Autor de algunas de las películas más impactantes de los últimos años, como “The pianist” o “The white ribbon”, e infatigable buscador del lado menos confortable del ser humano, el austríaco Michael Haneke ha conseguido conquistar Hollywood con su “Amour”, historia de sentimientos y sufrimientos en la tercera edad con la que opta a cinco Óscar sin concesiones a la esperanza.
El austríaco, aunque nacido en Baviera, Michael Haneke podría hacer historia en los Óscar de este año.
Es el tercer director en los premios que concede la Academia de Hollywood que logra para su filme una doble nominación en las categorías de mejor película y mejor película de habla no inglesa. Antes lo lograron el italiano Roberto Benigni con “La vita è bella” en 1999 y el taiwanés Ang Lee por “Crouching Tiger, Hidden Dragon· en 2001.
En ambos casos se llevaron la estauilla a la mejor película en lengua no inglesa, además de las de música y actor para el italiano, y mejor música, fotografía y dirección artística para el taiwanés.
“Amour”, una bofetada de dignidad
A sus 70 años, Haneke ha vuelto a conseguir esa doble nominación, además de otras tres en las categorías de director, guión y actriz principal, para la francesa Emmanuelle Riva.
Y lo ha hecho con un filme tal alejado de los estándares de Hollywood como suele ser normal en este realizador, a quien le gusta profundizar en las relaciones humanas y en el aspecto a veces inhumano que tiene la vida.
En “Amour” se ha centrado en la última fase de la vida del ser humano. En una pareja que afronta con la mayor dignidad posible la decadencia final y que se apoya mutuamente en esa etapa a la que todos, de una forma u otra, nos enfrentaremos, con frecuencia ignorada en el mundo del cine.
Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva realizan una soberbia interpretación, ausente de toda compasión, de un momento tan triste como real y hacen que los espectadores salgan de la sala habiendo visto en la pantalla a sus seres queridos y no a una pareja de actores.
Un sentimiento de atracción y rechazo por la historia, una mezcla que provocan habitualmente las películas de Haneke, que no busca la polémica pero no rehuye los temas más complicados y dolorosos, por los que todo el mundo se interesa pero nadie se atreve a hablar.
“The White Ribbon”, la maldad del ser humano
Como es el nazismo, más concretamente sus orígenes, tema principal de su desalmada película anterior, “The white ribbon”, una historia sobre la maldad en estado puro, sobre lo retorcidos que podemos llegar a ser los seres humanos, sobre la irracionalidad de las ideologías, empujadas por los miles de fanáticos que hay diseminados por el mundo.
Una sorprendente historia rodada en blanco y negro -antes del “boom” provocado por “The artist”-, con la que Haneke, nacido en Munich (estado de Baviera, Alemania) -principal feudo del nazismo-, reflexionaba en la pantalla sobre el origen de una ideología que transformó y casi destruyó el mundo moderno.
Durísima, dolorosa, violenta psicológicamente y terrorífica. Una película bellísima desde el punto de vista formal, que funciona como el mecanismo de un reloj y, sobre todo, valiente.
Porque denuncia los totalitarismos, no solo el nazismo. Porque lo hace sin subterfugios. Y porque utiliza el cine, esa herramienta cada vez más frívola, para llamar la atención sobre la desolación que puede causar la excesiva rigidez moral en la sociedad.
Un golpe provocador, que es lo que suele buscar con sus películas este director, curtido en la televisión y que no se lanzó a dirigir largometrajes para la gran pantalla hasta que había pasado largamente los 40 años. Y con una preparación académica previa en Filosofía y Psicología.
Un cineasta tardío con las ideas bien reposadas
Haneke nació el 23 de marzo de 1942 en Munich (Alemania) pero posee nacionalidad austriaca, país en el que se crió. Hijo del director Fritz Haneke y de la actriz Beatriz Degenschild, sus padres se divorciaron cuando era pequeño y fue criado en Wiener Neustad, una pequeña ciudad austriaca.
Se formó en literatura, psicología y artes escénicas en la Universidad de Viena y empezó su carrera como realizador independiente en 1970, pero con trabajos únicamente para la televisión que combinaba con la dirección de obras teatrales y con una labor de crítico
literario y cinematográfico.
Su debut en la gran pantalla no llegó hasta 1989, cuando tenía 47 años, con “The seventh continent”, donde narraba la destrucción de una familia vienesa de clase media. Tras ese debut en el cine, dirige “Benny’s video” (1992), “71 Fragments of a Chronology of Chance” (1994) y “The Moor’s Head International” (1995).
Pero fue con su siguiente film “Funny games” (1997) con el que llamó la atención del mundo cinematográfico. Una historia muy violenta en la que dos jóvenes psicóticos toman como rehenes a una pareja y su hijo para forzarles a participar en unas serie de juegos sádicos.
Una película con la que alimentó su incipiente fama de director violento y polémico, algo que quedaría confirmado con su siguiente trabajo, “Code unknown” (2000), sobre la incapacidad de comunicación en la sociedad.
Y tan violenta como lo son todas sus películas, tal y como él mismo ha reconocido: “Todas mis películas hablan de la violencia, reflexionan sobre su representación”.
“The Pianist”, la consagración
La consagración la conseguiría con “The pianist” (2001), una complicada historia sobre una profesora de piano -papel que borda Isabelle Huppert- de moral perfecta en apariencia, pero que está obsesionada por el sadomasoquismo. Un filme por el que Haneke ganó el
Gran Premio del Jurado de Cannes.
Con “Le temps du loup”, pese a su carácter apocalíptico, pareció tomarse un pequeño respiro antes de firmar otra de sus películas más importantes, “Caché” (2005), con Juliette Binoche y Daniel Auteuil como protagonistas.
El terror de lo desconocido que amenaza la vida cotidiana es el tema principal de esta película, en la que una pareja recibe vídeos sobre su vida personal grabados sin su conocimiento. Una historia aterradora por lo que tiene de posibilidad real en un mundo en el que las relaciones personales se vuelven cada vez más distantes.
En 2007 volvió a rodar “Funny Games”. Una adaptación al inglés de la misma historia, con Naomi Watts como protagonista y cuyo principal objetivo era hacerse un hueco en el mercado americano.
Dos años después llegaría “The white ribbon”, un filme que dio la vuelta al mundo y que consiguió decenas de galardones, entre ellos la Palma de Oro en Cannes, los de mejor película y director en los Premios de cine Europeo o el Globo de Oro a la mejor película extranjera. Pero salió derrotada en los Óscar frente a la argentina “El secreto de sus ojos”.
“Amour” lleva el mismo camino. Ganó en Cannes, en los Premios de Cine Europeo y en los Globos de Oro. Solo queda ver si proporciona el primer Óscar a Haneke. La solución , el día 24.
Alicia García de Francisco