"Empecemos a construirnos de maneras distintas", Gina Potes

Confidencial Colombia habló con Gina Potes, la primera persona en denunciar en Colombia una agresión con sustancias químicas en 1996 y creadora de la fundación Reconstruyendo Rostros, sobre su vida, reflexiones a lo largo de aproximadamente 20 años de haber sido agredida, sobre su percepción del mundo antes y después de lo sucedido, de conocer lo que es el amor años posteriores a su recuperación, sobre su renacimiento y la construcción de un mejor mañana.

Confidencial Colombia habló con Gina Potes, la primera persona en denunciar en Colombia una agresión con sustancias químicas en 1996 y creadora de la fundación Reconstruyendo Rostros, sobre su vida, reflexiones a lo largo de aproximadamente 20 años de haber sido agredida, sobre su percepción del mundo antes y después de lo sucedido, de conocer lo que es el amor años posteriores a su recuperación, sobre su renacimiento y la construcción de un mejor mañana para ella y para otras mujeres que padecieron el mismo dolora, así como de lo que para ella significa la proclamación de la Ley de Ácido, el trabajo desde su fundación y sus proyectos para este 2016.

Luego de que el presidente Juan Manuel Santos proclamara el pasado lunes 18 de enero la Ley de Ácido, también conocida como Ley Natalia Ponce de León y tras varios días en que el tema ocupara los primeros lugares en las páginas de los periódicos, revistas y también estuviera presente en los titulares de noticieros de radio y televisión, Gina Potes y su equipo de trabajo decidieron no conceder más entrevistas debido al “tratamiento” que se le dio la noticia. No obstante, Potes accedió a conversar con nuestro medio y compartir su historia desde su lucha, fortaleza, alegría y entusiasmo por la vida.

Empezamos la conversación con un alago ante su imponente presencia y radiante belleza. Su pelo entre recogido y desordenado, con unos ojos grandes, de mirada penetrante pero cálida y transparente, sus aretes y demás accesorios que decoraban su cuerpo y resaltaban el tono canela de su piel y su actitud arrolladora, alegre, con una sonrisa que embellece su rostro y gran carisma, era imposible que pasara desapercibida y no decir una palabra de lo que emanaba su aura.

Me comentó que quería raparse el pelo porque quería cambiar, hacer un cambio en su vida a pesar que su cabello es importante y representa algo especial para ella. Sin embargo, sus hijos le aconsejaron no hacerlo y ahí lo tiene, negro y ondulado, como él quiere y como ella lo deja ser.

Hablamos de la belleza y del aprecio que tiene frente a sus cicatrices, de su amor hacia ellas y el reconocimiento que le da a las mismas más allá del lado doloroso y triste por el que le fueron causadas.

A pesar de haber vivido diez años de profunda congoja ante la agresión que padeció con sustancias químicas y creyendo que perdió 10 años de su vida sumida en la tristeza y en la no aceptación de su otro rostro, arrastrando también a sus hijos y familia en la desesperanza, salió adelante y como ella dice, resurgió de las cenizas, más fuerte y con otra percepción de la vida, disfrutando de las cosas más sencillas y simples, de lo que esta, de lo que la vida le da a cada instante.

Cuando habla de su situación y de la de otras mujeres que padecieron lo mismo, no le gusta referirse con termino de víctimas sino de sobrevivientes. Su reflexión frente a la posición que de inmediato les atribuye una situación tan complicada como la que vivieron, está en la comprensión y el entendimiento de uno mimos y de lo demás, que por encima de lo vanal, del cuerpo, de la piel y de la insensibilidad en la que cae el ser humano, “hay otras cosas que son realmente importantes y relevantes que hacen lo que realmente significa la vida”, manifiesta Potes.

Y continúa: “Pasamos mucho tiempo deconstruyendonos, preguntándonos, por qué, porqué a mí y llorando y sufriendo y arrastrando a las familias enteras, pero cuando nosotros entendemos de alguna manera que esto pasa, que hay que cuidarlo (el cuerpo) y tratar de recuperarlo porque finalmente es la imagen que nos define, lo que nos identifica, tanto ante la sociedad, ante nuestras familias y ante el espejo, es decir, ante nosotros mismos, creo que es ahí en donde está el verdadero reto”.

Y es que para ella no fue fácil abandonar la condición de víctima, su depresión y falta de aceptación -como ella menciona- de sí misma. El amor hacia ella misma y el sentirse bella de nuevo, vino con el paso del tiempo. Comprendió que así como ella se sentía, como se miraba y se trataba, así lo hacían los demás.

