En la baraja de precandidatos a la Alcaldía de Bogotá destaca uno de los que se lanzaron por el Partido Verde. Con una larga trayectoria como concejal de la ciudad, Carlos Vicente de Roux ha presentado su nombre para ser tenido en cuenta en la incipiente campaña electoral que se definirá el próximo mes de octubre. Entrevista.
Con un conocimiento amplío de varios temas coyunturales de la ciudad y unas cuantas críticas a la actual administración, Carlos Vicente de Roux, concejal del Partido Verde habló con Confidencial Colombia sobre sus pretensiones como precandidato a la Alcaldía de Bogotá. Entrevista.
Confidencial Colombia. ¿Por qué buscar la Alcaldía de Bogotá?
Carlos Vicente de Roux. Yo no tengo claro por qué. Tengo claro para qué. Qué me propongo hacer de llegar a la Alcaldía, eso lo tengo claro. En términos sintéticos es mezclarle a la lucha por la equidad social, que es en últimas el objetivo de la izquierda en los gobiernos, una muy buena gerencia pública; con el propósito de construir una ciudad amable para todos los ciudadanos, no solo los más pobres.
C.C. ¿Qué es una ciudad amable? Cómo construirla?
C.V.R. En primer lugar, una ciudad amable para todos y todas es una ciudad incluyente y equitativa. Las ciudades donde hay grandes porcentajes de pobreza y porcentajes significativos de pobreza extrema son reflejo de sociedades problemáticas para todos los habitantes. Se va a requerir que la ciudad invierta buena parte de sus recursos en la superación de la pobreza. Si hay desempleo o inseguridad no se va a generar capital humano, la competitividad general de la ciudad caerá, estéticamente la ciudad se afectará. Por eso es importantísimo combatir la exclusión.
No basta tener una orientación hacia los más pobres, hay que pensar en otros elementos como la movilidad, el respeto por el medio ambiente, la seguridad. Todo ese conjunto de valores es el que configura una ciudad amable para todos y todas.
C.C. ¿Cuál es el problema más grande de Bogotá?
C.V.R. Los problemas más profundos son la pobreza y la desigualdad. Hay que reconocer que la ciudad, y en general el país, han avanzado mucho en la reducción de la pobreza pero sigue siendo evidente que hay unos porcentajes significativos de la población con grandes carencias en ingresos, en educación, en acceso a salud, a la cultura, al esparcimiento. Eso pesa gravemente sobre la ciudad.
En un terreno más evidente hay un grave problema de movilidad y un grave problema de seguridad.
C.C. ¿Qué soluciones tendría usted para Bogotá en materia de movilidad?
C.V.R. Hay que construir una primera línea de metro. Las dinámicas de movilidad tienen una alta demanda que se recarga en un rectángulo que va de la calle primera sur a la calle 100 en el norte y de la carrera quinta a la diecisiete. Ese polígono tiene una demanda de pasajeros de 80 mil hora-sentido en hora pico. El Transmilenio, con las limitaciones que tiene hoy solo puede movilizar 40 mil pasajeros hora-sentido. Para que esa demanda pudiera ser atendida únicamente por Transmilenio deberíamos meterlo por todas las carreras de ese rectángulo, el problema es que esas vías no aguantan ese acción porque no fueron hechas para eso y además dejaríamos por fuera el tráfico mixto. Eso lo que muestra es que ese corredor pide a gritos un sistema de transporte masivo robusto tipo metro.
Con lo que no estoy de acuerdo es que Bogotá va a poder tener una gigantesca red de metro, muy extendida y capilar como la que hay en Paris, Madrid o Nueva York. Eso no tiene sentido porque el Transmilenio es un excelente instrumento de movilidad, excepto en corredores especialmente demandados. Me parece perfecta una línea corta, que no tendría un ramal hacia el suroccidente; que se combinara con la expansión del Transmilenio por toda Bogotá. Además, hay que garantizar más conexiones entre la NQS y la Caracas, aunque no hay muchas vías que sirvan de conectores porque la mayoría que las conectan son bastante estrechas.
A eso hay que combinarle cables aéreos y la organización del SITP, con sus rutas azules y naranjas. Además, los estudios que hizo la misión de observación japonesa, Jica, que se ha convertido en una hoja de ruta de la movilidad capitalina, dicen que la cuarta parte de los problemas de la movilidad bogotana se solucionarían con gerencia de tráfico. Eso quiere decir que se debería seleccionar el sentido de las vías, romper los atascos que hay en muchos puntos de la ciudad, semaforizar bien, ofrecer información en tiempo real para que la gente pueda adoptar rumbos alternos en momentos de trancón, educar a la ciudadanía, señalizar bien las vías, entre otras.
