“El periodismo ha entrado en unos juegos empresariales muy difíciles”: Carvajal

El escritor Alfonso Carvajal R habló con Confidencial Colombia sobre su más reciente publicación bibliográfica; Jardines sin flores. Además explicó las razones por las que se alejó del periodismo y se acercó a la literatura.

En este ambicioso y extraño libro, Alfonso Carvajal crea una mitología particular: los jardines sin flores, que son aquellos lotes abandonados de la ciudad donde crece la maleza y una desmesurada imaginación… Aunque son catorce relatos individuales, al ser narrados en primera persona, de alguien que funge de testigo y también se involucra en los hechos, el texto adquiere la dimensión de un universo autónomo y totalizante.

Los personajes que transitan entre la locura y la lucidez, entre la soledad y una indiferente multitud, se confunden, a veces, con los cuentos de antaño (desde Perrault hasta Carroll y el fláneur de Baudelaire), y estructuran un ambiente de ficción poética. El autor resguarda la educación sentimental que le depara una Bogotá misteriosa y desconcertante. Ángel, José de Jesús, Napoleón, Antonin, el poeta muerto, hacen parte de este recorrido entre la realidad y la fantasía que conmoverá al lector por su inquietante originalidad.

Entrevista para Confidencial Colombia

Confidencial Colombia: ¿Cuál es la primera imagen que tiene de Jardines sin flores?

Alfonso Carvajal: Cuando yo estaba más joven de lo que estoy ahora -hace unos treinta años-, yo era un muchacho inquieto y curioso (…) y me llamaba mucho la atención entre otros temas el de la locura. El de la locura a través de un poeta como Antonin Artaud o de un libro como la gramática de la vida de David Cooper y en la zona de la 72 habitaban una serie de locos: Ángel, Napoleón que existía el Teatro Escala y José o Jesús que era un hombre que no hablaba casi o hablaba muy pasito y vivía en insomnio y esos personajes siempre los veía salir de unos lotes abandonados que tenía la ciudad y ahí empecé a tramar la idea de los jardines sin flores, pero por otro lado esos jardines sin flores, la ciudad los va rellenando. El más imponente que conocí quedaba donde queda el edificio de Caracol ahora y ahí yo me imagino por ejemplo caperucita roja.

C.C: Pero han pasado muchos años desde el ‘inicio’ de esos jardines sin flores…

A.C: Con el tiempo yo voy haciendo una fusión con los cuentos de antaño, entonces voy mezclando esa educación mía, de Bogotá con estos locos. Con el tiempo también me di cuenta que lo único que puede salvar ese pasado individual que cada uno tiene con la ciudad es una memoria literaria.

Así que fue un libro que empecé hace muchos años y lo terminé hace muy poco.

C.C: ¿Qué es lo más importante de este libro?

A.C: Lo más importante es la temática porque en literatura las temáticas desde la época clásica, desde los griegos son los mismo: el amor, el desamor, la lucha por el poder, la guerra… yo creo que en este libro logro a través de muchos años de maduración, crear un espacio distinto que son los jardines sin flores, creo que es una temática novedosa que se fue formando con el tiempo, no lo hice por moda.

C.C: Precisamente, ¿qué tan importante es el tiempo a la hora de hacer literatura?

A.C: El tiempo en la literatura es infinito y el tiempo lo da el libro que estés haciendo. Yo creo que ahorita, como dijo Conrado Zuluaga, “los escritores se hipotecan”. ¿Cuándo se hipoteca un escritor? Cuando se vuelve muy profesional, entonces llegan a unos acuerdos con las editoriales que le dan un anticipo y les dicen: “usted tienen que entregar uno o dos libros”, mientras que a mí con este libro no me interesaba (…) ya llegó un punto que dije: “tal vez no lo voy a publicar”, pero siempre aparecen las oportunidades (…) pero el libro duró treinta años así, ese es el tiempo en literatura pero es una opción de cada uno.

