El 9 de agosto de 2012, Amaranta Curtidor Piñacue, una niña que perteneciente a la comunidad indígena Nasa, murió en medio de un caso de negligencia médica en la Clínica Cafam Calle 51. Luego de tres años la Superintendencia Nacional de Salud sancionó a la EPS FAMISINAR.
Después de una investigación administrativa adelantada contra la EPS FAMISINAR y el centro de salud la Superintendencia Nacional de Salud multó por 322 millones de pesos.
“La Supersalud recordó en su fallo que las EPS tienen una condición de garantes de la vida de las personas, y que su papel en el sistema de salud va más allá de firmar contratos con terceros en la prestación de los servicios cuando se trata de instituciones de salud que hacen parte de lo que se conoce como integración vertical (…)”, señala la misiva de la organización AmarantaVive.org
Sin embrago, la organización advierte que “falta que se determiné la responsabilidad penal de los directivos por asociarse con otros entidades prestadoras para fijar precios”. Asimismo señalan que “en los expedientes consta como desde FAMISANAR se dio una orden de no prestar más servicios a la niña perteneciente a la comunidad Nasa, que para entonces tenía ocho años, cuando ella se encontraba en una condición crítica”.
Confidencial Colombia denunció el acto de negligencia el 10 de noviembre de 2012, documentando los últimos días de la niña y la lucha de su familia para tener una atención medica eficiente, hasta que finalmente el doctor que la atendía dio la orden de apagar el ventilador mecánico del que dependía.
Aquí algunos apartes de la historia.
Amaranta, ¿otra ”negligencia” de Cafam IPS?
El relato de la muerte
El jueves dos de agosto de este año David Curtidor, padre de Amaranta, recibió una llamada que aunque pareciera normal anticipaba una gran catástrofe para la familia Curtidor Piñacue.
Tras el sonar del teléfono se escuchó la voz del profesor de amaranta. ¿Puedo recetarle acetaminofén a la niña?. Una pregunta normal pensó David ante un leve dolor de cabeza que sufría su hija. Lo autorizó.
Por directriz de la Secretaría de Salud, los profesores no pueden recetar a los menores de edad sin permiso de los padres, ya que sólo lo puede hacer los profesionales competentes.
En horas de la tarde del mismo día la pequeña Amaranta, llegó a su hogar con lo que al parecer era un cuadro gripal, lo que le pareció normal a David, ya que en ese momento su esposa sufría gripa, y pensaron, había contagiado a la niña.
Ese día el dolor persistió y su padre le suministró gotas de acetaminofén, lo que resultó por un momento, ya que cedió el dolor y la fiebre. En horas de la madrugada del sábado cuatro de agosto, “Amaranta se levantó con un fuerte dolor de cabeza e insistió con otra pastilla, a las 7 a.m; luego de eso “voy a consulta médica a la clínica pediátrica de Cafam de la calle 51 con 16”, relata David.
El sábado en la mañana Amaranta ingresa por primera vez a la Clínica Cafam Calle 51 con un “dolor fuerte, persistente y en aumento, además nauseas y vómito”, entonces David Curtidor le indica al doctor que a Amaranta le han suministrado Acetaminofén. No importa.
Le realizan un triage y posteriormente el doctor Armando Prieto Quecan ordena suministrarle una ampolla de dipirona y la devuelven a la casa con la instrucción de suministrarle naproxeno en suspensión, narra David.
Al regreso a la casa la Amaranta no parece mejorar y en horas de la noche del mismo sábado ella y su padre regresan al centro médico “con la esperanza de encontrar alivio para el dolor de la niña y que hallen la razón del mismo y le administren el tratamiento que corresponda.”
Su padre asegura que al reingreso de Amaranta la clínica le vuelven a realizar un triage, y la canalizan suministrándole analgésicos destinados a calmar su insoportable dolor de cabeza, luego la llevan a la sala de observación donde “pasamos una terrible noche”. Amaranta no puede dormir por su persistente dolor y se queja mucho.
El domingo cinco de agosto un doctor de la clínica le dice a David que la niña parece tener sinusitis. “Me quedo tranquilo, pues al menos ya se sabe cuál es la causa de su terrible dolor. Sin embargo pienso que es muy raro, pues no hay antecedentes como fiebre o rinorrea, o un estado gripal que pueda ser claro antecedente para ese diagnóstico, sigo sin embargo confiado que son personas especialistas que conocen de su oficio y por lo tanto no tengo por qué desconfiar de su criterio profesional”, asegura.
Ese domingo en la mañana se inicia el manejo de la enfermedad con antibióticos y el Doctor González confirma el diagnostico con unas placas radiográficas. El doctor le dice a David que hay la posibilidad del manejo con los antibióticos en casa, pues una vez detectada la causa del dolor, resta esperar que los antibióticos produzcan la desinflamación y cese el dolor.
