Foro de Davos, para mejorar el estado del mundo

En el Foro Económico Mundial (WEF) de Suiza, se debatirán temas como la avalancha de refugiados, los bajos precios del petróleo y la crisis de China. El encuentro anual de las elites económicas se enfrenta a una de sus coyunturas más complicadas.

El Foro Económico Mundial (WEF), el encuentro de la élite política y económica que se celebra entre el miércoles y el sábado de esta semana en Davos, sufrirá para hacer honor a su eslogan y tratar, efectivamente, de “mejorar el estado del mundo”.

Los algo más de 2.000 políticos, empresarios y banqueros que participan en esta reunión lujosa y elitista van a toparse en esta edición con que los problemas económicos y los conflictos políticos se multiplican y aparecen cada vez más endiabladamente entrelazados. De la desaceleración de China al reto del Estado Islamico, pasando por la crisis de los refugiados en Europa y el cambio climático, y también por Rusia, Irán,Ucrania, Arabia Saudí y el derrumbe del crudo.

El embrollo es tal, que cualquier acción decisiva en alguno de estos asuntos conllevaría irremediablementeefectos desestabilizadores y sólo en cierta medida predecibles en los demás. Para romper el actual bloqueo haría falta que el WEF diese con una especie de “bala mágica”, al estilo de la que la Comisión Warren postuló para explicar cómo un sólo proyectil había ocasionado todas las heridas no fatales que presentaba el cuerpo del presidente John F. Kennedy el día en que fue asesinado.

“El mundo está ahora mucho más interconectado”, explica en una entrevista con Bloomberg el presidente ejecutivo del WEF, el alemán Klaus Schwab, que anticipa “volatilidad”, “inestabilidad” y “shocks sustanciales” en algunas economías en los próximos meses. A su juicio, el mundo se adentra en “territorio inexplorado”, lo que impide a los líderes políticos prever las consecuencias que pueden tener sus decisiones, disparando la incertidumbre en la economía y su descrédito entre la población.

Los últimos informes que ha presentado la organización del WEF abundan en elaboradas visiones abstractas, como la disrupción de la denominada cuarta revolución industrial o el futuro del empleo debido a la digitalización y la robotización de las economías, pero el 1 por ciento reunido en Davos tiene problemas más acuciantes entre manos.

Algunos, como la canciller alemana,Angela Merkel, se han visto forzados a cancelar a última hora su participación en el encuentro debido a las fuertes tensiones políticas y sociales que está ocasionando la avalancha masiva de peticionarios de asilo que está llegando al país.

La crisis de los refugiados es, de hecho, uno de los grandes temas del encuentro. La magnitud de las oleadas de peticionarios de asilo que llegaron el año pasado a Europa, las mayores desde la II Guerra Mundial, han puesto en jaque a la Unión Europea (UE) como sólo los peores embates de la crisis de la deuda lo hicieron entre 2009 y 2012.

Los 28 se han vuelto a mostrar incapaces de consensuar una solución conjunta, sumando a la ya evidenciada fractura norte-sur, un nuevo abismo este-oeste. Además, la zona Schengen de libre circulación -un pilar básico del bloque- está en peligro por la introducción de controles fronterizos.

Mientras tanto, Alemania sigue sufriendo el grueso de la carga de la crisis, al haber recibido el año pasado a más de 1,1 millones de refugiados. Las arcas públicas se están resintiendo, pese a que cuentan con la solidez necesaria para afrontar este extraordinario gasto.

Además la popularidad de su hasta ahora líder indiscutible está cayendo con fuerza y las críticas son cada vez más agresivas tanto desde el resto de partidos como desde sus propias filas conservadoras. A dos años de las próximas generales, algunos han llegado a pintar un “worst case scenario” para este año que incluye la dimisión de Merkel, a la que ‘The Economist’ llamó recientemente “la europea indispensable”.

“Sólo el principio” de la avalancha de refugiados

Schwab alerta además de que la avalancha de refugiados que llegó el año pasado a Europa podría ser tan sólo “el principio” de lo que puede llegar a ocurrir próximamente si a los factores guerra e inestabilidad política se unen otros como el económico, ya que muchos países africanos dependen del petróleo, cuyo precio se está hundiendo en los mercados. “Imagínese si todos deciden venir al norte”, señala.

En este contexto debilitador, Europa se dispone asimismo a afrontar una penosa negociación para evitar la salida de Reino Unido del bloque. El primer ministro británico, David Cameron, que tiene previsto acudir a Davos, podría convocar el referendo para este verano y las encuestas dan una ligera victoria al “sí”. El debate y la decisión final podrían suponer la puntilla final a la década ominosa europea que arrancó con la crisis financiera de 2008.

Cualquier solución a la crisis de los refugiados, además, debe implicar el fin de la guerra civil en la que Siria lleva cerca de cinco años sumida. Y nadie en el tablero global tiene una solución siquiera teórica para este conflicto. Occidente exige, con mayor o menor fuerza, la salida del presidente sirio, Bachar al Asad, y la puesta en marcha de una democracia en el país árabe, mientras Rusia defiende mantener al jefe del Estado, su principal aliado en la zona.

