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El día en que le dije a Petro que renunciara


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Me encuentro en un balcón observando el atardecer sobre la inmensa Bogotá y pienso por un momento en que hubiera ocurrido si el alcalde Gustavo Petro en su momento acepta mi recomendación. Al cumplirse un año del inicio de mi participación ad honorem como estratega de la campaña por el NO a la revocatoria, divulgo este pasaje que quedará en mi vida profesional como una anécdota de esas que reviven cada vez que el tiempo nos otorga la razón o se encarga de abofetearnos por estar equivocados.

Era el momento más crítico de la campaña, todos los flancos presionaban, un Presidente dispuesto a sacrificar a Petro, los medios casi en su totalidad adoptaron una posición en contra de la administración, nos movíamos en medio de una inestabilidad jurídica permeada por tintes políticos, acompañados por una oscura oleada digital negativa en redes, todo lo anterior con la gran influencia sin precedentes de intereses económicos. La verdad el único flanco que no ofrecía mayor peligro paradójicamente era la campaña por el SI, que en sentido estricto no tenía más que un spot fusilado y un jefe de debate con poca credibilidad ante la opinión pública. Fue una tarde, un par de horas antes de realizarse una de aquellas multitudinarias manifestaciones en la Plaza de Bolívar.

Desde mi oficina, a pocas cuadras de la Alcaldía, envié con una emisaria de confianza al despacho del alcalde una carta en la que le proponía al mandatario distrital realizar un movimiento arriesgado en el presente pero con réditos en su futuro político. Se trataba de ver con cabeza fría el contexto y concluir que si bien era cierto podía salir avante del proceso revocatorio se exponía a un desgaste mayor si se quedaba en el cargo. No era fácil para mi aconsejar semejante acción, ni mucho menos para un hombre como Petro aceptar los términos de mi consejo. Le proponía que presentara su renuncia esa noche en medio de su discurso en un marco épico de multitudes, medios presentes y toda la atención no solo capitalina sino nacional. Me dirigí luego a la plaza para escuchar su discurso y la respuesta fue contundente: ¨No renunciaré!¨.

Los hechos que se desarrollaron después son por todos conocidos. Entre otros, uno de los argumentos que le expuse al burgomaestre era que así se quedara en el cargo, iba a incurrir en un mayor desgaste pues los grandes medios y algunos periodistas con camiseta de activistas se iban a encargar de manera sistemática y calculada de dejar en la opinión pública no sólo distrital sino nacional, la impresión de que era un pésimo alcalde. A Petro le resta un año para desarticular ese mensaje, le corre el tiempo en contra y creo que es consciente de ello (no sé si su equipo), un año que se convierte en menos teniendo en cuenta que en época electoral los minutos de gobierno parecen fracciones de segundo.

Los mensajes fabricados y ordenados desde las salas de redacción son dardos que la administración tiene el deber de atajar no solo con resultados sino con una estrategia de comunicación efectiva que va mas allá de twitter. Es tan ciego el que dice que esta administración no ha tenido acertados logros como quien sostiene que es una administración excelente. Por el bien de Bogotá como ciudadano y residente de la capital aspiro y espero que Petro se exija al máximo en el tiempo que le resta, solo de él depende darle la vuelta al dicho y hacer que la última impresión sea la que valga.

P.D. Siento nostalgia por aquellos días en que los periodistas dignificaban el oficio… Menos mal aún quedan unos.

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