Las comparsas callejeras responsables por llevar el carnaval a cada esquina de Río de Janeiro viven el dilema de cómo convertirse en auténticos fenómenos de masa multitudinarios, sin caer en la tentación de mercantilizarse y sin perder su espontaneidad y desparpajo.
Los “blocos”, como se conocen a las comparsas o charangas de carnaval callejeras, pasaron décadas a la sombra de los espectaculares desfiles de las escuelas de samba y en los últimos años no han parado de crecer para convertirse en gigantescas marchas omnipresentes en toda la ciudad.
Si de ríos de gente se trata, el “bloco” Cordão da Bola Preta, fundado en 1918 y más antiguo de la ciudad, promete poner a prueba su poder de convocatoria la mañana del sábado de carnaval, día en el que los jurados del Libro Guiness de los Récords van a calcular la asistencia.
Los responsables del Bola Preta esperan que el cortejo supere la marca de 2,3 millones de asistentes que pongan a rebosar la avenida Río Branco, una amplia vía del centro de Río, para convertirse de forma oficial en la mayor comparsa de carnaval del mundo.
La Alcaldía de Río dio su autorización este año a 492 “blocos”, frente a los 425 del año pasado, que comenzaron a desfilar dos fines de semana antes del carnaval y mantendrán el ritmo hasta la semana siguiente.
CASI UN MILLÓN DE ASISTENTES.
Lejos de los números del Bola Preta, muchos de los “blocos” continúan siendo pequeñas bandas de barrio, que juntan a decenas o centenares de vecinos en una esquina o una plaza, para tocar samba y reirse.
Desde 2009 la Alcaldía decidió poner orden en las fiestas callejeras, que antes sucedían sin permiso oficial fijo, horarios o recorridos e invirtió en seguridad, puestos de salud y retretes portátiles.
El subsecretario de Turismo de Río, Pedro Guimarães, dijo a Efe que el desorden que existía hasta hace cuatro años era “inadmisible” porque las comparsas cerraban las calles sin previo aviso y generaban el caos, porque se llegó a contabilizar 700 bandas que salían por toda la ciudad sin previo aviso.
“Introdujimos ciertas reglas con la idea de convertir el carnaval de calle en un producto turístico”, explicó el funcionario, que consideró que el control de la Alcaldía ya ha dado sus frutos.
El número de turistas saltó de cerca de medio millón en 2008 a 900.000 personas que se esperan en 2013 y los cariocas también “dejaron de viajar” en esta época del año para disfrutar de unos “blocos” mejor organizados, según Guimarães.
En la calle el resultado de las nuevas medidas ha sido palpable, con un crecimiento exponencial del número de participantes en los desfiles.
Entre los “blocos” más concurridos -aunque lejos de las cifras del Bola Preta- figura la Banda de Ipanema, que en su origen en la década del 60 se hizo famosa por ridiculizar a la dictadura con letras irónicas que escapaban a la censura y que, en los últimos años, se ha convertido en una colorista parada de la comunidad gay.
Por las mismas calles, al lado de la playa, también circula el Simpatia É Quase Amor (simpatía es casi amor), una banda irreverente que se remonta a los años ochenta y que inicia sus desfiles con una chufla a los adinerados vecinos de este barrio, con el grito de guerra: “¡Aló burguesía de Ipanema, miren el Simpatía!”.
EL SOBACO DE CRISTO.
Los nombres irónicos, satíricos y los juegos de palabras son comunes para decenas de comparsas, como el Blocão, que mezcla los términos “bloco” y “cão” (perro), que es un desfile repleto de salchichas, chihuahuas, pequineses, poodles o bulldogs, pero también gatos, gallos y otras mascotas, siempre disfrazadas y acompañadas de sus dueños.
El Suvaco do Cristo (Sobaco del Cristo) debe a su nombre a la axila de la estatua del Cristo Redentor, que se divisa en perpendicular desde las calles del barrio Jardín Botánico por donde circula la comparsa.
El Imprensa Que Eu Gamo (Aprieta que me encanta) también alude en su nombre a la “prensa”, puesto que está formado por periodistas, que cada año dedican su canción de samba a las noticias más sonadas de los últimos meses.
Los enfermos mentales del Instituto de Psiquiatría de la Universidad Federal de Río demostraron un gran sentido del humor para darle nombre a su “bloco”, al que lo llamaron Tá Pirando, Pirado, Pirou (Estás enloqueciendo, loco, enloqueció).
Tampoco faltan el Qué Merda É Essa?! (¡¿Qué mierda es esto?!), Me Beija Que Eu Sou Cineasta (Bésame que soy cineasta) o el Berro da Viuva (Grito de la viuda).
El nuevo orden oficial, que ha tratado de encauzar el frenesí, también trajo aparejada la financiación por parte de varias empresas, que se han convertido en patrocinadoras de muchos “blocos” y del evento en su conjunto.
La marca de cerveza Antárctica es la patrocinadora oficial del carnaval de calle desde 2009 y este año apadrina directamente a 110 “blocos”, en cuyos desfiles es la única cerveza vendida por los ambulantes.
Otras empresas se han sumado a los patrocinios, entre ellas la fabricante de lencería Duloren, que regala bragas en los desfiles del grupo que apadrina, el Areia (arena).
Algunos “blocos” han dado un paso más y han comenzado a cobrar a quien quiera un lugar dentro de una área VIP acordonada, en la que se ofrece estar cerca de la orquesta evitando las aglomeraciones.
Esta práctica es habitual en el carnaval de la ciudad de Salvador, pero el Ayuntamiento la ha considerado excesiva, ha trazado una línea roja y anunció que a partir del año que viene no se permitirá que los “blocos” creen o cobren por áreas vip acordonadas.
CAMINO DE LA MERCANTILIZACIÓN DEL CARNAVAL.
“Hemos llamado a los blocos y les hemos explicado las acciones que vamos a tomar. Vamos a cohibirlos y no permitiremos que eso ocurra. El espacio es público para todas las personas”, dijo Guimarães a Efe para confirmar el veto a los cobros en los desfiles callejeros.
Los patrocinios por parte de empresas, el cobro de entradas y el control por parte del poder público ha generado la oposición de un una veintena de “blocos” que se han declarado en rebeldía.
Este movimiento, autodenominado Desliga dos Blocos, reclama la vuelta a los orígenes de las comparsas callejeras, sin altavoces, sin dinero y sin las limitaciones de horarios y los recorridos fijados por la Alcaldía.
“El proceso de mercantilización y de privatización del carnaval está en curso. No podemos permitir que la fiesta sea vendida a empresas y que se someta a imposiciones arbitrarias de la Alcaldía. Este movimiento camina hacia un modelo de carnaval de Blocos S.A.”, dice un manifiesto de la Desliga que está siendo repartido en los desfiles de callejeros de los “blocos” tradicionales.
Los “rebeldes se han negado a integrar el programa oficial, que este año suma 492 bandas, por lo que salen por su cuenta, sin avisar a las autoridades y con la única difusión del boca a boca.
La Alcaldía, no obstante, jura que pretende que las reglas no impidan “mantener las características originales” de las comparsas, sino que las “valoricen”.
“El carnaval de Río tiene una cultura muy particular, es natural y tiene una gran costumbre. Queremos valorizarlo, para que así tenga la cara de Río de Janeiro y vuelva a ser como antaño”, afirmó Guimarães.
Por Manuel Pérez Bella.
EFE-REPORTAJES.