C.C: ¿Cómo parir un libro que lleva 30 años gestando?

A.C: Con los libros es como hacer el amor de una manera prolongada o un amor que dura lo que escribas el libro, entonces hay momentos de tedio, de satisfacción, de placer… pero escribir no es fácil, hay momentos donde uno dice: “bueno, ¿esto si va para alguna parte?” Yo he sentido que la cuestión es de otra manera; por ejemplo, cuando termino un libro sí es lo de hijo que se va pero no me interesa para donde va porque ya se fue. Lo que recuerdo es la época en la que creé el libro, con todas sus dudas, altibajos y las aspiraciones.

C.C: Un texto, ¿para qué?

A.C: Creo que un texto debe desatar muchas preguntas del lector, que son las mismas preguntas que se desataron en la mente del autor mientras estaba construyendo la obra. A veces me pasa con los libros, después de publicados los entiendo un poco más.

C.C: ¿Le molesta que el lector tenga una interpretación “errónea” de sus libros?

A.C: No, precisamente yo creo que hay que respetar eso. Depende de la lectura, sí es una lectura constructiva en el sentido de: “mire, yo capté esto”, pues no me interesaría. Si es una lectura destructiva hay que mirar de dónde vienen las críticas porque Colombia es un país donde la crítica es muy precaria y entonces existen dos tipos de crítica, la del amigo del autor o de enemigos del autor, no hay una cosa equilibrada.

(…) Personajes como Rafael Gutiérrez Girardot, Sanín, yo creo que en este momento no hay críticos de esa altura. Sí creo que hace falta crítica, y la crítica a veces es orientación.

C.C: ¿Dónde termina la realidad y comienza la ficción?

A.C: Yo creo que la literatura, toda literatura, debe partir de la realidad, de cosas que conocimos, que nos dijeron… por eso estoy muy contento con Jardines sin flores porque a pesar que son personajes que conocí, es una ficción distinta, uno puede decir: “mire aquí hay una invención”, incluso hay personajes de la literatura que están en el libro…

C.C: Usted también fue periodista, ¿cómo se complementan estos dos oficios?

A.C: Son totalmente distintos, en mi caso es totalmente distinto… cuando escribo novelas no pienso cómo me puede ayudar el periodismo (…) yo sí creo que si uno está escribiendo una novela, está escribiendo una novela y las herramientas que utiliza uno son otras.

C.C: ¿Por qué abandonó el periodismo?

A.C: Por la literatura, o sea el periodismo me ayudó en un momento a vivir, pero el periodismo me aburrió y de todas maneras creo que el periodismo ha entrado en unos juegos empresariales muy difíciles (… ) admiro a los periodistas libres que son muy pocos, pero en general se volvió un gremio pasivo, un gremio que depende de los poderosos… pero no es tanto por eso, yo no dejé el periodismo por eso, yo ya venía escribiendo y llegó un momento en el que tenía que abrirme totalmente del periodismo, por eso considero que el periodismo es algo autónomo e independiente y la literatura tiene sus códigos, tiene sus limitaciones…

C.C: ¿Extraña el periodismo?

A.C: No. Yo ya me siento cada vez incapaz de ver un noticiero en televisión colombiana y la prensa es lo que más leo, pero de todas maneras, creo que la prensa está un poco distraída.

Yo creo que es como la época, la sociedad… uno ve el periodismo, hay tantas cosas que pasan pero no profundizan (…) pero a través de los libros uno si puede coger un tema y darle un universo, coger un tema, tratarlo, contextualizarlo y que la gente sepa por qué pasan las cosas…

C.C: ¿Se trata de los poderes económicos que manejan los medios de comunicación o de que el periodista no está lo suficientemente bien informado?

A.C: No, yo creo que el periodista ha cambiado, el periodista se ha vuelto muy sumiso de los dueños de los medios, yo no soy un héroe, pero creo que en la época en la que escribimos éramos más combatientes.