El político perfecto, si es que existe tal personaje, ¿que tiene que tener para serlo? Sin duda, un elemento sería la honestidad; pero, como nos dice la sabiduría popular, algunos políticos carecen de ella, por lo que la perfección se pierde y los políticos se ven obligados a utilizar herramientas que les permitan captar votos por medio de la mimetización, es decir, convirtiéndose en el mejor reflejo de los individuos.
Tanto los políticos como la política se han enfrentado a un proceso de transformación; en la actualidad y en cada periodo electoral, el político busca la forma de convencer a sus posibles electores, y, si bien existen diferentes estrategias, la que más funciona a la hora de la verdad es convertirse en el mejor reflejo posible; convertirse en el espejo del ciudadano. Es así que el político debe mostrar la mayor cantidad de valores e ideas que les permitan a los ciudadanos sentir la empatía que, posteriormente, se traducirá en votos.
Este reflejo en el espejo se convierte en una herramienta útil, dejando de lado el lenguaje complicado y permitiendo que el votante sienta que esa persona es igual a el o ella, a la cual le preocupan las mismas cosas y sufre con los mismos problemas del elector.
Es así que se vota es por un espejismo o una apariencia; muchos de los votantes ya no se preguntan cuál de los candidatos está mejor preparado para asumir el cargo o si es competente para tal propósito.
De igual forma esta dinámica se da gracias a la apatía del ciudadano por informarse, lo que le deja el camino libre al político de jugar con espejismos y de venderse como la opción más segura a la hora de votar, aunque en la practica no sea así.
Si bien no se quiere afirmar que no existan políticos con las capacidades y que sean idóneos para ocupar cargos de elección popular, sí se observa un creciente número de ellos que apelan no a sus capacidades sino a este juego de roles haciéndole creer a los posibles votantes que les interesan sus problemas y quieren luchar por subsanar sus inconformidades.
A la larga, es en esto en lo que se ha convertido la política, en un juego de encantar a la serpiente; en venderse como la opción más segura a la hora de votar gracias al reflejo en ese espejo, el cual permite acercar al político a la realidad.