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Francia mide el avance del populismo y la fortaleza del euro


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Desde hace dos semanas, las diferencias en la intención de voto no dejan de acortarse. François Fillon, Marine Le Pen, Emmanuel Macron y Jean-Luc Mélenchon van corriendo codo con codo en su carrera por conquistar la Presidencia. Los candidatos han echado el resto durante toda la semana, con la esperanza de conseguir un resultado positivo este domingo, en la primera vuelta de las elecciones. Luego, los dos más votados se enfrentarán en el cara a cara del 7 de mayo.

“Es un puré de guisantes”, explica de forma gráfica Bruno Jeanbart, director general adjunto de Opinion Way. A un día de que se celebre la primera vuelta de las presidenciales, los sondeos auguran la mayor incertidumbre posible. Raros son los que se arriesgan con el más exiguo pronóstico. Las distancias en las encuestas se han ido empequeñeciendo con el paso de las semanas y los principales candidatos están a un tiro de piedra. Y todo ello con la amenaza presente del populismo xenófobo de Marine Le Pen, quién tiene muchas opciones de pasar a la segunda ronda con su pretensión de romper con el euro. El último sondeo diario de PrésiTrack Opinion Way-Orpi, publicado el viernes, atribuía a Macron el 23% de los votos, el 22% a Le Pen, el 21% a Fillon y el 18% a Mélenchon.

Ninguna campaña presidencial había estado tan igualada a un día de ir a las urnas, salvo la de 2002, cuando Jean-Marie Le Pen, el padre de Marine, se clasificó por los pelos para la segunda vuelta. En aquella ocasión, la sorpresa se debió sobre todo a la elevada abstención. Nada que ver con lo que ahora se prevé: “La participación será alta”, como en 2007 y 2012, asegura Bruno Jeanbart.

Referencias confusas

En realidad, las referencias son confusas. Dada la renuncia de François Hollande, no hay un verdadero candidato saliente ni, por ende, un debate real sobre el balance de este quinquenio, algo que solía convertirse en un elemento estructural en cada campaña electoral.

Benoît Hamon, representante en liza del partido socialista, es un viejo pendenciero que se ha opuesto a las orientaciones del jefe del Estado desde su salida del Gobierno en 2014. Ahora se enfrenta a otro exministro de Hollande, Emmanuel Macron, que también ha rechazado la herencia de estos cinco últimos años, aunque por motivos opuestos. Definiéndose a sí mismo como “ni de izquierdas ni de derechas”, el líder de En Marcha aspira a renovar la política francesa y a eliminar las divisiones tradicionales, complicando un poco más el juego.

Otro elemento preocupante es el hecho de que el candidato de la derecha, François Fillon, haya sido abandonado por los suyos tras su imputación por los presuntos empleos ficticios de su mujer e hijos. Y todo ello en un contexto de desconfianza histórica de la opinión pública hacia los dirigentes: “La clase política es percibida como poco empática, corrupta y preocupada únicamente por los ricos y poderosos. Además, inspira poco respeto, usa un lenguaje demasiado abstracto y no cumple con sus promesas”, aseguraba el Cevipof en su barómetro sobre la confianza política de enero, poco antes del escándalo de la esposa de Fillon. Esta situación ayuda a entender cómo todas las premisas se han venido abajo ya desde unas primarias en las que los favoritos se han doblegado ante los foráneos y los electores se han complacido perversamente desbaratando pronósticos y mintiendo en los sondeos.

Según las encuestas de opinión, el número de indecisos no es mayor que en anteriores elecciones presidenciales, pero las referencias habituales se han desvanecido. Entre la clase política, los sentimientos son encontrados, la esperanza se codea con el miedo. “No se ha perdido nada, todo es posible”, dicen, por un lado. “Pero seguimos sin tener nada conseguido, somos vulnerables”, se quejan, por otro.

