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“El país sigue mirando a través de los ojos de Uribe”: Marc Chernick


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Marc Chernick es uno de los académicos estadounidenses que más conoce sobre el conflicto armado en Colombia y que ha seguido de cerca los procesos de paz que se han llevado a cabo en el país.

Llegó al país hace 35 años, cuando el M19 se tomó la embajada de República Dominicana. Actualmente es director del Center for Latin American Studies de Georgetown University y profesor asociado de ciencia política en School of Foreign Service de la misma institución.

Aunque, inicialmente en la década de los 80, para su tesis de doctorado pensaba trabajar en otros temas relacionados con Colombia, fue la campaña electoral entre Alfonso López Michelsen y Belisario Bentancur en 1982, en la que el tema central era la paz, lo que le permitió decidirse por este camino, ya que Betancur, quien ganó las elecciones, decidió emprender un proceso de paz con las Farc, el EPL, el M19, y el ELN.


Durante tres años le siguió la pista a este proceso, en el que estuvo presente en los campamentos guerrilleros y eventos relacionados con las negociones. De ahí en adelante no ha perdido de vista los procesos que se han desarrollado entre distintos gobiernos y la insurgencia.

Su trabajo se ha basado en procesos de paz únicamente con grupos guerrilleros dejando de lado el proceso de desmovilización de los paramilitares en el gobierno del expresidente Álvaro Uribe Vélez, porque considera que este no fue precisamente un proceso de paz: “decir que la desmovilización es un proceso de paz, es erróneo, no lo fue porque la paz se hace con los enemigos, no es un diálogo con el aliado o con el que tenga algo a favor de un Estado”, sentencia Chernick.

Confidencial Colombia conversó con él acerca del proceso de paz que se lleva a cabo entre las Farc y el gobierno, analizando los últimos hechos que le han quitado la confianza a los colombianos.

¿Qué características tiene un proceso de paz?

Es entre un Estado y un grupo armado opuesto, es por la vía del diálogo, hay una agenda que tiene diferentes posiciones. Por ejemplo, en este país ha habido dos formas: negociar el fin del conflicto de desarme y desmovilización, como pasó con Uribe y los paramilitares o por el contrario, negociar un proceso donde habría ese desarme y desmovilización pero también negociando las raíces profundas del conflicto. Temas como tierras, participación política o derechos humanos, es decir, como lo están haciendo ahora en La Habana. Un proceso de paz debe tener razones, no solo de acabar la guerra, sino el proceso de construir la paz enfrentando las raíces profundas del conflicto y la guerra.

¿Qué diferencia hay entre este proceso y los anteriores según lo que usted acaba de mencionar?

Tengo la idea de que este proceso es distinto a los otros. Santos intentó estudiar los procesos anteriores, los otros no hicieron eso; él quería saber por qué fracasaron los otros diálogos y ha aprendido a estructurar unas negociaciones en las que no se cometan los mismos errores. Por ejemplo, en la desmovilización de los paramilitares se planteó una agenda muy limitada; en el proceso del Caguán hubo una agenda muy amplia, lo que nos muestra que en el pasado se ha experimentado todo.

Betancur, por ejemplo quería hacer las grandes reformas y no pudo; Barco quería hacer como dice el dicho “mano tendida paso firme”, es decir desmovilizar; Pastrana volvió a la agenda amplia con 12 puntos y 42 subpuntos y gastaron tres años en el primer punto y no lograron nada.

Santos en este proceso estableció una agenda que no es tan amplia ni tan estrecha, lo que me parece muy astuto, porque hay cinco puntos sustanciales como: tierras, participación política, drogas, justicia transicional y fin del conflicto.

Él y las Farc han ido aprendiendo, creo que en el pasado no había tanto compromiso y hay un último elemento que distingue este proceso, y es que hay una sociedad civil movilizada sobre todo alrededor del asunto de las víctimas, lo digo porque nadie habló de víctimas en otras negociones, incluso en otros procesos de paz como en el de Guatemala o El Salvador.

¿Por qué cree que en otros procesos no se nombraron las víctimas ni fueron un elemento a discutir?

Creo que siempre ha habido organizaciones, pero no tan organizadas ni extensas. En la época de Betancour había comité de derechos humanos, pero siempre ligado a partidos comunistas, pero desde entonces hasta ahora tenemos grades organizaciones de derechos humanos y grupos de víctimas de todos lados y eso ya está en la agenda. Esto es muy importante. Por primera vez el Estado está escuchando a las víctimas y el Presidente está hablando de seis millones de ellas, ahora todos lo aceptan y eso es un gran cambio.

¿El proceso de paz tiene vuelta de hoja?

Pues infortunadamente lo que estamos viendo con los últimos hechos es que sí puede haber un punto de retorno.

¿Y qué tan herido quedó el proceso de paz con los últimos hechos? Por ejemplo, con el ataque de las Farc a un estructura del ejército en el Cauca.

Quedó herido. Lo bueno de eso es que tanto el gobierno como las Farc tomaron la decisión de no salir de la mesa de negociación y eso es muy importante; a pesar de todo siguen ahí, en otros procesos como en el del Caguán se hubieran levantado. Esto es una muestra de su voluntad.

