en la mesa no es otra cosa que un reflejo de lo que hay en la realidad del conflicto”, explicó el experto.

El problema está incluido en uno de los cinco apartados de la agenda del “Acuerdo general para la terminación del conflicto”, pacto con vistas al proceso de paz suscrito el pasado 26 de agosto tras seis meses de “conversaciones exploratorias” de ambas partes en La Habana.

En el documento aparece como “cese el fuego y de hostilidades bilateral y definitivo” junto a otros que en su momento desatarán polémica, como el de la reinserción de los rebeldes.

Por ejemplo, el judicial: solo los tres rebeldes designados hasta ahora como negociadores por las Farc (“Iván Márquez”, “Simón Trinidad” y “Jesús Santrich”), tienen en contra en conjunto 268 órdenes de captura y condenas.