“En el momento que tú te vez de una manera distinta, por más cicatrices que tengas, de alguna manera los demás también te ven distinto y eso lo entendí yo, Gina Potes, porque cuando me vi un solo desecho, una sola cicatriz, así mismo me miraba la gente. Pero hoy tengo otra percepción de mí y creo que la gente tiene otra percepción también, no solamente de mí sino de la misma vida”, señaló Gina, la mujer que hoy se reconoce también en otras mujeres, que aspira cambiar, como ella dice, ese chip o programación con el que las mujeres nacen, “de ser un objeto o posesión de otro, de tener que estar, sentarnos y actuar de x o y manera, son cosas que viene -yo creo- desde el vientre y es ahí donde nosotros tenemos que empezar a romper todos estos absurdos culturales, machistas”.

Para ella, las mujeres son más machistas pero, comprende que eso puede cambiar si cada mujer se mira a sí misma y a las demás, diferente, si comprende el origen de cómo actúan. “Cuando nosotras entendemos eso y nos vemos y nos reconocemos, ya no nos deconstruimos sino que empezamos a construirnos de maneras distintas”, dice con una sonrisa.

Su renacer, volver a la vida y despertar del desasosiego, está fundamentado en varios aspectos. Uno de ellos es el reconocimiento de lo que paso, que lo que no te mata te hace más fuerte.

“Te das cuenta que nada de lo que crees a veces importante, vale la pena. Hay gente que no vale la pena, hay situaciones que no valen la pena, entonces, lo que no te mata te hace más fuerte. Creo que es ahí donde parte, cada día, creer que eres tú, que es tu momento, es tu vida y depende de ti, de nadie más”, dice.

Empero, es consciente que no es fácil. “Tú me ves ahorita así (sonriente) y mañana probablemente estaré en otras condiciones, estaré más triste pero siempre me levanto todos los días e intento que este momento y este sentir que tengo ahora, sea el de siempre y siempre en miras de estar mejor y de ser mejor persona especialmente”.

Siente que su cambio de actitud frente a los demás y a la misma sociedad, al Estado, -del que también manifiesta, se es víctima por la desigualdad evidenciada en cómo se ha tratado el caso de Natalia Ponce de León y el de otras mujeres que padecen la misma situación- hace la diferencia.

“No es solamente ser víctima del victimario o del agresor sino es ser víctima del Estado, pero porque el Estado también está construido de esta manera donde es normal victimizar a las víctimas, la desigualdad que hay, la inequidad que hay, que es totalmente visible cuando vemos ahora el caso de Natalia Ponce y el caso de las otras, no quiere decir que el caso de Natalia sea más o menos importante, claro que es una víctima más, sino es la manera como el Estado asume la protección de una y la protección de la otra. Y yo creo que es evidente.

Ahí es donde hago ese punto de quiebre, donde digo o me quedo aquí sentada y me quedo siendo la víctima de siempre y medio miro a ver qué hago para salir adelante, o realmente me levanto y digo es que yo también estoy acá y hago la diferencia no desde el Presidente, no desde los medios de comunicación, sino hago la diferencia desde mi, desde mi posición frente a lo que percibo de mi”.

Pasamos de un tema al otro, entre saludos de la gente, de compañeros de lucha que ponen su conocimiento al servicio de la fundación, de conversaciones entre mujeres y de reuniones laborales.

Hablamos de cómo tanto Ponce de León como Potes se han vuelto un referente para muchas personas que han sufrido lo mismo y en mujeres inspiradoras, a lo que manifestó “no solamente para las víctimas de ácido, yo creo que para las mujeres en general y para el mundo entero”.

Frente a la proclamación del Presidente dijo sentirse satisfecha del resultado y de la labor que se ha venido generando desde las sobrevivientes años atrás.

“Siento que es como un paso más, un peldaño más que subimos frente a todo lo que hay que hacer, y vuelvo y digo, no solamente por las víctimas, que por demás no cobija las víctimas, sino por todas nosotras”, resaltó.

Aunque le entristece un poco que la ley garantice los derechos de una. “No por ella felices por ella, sino que quisiéramos que eso que recibe este caso en específico lo recibieran todos los casos, que la salud fuera para todos”, expresó.

Su trabajo constante desde el 2011, cuando emprendió el tema desde el desconocimiento y el miedo, como ella señala, asistiendo al Senado, a citaciones, hablando para que no se archivara la ley, estando presente, le causa dicha por la labor cumplida y reconoce que aunque tenga otro nombre “siento que es una ley no mía sino de la unión de todas y de levantar el rostro en alto por todas”.