Emmanuel Macron: sigue como favorito, pero tendrá que luchar hasta el final

Los defensores de Emmanuel Macron no lo esconden: habrían preferido que la primera ronda se celebrase el domingo pasado. Desde enero, el candidato de En Marcha aparece como clasificado para la segunda vuelta en todas las encuestas de opinión, después de haber cambiado el curso de los comicios hace varios meses. Aun así, en los últimos sondeos, su ventaja es exigua. No ha habido un desenganche brutal, pero tampoco avances. La buena noticia para Macron es que Marine Le Pen ha bajado en las mismas proporciones y tampoco goza de una buena dinámica de fin de campaña. Sin embargo, los cuatro principales candidatos ya están muy cerca entre sí, lo que hace posible la configuración de cualquier escenario de cara a la segunda vuelta. Es una situación incómoda para Macron, el candidato que cuenta con la base electoral más frágil de todas, teniendo en cuenta la juventud de su movimiento y su posicionamiento político.

Él se niega a colocarse como favorito, al tiempo que ha venido multiplicando las movilizaciones -un mitin multitudinario en Bercy el lunes, otro el miércoles en Nantes- en un final de campaña electoral maratoniano que le lleva también a las tierras de Normandía. “Estoy aquí para convencer, no para seducir”, declaró Emmanuel Macron el lunes en la cadena RMC. Muy atacado durante su ascenso, el líder de En Marcha ha tenido que enfrentarse a varias bombas fétidas en la última semana. El lunes por la mañana, en RMC, habló largo y tendido sobre su patrimonio y sus ingresos.

Marine Le Pen: en descenso, su presencia en la segunda vuelta no es segura

Marine Le Pen ha estado bajo una gran presión durante esta última semana. La intención de voto a favor de la candidata del Frente Nacional se ha reducido en los últimos días. Aunque parece muy probable que llegue a la segunda vuelta, no hay nada garantizado. Ahora Le Pen espera que los resultados del domingo le permitan concluir de forma feliz una campaña de luces y sombras, marcada por los problemas que ha tenido que afrontar su partido en el Parlamento Europeo, y que han impedido que la candidata mantuviese el discurso de “todos podridos”, clásico del FN.

Marine Le Pen no ha conseguido imponer sus temas favoritos (la inmigración y la seguridad) en una campaña salpicada por el caso Fillon, el fenómeno Macron y el desplome del candidato del PS, eclipsado por Jean-Luc Mélenchon. También ha sufrido la competencia de otros candidatos soberanistas, como François Asselineau y Nicolas Dupont-Aignan, y otros antisistema, como Philippe Poutou. La ultraderechista ha construido el grueso de su discurso sobre dos temas: el terrorismo y la delincuencia. Además, también ha optado por atacar de forma muy dura a sus tres grandes contrincantes -Macron, Fillon y Mélenchon-, a quienes juzga responsables del estado actual del país, hablando de “universidad de yihadistas”.

En Perpiñán, el sábado pasado, la candidata ya retomó los clásicos eslóganes del Frente Nacional. Así, según ella, con Emmanuel Macron en el Elíseo, estaremos ante “el islamismo en marcha, el comunitarismo en marcha”. Ése ha sido el tono de la última semana.

François Fillon: su remontada pasa por movilizar a las bases del partido

Lo ha estado repitiendo durante toda la campaña y se lo ha echado en cara a quienes le decían que renunciase: François Fillon estaba “convencido” de que todo se decidiría en los últimos días. “Convencido”, también, de que la segunda vuelta es accesible, aunque las encuestas indican unas distancias cada vez más cortas y un umbral de clasificación bastante bajo. Para intentar llegar a la meta con un último “impulso decisivo”, el candidato de la derecha ha afrontado la última recta como una carrera contrarreloj, intentando movilizar al máximo a su base electoral, una derecha conservadora y liberal, católica también, muy apegada a las “raíces”.

