“El cuerpo de la mujer es un cuerpo que se mira como objeto”

La escritora, periodista, profesora y traductora Margo Glantz, se convirtió este año en la primera mujer en ganar el premio Iberoamericano de Narrativa. Sus obras tienen que ver con temáticas que son latinoamericanistas, con elementos del hiperrealismo y la fantasía del realismo, además ha estudiado minuciosa y profundamente temas en torno al género. Precisamente por ello, Confidencial Colombia dialogó con Glantz sobre el rol de la mujer en la literatura.

Confidencial Colombia: En sus obras literarias hay una preocupación por el cuerpo, ¿de dónde surge ese interés?

Margo Glantz: De mi cuerpo

C.C: ¿Pensando su cuerpo como femenino o como un cuerpo sin género?

M.G: Como soy mujer siempre me ha interesado el cuerpo femenino y siempre he visto como –generalmente- el cuerpo femenino es un objeto literario. Entonces me parece importante estudiarlo para convertirlo en sujeto.

C.C: Sin embargo, pareciese más allá del cuerpo completo, le interesan los fragmentos. ¿Tiene esto algo que ver con Barthes cuando decía que el erotismo está en los intersticios, en lo que de repente se deja ver, no en la desnudez? ¿Es allí donde reside su obsesión, su morbosidad y su digamos perversión textual?

M.G: Yo escribo a partir de fragmentos; mi mirado sobre la escritura se maneja a partir de pequeños trozos y también cuando veo el cuerpo me detengo en pequeñas partes. Me parece interesante. Por ejemplo, hay un libro mío -un libro antiguo-, que se llama La cabellera andante, en el que lo que más me interesa es averiguar lo que más pueda sobre el pelo, mirando el pelo como un elemento cultural fundamental.

C.C: Si no me equivoco, ese texto lo están reeditando ¿verdad?

M.G: Sí, es un texto que se llama De la erótica inclinación a enredarse en cabellos; lo reescribí, lo puse al día y lo llamé La cabellera andante. Creo que fue un libro que no encontró el eco que yo pensé que iba a encontrar, es un libro que no solo maneja la manera que yo utilizo para escribir –el fragmento-, sino que también es un texto que incorpora imágenes y comentarios de todo tipo, que ahora está muy de moda, pero que cuando yo lo escribí no era una tendencia. Entonces ahora se inserta en un momento de lectura mejor, ahora siento que va a ser mejor leído o mejor acogido.

C.C: Ese texto en particular, está escrito como una trenza. Sin embargo, eso no es algo novedoso en su literatura, ya que sus textos siempre son transversales y toman elementos de la música, la plástica y otras artes. ¿Cómo lo logra sin morir en el intento?

M.G: No sé cómo podría responder esa pregunta. Por ejemplo mi libro El rastro, la música es fundamental porque los personajes son músicos y porque la estructura se maneja musicalmente, ya que esta fue muy importante en el barroco.

C.C: Usted también escribe textos académicos ¿cómo transitar de la academia a la literatura?

M.G: Yo creo que es literatura en donde otras artes entran en la complexión de mi escritura. Me interesa tomar en cuenta otros ámbitos del arte para complementar mi escritura.

C.C: Retomando el tema de la reedición de su texto, ¿qué tan común es que se relea?

M.G: A veces cuando termino un texto no quiero volver a saber de él en mi vida. Pero ese texto me pareció muy importante publicarlo. Creo que el texto merece la pena de ser leído, aunque no cumpla con los requisitos tradicionales del género novela, porque a mí me parece muy importante romper con esas estructuras que ya no corresponden a nuestro tiempo.

C.C: ¿Se arrepiente de haber escrito algún texto?

M.G: En la edición que hizo el Fondo de Cultura Económica de mis obras reunidas, no reunieron alguno de mis textos narrativos y creo que hice mal (omití dos), porque cuando uno tiene una trayectoria literaria, tiene que mostrarla para hacer una especie de autobiografía literaria.

C.C: Precisamente en sus textos se evidencia la importancia del proceso, que también es sumamente valioso en -por ejemplo- la pintura, donde los dibujos preparatorios se vuelven tan importantes como la obra terminada…

M.G: Sí, además es un proceso muy largo, es decir, cada texto tiene una estructura muy diferente a los otros, pero las obsesiones se mantienen, cierta forma de mirar el mundo se mantiene… ciertamente uno es la misma persona aunque vaya cambiando con los años.

C.C: Volviendo al tema del cuerpo femenino, cuando usted escribió Apariciones, muchas personas le preguntaban ¿cómo se había atrevido a escribir tal cosa?, ¿Cree que este asombro del público tiene que ver con que usted es mujer?

