Los diálogos de paz con la guerrilla siempre han sido uno de los temas más complicados que puede abordar cualquier presidente colombiano. De su éxito o fracaso depende el futuro político del mandatario que decida dialogar, así como la concepción que de él tengan las generaciones venideras.
Las conversaciones con las guerrillas han sido el norte de la mayor parte de los gobiernos de finales del siglo XX y de este nuevo siglo que se estrena, siendo las Farc un factor determinante en la politica electoral.
Como ha sucedido tantas veces en la historia política de Colombia, desde mediados del siglo pasado hasta el actual gobierno de Juan Manuel Santos, la paz es uno de los botines políticos más seductores y llamativos para un presidente en ejercicio o para un candidato a la presidencia.
Desde que el Gobierno Nacional se sentara a dialogar con las Farc para llegar a un acuerdo tendiente a buscar una paz duradera y estable en el país, muchas voces han dado su opinión sobre la pertinencia o no de un proceso de paz en Colombia. Incluso el expresidente Álvaro Uribe Vélez se refirió a la conveniencia de los diálogos para una virtual reelección del Presidente venezolano Hugo Chávez.
En medio de todas esas expresiones de apoyo o rechazo a un proceso de paz que apenas se vislumbra en el horizonte una sola cosa es clara: esta iniciativa de paz se convertirá en un pugna electoral de cara a los comicios de 2014.
El Presidente Juan Manuel Santos, al aceptar publicamente que sí se están adelantando diálogos de paz en La Habana, se jugó su reelección. Si los diálogos con las Farc desembocan en un exitoso “Acuerdo Final” que lleve a Colombia a experimentar una situación de superación del conflicto, nunca antes vista, el Presidente Santos podrá pasar a la historia como el segundo mandatario en ser reelegido en su cargo desde que existe la constitución de 1991. Sin contar con que pasaría a la historia en ser el primer presidente en desmovilizar a las Farc y lograr la paz con un grupo guerrillero que lleva más de medio siglo alzado en armas. De llegar a fracasar la iniciativa, el panorama sería mucho más sombrío de lo que se piensa.
El otro gran protagonista del pulso que se da alrededor del naciente proceso de paz es el expresidente Álvaro Uribe. De no llegarse a un acuerdo final con las Farc o de llegar a darse un escenario en el que estas utilizaran los diálogos como una estrategia de fortalecimiento, el expresidente cobraría toda la fuerza que le permitió asumir el mandato del país en dos ocasiones.
Si llegara a darse un proceso de paz que no llegara a feliz término la vigencia del discurso uribista, que insiste en no dialogar con la guerrilla de las Farc, cobraría mucha más vigencia que la que tuvo en 2002, toda vez que esta sería la segunda experiencia fallida de negociación en una década.
Los dos escenarios planteados permiten pensar que las Farc siguen teniendo el poder de plantear la agenda nacional y de influir, indirectamente, en la elección de Presidente en el país. Con el diálogo y la negociación que se está configurando y que se llevarán a cabo en Oslo y La Habana, el presidente Santos tiene la posibilidad de pasar a la historia como el presidente de la paz o como un mandatario débil que cedió a las exigencias de las Farc y que salió derrotado en su intento de lograr el entendimiento.