Desde el pasado 22 de mayo el Esmad de la policía, apoyado por unidades del Ejército Nacional, así como por caballos, helicópteros y tanquetas hizo una incursión en cuatro predios aledaños al casco urbano de Corinto, norte del Cauca. La finalidad de la acción era desalojar a los indígenas Nasa que desde diciembre ocupan esas tierras. Una estrategia que pocos resultados ha arrojado en la larga lucha territorial en ese departamento.
En la mitología griega, Sísifo estaba condenado a subir una piedra por una inclinada ladera, al llegar a la cima la piedra volvía a rodar hasta la base de la pendiente para que este tuviera que realizar esa labor hasta el infinito.
De una manera similar se ha venido manejando el problema territorial del Norte del Cauca entre las comunidades indígenas de los diferentes cabildos Nasa del piedemonte de la Cordillera Central y los grandes terratenientes caucanos.
Las luchas por esas tierras empezaron a mediados de la década del sesenta del siglo 20 y han dejado, además de incontables muertos como los de la masacre del Nilo, una situación de inestabilidad territorial que aún no cesa.
Desde que el pasado diciembre iniciara la “liberación de la madre tierra” por medio de la cual quieren, los indígenas, que la cantidad de tierras entregadas a los cabildos aumente en relación al aumento poblacional de sus comunidades, los enfrentamientos con la fuerza pública han sido una constante.
La última incursión comenzó el pasado 22 de mayo y terminó cinco días después. Más de mil efectivos de la fuerza pública, entre los que se contaban miembros del Esmad de la Policía, unidades del Ejército Nacional, caballos de la policía, tanquetas, camiones y helicópteros artillados procedieron a desalojar a los indígenas y en las acciones fueros quemados los cultivos de maíz y frijol sembrados por estas comunidades. Así mismo fueron quemados los campamentos en los que permanecían. Además, fue quemada y destruida la “Tulpa”, sitio sagrado de reunión de los mismos.
Las acciones, de acuerdo a las versiones oficiales, tenían como fin dar cumplimiento a una orden judicial de desalojo, el cual, de acuerdo al acta de entrega de los predios, al titular de la propiedad se logró. Sin embargo, la realidad en el terreno es otra.
Si bien, los indígenas se retiraron en esos días, muchos de ellos, habitantes de Corinto y de las veredas aledañas continúan ocupando esos predios. La razón es que esas tierras constituyen parte de sus terrenos ancestrales. Por ello la mayoría se niega a dejar de sembrar en esos predios.
A ello se suma el hecho de que la última arremetida, como lo expresó el comandante de la Policía del Cauca ¨buscaba restituir la propiedad al ingenio Incauca”, pero algunos de los dueños de las haciendas colindantes empezaron a buscar la manera de llegar a un acuerdo con los Nasa para venderles esas tierras ya que la dinámica de ocupación y recuperación es desgastante. Como lo expresó una de las autoridades Nasa “en López Adentro pasaba lo mismo. Desde 1984 fuimos desalojados 4 veces y quemados los cultivos. Sin embargo, hoy, varios de esos predios nos pertenecen”.
La dinámica de ocupación, retiro, aparente recuperación de los predios y reocupación de estos, es la constante en estas luchas que los indígenas están dispuestos a dar el tiempo que sea necesario. Algunos están programados para continuar por décadas. Esta situación ha generado una situación de inestabilidad en el norte del Cauca por cuenta de un conflicto mudo, que a veces estalla en la manera ya mencionada, pero que vuelve a callarse por unos cuantos años para ir develando la desatención a los problemas agrarios e indígenas del Cauca.