La alfombra roja de los Globos de Oro ha estado marcada por un drama fashionista protagonizado por Hayden Panettiere.
La joven actriz eligió un vestido bicolor de Tom Ford, diseñador que también firmaba el vestido de Naomi Watts. ¿Qué problema hay en que dos intérpretes elijan al mismo diseñador? Que Tom Ford solo viste a una estrella por evento, por lo que una de ellas tenía que haberse comprado el vestido.
Como saben, esa fue Hayden. Cuando le preguntaron por su diseño, ella declaró: “Es de Tom Ford. Es la primera vez que voy vestida de él, llevo toda la vida deseándolo y rogando tener alguno de sus diseños. Me siento sexy y cómoda, y voy de Tom Ford. Llevaría una bolsa de plástico si él la hubiera diseñado”. Esta declaración tan entrañable (y algo humillante a ojos de Hollywood) habría sido aplaudida si hubiera salido de los labios de la oscarizada Jennifer Lawrence, pero como la autora de la afirmación no era otra que Panettiere, los resultados fueron muy diferentes.
Tom Ford se apresuró en aclarar que él solo había vestido a Naomi Watts… Y ahí nació la humillación pública: parecía que al diseñador no le hacía gracia ver a Hayden vestida con una de sus creaciones. Al día siguiente, la actriz le agradeció por Twitter las flores que le había mandado tras la polémica, por lo que Ford intentó suavizar el drama con el clásico regalo del novio con problemas de remordimientos: flores.
Pero Hayden no es la única actriz que se ha visto en la posición de rogar por un vestido. Christina Hendricks afirmó en el 2010 que ningún diseñador quería dejarle un vestido para asistir a los Emmy. “Solo tenían tallas cero”. Su estilista, Lawren Sample, afirma que nunca es fácil vestirla. “Si vas a vestir a January Jones, sabes que te van a mandar 50 looks maravillosos de pasarela. Con Christina tenemos que hacerle los vestidos o coger un diseño de una talla más grande que fue diseñado para otra actriz, pero que finalmente nunca llevó. Incluso a veces tenemos que recurrir a piezas vintage“, afirma. Los diseñadores nos dicen cosas como “Desafortunadamente, no tenemos tallas para ella”, afirma Sample. Para los Emmy de ese año, Dolce & Gabbana, Dior y Donna Karan dijeron que quería ayudar, pero que estaban ocupados para hacer un diseño específico para Christina.
¿Quiere saber lo que realmente ocurre en los bastidores de la alfombra roja? Las mejores firmas luchan por vestir únicamente a las actrices con mejor cuerpo, a las más delgadas, a las más guapas y a las más jóvenes. Las grandes marcas suelen firmar contratos de exclusividad, por lo que si visten a una actriz, nadie más puede llevar esa firma. Así que la tiranía de la belleza hace que las que no son tan agraciadas se tengan que conformar con ser el segundo plato. Sin embargo, la juventud no es siempre un plus: Chloe Moretz ha afirmado que hay diseñadores que no quieren vestirla hasta que tenga 20 años, porque podría hacer a su público más adulto y rico dejar de comprar diseños de la marca. “Dicen que no querrían ver a una chica de 16 años con un vestido de 50.000 dólares”, afirma la actriz.
Eso sí: el que una firma se comprometa a vestir a una intérprete (sin exclusividad), no asegura que esta apueste finalmente por el diseño. Así ocurrió en los Oscar 2013, cuando Valentino anunció que Anne Hathaway llevaría un vestido de la marca. Sin embargo, ella apostó por un modelo de Prada que terminó siendo muy criticado. ¿La razón del cambio? Anne se enteró de que Amanda Seyfried iba a llevar un vestido de Alexander McQueen parecido al suyo, y optó por hacer un cambio de última hora.
Y la polémica sigue: vestir a una actriz para un evento como los Oscar puede ser el trampolín definitivo para lanzar una marca. Así ocurrió con Elie Saab tras vestir a Halle Berry en los Oscar del 2002. Tan importante es lograr pisar esa ansiada alfombra roja, que hay marcas que llegan a sobornar a los estilistas para que apuesten por ellos. “Hay algunos que aceptan regalos de las firmas”, afirma el estilista Philip Bloch.
Los estilistas, además, tienen que llegar a importantes acuerdos con las marcas cuando les dejan vestidos, que tienen que ser devueltos al día siguiente en perfectas condiciones. Como era de esperar, esto no siempre ocurre: en febrero del 2013, Lindsay Lohan llevó un vestido de 1.750 dólares de Theia Couture en la gala amFAR. La actriz lo devolvió destrozado. Otra de las que causa terror cada vez que toma prestado un vestido es Mariah Carey. Philip Bloch afirma que la cantante tuvo una etapa en la que siempre llevaba modelos demasiado cortos. “Solía cortarlos para adaptarlos a su gusto”, afirma el estilista. “Era muy difícil que nos dejaran ropa para ella. Decían ‘nos aterra que corte nuestro vestido'”.
Por cierto: los dramas para conseguir que ciertos diseñadores vistan a determinadas celebrities se extienden hasta las producciones de fotos de las revistas. Cuando Kim Kardashian posó para la revista Elle, el estilista de la sesión, Nicola Formichetti, afirmó que le fue casi imposible que las marcas le dejaran ropa para ella. “Pero eso forma parte del snobismo de la moda”, afirma Formicheti.
Tomado de Vanitatis