Pero en este conflicto hay muchas más partes involucradas. Dentro del país están también varios grupos rebeldes de afiliación más o menos clara, y a nivel internacional también participan en las negociaciones Turquía, Irán y Arabia Saudí con intereses irreconciliables y odios entrecruzados.

Por si fuera poco, uno de los principales protagonistas de la guerra de Siria es el Estado Islámico (EI), una entidad terrorista bien financiada que practica un yihadismo brutal y agresivo y que domina parte de Siria e Irak, donde extraepetróleo, recauda impuestos e impone la sharía o ley islámica.

Su explosiva formación ha puesto en jaque tanto a los países donde se ha establecido como al resto del mundo, con atentados sucesivos y de gran complejidad, como los de París, Mali, Túnez, Beirut, Sinai, San Bernardino y Burkina Faso, entre otros. Los expertos militares coinciden en señalar que los bombardeos selectivos que están llevando a cabo Rusia y varios países Occidentales con Estados Unidos y Francia a la cabeza no serán suficientes para doblegar al EI. Y el envío de tropas de tierra está descartado.

Siria, como también el conflicto en Yemen, evidencia además las diferencias irreconciliables entre Irán y Arabia Saudí, las dos potencias regionales en Oriente Medio. Hay quienes hablan de guerra subsidiaria. Los primeros, al frente del islam chií, han sido de nuevo aceptados en la comunidad internacional gracias al acuerdo nuclear firmado el año pasado, y aunque muchas economías estén lanzándose a cerrar negocios con Teherán, las reticencias persisten en muchas capitales, empezando por Washington, como seguramente evidenciará al participar en el WEF el secretario de estado John Kerry.

Arabia Saudí, por su parte, cabeza de los musulmanes suníes, pese a ser un socio estratégico de Estados Unidos, vive una fase de distanciamiento con Occidente, agudizada en los últimos días por la ejecución de 47 reos.

El desafío de los BRICs

Otra consecuencia del enfrentamiento entre Riad y Teherán se está viviendo, según varios analistas, en los mercados de materias primas.

Una de la razones de Arabia Saudí para seguir manteniendo una elevada producción de petróleo pese al derrumbe de la demanda por el enfriamiento de la economía global es el deseo de poner en dificultades, además de a los productores estadounidenses de gas de esquisto mediante fracking, a las petroleras iraníes, ahora que pueden volver a exportar crudo a Occidente con el fin de las sanciones. A este respecto, Davos escuchará con interés la intervención del ministro de Finanzas saudí, Ibrahim Abdul Aziz Al Assaf.

Los efectos de esta política saudí, que ha llevado al barril de petróleo a sus valores mínimos desde 2003, se han dejado sentir positivamente en muchos países importadores, pero está tensionando hasta límites difícilmente sostenibles a economías como Nigeria y Venezuela, y poniendo en serios aprietos a otras como Rusia, que se encuentra en recesión y con un déficit público desbocado, pese a mantener sus apuestas estratégicas en el tablero internacional, tanto en Siria como en Ucrania.

Este último conflicto se encuentra en la actualidad congelado, pero en absoluto resuelto y podría volver a desbocarse en cualquier momento. Se ha alcanzado un precario alto el fuego en el Donbass, la región que reclaman los rebeldes independentistas prorrusos, pero el enfrentamiento puede resurgir si Kiev obstaculiza el avance de la parte política de los Acuerdos de Minsk.

Otras economías emergentes, como Brasil, también están decreciendo. Pero quien más preocupa en la actualidad y con seguridad a la élite de Davos esChina, de quien se teme que pueda estar cocinando la siguiente gran crisis. Las actuales turbulencias bursátiles en Shanghai, que ha firmado el peor arranque anual de su historia, parecen presagiar males mayores y la reacción de las autoridades ha asustado aún más a empresas multinacionales y gobiernos. Muchos expertos han alertado ya de su burbuja financiera y de su sobrecapacidad industrial.

Su tasa de crecimiento anual en 2015 fue la más baja en 25 años. Y las dudas para este ejercicio no dejan de crecer, lo que podría tener repercusiones económicas a escala global y políticas en China. Las perspectivas para la economía global son poco halagüeñas, según acaba de estimar el Fondo Monetario Internacional (FMI) y recalcará seguramente al intervenir en el WEF su directora gerente, Christine Lagarde.

En este contexto, con economías enfangadas, crisis políticas varias y un petróleo barato, es difícil de prever que el Acuerdo de París firmado a finales del año pasado para atajar el calentamiento global vaya a empezar con buen pie. Ni en términos de cumplimiento de las reducción de emisiones ni en las aportaciones financieras al llamado fondo verde para ayudar a los países pobres a afrontar las consecuencias del cambio climático.