El Cuarteto para el Diálogo Nacional en Túnez se ha hecho con el premio Nobel de la Paz por su contribución decisiva a la construcción de una democracia plural tras la revolución de 2011.
Un “mensaje de ánimo al pueblo de Túnez” y un reconocimiento a la lucha por la democratización en un escenario de violencia. El Cuarteto para el Diálogo Nacional en Túnez se ha hecho con el premio Nobel de la Paz de 2015 por su “contribución decisiva a la construcción de una democracia plural” tras la revolución de 2011. Esta formación ha ‘arrebatado’ el galardón a candidatos como la canciller Angela Merkel, el Papa Francisco, la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) o el médico congoleño Mukwege. Entre los aspirantes también se mencionaba al presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y al líder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Timoleón Jiménez, después de que ambos llegasen recientemente a un acuerdo final de paz que se firmará en un plazo máximo de seis meses.
Tras 23 años de feroz dictadura, Túnez, considerado el único país ‘ganador’ en el proceso de las ‘primaveras árabes’, aprobó durante el periodo de transición, con los islamistas de Enhada en el poder, la Constitución más avanzada del mundo árabe. El Cuarteto se formó en verano de 2013, cuando varios asesinatos políticos y revueltas sociales amenazaban la democratización de un estado encajonado entre el caos de Libia y la siempre inestable Argelia. Formado por la Unión General de Trabajadores Tunecinos (UGTT), la patronal (UTICA), la Liga Tunecina de los Derechos Humanos (LTDH) y la Asociación Nacional de Abogados, el Cuarteto apostó por un proceso político pacífico cuando Túnez se asomaba al abismo de la guerra civil y ayudó a establecer en el país un sistema constitucional que respetase los derechos humanos fundamentales.
Por ello, precisamente, el terrorismo yihadista ha puesto a Túnez en su punto de mira. El autodenominado Estado Islámico, de ideología takfirista -la corriente más extrema del islam suní- no puede permitir el triunfo de la democracia en un país musulmán, algo que minaría el mito de que la democracia es una imposición occidental, incompatible con el islam. La amenaza se materializó en el atentado contra el museo del Bardo, cuyo objetivo era golpear al sector turístico, pilar de la economía tunecina (representó en 2013 el 7,3% del PIB, según la consultora World Travel Tourism Council) y provocar el descarrilamiento de la transición democrática sembrando el caos.
Es obvio que el país afronta todavía numerosos retos políticos, económicos y de seguridad y el Comité del Nobel confía en que este galardón contribuya a salvaguardar la democracia al ejercer como “una inspiración para todos aquellos que buscan impulsar la paz y la democracia en Oriente Medio, en el Norte de África y en el resto del mundo”.
“Sobre todo, el premio quiere ser un mensaje de ánimo al pueblo de Túnez, que, a pesar de los grandes desafíos, ha sentado las bases para una fraternidad nacional que el Comité espera que sirva como ejemplo para otro países”, añade el Comité, que destaca que el Cuarteto fue un instrumento que permitió que, en unos años, Túnez contara con “un sistema constitucional quegarantiza los derechos fundamentales al conjunto de la población, sin importar el sexo, las convicciones políticas o las creencias religiosas”. A partir e su experiencia en distintos ámbitos y sectores de la sociedad, ejerció un papel mediador para avanzar hacia el desarrollo democrático de Túnez “con gran autoridad moral”.
El Cuarteto de Túnez sucede en el palmarés a la paquistaní Malala Yousafzai y al indio Kailash Satyarthi, premiados en 2014 por su lucha en favor de los niños y de la educación. La lista de los últimos años incluye también a la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (2013); la Unión Europea (2012); Ellen Johnson Sirleaf, Leymah Gbowee y Tawakkol Karman (2011); Liu Xiaobo (2012) y Barack Obama (2009).