Ahora, en temas de infraestructura hay algo muy interesante hecho por el gobierno Petro en su plan de obras. Con el cupo de endeudamiento, financiar un plan de malla vial que estaba descuidada. Vías arterias que estaban atascadas, porque la malla vial de la ciudad se ha construido con recursos de la valorización y eso tiene el problema de que solo la pagan los sectores que tienen gran poder adquisitivo. Eso se traduce en que la malla vial solo se ha atendido en sectores de estratos altos y se han abandonado los grandes conglomerados. Uno de los problemas que tiene entrar y salir de Bogotá es que las autopistas de salida y entrada se usan como vías de ingresos a los barrios del sur y del occidente de la ciudad. En este plan financiado con el cupo de endeudamiento hay vías arterias para Bosa, Kennedy y otros sectores descuidados.
Se dice que mantener la malla vial de Bogotá puede costar 10 billones de pesos, pero construir arterias y vías intermedias pueden valer 15 billones de pesos.
Por último, me opongo al sector previsto en la primera línea de metro hacia el suroccidente. Ese sector haría que el presupuesto cueste 15 billones que se podría subir a 20 millones. Ese dinero se podría para interconectores modales , cables aéreos, más vías y mas Sitp.
C.C. ¿Cómo enfrentar la inseguridad en Bogotá?
C.V.R. Yo creo que hay que profundizar en un trabajo conjunto y propositivo hombro con hombro entre el distrito y la policía en esas materias, así como con el Ministerio de Defensa.
En primer lugar tenemos el lio del microtráfico. Las ollas son un negocio sumamente próspero, basado en el diferencial del precio de la droga adquirida por los distribuidores. Las ollas mismas son una fuente de generación de violencia y de crimen. Muchas veces el consumidor tiene que recurrir a la comisión de delitos para poder comprar los psicoactivos.
El camino más inteligente para encarar el problema es el que Petro planteó en su momento y es quitarle el control a los narcotraficantes. Eso es, que entren las autoridades de salud y le proporcionen la droga al adicto en el contexto de un tratamiento de rehabilitación, eso le acaba el negocio a los traficantes. En el momento en que usted rompe esa relación entre el jíbaro y el consumidor, acaba con esa fuerza de ventas.
El otro tema que hay que abordar es que se debe trabajar con datos de sociología del crimen. En ciertos tipos de delitos hay familias enteras involucradas, hay tejido social en relación al delito. No hay una política social para identificar esa situación para efectos de rehabilitación. Muchas de esas familias estarían dispuestas a no seguir entregando a sus hijos a esa vida del delito si se les ofrecen alternativas.
Hay otro tema que tiene que ver con la inteligencia preventiva. Uno recibe muchas denuncias sobre determinados sitios donde operan delincuentes. Denuncias que dan cuenta del conocimiento que hay en las zonas sobre los delincuentes. Eso implica que si se establecieran los patrones delictivos y los antecedentes se podrían tomar acciones preventivas sobre los delitos. Por ejemplo, aumentar la presencia policial en los sitios precisos o advertir a la comunidad para que ayude a estructurar acciones que eviten el delito.
El otro problema grave de la seguridad tiene que ver con el hecho de que hay una gran cantidad de jóvenes que no tienen trabajo ni estudio y se convierten en delincuentes por necesidad. Son cerca de 350.000 muchachos abandonados, una población del tamaño de Armenia. Eso se supera con la ampliación de la oferta educativa, la continuación de esos muchachos en el grado 12 o salarios de emergencia.
Aumentar el pie de fuerza policial en las calles podría ser otra salida al problema pero lo grave del asunto es que por cada policía en terreno usted necesita un esqueleto institucional representado en un número de oficiales y suboficiales, además de mecanismos de control de esos uniformados. Lamentablemente la impresión que me queda es que se aumenta el pie de fuerza sin que aumenten esas estructuras de control. Además, hay que modernizar el 123, hay que llevar personal comprometidoy cualificado.
Vi la entrevista de Confidencial Colombia en la que un Francisco Santos decía que no quería contar sus políticas en materia de seguridad para que nadie se las copiara, pues estas medidas no se las he copiado a nadie, son mías, por cierto.
C.C. ¿Cuál es el gran error, a su parecer, de la administración Petro que usted no cometería?
C.V.R. Hay un implícito en la forma de actuar de Petro y es que actúa como si él creyera que basta hacer enunciaciones inteligentes para que las cosas se hagan solas y descuidara ese trecho que va del dicho al hecho. Hay una desatención por los temas gerenciales; por los temas de consolidar las entidades del distrito, sus equipos de trabajo para efectos de que saquen adelante sus programas. Petro parece a veces un Júpiter que va formulando sus propuestas, algunas de ellas muy buenas, descuidando la operación. Eso se expresa en muchas formas; la manera en que escoge a sus colaboradores, la desatención al seguimiento de los programas.
