Grecia, con una economía destrozada, signos de recuperación muy modestos, y una tasa de desempleo disparada, no parece el lugar más adecuado para montar una empresa. Sin embargo, el país heleno se ha destapado como uno de los principales en cuanto a la creación de start-ups.
De hecho, en Grecia se crearon 144 empresas tecnológicas en 2013, muy por encima de las 16 que se registraron en 2010, según datos de Endeavor Greece, una organización sin ánimo de lucro que apoya a los nuevos emprendedores, recogidos por WSJ. Acompañando al fenómeno de las start-ups, han surgido incubadoras de empresas y aceleradoras locales tanto en Atenas como en otras ciudades del país.
Y aunque aún está muy lejos de los grandes centros tecnológicos de Europa, como son Londres o Berlín, es capaz de atraer tanto inversiones locales como de Silicon Valley. En concreto, el dinero invertido en las empresas ha pasado de 500.000 euros en 2010, a más de 40 millones tan solo tres años después.
Uno de los principales impulsos para este tipo de empresas llega desde los cuatro fondos de capital riesgo creados: Openfund, Odyssey, First Athens y PJ Tech Catalyst. Hasta el 70% del dinero de dichos fondos procede de la Comisión Europea (CE) y del Banco Europeo de Inversión (BEI), destinado a las pequeñas empresas.
“Estamos muy lejos de afectar a la economía griega, pero en los próximos tres años una de cada tres empresas estará ligada a la tecnología”, apunta George Tziralis, socio fundador de Openfund. El primer fondo que creó invirtió 500.000 euros entre 2009 y 2011, pero el actual tiene casi 12 millones de euros a su disposición.
Elevado desempleo
Son muchos los griegos que se han lanzado a emprender, debido a las dificultades para acceder a un puesto de trabajo en el sector público, o al hundimiento de los negocios familiares al son de la crisis económica. De esta manera, la entrada en escena de las empresas tecnológicas representa una oportunidad laboral para los miles de desempleados. Una situación especialmente grave para los más jóvenes, cuya tasa de desempleo se eleva al 58,3%.
“El ‘boom’ de las start-ups tenía que llegar”, asegura Nikos Drandakis, fundador de Taxibeat, una aplicación móvil para pedir taxi. “Antes de la crisis estábamos cómodos con lo que teníamos, ya fuese un trabajo en el sector público, un buen salario, o incluso la buena pensión de los padres”, recuerda. “Cuando se pierde todo eso, surge el lado innovador y creativo”.
A pesar de las buenas perspectivas, los emprendedores tienen que superar muchas dificultades en Grecia: la burocracia, indiferente, y a veces incluso hostil; la economía, destrozada por la crisis; y las dificultades para financiarse. “Las cosas están empezando a cambiar, pero a un ritmo muy lento”, apunta Christodoulou, fundador de Locish, una mezcla de FourSquare y Yelp, y que ha conseguido un millón en financiación procedente de Silicon Valley.
Trabas burocráticas
Sin embargo, el dinero conseguido -que le ha servido para llevar la ‘app’ a Nueva York y San Francisco- no ha sido el principal impedimento. Lo más complejo ha sido abandonar su puesto de trabajo en el sector público, en un caso que ilustra las trabas burocráticas a las que se enfrentan los griegos.
Christodoulou era profesor en un colegio, y necesitó más de un año para poder dejar su trabajo y dedicarse a su negocio. Trató de dimitir, pero la burocracia lo impidió durante casi un año. Sus jefes rechazaron su renuncia, pensando que estaba loco, y que necesitaba tiempo para entrar en razón. Ante dicha negativa, decidió dejar de asistir al trabajo.
La legislación griega señala que si un empleado deja de acudir a su puesto laboral durante 21 días consecutivos sin razón, debe ser despedido. Sin embargo, Christodoulou estuvo siete meses sin aparecer por su trabajo antes de que aceptaran su renuncia.