Sin embargo, antes de salir de la clínica en una “dramática” situación el dolor no cede y la niña “grita, se bota al piso y se revuelca de desespero y no soporta nada”. El propio Doctor Gonzalez la recoge del piso y le habla para que se calme. Cuanta DAvid, aunqu asegura que eso sucede en el momento en el que salió a almorzar.
Cuando David llega, el doctor le dice ”que cree necesario acudir a Idime -lugar donde toman los TAC-”. Pero ese TAC nunca se realizó, asegura David.
En las horas de la tarde de ese domingo a Amaranta la hospitalizan y le dan una cama compartida. “En ese lugar la luz es muy intensa, el ruido del televisor prendido en alto volumen y en general unas condiciones insoportables para la niña”, que contradice lo que se debe hacer cuando se considera que hay un cuadro migrañoso.”
En las horas de la noche David se acuesta junto a su hija y cerca de la una de la mañana del lunes seis de octubre entran las enfermeras de Cafam Calle 51 y descubren que la niña se orinó.
Pero “se preocupan más por las condiciones de limpieza y demás que por tamaño síntoma de alarma ante lo que después me dijeron, es una hipertensión intracraneal. A esa hora salgo a buscar un pañal, la cambian y traen ropa de cama limpia”, afirma el indígena Nasa.
Con profunda tristeza David recuerda que ante lo que parecía una actitud “grosera” de Amaranta le pidió que se disculpara con las enfermeras. Y con la “nobleza que siempre la caracterizó, Amaranta pidió perdón”, pero con un “dejo de resignación y abandono.”
La forma en la que Amaranta pasaba el “fuerte” dolor, era durmiendo. David asegura que hasta ese momento ella se encontraba consciente y podía mantenerse de pie, aunque con “cierta dificultad”. Hasta ahí, Amaranta se encontraba en condiciones estables y las enfermeras de la clínica estaban pendientes, tomando la presión arterial. Amaranta seguía canalizada y monitoreada.
Siendo las 3:45 de la madrugada del lunes 6 de agosto Amaranta tiene una convulsión. Según David la niña “tuerce sus manitos hacia adentro, mantiene rígida una pierna, la que a pesar de que intento doblar para acomodarla bien, no lo logro y sus párpados adquieren una extraña posición oblicua, uno en un sentido y otro en el opuesto. Al mismo tiempo hace espuma con las babas que hay en su boca. Las enfermeras no se alarman y no toman en cuenta la convulsión, asegura David.
Más tarde nuevamente Amaranta se orina y su padre va a conseguir pañales. En el lapso de tiempo que su padre no se encontraba Amaranta es inducida en un coma y días después se sabe que los sintomas de orina y la rigidez de sus extensiones son por decorticación (sintomas de un grave daño en el cerebro). El procedimiento de traslado se debió haber dado en el momento de la primera convulsión, sin embargo los profesionales del servicios no lo hicieron.
“Cuando vuelvo con los pañales, cerca de las 7am, encuentro que la niña ha sido llevada al primer piso y la están entubando, el doctor que me atiende, me explica que la situación es bastante difícil y que es necesario llevar la niña para tomarle, ahora si, el TAC.” Pero a David le avisan que no hay una Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) disponible para tal procedimiento.
Ese lunes en la mañana los doctores se dirigen a David y esta vez le dicen que la “niña puede tener un tumor”, pero que “es muy seguro que tenga meningitis”. A las nueve de la mañana Amaranta aún no ha sido trasladada a la UCI, y la “ambulancia tiene problemas con sus equipos”, además, “me informan que no consiguen un lugar que tenga UCI disponible”, asegura Curtidor.
Su padre asevera que “después de las 11:30 de la mañana se consigue la UCI y partimos para la clínica Colsubsidio de la calle 67, donde aproximadamente a la 1 p.m., le toman el TAC y me piden autorización para intervenirla, no sin antes advertirme que la situación de la niña es muy grave y solamente la puede salvar un milagro”.
El día miércoles ocho de agosto los padres reciben una lamentable noticia. ”Hay muy poco que hacer porque el deterioro de los signos vitales, está resultando irreversible”, le dice el doctor de la clínica Colsubsidio.
Así pasa el día y llegando la media noche del miércoles empieza a decaer la presión arterial de Amaranta, baja la saturación de oxigeno y sus signos vitales empiezan a fallar.
El jueves 9 de agosto a las 12:20 minutos de la madrugada, el doctor decide dar la orden, “en nuestra presencia de apagar el ventilador mecánico del que dependía Amaranta” recuerda David. La niña falleció.
Amaranta pereció por un “masivo derrame cerebral” que se evidencia en un TAC que le hicieron el ocho de agosto. Tratamiento que dijo el doctor González debía ser tomado desde el domingo 5 de agosto pero que “nunca se realizó” lamenta David.