Lo que demuestra que hay un compromiso con la paz, pero sí debo decir que ha hecho un daño a la opinión pública y la ciudadanía, ellos están escépticos lo que se refleja en menos apoyo y eso es grave. Hay que enfrentar ese problema.

Entonces la herida ¿quedó en la opinión pública o en el proceso de paz? Teniendo en cuenta que la mesa entiende todos los por menores de estar dialogando en medio del conflicto, pero también todo lo que tiene que ver con un cese unilateral, algo que quizá el ciudadano de a pie no dimensiona.

El proceso en La Habana va más o menos bien, pero en el país no va tan bien. En algún momento tienen que unirse los dos procesos, no pueden tener éxito en La Habana y fracasar acá en Colombia. Esto tienen que tenerlo en cuenta sobre todo cuando se firmen los acuerdos porque es necesario tener un apoyo nacional.

El presidente no ha liderado el proceso de educar al país acerca de lo que están haciendo en La Habana, de lo que viene y de los beneficios que llegarían a Colombia si se firma la paz. La ciudadanía no entiende lo que está pasando.

Lo que sucedió en el Cauca hizo más daño en este proceso y lo hizo porque no hay una pedagogía para la paz. Tenemos que empezar con la gente los dos procesos, el de La Habana y el del país.

¿Cómo y de qué manera debe el gobierno educar al país para que aprenda todo sobre el proceso de paz?

El presidente Santos tiene que educar. Obviamente él no es Antanas Mockus, pero tiene que hacerlo. Imagínese un Presidente educador que explica al país lo que está pasando; imagínese que sus ministros den una versión coherente sobre lo que está pasando en el sector agrícola o en el sector de defensa y seguridad, sería una cosa diferente. Pero lamentablemente no tenemos eso. Ni el Presidente ni sus ministros hablan con coherencia sobre las negociaciones.

Hay una confusión en la gente, no entienden lo que está pasando. Por ejemplo, en el gobierno anterior, Uribe sí educo a la gente bien, pero explicándoles que en el país habían terroristas. Entonces el país sigue mirando a través de los ojos de Uribe y no de los de Santos. Santos tiene que educar.

¿Es viable suspender los diálogos de paz sobre los argumentos de la oposición?

Sería una tragedia. Comparando este proceso con otros, este ha avanzado más que en cualquier otro gobierno. Es que estas negociaciones están en vísperas de firmar el acuerdo final. Eso sería darle espacio a todos los enemigos de la paz. El país no puede dejar que fracase este proceso, si fracasa este no va haber otro. Esta es una última posibilidad de dialogar; es inimaginable que otro presidente tenga una mesa de negociación con las Farc y con una agenda así. Hay que aprovechar este momento.

¿Los diálogos de paz no tendrían tantos altibajos si se negociaran en medio del cese bilateral?

Desde el principio he dicho eso. En otros procesos como en El Salvador o en Guatemala negociaron en medio de la guerra, pero en Colombia esta no es una buena idea, lo sabemos por experiencias anteriores.

Sería mucho mejor tener un cese al fuego bilateral y si no se puede, y bueno parece que no se puede porque el gobierno no está dispuesto en este momento, hay que volver a la política de desescalar el conflicto, es decir que ambos lados, no con una tregua formal sino informal, reduzcan la intensidad del conflicto, de no provocar al otro, hay que intentar hacer eso, si no va a seguir sucediendo lo que pasó en el Cauca.

¿Cuál es la fórmula o el punto de equilibrio para que haya paz pero también justicia?

Lo que hay es una tensión entre la justicia y la paz. Es importante alcanzar la paz, pero la justicia también lo es. Entonces cómo vamos reconciliar unos objetivos que pueden llegar al choque. En la mesa se está hablando de temas muy interesantes de justicia restaurativa, de verdad, de reparación, de participación comunitaria; estas son formas de hacer justicia.

Creo que va a ver una justicia punitiva (penal), no solo contra las Farc sino contra todos los que han cometido crímenes de lesa humanidad. Si hay gente de todos los sectores del conflicto que ha cometido crímenes de lesa humanidad pues va a haber unos procesos de justicia punitiva y sería positivo. No todos van a ir a la cárcel, pero va a haber justicia y sobre todo va haber justicia restaurativa. Colombia va a hacer pionero en ese balance de justicia y paz.

¿Cree que el país está preparado para recibir a los excomandantes guerrilleros o puede repetirse lo que pasó con el M19? Por ejemplo con el asesinato del Carlos Pizarro o cuando cientos de militantes de la Unión Patriótica fueron asesinados.

No se puede repetir esta experiencia. Si las Farc entregan las armas y nuevos grupos entran en la arena política se empieza a fomentar una guerra sucia. Es importante que se garantice la seguridad de los nuevos actores políticos si no, no va a funcionar. Cuando se firme la paz tienen que enfrentar a los saboteadores: las Bacrim, los paramilitares que quieran sabotear este proceso. Lo que sucedió con la Unión Patriótica no puede suceder, hay que evitarlo.

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