El problema de Petro es un asunto de gerencia. Bogotá es una megaempresa y requiere un gobierno orientado a la planeación, a un gobierno que no improvise, un gobierno que escoja excelentes líderes gerenciales. Uno de los desafíos que tenemos en Bogotá es tener un excelente gabinete. En la ciudad hay mucha gente comprometida, honesta y con capacidades gerenciales, algo que a Petro le importa bastante poco. Además, las instituciones necesitan un reforzamiento. La estabilidad de los equipos directivos es algo que a Petro poco le importó. La legitimidad de los gobiernos territoriales se mide en la eficiencia de la prestación de los servicios.
A pesar de lo anterior debo decir que su programa es un gran programa, su plan de desarrollo es un buen plan de desarrollo pero su labor gerencial deja mucho que desear.
C.C. Otro de los problemas serios que ha vivido la ciudad en los últimos años es la relación con el concejo. Usted, que viene de esa institución, ¿cómo abordaría esa relación entre alcaldía y concejo?
C.V.R. El concejo es un escenario complicado que por fortuna existe. Sino existiera ese control político, las arbitrariedades y los abusos que se podrían presentar serían mucho mayores.
No es un escenario fácil porque muchos concejales condicionan su voto y decisiones a dádivas de la administración. Esa es una realidad de la cultura política colombiana que es muy complicada. Hay cosas por hacer. Petro cometió el error de salir a hacer declaraciones duras contra el concejo. Le picó pleito. Es un escenario complicado pero no se puede generalizar. A pesar de que llegamos a tener varios miembros del cartel de la contratación también hemos tenido unos óptimos concejales que han trabajado por la ciudad y en el medio tiene unos concejales pragmáticos que no son delincuentes así quieran una participación burocrática en el distrito.
Hay que establecer una relación consistente con el concejo. Esa es función del secretario de Gobierno pero Petro ha tenido muchos y no ha habido un buen manejo de ese papel de enlace. Por ejemplo, el POT se debió trabajar con detenimiento y no solo llevarlo a ver qué pasaba, se debía buscar salidas consensuadas a los problemas.
Esa relación con el concejo hay que cualificarla. Hay que mostrar que los concejales se han preocupado por la ciudad y reconocer el trabajo de cada uno de ellos en los temas en los que participen. No se trata de tener una excelente relación como la que tenía Samuel Moreno, basada en la corrupción.
Ahora bien, hay que tener en cuenta que ese concejo es un concejo de centro derecha, yo diría que bastante uribista en su momento. Las cosas cambiaron cuando se rompieron las relaciones entre Santos y Uribe, pero son bancadas que no gustan de un gobierno de izquierda. Por eso siempre han visto con prevención el protagonismo de un alcalde izquierda tan caracterizado como Petro. Es decir, las prevenciones han sido de lado y lado.
C.C. ¿Qué piensa usted sobre la calma o dilación con que el Partido Verde se ha ido tomando esta precampaña.
C.V.R. Yo creo que al partido le está cogiendo la noche frente a los otros demás. Aunque son técnicamente precandidatos ya cuentan con el respaldo de sus fuerzas políticas; Clara López, Pacho Santos o Rafael Pardo. En cambio nosotros solo tenemos dos precandidatos que hemos expresado nuestras intenciones, Antonio Sanguino y yo, y una gigantesca incertidumbre si Peñalosa se lanza o no por la Alianza Verde. Eso pone al partido en una situación de debilidad frente a una campaña que ya comenzó. Lo que pido es que haya una fecha cercana para que quienes tienen una aspiración lo digan y así tengamos rápidamente la lista de precandidatos del partido y para que, además de eso, a la vuelta de un tiempo tengamos claro el mecanismo a través del cual el partido elegirá a un candidato.
C.C. ¿Cuál sería el sello de su administración en Bogotá?
C.V.R. Yo no pretendo ser original. Yo quiero recoger tres herencias. En primer lugar, la herencia del compromiso por la construcción de la equidad que estableció Petro. En segundo lugar, la herencia de la buena gerencia pública y del esfuerzo por construir una ciudad amable para todos y todas que recibimos de Peñalosa. En tercer lugar, una herencia de Mockus; construir sobre lo construido, no pretender ser “adanes” y aplicar aquello de que recursos públicos son recursos sagrados.
Combinando esas herencias me gustaría establecer una relación diferente entre las instituciones distritales y la ciudadanía porque no basta manejar bien los recursos públicos, no basta ser un excelente gerente y tener un buen equipo de trabajo; de alguna manera tenemos que tocar el corazón de la ciudadanía para que se pongan en la tarea de construir una Bogotá de excelencia en lo social, en lo administrativo, en el funcionamientos mismo de la ciudad. El alcalde no solo manda, también inspira, convoca y estimula a la ciudadanía para trabajar por la ciudad.