Durante el fin de semana pascual, François Fillon multiplicó sus esfuerzos en torno a esa Francia asistiendo a una misa copta el sábado y a Puy-en-Velay, lugar sagrado del catolicismo francés, con un discurso de identidad, raíces y cultura francesa, burlándose de paso de Emmanuel Macron. El candidato también prometió medidas para defender a los cristianos de Oriente. Además, esta semana, en Niza, Fillon ofreció un discurso muy cerrado sobre seguridad, inmigración, orden, autoridad y terrorismo islámico, fustigando para la ocasión al laicismo de un Jean-Luc Mélenchon que, según él, también quiere alcanzar a los votantes tentados por Le Pen pero asustados de su programa económico. Y para quienes sigan preocupados por los escándalos y aún duden, François Fillon ha querido demostrar que su proyecto es el único que trae el “deseo poderoso de alternancia”. Sin duda, su mejor aliado.

J.L. Mélenchon: debe atraer a los indecisos para dar la gran sorpresa


Miles de personas el domingo en Toulouse, centenares en una peregrinación en barcaza por el Sena el lunes? El éxito popular de la campaña de Jean-Luc Mélenchon es innegable. La tarea del candidato del movimiento La Francia Insumisa ha sido la de mantener la dinámica que le colocaba casi en pie de igualdad con el trío que encabezaba las encuestas. Más que nunca, Mélenchon debe tratar de hacer olvidar el “ruido y el furor” de su campaña de 2012 y atraer a los numerosos votantes indecisos. Su referencia al histórico socialista Jean Jaurès, el domingo en Toulouse, no fue en ese sentido anodina, sino un guiño a los electores que todavía son fieles a Benoît Hamon.

Por otra parte, Jean-Luc Mélenchon también intenta minimizar el alcance de su propuesta de adhesión a la Alianza Bolivariana para América (Alba), limitada únicamente a las Antillas y Guayana francesas, una medida escarnecida por todos sus adversarios, que ven en ella el reflejo de su admiración por Hugo Chávez. Además, el candidato de La Francia Insumisa se niega a reivindicar su pertenencia a la izquierda y sitúa su candidatura más allá de las divisiones al uso. Sin embargo, en el fondo, esas declaraciones no le impiden mantener la integridad de su programa económico (un incremento en el gasto público por valor de 173.000 millones de euros y un plan de inversión por valor de 100.000 millones). Incluso ha advertido que, si el primer plan no bastara, se lanzaría de aquí a diez años un segundo de 100.000 millones más.

Benoit Hamon: ya sin opciones, sólo le queda el reto de evitar un resultado ridículo

¿Llegar a la segunda vuelta es imposible? “Lo tenemos asumido”, suspira un miembro del Gobierno que le ofreció su apoyo. “Cuando el cohete despega torcido, es difícil que vuelva a su trayectoria”, resume otro.

Benoît Hamon finalizó el martes en Toulouse un periplo de cinco días por nueve departamentos, antes de ofrecer el miércoles un gran mitin al aire libre en la Plaza de la República de París. Con sus ataques a Jean-Luc Mélenchon, sobre el encaje europeo, y a Emmanuel Macron, en lo social, el exministro ha luchado hasta el final por parecer el único candidato de izquierdas creíble. Sin embargo, la realidad es que sus objetivos son mucho más modestos que los de los otros cuatro grandes aspirantes al Elíseo: “Recuperarse”, dice uno de sus allegados, para evitar la humillación que anuncian los sondeos, que actualmente le asignan un resultado de una sola cifra.

Hamon espera “influir en el curso de los acontecimientos”en el seno del PS y la izquierda, afirma uno de sus ayudantes, mientras que otro teme que las ideas que ha defendido durante la campaña desaparezcan tras la derrota. Pese a su victoria en las primarias, el socialista no ha logrado cobrar impulso y se hundido en las encuestas por el voto útil, las críticas de parte de sus seguidores y sus propios errores tácticos. En este fin de campaña, el estrechamiento en las diferencias entre las intenciones de voto de los cuatro principales candidatos a la presidencia de Francia ya no tienen nada que ver con Benoît Hamon. Ya sólo le queda intentar evitar el ridículo.

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