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¡GOD SAVE AMERICA!


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A mi francamente me importa un bledo quien fue elegido como nuevo presidente de mi patria grande, de mi terruño ideológico, los magnos Estados Unidos de América.

Esa democracia imperial, ese contundente reality, con dinámica cortesana y acendrada en el ejercicio indiscriminado de la fuerza (como debe ser) con exquisitas bajas colaterales, invasiones, expansionismos, explotaciones, desmembramientos y demás, debo confesarlo, me produce la más exaltada lujuria.

Tanto Obama como Romney, llenan mis expectativas, me colman de seguridad democrática. Ambos son exponentes muy cualificados de conceptos modernísimos como el poder, la dominación, la supremacía. Un par de marines, una dupla de vaqueros acaba indios. Romney (mi preferido, obvio), un hombre tan correcto en todo sentido, desde la pinta hasta la coreografía, que parece sacado de los anuarios de Fedegán. El único inconveniente fue el color de la piel de Barak, demasiado melanínico para mis preceptos de pureza racial. Pero aun así, cada uno de ellos tiene un “gran garrote”, un poderoso falo castigador, una irreprochable masculinidad. Cosas todas que me aseguran la continuidad del poderío, el exquisito olor a colonia, y esa delicada influencia a punta de napalm con que han convencido al mundo de la necesidad de su prevalencia como faro global.

Ya quisiéramos en esta Colombia parroquial ser parte del aventajado Imperio, como Puerto Rico, que es lo que se ha debido decidir en la tal Constitución del 91. Nada mejor que ser dominado, en términos de sexo, política y soberanía. A mí me encanta que me amarren los políticos, que me torturen los empresarios y el embajador de USA me ponga en mi sitio.

Si fuéramos orgullosos “american citizens” tendríamos una “way of life” de cinco estrellas. Me refiero a la gente-gente y no a la gleba insulsa. No estaríamos matándonos entre nosotros, sino ajusticiando (en fulgurante asepsia) aquí y allá pakistaníes, mexicanos, afganos, africanos, vietnamitas, iraquíes, camboyanos, panameños, nicas, palestinos, haitianos, sirios, iraníes y demás gárgolas y ñeros del infecto y desechable Tercer Mundo, en el que nos consumimos contaminados por razas inferiores que se mezclaron con la cepa blanca debido al pecado inmundo de la carne.

¿O es que no viven mejor las gentes de California, Nuevo México, Texas, Florida, Nevada y demás estados de mariachis que entraron mansamente a la unión? Deberían los hermanos mayores anexar Tijuana y nacionalizar ellos el perico.

En hora buena los monos compraron Alaska. Vendámosle Antioquia entera antes de que se deprecie. Si ya les entregamos Panamá por un puñado de fríjoles, ¿por qué no cambiarles de una vez la desagradable Costa Caribe por unos perniles de pollo vía TLC?

Si fuéramos Estado de la Unión, hubiéramos podido exportar nuestras eficaces auto defensas (producto “prime” de nuestra república bananera urabeña, a tantos lugares del mundo, donde hay tanta vaina para talar.

De los Estados Unidos de hoy, con su flamante nueva cabeza que gobernará con su tecnología de guerra al planeta entero hasta enero del 2017, debemos aprender muchas cosas. La incesante expansión de sus capitales que garantiza el trabajo en el orbe y las piscinas en Los Ángeles. El control permanente de todos los mulatos que aquí o allá pretenden subvertir el orden del dólar, la confianza inversionista (ah sagrado mesías y putas aguadeño) la intervención misilística en cuanta recocha se presente en las barriadas del mundo, y los dividendos obtenidos a punta de la sangre generosa de los pueblos salvajes.

El Imperialismo está plagado de ejemplos benéficos para el mundo, como gran elemento para contener las ansias del comunismo internacional, el chavismo y demás horrores. Dónde han llegado los pundonorosos marines se ha logrado arrasar tierras y meter en cintura a los macacos revolucionarios.

Que nos sirva de ejemplo el gran país, para que de una vez por todas nos sometamos a su minería, que lo único que pretende es sacar vainas que aquí no sirven y dejar lindos huecos en selvas y páramos para poder tugurizarlos debidamente.

Deberíamos sentirnos honrados y comer callados frente a la generosidad de los préstamos que los padres del Norte nos hacen. Tener deudas con ellos, es hacer parte de su historia gloriosa. Acoger sus imponentes filiales en estas tierras, debería llenarnos de orgullo por tener algo de lo de ellos, acá en este platanal desordenado.

Antes de protestar, deberíamos rendirle pleitesía a nuestros bellos amos cuando generan la fructífera dependencia, o cuando instalan gobiernos obedientes a Washington, cual discípulos mansos. ¿Qué mejor realidad que aquella que permite llevarse las materias primas y que nos las devuelvan ya empacaditas? El TLC, además, logrará empobrecernos tanto, que finalmente nos veremos (para nuestro bienestar y alegría) en la obligación de vender el país entero. Ya me veo entrando a Venezuela con mi pasaporte gringo.

¿Qué sería de nosotros sin acciones históricas tan estimulantes como los golpes de Estado, las torturas, las necesarias violaciones al DIH, el bloqueo, o el desarrollo de proyectos armados contra-revolucionarios? En estas tierras no se da la democracia y ellos lo han entendido. ¡Bullet señores!

¿Y el control de la natalidad? Sin él esta vaina estaría aun más llena de gamines acechando nuestros manteles y nuestros platos. ¿El mundo sin organismos financieros? Entonces ¿la plata para la guacherna?

Gracias a gentes como Obama o Romney gozamos de buenaventuras como las privatizaciones de todo lo estatal, el Esmad, la reforma a los peligrosos derechos laborales, la liberalización de las tasas de interés, y sobre todo gozamos de la armónica cotidianidad y del humanismo de ese pensamiento cimero que es el neoliberalismo. El saqueo es la teoría económica más rentable. Y rentabilidad es progreso.

¿Cómo hubiéramos logrado la reducción de los salarios, la tercerización y demás sin ellos? ¿Cómo podríamos tener las altas y convenientes tasas de desempleo sin la influencia de Washington? No habríamos podido lograr la quiebra de tanta vaina estatal en servicios, minas e industrias. Falta aun, cierto, la privatización total de Ecopetrol y quitarle a mordiscos de mastín la ETB al de la gorrita.

Somos, si, países “reserva”. Qué lujo, que digno ser considerados como tal. Que vengan de una vez por el agua y que nos quiten de en medio a cañonazos a tanto chamán ambientalista.

La lista de los beneficios de los Estados Unidos hacia sus repúblicas orgullosamente vasallas, sería interminable. Por ejemplo, ¿qué sería del orden universal sin la CIA y el FBI? ¿Dónde se podría reducir a los sediciosos si no existieran las pulcras cárceles clandestinas? El mundo sería un peligroso carnaval libertino sin los cientos de bases americanas que cual antorchas iluminan las tierras paganas.

Apoyemos al nuevo gobierno. Seamos por siempre aliados de las barras y las estrellas, como lo fuera Francisco Franco en sus sagrados tiempos.

Será tan perfecta la democracia que hoy se recompone, que en los Estados Unidos, no gana el candidato que tiene más votos sino más colegios. Un país donde una minoría puede llegar al poder aun perdiendo, es un paraíso. Reverdece el Edén. ¡God save América!

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