EN BOGOTÁ SE PUEDE VIVIR UNA OBRA DE ARTE: Ana María Montaña Ibáñez, Comunicadora Social.
He vivido en Bogotá toda la vida. Nací y crecí en la Macarena, un barrio pegado a los cerros orientales, con calles empinadas y tiendas de vecinos en cada esquina. Hecho que me ha hecho sentir orgullosa siempre. Creo que mis maneras de ver el mundo y de vivir estuvieron determinadas por mis experiencias infantiles y adolescentes en este barrio. Está ubicado en pleno centro de la ciudad, limita con la avenida Circunvalar y la Perseverancia, barrio donde se hace uno de los festivales de chicha más importantes de la ciudad.
Es en definitiva un lugar encantador, si hay que referenciarlo es posible decir que dos de sus emblemas son la Plaza de Toros La Santa María (que se ha puesto de moda durante los últimos años) y una de las obras arquitectónicas bogotanas más reconocidas, las Torres del Parque o Residencias El Parque, como se llama oficialmente a este conjunto de tres edificios diseñados por el arquitecto Rogelio Salmona en los años sesenta.
Este proyecto tenía la idea de construir, con apoyo del Banco Central Hipotecario, un conjunto de edificios para la clase media bogotana de ese entonces. La idea de Salmona fue incluir dentro de la construcción y la estructura de este condominio, al parque de la Independencia, es decir, combinar lo público con lo privado y utilizar el diseño arquitectónico para esto. La armonía lograda por el arquitecto con el entorno, así como los espacios interiores y exteriores han generado que hoy sea calificada como una de las mejores obras arquitectónicas de Latinoamérica del siglo xx, una obra de arte. Sin embargo, cuando se construyó estuvo rodeada de polémicas, el uso de ladrillos a la vista, las escaleras circulares y la heterogeneidad de los apartamentos (todos son diferentes), generaron que se considerara como un diseño poco convencional.
En estas torres fui adolescente, estuve por primera vez cerca a la rumba bogotana, calificada como “bohemia”; tuve mi primer amor, que muy rápido, como todo a esa edad, se convirtió en un desamor. En estas torres conocí a tres de las cinco mujeres más importantes de mi vida, mis amigas. Puedo decir que en ese lugar pasé algunos de mis mejores años, aprendí muchas cosas que hoy considero importantes. Me construí. Las Torres del Parque son mis raíces, esas raíces que nos hacen a todos pertenecer a un espacio, a los espacios que habitamos, que olemos, que nos suenan y nos saben de alguna manera que es solo nuestra.
Hoy, 20 años después, y en compañía del amor, esta vez no ese amor adolescente y efímero de mis primeras experiencias “torreras”, vuelvo a este espacio que me es familiar, que me define y que me identifica como bogotana, vivo en una obra de arte.
Por eso puedo decir que el Barrio La Macarena y Las Torres del Parque son lo que quiero de Bogotá.