El Lago de los Cisnes, uno de los montajes que más aplausos le ha merecido al Ballet Bolshoi de Moscú, se podrá ver en cines de seis ciudades de Colombia el domingo 15 de marzo. Un título que ha tenido tanta trascendencia que incluso inspiró la película Cisne Negro.
Rodado especialmente para la gran pantalla desde las tablas del Teatro Bolshoi de Moscú con 10 cámaras HD, este ballet presenta a la bailarina ucraniana, Svetlana Zakharova, en la cúspide de su carrera, bailando en el doble papel del cisne blanco y el cisne negro.
La historia que motivó la película protagonizada por la ganadora del Oscar, Natalie Portman (Cisne Negro, 2010), llega en su versión original: un triste príncipe en busca del amor verdadero. Aunque la trama ha sido reinterpretada y adaptada una y otra vez desde su estreno en 1877, Grigorovich –el octogenario coreógrafo ruso- presenta una versión fiel al libreto reescrito en 1895 por el compositor, Piotr Chaikovsky, y el coreógrafo Marius Petipa para el Teatro Mariinsky de San Petersburgo.
Para romper el hechizo
Ciento veinte años después, aquella historia fantástica y las melodías pegajosas de Chaikovsky continúan encantando a públicos alrededor del mundo, tanto así que esta versión fue vista por más de 120 mil personas en más de 34 países el pasado mes de marzo. La historia comienza con una celebración en el palacio real: el Príncipe Siegfried cumple la mayoría de edad y deberá elegir a su prometida entre las invitadas al baile.
Pero el joven está desconcertado; sueña con un amor ideal y puro. Termina la fiesta y cae la noche. Solo y triste, Siegfried descubre una misteriosa sombra que ha venido a revelarle algunos secretos. Ansioso, el joven se deja llevar por aquella fuerza onírica hacia el bosque, donde encuentra un lago oculto.
Bajo la luz de la luna, Siegfried ve un grupo de doncellas que parecen cisnes. De repente divisa a Odette, la más hermosa de todas, y se da cuenta que ha encontrado por fin su ideal romántico. Pero un hechizo del Genio Malvado, el mismo que lo llevó al lago, ha convertido a Odette en cisne de noche y mujer de día, y sólo un juramento de amor verdadero puede romper el maleficio.
Así comienza este célebre cuento de hadas, una historia que recorre emociones humanas como la tristeza, el amor y el engaño.
La danza es narración
En 1969, Grigorovich creó una versión de El Lago de los Cisnes que, atendiendo a la voluntad de Chaikovsky, conservaba el final trágico de la historia. El régimen soviético prohibió este desenlace, reemplazándolo con un reencuentro feliz de los amantes. Los oficiales soviéticos sabían que El Lago tenía que servir como material de propaganda y apreciaban su estética suave y ordenada, sus filas de bailarinas casi militaristas. Ellos terminaron por convertir la obra en una especie de himno nacional, y la ciudadanía se acostumbró a oírlo constantemente por la radio y a verlo en cines y televisión. El Lago de los Cisnes era tan común que Nikita Khrushchev –un dirigente ruso durante la guerra fría- afirmó que soñaba con “tutús blancos y tanques de guerra, todos mezclados.”
A finales de los sesenta, los ballets eran más narrativos, con largos segmentos de actuación al estilo de las películas mudas. Pero Grigorovich quería que fuera la danza la que narrara la historia. Y sólo hasta el año 2001 logró poner en escena, en el Teatro Bolshoi, la versión que había tenido que archivar 32 años atrás. Una versión pensada no para complacer a una serie de funcionarios públicos con una historia bonita y fácil de entender sino para narrar una fábula –aún si es triste y desconcertante- sólo con los recursos del arte de la danza.
Comunicador Social – Periodista egresado del Politécnico Grancolombiano de Bogotá, escribo sobre política, Derechos Humanos, conflicto armado, entre otros temas.
Llevo cinco años vinculado a Confidencial Colombia.