M.G: Obviamente hay una tradición de literatura erótica muy vieja: que generalmente es frecuentada por los hombres, porque se supone que uno de los elementos importantes en cierta literatura erótica es la relación hombre mujer. El cuerpo de la mujer es un cuerpo que se mira como objeto.

C.C: Aparte de Apariciones ¿Tiene en mente algún libro que haya significado una ruptura en esta manera de pensar la literatura erótica?

M.G: Creo que hay una ruptura muy importante con el libro la Historia de O. El primer tomo fue anónimo y luego firmó Pauline Réage que era un seudónimo de Dominique Aury. Fue un libro que causó una gran conmoción en Francia, porque era un texto en el que el cuerpo de la mujer se volvía el objeto más tremendamente torturado y despreciado –aparentemente-, cuando en realidad Dominique Aury quería demostrar la posibilidad de que el cuero de la mujer se sometiera a ciertos rituales de manera absolutamente voluntaria y de esa manera también se convertía ella en un sujeto que dominaba al objeto (que era el hombre). Una especie de reivindicación de lo femenino -aparentemente negativa-, pero era una reivindicación muy importante para quien lo supiera leer.

C.C: ¿Cómo influyó este texto con su propia escritura?

M.G: A mí me pareció importante rescatar ese aspecto y relacionarlo con los estudios que yo estaba haciendo sobre Sor Inés de la Cruz y las monjas contemporáneas mexicanas. Lo de la flagelación, la anorexia, todo el tormento del cuerpo manejaba una relación con lo místico que era imposible porque se pensaba prescindir del cuerpo, pero lo que hacía era destruirlo. Es decir, no podían ser místicas sin tomar en cuenta el cuerpo y querían acabar con él; así que lo que pasaba, era que el cuerpo se volvía cada vez más y más presente, precisamente por las torturas a las que era sometido.

C.C: ¿Se podría relacionar esto con algunas prácticas contemporáneas con al cuerpo y/o con la manera como se flagela el cuerpo en pro de conseguir un canon de belleza?

M.G: A mí me interesa la moda como un arte como un atributo que añade al cuerpo femenino. Los grandes modistos hacen sobre todo vestimenta femenina. Llegó un momento en que Armani fue convertido en un gran artista cuando el Museo Guggenheim de Nueva York, le dedicó todo un espacio, como entronizando a la moda en un elemento idéntico al arte en general. Eso demuestra la importancia que el arte tiene en nuestro tiempo, el problema de la marca, el problema del diseñador, etcétera son fenómenos que hay que tomar en cuenta…

Por otro lado como un fenómeno que tiraniza el cuerpo femenino y que lo sigue haciendo objeto y también como un elemento que propicia la enfermedad.

C.C: ¿Cómo no ceder ante estas imposiciones?

M.G: La publicidad se convierte en los dictadores, se vuelven más importantes los medios para conformar la conciencia que otras cosas. Ahora los que gobiernan el mundo son gente que han tenido mucho impacto publicitario, eso está alterando nuestra conciencia de la realidad.

C.C: ¿Es necesario actuar desde la literatura?

M.G: Yo no quiero escribir como mensajes publicitarios, donde la gente tome mis textos como textos morales. Yo quiero escribir textos donde ciertas y muy constantes obsesiones mías, encuentren una cabida muy adecuada desde el punto de vista de la escritura.

C.C: Cambiando de tema, ¿cuáles son sus textos fetiches?

M.G: Depende de las épocas, hubo momentos en los que no podía escribir sin tener a Dostoyevski, Proust, a Borges o a Barthes… voy cambiando, aunque hay textos que siempre releo, siempre vuelvo a los cásicos.

También me parece muy importante un escritor norteamericano que acaba de morir que se llama David Markson y Lydia Davis. Me gusta este escritor húngaro László Krasznahorkai. Al mismo tiempo que vuelvo a mis clásicos trato de leer autores que me sacuden.

C.C: ¿Qué libro está leyendo en este momento?

M.G: Precisamente me estoy leyendo Al norte la montaña, al sur el lago, al oeste el camino, al este el río de László Krasznahorkai. Él también es el autor de guiones de un cineasta húngaro extraordinario que se llama Bela Tarr, hizo una película fantástica llamada Santantango, de siete horas de duración, muy distinta al cine comercial que anda circulando por ahí.

C.C: De sus libros, ¿cuál le recomendaría a alguien que hasta ahora empieza a aproximarse a su obra?

M.G: Quizá el texto que más facilidad de lectura tiene en ese sentido es Las genealogía, un texto que publiqué en 1981.