Contra la Juve, el Barça fue incapaz de sacar se un as en la manga que le permitiera dar vuelta a la situación. Esta vez no hubo trucos de Neymar, ni Messi, ni Suárez. Ni tampoco arbitrales. Sino un derrumbe de un equipo que tenía ya parte de su cerebro fuera de la Champions en la anterior ronda. La remontada milagrosa contra PSG invitó a un optimismo efímero que se diluyó en Turín y se intentó revivir para la vuelta. Pero lo visto en el Camp Nou, ha sido más parecido a un episodio extendido de una eliminación ya anunciada.
En Barcelona solo hubo un equipo con una intensidad cinco puntos más alta que la de los locales. La Juventus se sintió cómoda en todo momento, con un cambió significativo líder para este encuentro. Juan Guillermo Cuadrado fue el héroe de los bianconeros para aguantar la resistencia. La vía de escape que siempre daba un aire al equipo cuando se veía apurado. El de Necoclí estuvo pletórico en la noche de Champions para guiar a su equipo en el camino a semifinales.
Una y otra vez, los azulgrana chocaron contra el muro perfectamente estructurado por Allegri. La defensa juventina se mantuvo impenetrable. La MSN desaparecida. De los tres, si acaso Messi conectó tres disparos que intimidaron la portería de Buffon. Poca preocupación para Gigi, que pasó el presumible agobio con bastante calma.
Con el Barça desesperado en la búsqueda del gol que le diera algo de vida, la Juve pudo hacer aún más grande la herida. Perdonó en múltiples ocasiones con su rival ya rendido. Allegri premió el buen partido de Cuadrado aguantándole hasta el 83′, más que un Dybala que en la vuelta mostró más trabajo que talento. Ejemplo del sacrificio espartano al que acostumbra este equipo de Allegri, obsesionado con lograr la Orejona.