El deporte maestro infalible

Las bondades del deporte son inmensas. Me propongo desglosarlas para verlas mas allá del ámbito de las emociones que esta actividad despierta.

El deporte en cualquiera de sus aplicaciones, carece de impostura, de arreglos artificiales. Quienes lo practican ya como aficionados o como profesionales,  renuncian al  maquillaje y se lanzan a la lucha sin apoyo distinto a su disposición que nace en la mente y habla con el cuerpo. Guarda una larga historia de esfuerzo, dedicación y persistencia en el área elegida.

El deporte se abre generoso para que en él participe todo el que tenga disposición, ganas, interés. No hay peaje que diferencie estatus, raza, creencias. Por definición, es incluyente, cohesionante. La medida del éxito está en el sujeto o en el grupo que lo practica.

Difícilmente cabe la trampa; no hay lugar para el fingimiento, las palancas o las influencias; y si logran colarse, rápidamente se caen; nada está dispuesto para albergarlas.

El deporte tiene incorporada la depuración; la transparencia es de su esencia; por sus venas circula el reconocimiento constante al esfuerzo cuyo generoso retorno estimula a quienes lo practican. Día a día devuelve con creces los progresos reflejados en buenos resultados.



El deporte exige y estimula valores como la disciplina, la constancia, el respeto por el otro; invariablemente se rige por normas cuya transgresión se castiga con fuerza ejemplar.

En los deportes que se practican en grupo, el ego individual se desinfla frente al éxito compartido o frente a la pérdida del equipo. Quienes ejercitan el deporte, fortalecen su tolerancia y contención para gozar eltriunfoo aceptarladerrota.

La actividad deportiva moviliza valores sociales que se aceptan con rigor. Quienes buscando el éxito transgreden las normas o trampean estimulando artificialmente su resistencia, son objeto de un rechazo social genuino que afecta principalmente el honor del deportista transgresor.

Frente al deporte la sociedad en general demanda una transparencia que no se observa en casi ninguna otra actividad humana. Sigue siendo el puerto donde todos retornamos a la inocencia, a la necesidad de competir limpiamente, a cuidar ese ejercicio humano tan preservado de influencias, de discriminaciones artificiosas, motivos que en el terreno deportivo nunca darán un buen resultado.



A quienes miran con desprecio el deporte, viene al caso preguntarles qué otra actividad humana integra con tanta armonía la mente y el cuerpo. En qué otro escenario natural se reúnen con claridad y fuerza los valores que organizan una vida buena, saludable, ordenada, divertida. Dónde más se aprende lo profundo en forma tan lúdica. No todo está ni en la academia ni en el discurso.

El deporte es un maestro silencioso que convoca las mejores fuerzas del interior humano, tanto para quienes lo practican como para quienes lo disfrutan como acompañantes.

Independiente del estudio o trabajo que cada uno elija, si Colombia fomentara mucho más la educación en el deporte, estaría creando ciudadanos más éticos, más responsables, más saludables, mejor preparados para la vida, para la competencia sana, para ganar o perder, para la  construcción de un país justo y en paz.

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